Elvira Hernández y Stella Díaz Varín: las dos poetas esenciales nombradas en el discurso de Boric
Díaz Varín se caracterizó por una poesía torrentosa, en sintonía con un carácter encendido, aunque tuvo pocas publicaciones en vida. Por su lado, Hernández, ha desarrollado un trabajo reflexivo, pero lejos de lo confesional. En base a sus trabajos, el presidente hizo hincapié en temas como la situación de los adultos mayores y el medioambiente.
Solo cuatro libros le bastaron a Stella Díaz Varín para quedar inscrita como una poeta fundamental de las letras nacionales: Razón de mi ser (1949); Sinfonía del hombre fósil (1953); Tiempo, medida imaginaria (1959) y Los dones previsibles (1992), a los que se sumó el autobiográfico La Arenera (1993). Apodada “La Colorina” por su pelo rojizo, Díaz Varín era oriunda de La Serena.
Amén de un carácter fuerte y encendido, publicó una poesía cargada de imágenes y muy intensa. Por ello, hay quienes la han calificado como “la poeta punk chilena”. Así, por ejemplo, se lee en su poema Dos de noviembre: “No quiero / Que mis muertos descansen en paz / Tienen la obligación / De estar presentes / Vivientes en cada flor que me robo / A escondidas / Al filo de la medianoche / Cuando los vivos al borde del insomnio / Juegan a los dados / Y enhebran su amargura”.
De hecho, sus relaciones solían dejar ciertas huellas, como cenizas tras el fuego abrasador de su personalidad torrentosa. Un ejemplo de eso fue el tórrido romance que tuvo con Nicanor Parra. Tras terminar, el autor de El hombre imaginario le dedicó su poema La víbora, donde no fue precisamente muy halagador: “Durante largos años estuve condenado a adorar a una mujer despreciable / Sacrificarme por ella, sufrir humillaciones y burlas sin cuento / Trabajar día y noche para alimentarla y vestirla / Llevar a cabo algunos delitos, cometer algunas faltas / A la luz de la luna realizar pequeños robos”.
De alguna manera, a Díaz Varín siempre le atrajo lo políticamente incorrecto, incluso la figura del demonio, eso lo reconoció en una entrevista. “Me gusta Satanás porque te tienta con cosas prohibidas, que es lo que a uno le interesa; entre otras, con el conocimiento, ¿no? Entonces se presenta como el ser más angelical del mundo cuando en realidad te está atrapando con sus encantos, así que hay que anda atento”, dijo en el libro La palabra escondida: conversaciones con Stella Díaz Varín, de Claudia Donoso (Ediciones UDP, 2021).
Díaz Varín fue una de las dos poetas aludidas en la primera cuenta pública del Presidente Gabriel Boric. En rigor, citó un extracto de su poema La Palabra: “¿Cuál era aquella palabra escondida en la infancia que al final de la vida no había podido encontrar?”, y que le dio el pie para hablar sobre la situación de los adultos mayores.
La Palabra es uno de los poemas insignes de su producción. Hoy puede encontrarse leído por su propia y cavernosa voz en la plataforma YouTube.
Hacia sus últimos años, fue postulada en más de una ocasión para el Premio Nacional de Literatura, el que finalmente nunca recibió. Para la edición del 2000, de hecho, su nombre sonó fuerte, pero fue Raúl Zurita quien se quedó con el galardón. Pero Díaz Varín tenía bastante asumido su destino al respecto.
“Eso nunca pasará, pues. Cómo se te ocurre. Cuando estuvo convencida de que no se lo iban a dar a ella, la Delia Domínguez dijo que era yo la que me lo merecía. Y se lo dieron a Zurita, que será un oportunista pero tiene genio. Porque no solamente se trata de escribir en buen castellano, sino de ser un poco loco; no se puede ser cuerdo, porque la poesía no tiene razón de ser”, comentó en una entrevista recogida en el citado libro de Claudia Donoso.
