Pailita, la estrella inesperada del trap chileno: “Es una locura, porque no puedo estar tranquilo, es difícil”
Saltó a la fama con el hit Dímelo ma, junto a Marcianeke. Pero hasta entonces, Carlos Raín, era un muchacho de Punta Arenas que dejó todo por venir a la capital para hacerse un lugar en la música urbana; desde entonces, en menos de dos años llegó la fama, las balaceras en los shows, los viajes a Miami y la participación como invitado en Lollapalooza. “Todo esto ha sido brígido, como se dice en buen chileno”, asegura.
Fue uno de esos momentos que marcan un giro decisivo en una historia. El joven Carlos Raín Pailacheo, más conocido como Pailita, llevaba apenas unos meses instalado en la capital, tras arribar desde su natal Punta Arenas, intentando hacerse camino en la bullente escena urbana. “En ese momento no era reconocido para nada, era uno más buscándola”, recuerda. “Estábamos haciendo canciones con los Yakuza Mafia, que ellos me recibieron acá, y ya estaba trabajando con JP [Muñoz] como mi mánager”.
Entonces recibió un mensaje que cambió su vida. “Ahí conocí a Marcianake -recuerda-. Me habló una vez por las redes sociales y me dijo ‘oye, hermano, hagamos una canción’, y le dije que ya. Incluso me fue a buscar a mi casa, no sé cómo llegó, yo estaba acostado más encima. Pero me llevó al estudio y grabamos la canción. Era una más, incluso a mí no me gustaba mi parte, la quería cambiar, pero quedó así”.
La canción era Dímelo Ma. Un tema lanzado en abril de 2021 que apenas llega a los tres minutos de duración, pero que se convirtió en un fenómeno de las redes sociales; el videoclip suma más de 45 millones de visionados en YouTube, y en la plataforma Spotify supera los 55 millones de reproducciones, volviéndose la canción chilena más escuchada en ese año.
Ello le dio un golpe de popularidad tanto a Marcianeke, como a Pailita; hoy su nombre figura en dos de las diez canciones más reproducidas en la lista Top 50 Chile, de la plataforma, con las colaboraciones Ultra Solo (junto a Polimá Westcoast) y Me arrepentí (con AK4:20 y Cris MJ). Un logro total para un chico que hasta solo un par de años no tenía mayor interés en la música, aunque reconoce que escuchaba a créditos locales como Arte Elegante, Flor de Rap y por supuesto, a Daddy Yankee (“pero no tengo entrada para ir a verlo al Nacional”, agrega).
Lanzada en los días que el país comenzaba a sacudirse de la pausa larga de la pandemia, Pailita recuerda el momento en que notó el éxito de Dímelo Ma. “Después que pasaron tres meses la canción empezó a pegar cuando se abrieron las discotecas, ahí la pasaban harto -cuenta-. Fue una locura, eso me abrió las puertas, y se empezaron a pegar todos los otros temas. Nos sirvió a los dos, y lo aprovechamos de la mejor manera”.
Desde entonces, el muchacho acumula conciertos y participaciones en escenarios de mayor renombre; a fines de mayo fue uno de los números estelares del festival urbano Súper Smash en el Movistar Arena, junto a compañeros de generación (como Pablo Chill-E, Harry Nach, Jordan 23), y en marzo participó en Lollapalooza como artista invitado en los shows de Polimá Westcoast, Flor de Rap, y por cierto, subió al escenario en el bullado show de Marcianeke, para cantar juntos el hit que les cambió la vida.
“No había ido nunca, fue espectacular -recuerda-. Estaba llenísimo y cantar el Ultra solo, junto al Poli, fue una de las experiencias más bonitas de mi vida. Fui como invitado, ojalá que el próximo año vaya como artista, si dios lo permite”.
Un viaje decisivo
Son poco más de las tres de la tarde, y Pailita nos recibe en las dependencias de Radio Carolina. Acaba de grabar una entrevista para Megavisión y después debió moverse para charlar con un programa radial. Viste polera -pese al día frío-, jeans, un colgante, un vistoso reloj en la muñeca izquierda y un jockey. Le acompañan un par de amigos y su mánager que ha estado atento al teléfono móvil durante toda la tarde.
