“Quiere engañarme como ha engañado a otros”: la trastienda del bullado juicio en que John Lennon derrotó a la mafia
Un nuevo libro rescata la trastienda del juicio que a mediados de los setentas enfrentó al ex Beatle con el empresario Morris Levy, a causa de una infracción de derechos de autor que derivó en la grabación de su álbum Rock 'n' roll. El abogado que representó a Lennon en la corte, Jay Bergen, recopiló algunos de los testimonios y detalla cómo diseñaron su defensa para aprovechar que el juez era melómano, así como las presiones y prácticas de Levy, quien inspiró a un personaje de Los Soprano.
No pudo más. Esa tarde el abogado Jay Bergen debió echar a mano toda su labia para tratar de reanimar a su cliente, acaso el más famoso de todos. John Winston Lennon, ex Beatle millonario, estaba abatido por el entramado de negociaciones, presiones y malas artes que vivía en un bullado juicio contra el magnate Morris Levy, dueño de Roulette Records, quien había lanzado una fulminante demanda contra el inglés acusándolo de infringir derechos de autor -de su propiedad- por una línea del tema Come Together (”Here come old flat top”), aparecido en Abbey Road (1969). Insignificante, pero lo suficiente para montar un lío.
“Quiero deshacerme de él. Estoy cansado de estos falsos casos legales. Quiero ponerles fin... No quiero hacer ningún trato con Morris. Quiere engañarme como ha engañado a otros cantantes y compositores”, comentó Lennon, según las notas inéditas de Bergen hasta ahora. El abogado acaba de publicar Lennon, the Mobster & the Lawyer: The Untold Story -disponible en Amazon pero solo en inglés-, un relato del juicio levantado a partir de miles de notas y documentos de archivo que tenía almacenados en su garaje, y que recogen la interna de un episodio amargo para el músico, el que precedió a su retiro de cinco años de la industria musical.
“Tengo todas las transcripciones y pasé horas y horas con John”, señala Bergen a The Guardian.
De los vínculos de la mafia a Los Soprano
El juicio, como decíamos, se inició cuando Levy, quien tenía la propiedad de derechos de autor de varias canciones de artistas afroamericanos, notó el “homenaje” de Lennon a You can’t catch me, de Chuck Berry. “Lo gracioso era que Levy -también llamado ‘el pulpo’- era famoso por engañar a compositores jóvenes y y registrar las obras de ellos a su nombre”, detalla Philip Norman, en su biografía del Beatle. De allí que el de Liverpool dejara ver su aprensión respecto a que él lo pudiera engañar.
Levy era un personaje. Era conocido en la industria por sus prácticas de amenazas y matonaje contra artistas. Además tenía antecedentes; en una ocasión, golpeó a un policía en un ojo pero todo el registro judicial se perdió antes de que pudiera llevarse adelante el juicio. El hombre tenía unas conexiones que le daban un peso distinto; era socio de Vincent Gigante , el “padrino” de la familia Genovese, e incluso se dice que él inspiró el personaje de Hesh Rabkin, el despiadado jefe discográfico de Los Soprano.
“Muchos ejecutivos, artistas y gerentes le temían. Sus métodos clandestinos y conexiones con la mafia eran bien conocidos”, detalla Bergen.
Para Lennon, el caso era particularmente sensible. Entre el “botín” discográfico de Levy, había material que había escuchado con fervor en sus días de adolescencia, e incluso sirvió para formar como músicos a los jóvenes Beatles mientras se las apañaban para tocar en extensas jornadas -a punta de anfetaminas y cervezas- en los rudos bares de mala muerte en Hamburgo. “Levy se las había arreglado para embutir en su catálogo de fondo casi todos los clásicos del rock and roll que los Beatles en embrión habían tocado en Liverpool y Hamburgo, desde el Sweet Little Sixteen de Chuck Berry al Bonny Moronie de Larry Williams”, detalla Norman.
Por ello, antes de llegar a juicio, Lennon accedió a grabar tres canciones del catálogo de Levy para su álbum de versiones, el que acabó siendo Rock ‘n’ roll, aquel en que se le ve en la portada como un veinteañero vestido de cuero, a la manera de un Elvis de Liverpool. Mientras recibía a diario llamadas del empresario para presionarlo, Lennon le entregó una premezcla inicial de las canciones en baja calidad para así sácarselo de encima. “No son la versión final de mi álbum. Puede que tenga que borrar algunas pistas malas”, le dijo.