Díaz Varín falleció en 2006, producto de un cáncer de mama. Dos años después, se estrenó el documental La Colorina, dirigido por Fernando Guzzoni, donde perfila a la poeta. Hoy se encuentra disponible en YouTube.
Sobre ella, Elvira Hernández, una de sus afamadas admiradoras, escribió en revista Cuaderno. N°76, octubre de 2017: “No era fácil ubicar la postura que adoptaban sus versos por la resistencia que estos le oponían a las corrientes poéticas dominantes y que hacían escuela. No era la suya una escritura automática perdiendo la chaveta de las palabras ni se dejaba conducir por la atinada lógica. Intuía que se vivían tiempos en que las palabras no podían proferirse con total naturalidad así que se lanzó a la tarea de arrancar de cuajo la imagen que se tenía de las cosas, a triturar la familiaridad”.
Hernández, cartas al azar
Justamente Elvira Hernández fue otra de las poetas aludidas por el mandatario en su discurso. Fue con su poema Aves de paso, el que dice: “Aves de paso / Sí. Eso somos/ Pero nos hemos acostumbrado / a comportarnos como monumentos / Y así nos va”. El libro donde se encuentra es Pájaros desde mi ventana, publicado por Alquimia Ediciones en 2018, y que recibió el Premio Círculo Críticos de Arte 2018.
Hernández, oriunda de Lebu y seudónimo de María Teresa Adriasola, es una de las poetas más reflexivas de la literatura chilena, quizás por eso el mandatario escogió un poema suyo para hablar sobre el medioambiente. Su poesía siempre se sitúa sobre lo otro, nunca es confesional. Incluso, en las entrevistas suele regalar ciertos pensamientos. Así lo hizo en charla con Culto, en 2020, cuando el país comenzaba a salir de a poco de los meses más duros de la pandemia y habló sobre la experiencia con la tecnología.
“La mediación de las máquinas a mí no me seduce, porque además siento que la máquina como modelo para el comportamiento humano lo encuentro peligroso”, dijo en aquella ocasión.
Su libro debut fue el icónico La bandera de Chile, escrito en 1981, circuló de manera clandestina y subterránea durante los años del régimen militar. Solo se publicó en formato libro en 1991, en Buenos Aires, en algo que ha caracterizado su trabajo: una constante dispersión editorial, como si la poesía fueran cartas al azar. En ese volumen hizo una lúcida reflexión sobre el emblema patrio:
“La Bandera de Chile no dice nada sobre sí misma / se lee en su espejo de bolsillo redondo / espejea retardada en el tiempo como un eco / hay muchos vidrios rotos/ trizados como las líneas de una mano abierta / se lee en busca de piedras para sus ganas”, dice en uno de sus versos más recodados.
También Cuaderno de deportes (2010), es otro de sus libros destacados, y que tuvo una reedición en 2021 vía Provincianos Editores. Aunque quizás su emotivo poema En la raíz de todo está mi madre, es su lugar más referencial. “En la raíz de todo está mi madre / como un manto de tejido bajo tierra / un sombrío huerto de hierbajos tósigos / un vuelo de mariposillas terrosas / Los años han contribuido a su alacrán / círculos que ciñen mis días / a sus caricias púas y cruces / rastrillándome el cerebro”.
Fue candidata al Premio Nacional de Literatura 2020, junto a Carmen Berenguer y Rosabetty Muñoz, sin embargo, el galardón recayó en Elicura Chihuailaf. Al respecto, hizo una reflexión en charla con Culto: “Ese es un premio político. Si lo hubiese ganado una mujer también habría sido político, porque los contextos pesan en estos casos, ¿no? La palabra política no tiene que ser entendida como algo peyorativo, que menoscaba la calidad literaria, sino que tiene que ser entendida como un ingrediente más, importante, al momento de decidir. Creo que un poeta mapuche, en un momento en que la poesía mapuche es importante, no puede dejar de valorarse”.
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