Nos acomodamos en un rincón, mientras a lo lejos se escucha a una locutora dar el pase a los avisos comerciales. Pailita tiene 22 años, es un chico tímido, de hablar algo caótico, pero de sonrisa fácil. Dice que es su manera de llevar una rutina intensa a la que ha debido acostumbrarse desde que su popularidad despuntó casi tan rápido como un clic en las redes sociales.
-¿Qué ha sido lo más difícil del éxito tan repentino que has tenido?
Tratar de asimilar que te conozcan en cada lugar que vaya, el tema de la privacidad, comer tranquilo, eso es lo que más me ha costado adaptarme. Mucha gente no entiende la privacidad del artista, uno a veces no duerme o no descansa bien, pero yo siempre tengo tiempo para la gente, aunque esté cansado, con dolor de cabeza, igual me saco las fotos que quieran. Voy al mall, y la tienda se llena. Es una locura, porque no puedo estar tranquilo, es difícil.
-¿Cómo partiste en la música?¿era algo que te interesaba cuando eras chico?
No, nunca había cantado. Llevo dos años cantando. Fue algo que se dio por un amigo que yo tengo que es productor, un día fui a su casa y me dijo ‘hermano, hagamos una canción’, y yo le dije que estaba loco, yo nunca he cantado, me daba cualquier vergüenza. Al final me terminó convenciendo, hicimos la canción como a las tres de la mañana, después hicimos otra, y ahí me dije que si voy a hacer esto, tengo que ser el mejor, sin pasar a llevar a nadie. No paré y no sé en qué momento pasaron todas estas cosas.
Poco a poco empezó a grabar, hasta que tomó la decisión de viajar a la capital para tentar a la fortuna. No fue sencillo; para reunir el dinero vendió el viejo automóvil que su madre le había comprado. “Estaba en el último semestre de electricidad industrial en el Inacap, con clases online. Ahí me titulaba, pero ya tenía en mi cabeza el tema de la música. Me estaba yendo bien, pero tenía 15 mil seguidores en el Insta, nada. Entonces decidí venirme a Santiago porque tenía esa corazonada de que esto podía dar frutos”.
Sin contactos, ni familiares en la capital, se alojó con la familia de un amigo. “Me tuvieron tres meses, sin cobrarme un peso, fueron una bendición de Dios”, recuerda. “Me estaba quedando en La Victoria, porque no tenía a nadie. Ahí conocí al JP que es mi mánager ahora. Me junté con los Yakuza Mafia, con el Galee Galee, todo fue sumando, hasta que sacamos el Dímelo Ma, ahí fue el boom”.
Balazos en Lota
Gracias al hit, Pailita pronto se vio con una apretada agenda laboral que divide entre las sesiones en el estudio de grabación y los shows. Desde hace algún tiempo vive solo en un departamento en la comuna de San Miguel, pero ya tiene una rutina de trabajo. Cuenta que cuando no está de gira, habitualmente trabaja en el estudio de miércoles a domingo. “Yo llego como a las 10 de la noche y me quedo como hasta la 8 de la mañana grabando canciones; es que en la noche es cuando tengo más motivación, uno se activa. Al otro día duermo como hasta las tres, me cambio, ordeno mi casa y después al estudio. Salimos contentos, eso sí, con los medios temas”.
Además de lanzar canciones que han trepado posiciones en las listas de las plataformas (como Par de veces), en los últimos meses, Pailita también ha visto el costado más difícil de los shows. En abril, vivió una compleja situación durante un concierto en Lota, cuando unos asistentes sacaron armas de fuego. Él mismo les pidió que las guardaran.
“Estaba cantando y de la nada tiraron un balazo -recuerda-. Igual estaba acostumbrado porque en varios shows terminan con balaceras. No sabía lo que estaba pasando, entonces lo que hice fue entregarle el micrófono al productor y me quedé al lado del DJ. Había una niña que estaba gritando. Yo pregunté qué le pasó y la niña dijo que le habían disparado, cosa que no fue así porque al final preguntamos cómo estaba y dijo que estaba bien, que había sido el susto. Por eso seguí el show, si no, no lo hubiera seguido. Ahí pesqué el micrófono y dije, ‘ya mi gente, voy a seguir el show pero necesito que se controlen’. Pero esas cosas van a pasar siempre, ojalá que no me lleguen a mi ajajaja”.
-¿Sentiste miedo?
