Aftersun: en el corazón de la película más bella y devastadora del año

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Fotos: Mubi

Estrenado esta semana en cines chilenos, el largometraje de la escocesa Charlotte Wells se zambulle en los recuerdos de infancia de la directora para presentar la historia de unas vacaciones de un padre y una hija a fines de los 90. “Estoy interesada en la ambigüedad, en la contradicción y en las personas inconsistentes”, dice a Culto la responsable de uno de los mayores sucesos fílmicos de 2022.


Papá (Paul Mescal) e hija (Frankie Corio) disfrutan de sus vacaciones en un modesto resort en Turquía a fines de los 90. Se bañan en la piscina, toman helados, cantan en un karaoke y se ríen de las bromas que comparten. La niña se entretiene con el tipo de cosas que se entretenía cualquier niño antes del auge de las pantallas.

Por razones nunca del todo explicitadas, al padre lo cubre una sombra cada vez más grande, algo complejo de decodificar para su retoña. Para el espectador el desconcierto se acentúa con la inclusión de grabaciones caseras de video y con la reiteración de algunas imágenes que sugieren más que revelan.

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Escurridiza, asfixiante y, en última instancia, cargada de una extraña emoción, Aftersun nació a partir de las propias experiencias de Charlotte Wells (Edimburgo, 1987), directora escocesa con recorrido en la escena de Nueva York que se volcó a escrudiñar en los recuerdos junto a su papá. Sin buscarlo obsesivamente, su ópera prima se transformó en un estudio de la memoria, de sus trampas y misterios.

“Fue uno de los aspectos más complicados”, admite en diálogo con Culto. “Pasé mucho tiempo viendo filmes que también profundizan en la memoria. Consideré los diferentes caminos y cómo expresar eso. Y finalmente determiné que lo más importante era que el sentimiento estuviera lo más presente y fuerte posible, porque creo que aquel que perdura un poco más concretamente en detalles o en diálogos es el sentimiento que genera la huella más intensa”.

Y revela sus claves: “Estoy interesada en la ambigüedad, en la contradicción y en las personas desordenadas e inconsistentes. Y creo que es difícil capturar eso, al mismo tiempo que le das a tu audiencia la confianza de que sabes lo que estás haciendo y estás permanentemente a cargo de tus personajes inconsistentes. Esa es una línea realmente muy fina en la que hay que caminar y manejarse. Pero no lo logré sola: tengo muchos colaboradores en quienes busco orientación y comentarios, que me ayudaron a conseguirlo”.

Uno de sus principales aliados fue el estadounidense Barry Jenkins. Ganador del Oscar por Moonlight (2016) y responsable de la miniserie The Underground Railroad (Prime Video, 2021), el director se desempeñó como productor ejecutivo a través de su firma, Pastel Productions.

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“Admiro sus películas, admiro su oficio, admiro la trayectoria de su carrera y cuánto mejora con cada proyecto. Y lo dedicado que es en lo que hace”, señala. “Personas como él son increíblemente especiales y necesarias para continuar potenciando a los cineastas que trabajan en el espacio en el que yo me encuentro”.

Sus dos socios frente a las cámaras representan recorridos dispares: Paul Mescal, el intérprete irlandés que tras saltar a la fama con la miniserie Normal people (2020) se convirtió en uno de los talentos más solicitados de la industria, y Frankie Corio, quien “nos impresionó con su habilidad”, dice.

“Trabajar con Paul fue genial”, indica la joven. “Tuvimos dos semanas para conocernos y hacer ensayos. Es muy fácil compartir con él. Es un gran actor y definitivamente es mi modelo a seguir”.

“Para mí se trataba de darles el espacio para que se conocieran el uno con el otro, que construyeran una relación genuina y capturar esa relación en la pantalla. Obviamente, no son padre e hija, y nunca tendrían ese tipo de intimidad familiar, pero crearon un vínculo y pasaron mucho tiempo juntos en las semanas previas al rodaje. Creo que también tuvimos un poco de suerte de que todos nos agradáramos tanto. Habría sido excepcionalmente desafiante si no hubiera sido así”, sostiene la realizadora.

Estrenada en el último Festival de Cannes, Aftersun se ha alzado como uno de los hitos fílmicos de 2022. Ha recibido nominaciones a premios del cine independiente en Inglaterra y en Estados Unidos, y los elogios y el boca a boca han llevado una historia íntima a lugares insospechados. Desde el jueves pasado, se puede ver en cinco pantallas en Chile (Centro Arte Alameda, Insomnia, Sala K y dos complejos de Cinépolis), y la plataforma Mubi la lanzará en su catálogo en una fecha que será anunciada próximamente.

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Wells no se confunde y calibra los alcances que ha tenido la cinta en su fuero más íntimo. “No sé si lo describiría como catártico”, advierte, “porque en cierto punto creo que el oficio de la realización de películas se hace cargo de eso. Pero sí creo que había cierta necesidad de que yo hiciera esto, dedicara tiempo a reflexionar y retratara algún aspecto de mi relación con mi padre en la pantalla. Y me siento muy orgullosa del filme final”.

Recuerdos de los 90

Como algunas familias en la época, hija y papá ocupan una cámara de video para grabar algunos momentos del verano. El registro está salpicado por la alegría, pero a ratos también por el agobio y la pena. Sentimientos que empapan el debut de la cineasta porque son incorporados en el metraje.

Ella recuerda el día en que le presentó la idea a su montajista. “Agregué estos videos caseros al guión, lo que en el momento se sintió como otra capa de complicación, pero también como una herramienta realmente valiosa para expresar el punto de vista y para imbuir el filme con un sentimiento de nostalgia”, explica sobre un proceso en que dejó sin definir si las imágenes que ve el espectador son ficticias o reales. “O una combinación de ambas”, apunta.

Tampoco persiguió subrayar el momento exacto en el que transcurre la cinta. Una señal la otorgan las canciones que suenan de fondo o son interpretadas por los propios personajes: Tender, de Blur; Losing my religion, de R.E.M., o Under pressure, de Queen y David Bowie, entre otras.

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“Quería que los detalles fueran auténticos pero que no distrajeran. Y creo que la música siempre fue una parte clave en eso. Así que definitivamente había canciones que quería incluir –algunas de ellas quedaron, como Tender, Losing my religion o Road rage–, pero otras simplemente encajaban en las escenas, se acomodaban a la historia, no distraían y daban una buena sensación de tiempo y lugar”, resume.

A la larga, todo responde a Wells como una directora con un rico mundo interior y una mirada contundente. “Veo el cine como un arte, como una expresión. Creo que (el cine independiente) siempre perdurará, porque más allá de los recursos, la gente creará, pero idealmente que sea con apoyo”, afirma. “Hay diferentes caminos o infraestructuras, pero ahora mismo estoy interesada en hacer otra película que no sea tan diferente a como hice esta. Y en utilizar el cine como vehículo de autoexpresión”.

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