Así es Mi País Imaginario, la nueva cinta de Patricio Guzmán: “Para un documentalista lo que está pasando en Chile es magnífico”

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Una imagen del documental.

En su nuevo largometraje, que se estrena en cines el 11 de agosto, el director abarca desde el estallido social hasta el desarrollo de la Convención Constitucional. Desde Francia, detalla a Culto cómo filmó la protesta y por qué escogió únicamente a entrevistadas mujeres. “Tenían mejores palabras, mejor rostro, mejor alegría o mejor rabia que los hombres”, sostiene.


Separados por 20 años y por la lógica barrera idiomática, Patricio Guzmán y Chris Marker tuvieron un primer encuentro en Santiago en mayo de 1972. El cineasta llegó sin aviso previo hasta el domicilio del director chileno para ofrecerle exhibir en Francia su documental El primer año (1972), el largometraje en el que retrató los primeros 12 meses de Salvador Allende. Atónito con la idea de tan inesperada visita, le dio un sí.

Sería el primer hito de una colaboración nutritiva entre ambos artistas. Meses después, el fundamental autor de la experimental La Jetée (1962) sería quién le proporcionaría el material virgen con el que comenzó a rodar La batalla de Chile (1974-1977) durante la segunda mitad de la UP. Y quien le brindaría hospitalidad y contactos durante su exilio en Francia.

Medio siglo después de recibir a Marker en su hogar, Guzmán le dedica un guiño en los primeros segundos de Mi país imaginario. Recuerda su intercambio epistolar antes del golpe de Estado (“Era como tener clases de cine a la distancia”, dice en su característica narración en off) y sobre todo revive un consejo que jamás olvidó: “Cuando quieras filmar un incendio, hay que estar antes en el lugar donde se producirá la primera llama”.

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En el rodaje del documental. Foto: Alexandra Galvis

Sugiere una paradoja: en estricto rigor, el director de Nostalgia de la luz (2010) se encontraba en su residencia en París y no en Chile cuando se originó su nuevo objeto de estudio, el estallido social. O cuando comenzó “una segunda revolución chilena”, como describe a esa explosión en su más reciente documental, presentado entre aplausos en el último Festival de Cannes y con fecha de estreno en salas nacionales para este 11 de agosto.

“Tú no puedes arrancar una película de golpe. Tiene que haber una introducción, una especie de momento de reflexión para que el espectador decida. Siempre esa cita de Chris Marker me ha perseguido. Me acuerdo incluso de la manera en que él lo decía en su casa o en casas de otras personas que él me prestaba en París. Es muy interesante, es muy agradable, es muy motivador comenzar con él”, señala a Culto desde Francia, en la previa al lanzamiento local de su obra y al reconocimiento a su trayectoria que le rendirá la nueva edición de Sanfic (14 al 21 de agosto).

-¿Lamentó no haber estado en el país en el momento en que se inició el estallido social?

No, porque no siempre un documentalista está al lado de lo que cuenta. Después tú reconstruyes, buscas material con colegas o con personas que no conoces pero que te lo ofrecen, y puedes estar donde no estuviste, porque el cine documental trabaja con archivo y con materiales de primera mano, y no tiene ninguna importancia. Lo importante es contar bien la historia. Eso sí.

Tras los obstáculos que propuso la pandemia, Guzmán llegó a registrar en terreno el 18 de octubre de 2019 –y sus esquirlas y consecuencias– cuando arribó al país un año después. Con su cámara se detuvo en figuras femeninas, en manifestaciones y en objetos habitualmente utilizados como proyectiles. Al comienzo del documental, el director de La cordillera de los sueños (2019) las presenta como “viejas amigas, las piedras de la cordillera”.

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“El hecho de que barrios enteros estén llenos de piedras es muy interesante. Puedes hacer una película bastante larga mostrando la textura y lo que dicen esas piedras. Hay todo tipo de casquetes, de proyectiles, de pequeños cerros de piedras. Me gusta mucho filmar objetos inanimados, en la calle, en las paredes, en los techos”, apunta.

