Residente vuelve a darle con todo a J Balvin. Esta vez, con una sesión musical junto al argentino Bizarrap dividida en tres partes y de casi 9 minutos de duración, en la que dispara sin anestesia y llama al colombiano “imbécil con tinte de cabello”, “más falso que un hot dog sin ketchup ni pan”, entre decenas de insultos.
La arremetida musical del puerorriqueño, épica, inspirada y contundente, acumula 16 millones de visualizaciones en Youtube en 16 horas y se instala como tema ineludible de la semana en la escena musical latina. Desde anoche, una vez liberada la “tiraera” -como se le conoce a estos ataques y burlas cantadas para mortificar a un tercero-, J Balvin y Residente son otra vez carne de reportajes y trending topic en varios países. Si es una jugada comercial de este último, la movida ha resultado a la perfección.
Pero lo de anoche vuelve a dejar la impresión de que hay mucho que como simples mortales desconocemos sobre la relación privada entre ambos artistas. Que los traspiés y polémicas que ha protagonizado el cantante de Medellín en los últimos años -que son varios, de diversa gravedad y cada vez más seguidos- no parecen justificar del todo el odio parido que José Osorio Balvin genera no sólo en el ex Calle 13, sino también en otros artistas que lo han atacado en el último tiempo, como Don Omar (que lo llamó “ignorante), Li Saumet de Bomba Estéreo (”tu ego ha nublado tu mente”) y el cubano Yotuel Romero (“Señor J Balvin el género no empezó cuando usted llegó”). Que Balvin esté preocupado de sus cifras en el streaming y que haga canciones junto a un equipo de múltiples autores -como le reclama René Pérez- no parece motivo suficiente. Son prácticas comunes y esperables en el pop actual.
Imposible no recordar el debut del colombiano en el Festival de Viña, en 2017. Por los pasillos del hotel O’Higgins y en la Quinta Vergara, el comentario generalizado de la prensa colombiana acreditada tendía a comparar a Maluma con Balvin, calificando al primero como un producto prefabricado y al segundo como un músico y productor de genuino talento y proyección global. Un par de años después, de alguna forma media inexplicable, el que alguna vez fue ídolo de masas y Rey Midas de la industria latina es hoy una persona non grata en la escena, con una carrera aparentemente a la baja y blanco de memes y burlas en las redes sociales.
A falta de mayores respuestas y detalles íntimos, aquí una lista de lo que sí sabemos:
1. A Balvin no lo sepultó Residente; lo sepultó Bad Bunny
Es lógico y hasta esperable que en la música popular los artistas y creadores pasen por buenas y malas rachas. Son realmente pocos aquellos que logran estar en la cresta de la ola por varios años consecutivos. Pero en el llamado género urbano, donde ser el número uno es todo y ser segundo es perder, abandonar la cima de los ránkings de un día para otro y de forma definitiva se asemeja a una especie de muerte en vida, en especial si te habías jactado de ello y si no cuentas con una buena red de contención.
El dato duro: hasta 2019, J Balvin era la gran figura del pop latino en el mundo, el responsable de terminar con la hegemonía que tenían los puertorriqueños en la música urbana (el dato no es menor para la polémica actual) y de llevar la música en castellano a las listas de éxitos de distintos continentes. Ese año metió sus temas de reggaetón en lugares insospechados -desde películas de Hollywood a los festivales de Coachella y Primavera Sound- y coronaba una seguidilla imparable de hits mundiales, solo o junto a Rosalía (Con Altura), Cardi B (I like it), o Pharrell Williams (Safari). Hasta Barack Obama en sus discursos se preguntaba “¿a quién no le gusta J Balvin?”. En ese entonces, a casi nadie.
Pero luego del fenómeno que provocaron sus discos Energía (2016) y sobre todo Vibras (2018), los siguientes lanzamientos de Balvin no han tenido el mismo impacto. Colores (2020) y José (2021), si bien entraron en los ránkings y dejaron uno que otro himno, no fueron el bombazo que se esperaba a nivel comercial, de reproducciones ni simbólico. El colombiano, otrora Rey Midas del género, parecía empezar a perder el toque mágico y su sitial lo comenzaba a ocupar Bad Bunny, justo después del contundente álbum que ambos publicaron en conjunto (Oasis, 2019).
