Al estilo del viejo oeste, un grupo de revolucionarios maderistas logra destrozar con dinamita la bóveda del banco de Ciudad Juárez, en 1911. Con ello esperaban obtener financiamiento para proseguir las actividades revolucionarias en un México agitado. Eran los días en que las fuerzas de Francisco Madero bregaban por derrocar al régimen del general Porfirio Díaz que ya contaba 35 años.
Para volar la bóveda, los revolucionarios cuentan con la ayuda de un joven ingeniero en minas español, Martín Garret. Así comienza la trama de Revolución, publicada por Alfaguara, una novela histórica ambientada en los años de la Revolución Mexicana. Su autor es el periodista y escritor español Arturo Pérez-Reverte (70).
Antiguo corresponsal de guerra, y usuario activo de Twitter, Pérez-Reverte fue testigo de 18 conflictos armados en diferentes lugares del mundo: Chipre, Líbano, Eritrea, el Sáhara, las Malvinas, El Salvador, Nicaragua, Chad, Libia, Sudán, Mozambique, Angola, el golfo Pérsico, Croacia, Bosnia. Esa pulsión la ha llevado a sus novelas de aventuras y de acción, deudoras de la narrativa del XIX, como si fuera un Joseph Conrad o un Emilio Salgari de nuestros tiempos. De hecho, Revolución sucede a El italiano (2021), inspirada en los buzos de combate italianos que lucharon durante la Segunda Guerra Mundial.
Pérez-Reverte confiesa que la historia le llevaba mucho tiempo rondando en su cabeza. “Yo soy un escritor profesional, soy un tío que cuenta historias. Y esta es una historia más de las que uno pretende contar. Yo soy feliz escribiendo, imaginando, esta llevaba conmigo mucho tiempo y le ha tocado ya salir”, comenta al teléfono con Culto, desde España.
¿Qué le gusta de la Revolución Mexicana?
Fue la primera gran revolución del siglo XX, que fue un siglo de revoluciones y de grandes cambios políticos y sociales. Como acontecimiento histórico, es fascinante. Es una revolución con mucha violencia, con muchos personajes absolutamente interesantes y creí que era un buen escenario para contar mi historia. Una novela es un artefacto en donde uno busca las herramientas para contar al personaje, el punto de vista, la situación, el lugar. Y bueno, creo que ese era un buen marco para la historia que yo quería contar, que es una historia de aprendizaje y de iniciación. Un joven que descubre la vida a través de la revolución y la guerra.
¿Por qué el personaje central es un ingeniero de minas español y no un soldado mexicano?
Yo soy español. Me resultaba más fácil ver la novela como español que como mexicano, porque quería un testigo exterior, no quería alguien implicado directamente en el conflicto. Alguien que mira con la ecuanimidad y con la frialdad técnica del observador. Garret es un ingeniero, un hombre profesionalmente frío, que descubre que a través de las personas que hacen la revolución, va a aprender cosas importantes de la vida y sobre sí mismo. Es una especie de máster acelerado y violento de lo que es la vida.
En Twitter contó una anécdota sobre el robo de un banco en Etiopía en 1977, al que usted acompañó a los asaltantes, y que le sirvió para la escena de robo del banco de Ciudad Juárez. ¿Cómo fue ese robo?
El 4 de abril de 1977, estando con la guerrilla en Eritrea, en el norte de Etiopía, asaltamos un banco. Yo iba como periodista, no asalté nada, era testigo. Asaltamos el Banco Comercial de Etiopía. Mataron a todo el mundo, volaron la caja y se llevaron el dinero. Yo fotografié el asalto, hice un reportaje del combate y todo aquello. Se publicó en el año 77 en el diario Pueblo, que era mi periódico por aquel entonces.
¿Cuánto de sus vivencias le prestó a Martín Garret?
Algunos recuerdos personales, sobre todo una forma de mirar. Yo fui a la guerra muy joven, con 22, 23 años. Para mí fue fascinante el descubrimiento no de la guerra, porque es horrible, sino de las personas en la guerra. Entonces descubrí que allí había mucho por aprender. Durante 20 años estuve observando. Yo era un hombre que miraba, contaba como reportero lo que veía, pero al mismo tiempo aprendía de eso. Eso me dio una manera de ver el mundo, una mirada, que es con la que ahora escribo novelas y las llevo a mis personajes.
¿Y cuál fue ese primer conflicto que cubrió?
La primera guerra de verdad con muertos y combates grandes en la calle fue la guerra de Chipre, en 1974. Yo había estado en el sur del Líbano, bajo bombardeos israelíes pero no había estado en combates callejeros.
Entre los personajes aparece Pancho Villa, ¿qué le llamó la atención de él?
Yo tenía una doble opción. Podía elegir a Emiliano Zapata, que era el guerrillero del Sur, o bien a Pancho Villa, el guerrillero del Norte. Pero el sur me planteaba una serie de problemas narrativos. Zapata era un indio del sur triste, serio, un hombre culto, con lecturas, un hombre trágico. Era más triste como personaje, más sombrío, más dramático. Mientras que Villa era lo contrario: exultante, cruel, violento, hablador, fanfarrón, mujeriego. Como personalidad, era mucho más atractivo narrativamente. Por eso me fui al norte, con las canciones, con la frontera, con el río Bravo.