Y agrega: “Es una introducción que podría durar muchísimo más. No lo quise hacer, porque si te apartas un poco de un esquema ágil, metes la pata, porque la película es muy directa, la gente la entiende enseguida. No hay nada que reflexionar. Tú te zambulles en ella como en una piscina y avanzas”.

Dice que no lo buscó obsesivamente, pero que el material ajeno y el que consiguió grabar en el país –primero en octubre de 2020 y luego un año más tarde– lo condujeron a elaborar una cinta de acción. “Mis otras películas tienen mucha acción y después no la tienen”, indica.

-Luego de ese inicio, Ud. habla de “un cuerpo sin jefes, sin ideología”, que es la denominada primera línea. ¿Cómo logró introducirse con su cámara allí?

Al comienzo era todo muy caótico. La gente te miraba con la cámara y se echaba a un lado. O no y te empujaba. Daba igual. Tú eras uno más entre una masa que se movía constantemente, que cantaba, que saludaba, que miraba, que se reunía. Era un grupo gigantesco, es como si toda la calle, todo el desfile se volviera amigo tuyo. Era muy placentero, era estupendo. La gente nos fue empujando de un lado a otro, y nosotros con la cámara al medio, de repente separados, de repente juntos. Así filmamos la primera secuencia, que duró muchos días. Podrías estar ahí filmando de mañana a noche, siempre con interés, siempre con posibilidades de una buena secuencia.

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-¿Nunca sintió temor al estar en esas situaciones? Porque en otro momento del documental Ud. se refiere a esos momentos como estar en medio de una suerte de guerra civil.

Sí, hay momentos en que se produce violencia importante y tú te apartas. Por ejemplo, junto al cerro Santa Lucía estaba lleno de gente que lanzaba proyectiles a la policía que estaba al otro lado, pero las piedras pasaban por encima de tu cabeza. Había momentos en que había que cuidarse para no ser víctima de un peñascazo. Eso era complicado, porque ahí el equipo se dispersa y después cuesta mucho encontrarse. Había momentos difíciles. Muchas veces la productora (Alexandra Galvis) me tomó del brazo y me sacó del núcleo para que no nos pasara nada. Yo además siempre estaba con mi mujer (Renate Sachse, también productora). Pero todo eso le da a la filmación una emoción importante. Es un peligro pero es una emoción que hay que procurar neutralizar. Un rodaje en la calle siempre es un rodaje con riesgos. Pueden pasar muchas cosas. Un rodaje en exteriores, con violencia, es una puerta al descontrol.

-¿Cómo se explica que por momentos el estallido se haya manifestado de esa manera?

Es un misterio. Porque el asalto al Metro ya es especial, porque fue muy profundo. Si diez días después del asalto al Metro salen un millón 200 mil personas, es absolutamente extraordinario e imposible de detectar. Eso dejó asombrada a la misma gente que salió. Esa explosión social es única, marca históricamente un periodo en Chile y es el corazón de lo que vino después. No sé si se va a repetir. Esa magnitud nos indicó a todos los chilenos que algo muy raro estaba pasando, algo distinto, algo nuevo. Y lo que había que hacer era filmar, filmar, filmar. En este caso era fácil, porque cuatro o cinco personas me facilitaron todo su material y con eso yo pude armar lo que pasó.

La Convención y el plebiscito

En su nuevo largometraje Guzmán, además de presentar algunas de las imágenes más viscerales e inmersivas de la protesta, también alcanza a abarcar expresiones vinculadas al estallido, como la performance Un violador en tu camino, de LasTesis, y los grupos de mujeres que la replicaron en el país.