Desde entonces, el hombre de Dakiti sólo ha crecido y durante 2020 y 2021, en plena pandemia, se convirtió en el artista más escuchado en plataformas digitales de todo el mundo. Una marca impresionante para un artista que canta en castellano y sin un sello multinacional detrás. Coincidencia o no, para Balvin fue el inicio de una etapa más bien oscura y de cierto desconcierto, donde los chascarros se volvieron más recurrentes y el éxito comercial pareció alejarse, al igual que las nominaciones a premios. Lo que nos lleva al punto siguiente.
2. La polémica por los Grammy Latinos
Al menos públicamente, el episodio marcó el inicio de la etapa más compleja en la carrera de Balvin, el día cero de su caída libre: si en 2020 -todavía con con el vuelo de sus éxitos previos y en medio de una controversia entre los reggaetoneros del continente y la Academia Latina de la Grabación- el colombiano se alzaba como el artista con más nominaciones de los Grammy Latinos de la temporada, al año siguiente el autor de Mi gente quedó derechamente en un segundo plano.
“No nos valoran, pero nos necesitan. Pero ya el truco está aburrido. Les damos rating pero no nos dan el respeto”, posteó Balvin en septiembre de 2021, sólo horas después de que se anunciaran los nominados a la edición 22 de los premios, donde quedó como candidato en sólo tres categorías (“Estoy nominado, para que no vengan que estoy dolido”, aclaró en su mensaje): Canción del año, Mejor canción urbana por Agua y Mejor interpretación de Reggaetón por Tu veneno. Tres apartados importantes pero no los principales y por debajo en número versus otros colegas, como el mismo Bad Bunny.
Allí el colombiano sacó a relucir el mismo libreto que junto a sus colegas usaron contra el Grammy Latino en 2019, cuando se quejaron en bloque al sentirse discriminados por la Academia. Pero el tiro le salió por la culata.
“Tú sólo sabes decir que las cosas no están bien porque no son como tú quieres”, dijo a través de Instagram su compatriota Li Saumet, de Bomba Estereo, arrobando en la publicación a J Balvin y sumándose a las críticas contra el músico de otros colegas, que le enrostraron la contradicción en su discurso al no haber alegado contra los premios el año anterior, cuando sí obtuvo más nominaciones importantes.
Fue, también, el inicio de su disputa pública con Residente, quien lo reventó en una serie de videos en redes sociales en los que le preguntó a la cámara: “Para entender, porque estoy perdido, José. Si los Grammy no nos valoran, ¿entonces por qué yo tengo 31 Grammy? ¿Yo no soy urbano, yo no rapeo? ¿De qué género estamos hablando?”, dijo el ex Calle 13 al colombiano, resaltando que muchos colegas sí fueron nominados.
“Para colmo, este año se lo dedican a Rubén Blades. O sea, tú le estás diciendo a la gente del género urbano que boicoteen los premios y que no vayan a celebrarle la vida artística a Rubén Blades”, añadió el ex Calle 13. “Yo te creería lo del boicot si, no sé, el año pasado cuando te nominaron 13 veces no ibas pa’ los Grammy. Pero ahí tú no pediste boicot. De seguro tenías hasta cambio de ropa para cada premio”, criticó el rapero, quien remató comparando la música de Balvin con “un carrito de hot dog”.
La polémica no quedó allí y en medio de las respuestas elusivas del colombiano, Residente llegó a revelar -en otro video- que su ex amigo le había pedido ayuda como escritor fantasma, ya que supuestamente no sabía qué decir sobre las protestas en Colombia iniciadas en 2019 (lo que nos lleva al punto siguiente).
3. El nacimiento del “tibio de Medellín”
A diferencia de Residente, Bad Bunny y hasta Ricky Martin si se quiere, que en 2019 salieron a las calles de Puerto Rico para pedir la destitución del gobernador Ricardo Roselló, J Balvin nunca ha sido un artista comprometido políticamente. Más bien, nunca necesitó serlo. La bandera de lucha del autor de In da Getto fue siempre la de llevar la música en castellano a todo el mundo, pero cuando se le consultaba por temas de agenda puntuales o disyuntivas ideológicas sus respuestas eran más bien elusivas.