Para su sorpresa, Levy publicó las grabaciones con el nombre de Roots, alegando que tenía un acuerdo de palabra con Lennon. Allí, el ex Beatle decidió que había tenido suficiente y decidió contraatacar. Nada fácil pues en esos mismos días, el músico estaba atento a la postergada aprobación de su residencia definitiva en el país, la que se había dilatado a causa de su arresto por posesión de drogas a fines de los sesentas (aunque finalmente fue aprobada en julio de 1975). Encima, las primeras sesiones de Rock ‘n’ roll habían sido un desastre, con Phil Spector luciendo un pistola en el estudio, además de las regadas fiestas con los músicos de apoyo. La situación amenazaba con derivar en un bullado caos.
El juez que tocaba el clavicémbalo
Mientras, Bergen comenzaba a preparar el juicio en reuniones y almuerzos diarios con Lennon; solo una vez, recuerda, una persona se le acercó a pedirle un autógrafo, tarea en la que el músico era particularmente amable. Un detalle curioso es que no recibió particular atención de los medios, por ello, el primer día en la sala estuvieron solo la madre y la tía de Bergen.
Hasta que el abogado notó un detalle; el juez a cargo del caso tenía una particular predilección hacia la música, le gustaba lo docto e incluso tocaba el clavicémbalo. Eso decidió usarlo como estrategia para ganar. “Planearemos tu testimonio directo para que sea un tutorial sobre los Beatles. Es importante que él sepa lo que tú y los otros Beatles han logrado”, le dijo a Lennon.
En el registro de Bergen, John asiente. “Será fácil para mí comunicarme con él sobre música. Es maravilloso que toque el clavicémbalo”. Así, con su habitual sentido práctico, decidió que su testimonio se basaría en dar a conocer su proceso creativo, el significado del rock and roll para su carrera y cómo eligió las canciones para el álbum que había generado todo el embrollo.
El libro ofrece la declaración de Lennon en la corte. “Be-Bop-A-Lula fue una de las primeras canciones que aprendí, y de hecho recuerdo haberla cantado el día que conocí a Paul McCartney...Ain’t That A Shame fue la primera canción de rock and roll que aprendí. Mi madre me lo enseñó con el banjo antes de que aprendiera a tocar la guitarra. Nadie más conoce estas razones excepto yo”.
Por cierto, arremetió contra la maniobra de Levy de publicar las grabaciones en baja calidad como un álbum. Sin rodeos, calificó el registro “de mala calidad”, y aseguró que los Beatles “no permitirían que algo que se viera u oliera así estuviera cerca del público”. Es decir, apeló a un menoscabo en su prestigio para sustentar su posición.
Durante el juicio, Lennon se mostró colaborador, aunque con su cortesía inglesa -y a pesar de su carácter frontal- sabía marcar los límites. “John rara vez olvidaba algo de lo que discutíamos. Nunca permitió que el interrogador lo empujara o intimidara, pero tampoco mostró enojo evidente”, detalla Bergen.
Finalmente, el testimonio de Lennon fructificó. El 10 de agosto de 1976, la sentencia final desestimó los cargos de Levy contra Lennon y le obligó a pagar, a él y su compañía, un total de US$400.000 en daños y perjuicios a Lennon y a Capitol/EMI. John Lennon había triunfado en una larga batalla legal que hizo justicia por él y sus ídolos. “Era una de las razones por las que John no quería establecerse -comentó Bergen al Observer-. Quería tratar de poner fin a algunas de estas demandas realmente falsas y un patrón de gerentes, editores y compañías discográficas que robaron regalías de sus artistas, particularmente de los artistas negros”.
¿Qué pasó con Levy? “En 1986, una investigación federal sobre la participación del crimen organizado en el negocio discográfico condujo a una acusación formal de 117 cargos contra 17 personas en Nueva Jersey -cuenta Bergen en su texto-. Levy [fue] acusado de cargos de extorsión... y sentenciado a 10 años de prisión. Dos meses antes de que comenzara su condena en prisión en 1990, murió de cáncer de colon”.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.