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El colectivo feminista de Valparaíso es parte de las cerca de 15 figuras que integran el universo de mujeres entrevistadas en Mi país imaginario. Entre ellas están la periodista Mónica González, la politóloga Claudia Heiss, la actriz y dramaturga Nona Fernández, la cineasta María José “Pepa” San Martín y la fotógrafa Nicole Kramm (quien habla del daño ocular que sufrió), así como también una rescatista voluntaria, una jefa de un campamento y una médica.

El director explica su selección: “Yo encuentro que las mujeres chilenas son extraordinarias, desde antes de la película. Hay un movimiento femenino en Chile potente, bien fundamentado, grande, amplio, diverso, espectacular. En pocos lugares de América Latina y del mundo hay una fuerza como esa. Este movimiento siempre estuvo presente y ahora, con mayor razón. De repente, me di cuenta de que casi toda la gente que empecé a filmar eran mujeres, porque tenían mejor opinión, mejor argumentación, más fuerza, más historia. Entonces tomé conciencia de la importancia de la mujer para esta película y comencé a buscarlas. Pero no era necesario buscarlas, porque vinieron enseguida. A los hombres los seguí entrevistando, pero eran mejores ellas. Tenían mejores palabras, mejor rostro, mejor alegría o mejor rabia que los hombres”.

El documental progresa hasta visitar la Convención Constitucional, donde Guzmán conversó con su primera presidenta, la lingüista Elisa Loncón, y otras dos integrantes incluidas en el montaje final. Si el texto generado por ese órgano será aprobado o rechazado por la ciudadanía, se sabrá en el referendo del próximo 4 de septiembre, un punto que la cinta elige dejar en suspenso.

Yo no creo que vaya a ganar el Rechazo. Hay una gran confusión porque hay muchos puntos de vista que han salido a la opinión y uno no está todo el día haciendo encuestas. Creo que va a ganar el deseo de cambio, el deseo de salir de donde estamos, y continuar lo que la primera reacción indicó, es decir, una explosión. No podemos seguir en un país que no avanza, porque no quieren, porque lo detienen, porque lo acosan, porque lo arrinconan. Yo creo que la gente quiere mirar hacia adelante con confianza”.

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Cannes en el último Festival de Cannes. Foto: Blaise Tassou

-Ud. en el documental dice que tiene la percepción de que estaríamos ante el fin de una época y, por lo tanto, ante el inicio de una nueva. ¿Cómo cree que la elección de septiembre definirá el curso de esa nueva era?

Una revolución, o un cambio social importante, no se puede predecir. Hay que estar al lado de esa ola, mirarla, ir con ella, detenerse, volver a tomarla. Esa es la labor más inmediata del documentalista, no hay ningún análisis que hacer, hay que estar con esa ola, tú o que algún colega te la filme. Es emocionante, es bien bonito. Para un documentalista lo que está pasando en Chile ahora es magnífico.

-Queda la sensación de que esta puede ser la primera parte de un díptico o de una trilogía. ¿Está trabajando en ello?

Como el tema es muy largo y se repite y renace, da para varias películas, o al menos más de una. Hay que ver hasta dónde se reproduce, hasta dónde llega, hasta dónde cambia todo, si se transforma en un gobierno de una determinada naturaleza y no de otra, con líderes políticos que se van agrandando o no. Hay un momento en que el fenómeno te abandona como cineasta y no puedes seguir, porque ya pasó el momento culminante, ya dejaste de ser un cronista de ese momento, y vuelves a los temas que tienes siempre en la cabeza. Tengo uno o dos temas muy próximos. Si no funciona, me voy a ir a esos otros temas.

Por ahora no planifica un viaje a Chile en el corto plazo. “Tengo algunos problemas de salud que quiero reparar antes. Pero ya hay cuatro o cinco corresponsables que van a filmar. Lo importante es tener ese material cerca y poder pensarlo después”. ¿Para registrar el plebiscito? “Exactamente. Hay que filmarlo porque hay que filmarlo, es obvio”.

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