En la ventana aún sucia de su habitación en la señera Universidad de Columbia, el joven Allen Ginsberg se permitió hacer una broma. Pasando su dedo por encima del polvo, escribió dos frases: “Butler no tiene huevos” (en alusión a Nicholas Murray Butler, el entonces rector de la universidad) y “Me cago en los judíos”, con lo que dejaba en claro su ánimo siempre rupturista, más considerando que él mismo lo era.
La idea de Ginsberg era meter una simple travesura que sería borrada por la mujer que hacía la limpieza una vez que aseara la ventana. Pero su cálculo falló porque la empleada no solo no limpió el vidrio cuando vio las frases, sino que fue directamente a informar al decano lo ocurrido. Acto seguido, el decano irrumpió en la noche en la habitación y citó al mozuelo a su oficina.
La anécdota la relata el mismo Ginsberg en el libro Las mejores mentes de mi generación. Historia literaria de la Generación Beat, que acaba de llegar a Chile editado por Anagrama. Como lo indica su título, es una compilación de un curso que ofreció Ginsberg en la Universidad Naropa y en la Universidad de Brooklyn sobre el grupo literario del que formó parte.
Ginsberg, fallecido el 5 de abril de 1997, es uno de los poetas estadounidenses fundamentales del siglo XX, no es poco considerando la rica tradición poética del gigante del norte. Quizás uno de los que mejor ha conocido su obra es el escritor y traductor chileno Rodrigo Olavarría, quien ha traducido seis libros del oriundo de Newark, Nueva Jersey. Consultado por Culto, delinea a grandes rasgos la poética de Ginsberg.
“Es un visionario en la línea de William Blake, un profeta como Walt Whitman, un poeta en cuya obra resuenan influencias tan diversas como Federico García Lorca, Hart Crane, Ezra Pound, Antonin Artaud, Henri Michaux, y Guillaume Apollinaire. Si reunimos la influencia de estos poetas y la frase ‘primera idea, mejor idea’, la consigna mitad budista mitad inspirada por el jazz que tanto Ginsberg como Jack Kerouac elevaron a la categoría de principio estético, entonces tendremos los elementos constitutivos básicos de la poética de Allen Ginsberg”.
Lo del jazz es un factor a considerar. En el citado libro nombra a jazzistas como Thelonius Monk, Dizzy Gillespie, Charlie Parker o King Pleausure. “He mencionado a estos músicos porque sus obras fueron fetiches musicales que Kerouac, Cassady, Burroughs y yo teníamos en la cabeza entre 1943 y 1947. Si miran ustedes las notas de las fundas de los discos o las consultan en libros, pueden tomarlas como punto de partida”.
Ginsberg obtuvo su boleto a la posteridad sobre todo con Aullido, publicado en 1956. No es una colección de poemas sino uno solo, largo, épico y en tono alto, a la manera de Walt Whitman (a la usanza también del Neruda de Residencia en la tierra y Canto general), donde le canta al sufrimiento de sus contemporáneos y en un lenguaje simple y con referencias a los bajos mundos de las ciudades.
En el volumen, encontramos uno de los comienzos más famosos de la literatura universal: “Vi las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, hambrientas histéricas desnudas”. Fue su libro debut, en instantes en que llevaba pocos años compartiendo con William Burroughs y Jack Kerouac, los otros buques insignia de la llamada Generación beat, el grupo de escritores que reunió también a Gregory Corso, Lawrence Ferlinghetti, Carl Solomon, entre otros.
De hecho, Ginsberg había leído el poema en público un año antes, el 7 de octubre de 1955, en la Six Gallery de San Francisco, cuando no tenía nada publicado. Fue tanta su repercusión que incluso el notable poeta y médico William Carlos Williams lo prologó. Ya había conocido antes a Ginsberg y de él señaló: “Los poetas están malditos pero no están ciegos: ven con los ojos de los ángeles. Este poeta ve en todas partes, a su alrededor, los horrores de los que nos hace participar hasta en los más mínimos detalles con su poema”.
Aullido, posteriormente fue censurado por “obsceno”. ¿Por qué tuvo tanta repercusión? Lo explica Rodrigo Olavarría: “La importancia de Aullido tiene que ver con la renovación del lenguaje poético, la irrupción de esta figura rabínica que predica el derrumbe de las instituciones patriarcales, el consumo de drogas, la ternura sexual entre hombres. Eso, por supuesto, pero también tiene que ver con fenómenos como la relación de Ginsberg y el superventas Jack Kerouac, la creación del marketing asociado a la generación beat y la batalla legal que ocurrió cuando el libro fue censurado y acusado de ser inmoral. Además de ser uno de esos poemas que son perfectos para el momento en que aparecieron, que canalizan un saber y una forma de entender el mundo que recién estaba tomando forma”.
Con Aullido, Ginsberg no inventaba la pólvora, sino que se ligaba a una tradición estadounidense de poemas largos. “Durante el siglo veinte, los poetas estadounidenses de algún modo buscaron escribir un gran poema o negar ese gran poema –explica Olavarría–. Es uno de los fenómenos asociados a la influencia de Whitman. Así vemos a poetas de distintas generaciones, como Ezra Pound, William Carlos Williams, Charles Olson, Charles Reznikoff, John Ashbery, Robert Duncan, Kenneth Koch, e incluso Frank O’Hara, acometiendo la escritura de un poema mayor. Allen Ginsberg no fue distinto en ese sentido. Y no escribió solo un gran poema, sino varios. Aullido es solo el primero, luego vinieron Kaddish, La televisión era un bebé gateando a la cámara de gas, Sutra del vórtice de Wichita, Oda Plutoniana y otros”.
Como recuerda en el citado libro, tras ser llamado a la oficina del decano, Ginsberg fue expulsado de Columbia. Aunque quizás uno de los puntos relevantes del volumen es cuando trata de definir a la generación. Entre otros aspectos, destaca el interés del grupo de romper con “la naturaleza corriente de la conciencia”, ir más allá de lo netamente sensorial. Para eso, el rol de la escritura era fundamental: “Entendíamos la literatura como un medio noble de investigación de nuestra propia mente, nuestra naturaleza y nuestras emociones”, escribió. Por supuesto, también ayudados con drogas alucinógenas. “Desde los años cuarenta hubo mucha hierba y desde 1952 peyote, ayahuasca, mescalina y ácido”.
Pero Ginsberg no se agota en Aullido, Olavarría recomienda otro de sus poemarios para comenzar a introducirse en su obra: “Una buena puerta de entrada a la lectura de Allen Ginsberg, además de Aullido, es Kaddish, el monumental poema que escribió para su madre muerta. Quizás cabe mencionar que corrigió y terminó ese poema en febrero de 1960, mientras alojaba en Calbuco, en casa de la familia del poeta Hugo Zambelli”. Esto fue parte del viaje que el poeta realizó a Chile y Sudamérica en 1960, y que Olavarría junto al escritor peruano Pedro Casusol, investigaron y del que darán cuenta en un libro, con fecha de publicación para fin de año.