No, no me asusto, estoy acostumbrado. Hay que enseñarle a los cabros nomás, quizás se sienten empoderados por eso, no sé en qué sintonía están. Pero les digo que esto es para venir a pasarla bien, no para asustar a la gente que al final pagan por su entrada. Por eso que pasó yo estaba en todo mi derecho de irme, pero preferí quedarme a cantar para terminar bien el show y que la gente quede contenta.
Sueños cumplidos
Pailita es el menor de cinco hermanos (“Soy el conchito, el regalón”, asegura). Pero la figura más presente en su vida, es su madre, Nancy, con quien habla a diario. Por ello lleva un colgante en el que se ve junto a ella. “Yo no soy mucho de ocupar cadenas y esas cosas, lo justo y preciso nomás, pero llevo el colgante de mi mamita porque me siento seguro con ella acá”.
-¿La extrañas?
La extraño mucho, siempre. La tengo lejos a mi mamita, yo viví toda mi vida con ella, es mi todo. Ha sido demasiado difícil este proceso de estar lejos de ella, porque uno quiere tenerla siempre y más en este momento. Tengo a mis amigos que me apoyan, porque pasan muchas cosas día a día, en la vida de artista hay que aguantar muchas cosas mentalmente, y eso se pasa solo con el amor de alguien que te conozca.
Además de su madre, en su natal Magallanes el joven Pailita también compartía con su hermano mayor, Sebastián. Pero este último fue detenido y desde 2019 cumple condena de 18 años de presidio por robo con homicidio. Una situación que marcó decisivamente su vida; de allí salen sus constantes mensajes contra las drogas y contra las armas.
“Me tocó esa situación, lamentablemente, pero ahí estamos, es un proceso difícil, me ha dejado varias enseñanzas y si lo puedo transmitir a otras personas, lo voy a hacer, porque pasé por eso y no me cuesta nada dar el ejemplo -cuenta-. Conmigo mismo estoy orgulloso porque sé que le he cambiado el pensamiento a mucha gente; se me acercan cabros que me dicen ‘hermano, gracias a ti ahora valoro a mi mamita’, ‘gracias a ti dejé de consumir droga’. También se me acercan los papás, y me dicen ‘eres el único artista que dejo escuchar a mi niñito’, eso me deja el corazón lleno y por eso lo sigo haciendo, más allá que a las canciones les vayan bien, o que estés ganando plata”.
Pese a la distancia, mantiene contacto con los suyos. Dice que están tan sorprendidos como él por todo lo que le ha pasado. “Están contentos pero es difícil porque los he dejado de lado por el tema de la música y tengo que estar trabajando acá. No tengo mucho tiempo para ir a verlos, pero ahí me están apoyando siempre, me mandan mensajes, suben videos escuchando mis canciones, los tengo presentes siempre”.
Pero en el último tiempo ha vivido nuevas experiencias; viajó a Miami para grabar un videoclip con el puertorriqueño Nio García, lo que apunta a los primeros pasos en pos de la internacionalización. “Fue hermoso, espectacular. Era como estar en otro planeta, igual no conocimos mucho, porque teníamos un video y después ya nos vinimos”.
Con la popularidad en ascenso, a mediados de mayo volvió a su ciudad natal donde ofreció un show gratuito. “Era una meta que tenía desde que empecé en la música, ahí dije ‘si me va bien, voy a dar un concierto gratis en mi ciudad’. Es para todos los niñitos, las poblaciones que no tienen cómo pagar una entrada. Aparte allá tampoco se ven mucho este tipo de espectáculos. Ahí hicimos lo posible con mi equipo de trabajo, con ayuda de la Municipalidad, salió todo bien, salió espectacular. Llegaron más de 12 mil personas, una locura, un sueño cumplido para mi”.
-¿Y qué otros sueños te quedan por cumplir?
No me pongo metas, dejo que todo se vaya dando de forma natural y disfrutarlo. Tengo objetivos que son más personales, con mi familia. Así que ahí estamos dándole. Pero todo esto ha sido brígido, como se dice en buen chileno. Es difícil alejarse de la familia, de los amigos, de todo lo que uno solía hacer antes de la música, porque yo no estaba preparado para todas estas cositas que me están pasando ahora. Tiene sus cosas positivas y sus contras, pero estamos resaltando lo positivo, que es lo más importante. Hay que mirar para adelante nomás.
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