“Soy un colombiano orgulloso de llevar país y mi tierra a otras partes del mundo. No soy de izquierda, no soy de derecha, pero voy derecho caminando siempre pa’ lante”, declaraba enfervorizado durante un multitudinario concierto en México, una de las secuencias que aparecen en el documental de Netflix El niño de Medellín, que repasa sus inicios y su salto al estrellato. Con pésimo timing, el filme debutó en la plataforma justo en días en que Colombia vivía su propio estallido social en las calles, con la gente exigiendo a sus artistas que se pronunciaran frente a las demandas y los abusos policiales.
Tras un silencio que se hizo eterno y luego que otras figuras de su país -como Shakira, Juanes y Karol G- expresaran públicamente su postura ante los hechos, Balvin sacó la voz con un mensaje en el que condenó la reforma tributaria de Iván Duque - el origen del descontento- pero también la violencia en las calles.
“Yo digo no a la reforma tributaria, pero no al vandalismo de los que se aprovechan de la situación para hacer daño, robar a personas o destruir como excusa de la marcha. Hoy la prioridad debe ser la salud de todos, estamos en pandemia, necesitamos es salvar vidas”, fue uno de los mensajes que colgó en Instagram y que estuvieron lejos de satisfacer el clamor popular de los manifestantes de su país.
Desde entonces, Balvin es conocido por parte del público de su tierra natal como “el tibio de Medellín”, y el estallido social colombiano le persigue como un fantasma a un artista que, en realidad, nunca pensó que tomar posición política iba a ser parte de su carrera.
4. “Misógino y racista”
Hasta 2019, antes de las manifestaciones en Colombia, las “polémicas” -si se les puede llamar así- en la carrera de J Balvin eran bastante insulsas. Más que nada, comentarios desatinados en sus redes sociales, donde también alguna vez subió un video tomando un ratón muerto para asustar a su acompañante. Nada, digamos, realmente grave.
¿Cómo fue entonces que el cantante se transformó en un tipo tan polémico y detestado, casi a la altura de Kanye West en el mundo anglo? Lo cierto es que tras las polémicas por su “tibieza” y los ataques de Residente, el autor de Vibras entró en una espiral descendente y, ante la falta de éxitos número uno y tal vez presa del desconcierto, comenzó a protagonizar episodios cada vez más confusos y problemáticos.
Ya en 2020 se llenó de críticas cuando en una entrevista se burló de su compatriota Shakira, insinuando un intercambio sexual entre ella y Will.iam que incluso motivó que Maluma le parara los carros al aire. Pero el capítulo más complejo y transversalmente criticado ocurrió a mediados del año pasado, cuando lanzó el videoclip de Perra, uno de los sencillos de su más reciente álbum, José. Allí se veía al artista en una serie de secuencias que levantaron polvareda en diversos sectores, sobre todo aquellas en que se muestra paseando por las calles de su natal Medellín junto a hombres y mujeres afrodescendientes caracterizados con orejas y narices de perros.
Incluso, en una escena del video se le puede ver paseando del cuello con correas a dos mujeres afrodescendientes, simulando ser sus mascotas. Fue ese punto precisamente el que alertó a las autoridades de su país y que motivó el reclamo público de la la vicepresidenta de Colombia, Marta Lucía Ramírez, junto a Gheidy Gallo Santos, consejera Presidencial para la Equidad de la Mujer de ese país, quienes redactaron una carta para expresar su rechazo contra el clip de Balvin.
En la misiva, ambas autoridades criticaron que “el artista utiliza imágenes de mujeres y de personas afrodescendientes -grupos poblacionales de especial protección constitucional- a quienes presenta con orejas de perro. Además, mientras camina, el cantante lleva a dos mujeres afrodescendientes amarradas con cadenas del cuello y arrastrándose por el piso como animales o esclavas”.
Además, Ramírez y Gallo se mostraron preocupadas por algunos versos del tema. “Como si esto fuera poco, la letra de la canción tiene directas abiertas expresiones sexistas, racistas, machistas y misóginas que vulneran los derechos de las mujeres comparándolas con un animal que se debe dominar y maltratar, con expresiones que no vale la pena repetir”, señalaron en su carta
“Es un imbécil con tinte de cabello que puso a mujeres negras con cadenas de perro en el cuello”, dispaó Residente anoche entre sus rimas, reflotando el tema y evidenciando que los flancos abiertos del colombiano ya son múltiples.