La idea era hacer una especie de tributo. Es decir, que a partir de un cuadro que ya existía, pintar algo similar. No era algo azaroso, puesto que en el ámbito creativo los artistas suelen tomar obras de otros para comenzar desde ahí su propio trabajo. Como los Beatles componiendo sus canciones a partir del R&B y los discos del Motown.

Pasó que en 1798 un destacado miembro de la corte española llegó a tocar la puerta del taller de Francisco de Goya. Al abrirla, apareció la elegante figura de Manuel Godoy, el primer ministro del rey Carlos IV. Menos hábil con la política que con adornar su casa, Godoy había adquirido La Venus del espejo (1650), de Diego Velásquez una vez que su dueña, la duquesa de Alba falleció. Como lo comenta Sarah Carr-Gomm en su libro Goya, a partir de su nuevo chiche es que Godoy quien tuvo una idea. Le propuso al pintor oriundo de Fuendetodos que pintara un desnudo para colgarlo al lado del cuadro de Velásquez.

La Venus del espejo, del español Diego Velásquez.

Hasta entonces, Goya llevaba una impecable carrera artística que contemplaba retratos de los nobles de su época, y de la familia real; también pinturas religiosas y de temáticas costumbristas. No sería hasta el XIX cuando iniciaría una etapa ligada al impresionismo, con frescos impactantes como Caníbales preparando a sus víctimas, Bandido desnudando a una mujer, Saturno devorando a un hijo o el tremendo cuadro Los fusilamientos del 3 de mayo, donde registró la masacre causada por las tropas napoleónicas en Madrid.

Manuel Godoy, duque de Alcudia y Príncipe de la Paz y ministro, por Goya, 1801.

Y Goya se puso manos a la obra. Si bien, siempre se ha especulado con la identidad de la modelo, Carr-Gomm plantea una tesis: “En este caso, la modelo es posiblemente la amante de Godoy, Pepita Tudó, una actriz, bella y célebre, y no la duquesa de Alba, como se ha conjeturado. Tal como el título de la obra lo sugiere, La maja desnuda no tiene ningún disfraz mitológico, no es una diosa, sino una mujer del mundo”.

Carr-Gomm añade: “Su propósito es seducir; su pose provocativa con las manos detrás de la cabeza pone al descubierto su delgada cintura y su forma suavemente redondeada. Su abierto talante parece invitar al espectador a acercarse y acostarse a su lado sobre la cama de seda y terciopelo”.

La maja desnuda, de Goya.

Una vez pintada, Godoy colgó la pintura en su pared. Luego, apreció su pintura gemela, La maja vestida, fechada entre 1802-1805. “No se sabe si La maja vestida fue pintada antes o después de La maja desnuda. Exactamente en la misma pose pero con un estilo más osado que su contraparte desnuda, el personaje es igualmente incitante y deseable. La ropa apenas disimula su voluptuosa figura, las sombras del vestido esbozan la forma de sus piernas y la faja rosada acentúa la cintura. Los labios forman una media sonrisa, como si ella también estuviese disfrutando la comparación entre su figura vestida y la desnudez descarada”, señala Carr-Gomm.

La maja vestida, de Goya.

Godoy terminó dramáticamente su gestión. Tras el ingreso del ejército de Napoleón a España (que en rigor, planeaba invadir Portugal por tierra) el pueblo se sublevó ante los franceses y originó el Motín de Aranjuez, el 17 y 18 de marzo de 1808, que derivó a la abdicación de Carlos IV en favor de su hijo, Fernando VII. Y por supuesto, la renuncia de Godoy. Eso le significó tener que huir del país. Cuando esto pasó, La Maja desnuda también compartió el destino de su dueño. “Fue escondida en una habitación trasera de la Academia, donde permaneció hasta 1901, año en que fue trasladada al Museo del Prado”, indica Carr-Gomm.

Pero una institución estuvo particularmente interesada en hacer desparecer el cuadro: la Iglesia. Así lo comenta Carr-Gomm. “Durante la vida de Goya, La Inquisición retiró la pintura, pues la consideraba obscena e inmoral, y en marzo de 1815 el inquisidor general citó a Goya para interrogarlo. Se desconoce la respuesta del artista, pero resulta difícil imaginar cómo Goya defendió este desnudo abiertamente sensual”.

Semanas de vandalización

Las Majas volvieron a la palestra pública, pero no por algún nuevo descubrimiento. Ocurre que el pasado 5 de noviembre dos activistas de la organización Futuro Vegetal llegaron al Museo del Prado de Madrid. Ambas se pegaron a los marcos de los cuadros de La maja vestida y La maja desnuda tras haber escrito en la pared “+1.5°” en referencia al anuncio de la ONU de la imposibilidad de cumplimiento del Acuerdo de París.

“La semana pasada la ONU reconocía la imposibilidad de mantenernos por debajo del límite de aumento del Acuerdo de París de 1.5° de temperatura media respecto a los niveles preindustriales”, señala la organización en un video distribuido en su cuenta de Twitter.

En total, fueron cuatro jóvenes las involucradas: las dos muchachas que se pegaron a los marcos, más otras dos que registraron la acción. El Museo del Prado confirmó que las obras no sufrieron daños, pero sí se dañaron sus marcos, en particular el de La maja desnuda.

Las muchachas quedaron en libertad dos días después aunque, según confirmaron al matutino ABC fuentes oficiales, todavía se encuentran en un proceso de investigación por la presunta comisión de un delito contra el patrimonio histórico-artístico.

El hecho se suma a otras vandalizaciones ocurridas con obras de arte en las últimas semanas, también por parte de activistas medioambientales. Por ejemplo, el domingo 23 de octubre ejecutó un grupo de activistas alemanes por la protección del clima llamado Letzte Generation (Última Generación) arrojaron puré de papas a Les meules (Los almiares), un cuadro del pintor impresionista francés Claude Monet, en el Museo Barberini de Potsdam, en Berlín. Esto, en protesta por el uso de combustibles fósiles “nos está matando a todos”, señalaron. El fresco no sufrió daños pese al ataque.

También, el 24 de octubre, la organización Just Stop Oil protestaron de una forma similar a la de los alemanes. Lanzaron dos tartas de chocolate al rostro de la figura de cera del rey Carlos III en el museo Madame Tussauds de Londres.

Se trata de Eilidh McFadden, de 20 años, oriunda de Glasgow, y Tom Johnson, de 29, de Sunderland. “La ciencia es clara. La demanda es simple: simplemente detener el petróleo y el gas nuevos. Es un trozo de tarta”, señalaron ambos, también tratando de llamar la atención sobre los problemas medioambientales.

Asimismo, el pasado 14 de octubre, de la misma Just Stop Oil, dos activistas arrojaron sopa de tomates al reconocido cuadro Los Girasoles, del pintor holandés Vicent Van Gogh, el cual es exhibido en la National Gallery de Londres.

Tras arrojar la sopa al cuadro, original de 1888, ambos activistas comentaron: “¿Qué vale más? ¿El arte o la vida?”. Esto porque atribuyen al petróleo y al gas la crisis climática y alza del costo de la vida. “¿Estáis más preocupados por la protección de una pintura que por la del planeta?”, agregaron los jóvenes, que también se pegaron a la pared donde se cuelga el cuadro, el cual no sufrió daños.

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