Ghost - Impera

La fanaticada del heavy metal posee muchas cualidades en torno a la pasión y la fidelidad, no así el humor y el sarcasmo. Por lo mismo, a pesar del éxito y el apoyo de Metallica, el ambicioso proyecto del sueco Tobias Forge se mastica y no se traga entre metaleros de vieja escuela. El pastiche, la estética gótica-satánica, las numerosas citas, la sensación de musical de Broadway en canciones reforzadas por grandes coros y arreglos, se saborean como una tomadura de pelo bien montada, pero no mucho más.

Impertérrito, Forge continúa en lo suyo, un misión gigantesca mezclando géneros que sigue resultando un éxito. Si en los primeros discos Ghost se inspiraba en los inicios del metal y el hard rock, a estas alturas nada de espaldas por los ochentas y los noventas, sumando más elementos al collage mediante distintas variables metálicas -hair metal, power metal, groove metal, progressive metal-, con una vocación por la melodía profesada como fe inquebrantable. Forge fabrica estribillos y ritmos con licencia para cabecear y bailar sin ninguna vergüenza. Si Prequelle (2018) tuvo algo de tropiezo tras el impecable Meliora (2015), Impera recupera el paso y avanza.

Marc Anthony - Pa’llá voy

Arremete con la voz algo áspera asumiendo un personaje de trasnoche, con unos versos infalibles y ritmo irresistible. “Si hay una fiesta pa’llá voy, si hay una rumba, pa’llá voy, con buena música y alcohol, cuando me llamen, pa’llá voy”.

A 29 años de su debut, Marc Anthony (53) lanza un trigésimo álbum de estudio con las cualidades de siempre, el tiempo detenido en torno a su figura, y una capacidad interpretativa que consiste en sentir cada verso como si fuera biográfico, creando la fantasía de vivir intensamente lo que canta. Sucede, por ejemplo, en Nada de nada: “más asesores, más abogados, que amigos con los que irme de tragos”. Atiende las sensibilidades LGBTQ con la dramática Amor no tiene sexo, enfundada en versos rotundos: “¿dónde está el pecado dе verse por fuera y sеr otro adentro?”.

Mala es un clásico instantáneo, donde la salsa se mezcla con amargas quejas -”tú me saliste mala, mala, mala y cara”-; El que te amaba es otro lamento hacia los sinsabores del  amor -”yo nunca te fallé, pero fuiste una insegura”- con el mejor ritmo, para cerrar con Si fuera fácil, que durante los primeros segundo engaña con guitarra eléctrica, para encaminar de inmediato a la salsa. Si es Marc Anthony, así debe ser.

Jethro Tull - The Zealot Gene

El primer álbum en 23 años con material original de esta leyenda progresiva, alcanzó el top ten en el Reino Unido, hazaña que no lograban desde hace medio siglo. Los fans recalcitrantes tienen derecho a discutir si The Zealot Gene representa efectivamente a Jethro Tull, considerando que la actual alineación excluye al reputado guitarrista Martin Barre, pilar de la banda junto al líder Ian Anderson desde 1968, y tampoco incluye otros miembros históricos.

Con 74 años, la voz disminuida pero digna, y el gusto eterno por la flauta traversa decorando relatos irremediablemente juglarescos, Anderson se tributa a sí mismo y compendia los caminos del conjunto en su periodo de mayor notoriedad, los años 70. Una parte de las canciones está electrificada con las características más reconocibles de Jethro Tull, incluyendo el barroquismo que les hace competir por el título de la banda menos sexy de la historia, mientras el resto profundiza en la fase folk-rock-colores-en-sepia que abrazaron cuando el mundo bailaba disco con los Bee Gees, y regresaba a los 50 gracias a Grease (1978). Ian Anderson juega un tercer tiempo con canciones que en su mayoría resuenan a descartes de Spinal Tap.