No está claro si Andy Warhol efectivamente predijo en los años 60 un futuro donde cualquiera gozaría de fama por un rato, pero se le atribuye un vaticinio certero, una realidad de nuestros días. La interconexión y las redes se conjugan para que personas comunes y corrientes gocen de una exposición tan intensa como efímera sin parangón. Los virales de Tik Tok y Youtube no presionan necesariamente la tecla del talento antes requerida para destacar en el entretenimiento y los espectáculos, sino una cualidad más ligera como la gracia, y de un sentido del humor inocuo que permite participación y disfrute transversal, desde niños hasta abuelos.

La música ha sido un hilo conductor en este fenómeno provocando obras breves de gran fulgor y rápido desvanecimiento urdidas como reacciones en cadena, donde actores y elementos random interfieren para un trabajo colaborativo, un eco a los principios originales de Internet. Los resultados encantan por un rato. Luego la pieza pasa al olvido, como una prenda que se viste un par de veces y se desecha.

En las últimas semanas los videos de la colombiana Mafe Walker, una supuesta médium con la comunidad alienígena, aún cuando todo indica que se trata de un impúdico caso de glosolalia -un lenguaje inventado e inentendible-, se han multiplicado. Su presencia en un programa de televisión y transmisiones por Tik Tok hablando el idioma interestelar con retazos de español, inglés básico y chamullo, ha inspirado numerosas adaptaciones musicales convertidas en videos para Youtube y canciones disponibles en Spotify. Hay versiones de Mafe Walker en electrónica, metal, urbano, guaracha y cumbia, entre distintos géneros, mixes con Bad Bunny y animaciones.

El caso de Mafe Walker se emparenta con el viral de Tik Tok y Youtube protagonizado por el documentalista británico-estadounidense Louis Theroux. The New York Times relata que hace 22 años bosquejó un rap para un programa de la BBC. Los versos fueron pulidos por unos raperos y Theroux los grabó en una radio bajo el título Jiggle Jiggle, con la picardía propia de un hombre blanco anglosajón. En 2016, Netflix reflotó el espacio en el Reino Unido, con el capítulo convertido en uno de los favoritos del público. En febrero, entrevistado por un nuevo proyecto, le preguntaron por el rap y lanzó las rimas en una demostración de excelente memoria. Un par de DJ de Manchester cogieron el audio, agregaron una base musical y, a partir de ahí, se encendió la mecha. El tema supera los 12 millones de visitas en Youtube, mientras en Tik Tok también se convirtió en viral a partir de abril gracias a la coreografía de 27 segundos montada por un par de veinteañeras británicas, con más de 60 millones de visitas.

El breve baile simpático a lo sumo, con movimientos clichés de Tik Tok como girar un manubrio y dar botes a una pelota, fue imitado por Shakira en el late de Jimmy Fallon en mayo. Más clics.

El tema disponible en Spotify va firmado por Theroux, los raperos que acomodaron la canción en 2000, los DJ a cargo de la base, y nada menos que el veterano astro pop Neil Diamond, porque en una parte Theroux entona el estribillo del clásico Red wine (1967). Toda una improbable secuencia colaborativa nacida espontáneamente para luego desaparecer, dejando recuerdos (y eventuales regalías) apenas entre sus azarosos eslabones.

Es una reacción que confirma la democratización que en determinados planos ofrece la virtualidad. Podemos ser estrellas por un día o contribuir activamente para que otros acaricien la fama por un rato, hasta desvanecerse en el olvido.