A Jorge Teillier le gustaban los haikús. El tradicional método de poesía japonesa que en una métrica de tres versos, de tres, cinco y tres sílabas respectivamente, describe pequeñas escenas de la naturaleza y la vida cotidiana. Durante su trayectoria, el poeta nacido en Lautaro, cultivó ese gusto a través de pequeños poemas, que emulaban el formato nipón.

Pero como suele suceder en el mundo editorial, esos versos los fue publicando en diferentes libros, generando una dispersión. Muertes y maravillas (1971), Para un pueblo fantasma (1978) y Hotel nube (1996). Algunos de ellos ya descontinuados.

Sin embargo, esa dispersión ya está resuelta con la reciente publicación de la Antología de poemas, un volumen editado vía Fondo de Cultura Económica (FCE) que compila esos versos de inspiración nipona. “Se recopilaron y por primera vez están juntos en esta antología”, señala a Culto Ángeles Quinteros, la editora del libro.

De esta forma, es en la primera parte de este volumen, llamada Cosas vistas, donde los lectores y lectoras pueden acercarse a una dimensión menos masiva de Jorge Teillier, pero no por ello menos interesante. Por ejemplo, escribió: “La tierra en primavera / y las ruedas del tren / aplastan las hormigas”.

O también: “El frío / No deja hablar a nadie / pero nacen nubecillas de nuestras bocas”; o “Los charcos / abren ojos aterrados / al oír a los patos”. Una especie de mini retratos de una cotidianeidad sureña apacible y algo bucólica.

Jorge Teillier.

De hecho, en una entrevista con la revista Araucaria, de 1995, cuando le preguntaron de dónde venía su poesía, lo explicó así: “Parece que del ser humano, ¿no? Pero también está hecha con los elementos naturales. En mi caso hay la incorporación de muchos elementos que veo, de cosas vistas, que pasan por el cerebro y después se transforman en otras”.

¿Por qué a Teillier le gustaba el formato haikú? Ángeles Quinteros señala: “Es un tipo de poesía que está muy centrada en las estaciones del año. Entonces tiene mucho que ver con la obsesión de Teillier de hablar del paso del tiempo a través de la naturaleza, creo que ahí hay un punto en común con este género poético”.

Poesía de resistencia

Pero esta antología no se agota en los versos de inspiración nipona del autor de El cielo cae con las hojas. En una segunda parte, titulada Sobre el mundo que verdaderamente habito, se incluye una selección de poemas varios, sueltos, que mezcla algunos de sus clásicos como Cuando yo no era poeta, Bajo el cielo nacido tras la lluvia, o En la secreta casa de la noche, con otros desconocidos de su catálogo.

“Poemas como ¿Has olvidado que el bosque era tu hogar?, u Hola y adiós, son poemas que su hijo, Sebastián, los tenía sobre el escritorio y que no estaban publicados. En eso nos ayudaron sus hijos”, comenta Quinteros.

En estos poemas, Teillier desarrolla lo que se llamó “poesía lárica”, debido a un ensayo que publicó en mayo de 1965 titulado Los poetas de los lares. Nueva visión de la realidad de la poesía chilena, una especie de manifiesto de esa escritura. “Frente al caos de la existencia social y ciudadana, los poetas de los lares pretenden afirmarse en un mundo bien hecho, sobre todo en el mundo del orden inmemorial de las aldeas y de los campos, en donde siempre se produce la misma segura rotación de siembras y cosechas, de sepultación y resurrección, tan similares a la gestación de los dioses y los poemas”, era una especie de retorno a un mundo campechano y natural. Desde ahí, al sureño se le atribuyó siempre una especie de paternidad de esa poética.

Aunque hacia el final de su vida, en la citada entrevista con Araucaria, Teillier ponía los pies en la tierra y afirmaba que en rigor, la poesía lárica no nació con él. “Eso no lo inventé yo, sino que recogí lo que habían hecho muchos poetas como (Efraín) Barquero, Rolando Cárdenas que por desgracia murió y que recién ha sido reconocido...murió en la miseria más absoluta”.

Ángeles Quinteros aproxima una caracterización de la poesía de Teillier, la que lo encumbró como uno de los nombres fundamentales de la poética nacional, y que entre otros, le significó obtener el importante Premio Municipal de Literatura de Santiago, en 1961. Además, su casa en Lautaro fue declarada monumento histórico en enero del 2022.

“Es una poesía de resistencia, que rescata el lenguaje y el asombro de la infancia, es una poesía de la aldea, de la naturaleza, muy nostálgica, y muy de los objetos. Era capaz de crear universos a partir de una taza de té. Son temas que siguen siendo resistencia frente a la globalización, a la automatización, a la postmodernidad. Un poco como el guardián del mito”.

La Antología de poemas de Jorge Teillier, ya está disponible en las librerías nacionales.

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