“El curita con el sermón”: Los Prisioneros y la historia secreta de su show más polémico en Viña
La única presentación del trío González, Tapia y Narea en la Quinta Vergara, hace 20 años, tuvo demasiada trastienda. Los acercamientos de Canal 13 empezaron desde 2001 y la organización pidió a los representantes “controlar” a Jorge González. No pudieron y en la en ese entonces red católica quedaron estupefactos. La previa estuvo marcada por un ambiente adverso al grupo, debido a unas declaraciones del cantante en Perú, lo que obligó a mantenerlos en Quintero y a sortear una amenaza de bomba el día del show.
No habían pasado cinco minutos desde el arranque de la presentación de Los Prisioneros en el Festival de Viña 2003, la noche del 22 de febrero, cuando las miradas comenzaron a cruzarse en el switch donde se dirigía la transmisión televisiva. En un tramo del hit Sexo, Jorge González largó una recordada perorata donde hablaba de: “el curita con el sermón, en el canal de la televisión”, “el curita con la censura en cierto canal de televisión/ luego la mina con las tetas operadas”, “el señor que no puede hacer la propaganda del condón”. Todo, claro, en alusión a Canal 13, que organizaba el certamen, en ese entonces propiedad de la Universidad Católica.
“Quedó la embarrada”, recuerda Carlos Fonseca, el histórico mánager del trío que acompañaba al grupo esa noche. “Yo estaba ahí con (Ricardo) De la Fuente, el director general de Viña, y él sabía que todo podía pasar, pero eso no lo esperaba. Se molestaron, pero en el sentido que nos dieron la espalda. No celebraron con nosotros, pero más allá de eso, no hubo nada”.
En la previa hubo gestiones de la estación para intentar “controlar” algún desbande de González, pero nadie esperó que ocurriera apenas iniciada la presentación. Ni siquiera Claudio Narea o Miguel Tapia estaban informados. Para ellos también fue una sorpresa, aunque ya conocían la dinámica. “Desde los años 80, Jorge siempre improvisaba - recuerda Narea-. Variaba según lo que iba pasando, siempre era más o menos parecido, pero no es que nos avisara lo que iba a decir y no era necesario, era parte del paisaje sonoro de siempre”.
“Era muy común para nosotros que lo hiciera y a mi me gustaba y me entretenía mucho, porque estaba de acuerdo con esa mirada crítica que él lanzaba al improvisar -apunta Miguel Tapia-. Me gustaba mucho además seguirlo rítmicamente desde la batería, era todo un desafío para mí y demostraba la química que teníamos al estar en un escenario. Yo le ponía un matiz y un acento especial cuando él hacía eso. A mí lo del ‘curita y el sermón’ me pareció perfecto para el contexto en el que se cantó, emitido por el canal del angelito y todo eso. Pero no fue sorpresivo”.
Cuando sucedió, Enrique García, quien oficiaba como director ejecutivo de Canal 13, estaba en el switch de emisión junto a De La Fuente. Ahí, todos quedaron estupefactos.
“Yo desde un principio, cuando empezaron con su discurso, tuve súper claro que no los iba a cortar”, recuerda hoy García. Luego sigue: “Sólo yo podía dar instrucciones en ese minuto y dije que siguiéramos no más, que no cortáramos nada. Haber cortado el show, habría sido renunciar y destruir el proyecto que en ese momento estábamos levantando como canal, que era acercarse a audiencias que nunca habían estado en nuestro radar, y dejar de ser un canal más conservador y para gente adulta. El show de Los Prisioneros era parte de un proceso de transformación de Canal 13 y de posicionamiento en otras audiencias, más jóvenes. Algunos públicos tradicionales interpretaron de mala forma lo de Los Prisioneros, que no era el Canal 13 de siempre, pero nosotros teníamos que ser coherentes con la línea que habíamos asumido”.
En efecto, en ese mismo 2003, en la previa a Viña, la señal católica había estrenado un proyecto revolucionario como Protagonistas de la fama, el primer reality show de alcance masivo de la TV local. Posteriormente lanzaría la teleserie Machos, la primera que trataría temas que habitualmente no se observaban con seriedad en la pantalla chica del país, como la homosexualidad.
De la Fuente agrega: “Debo puntualizar que hubo un contrato con la banda, el que no hacía alusión a aspectos relacionados con censura. Cuando Jorge González cambia la letra de la primera canción hubo una equivocación en el switch de transmisión y se pinchó el botón de las llamadas Barras Color, las que permanecieron al aire por algunos segundos, esas barras que indican término o inicio de transmisión. Este hecho fue interpretado por el público de la Quinta Vergara y los televidentes que el Canal 13 como que se les había censurado y los habíamos dejado de transmitir, cosa que nunca sucedió, pues siguieron actuando, como consta en los registros de grabación de la época”.
Después sigue: “Junto a mí, en la sala de transmisión, estaba Enrique García, con quien nos miramos sorprendidos, pero coincidimos que si estaba en la parrilla de artistas aprobada por todas las autoridades involucradas, seguía adelante la transmisión, como correspondía por contrato. Sin duda, se convirtió en un hecho controversial a nivel ciudadano y se esgrimieron muchos comentarios y argumentos a favor y en contra acerca de esa actuación, pero, nuevamente, no hubo ningún tipo de presión de censura (de parte de otras autoridades del canal)”.
El periodista Iván Valenzuela era parte del jurado en esa edición. Hoy, recuerda parte de la trastienda de esa noche y la incertidumbre que González gatilló de entrada. “El ambiente estaba súper tenso y probablemente alguien alzó la voz, digamos, elevando el tono de la discusión respecto de qué hacer. Pero el canal se mantuvo súper firme ahí, había un esfuerzo de marketing súper importante por mostrar un nuevo Canal 13, y haber cortado a Los Prisioneros era destruir todo ese trabajo”.
Para Valenzuela, hay que mirar al personaje. “Él estaba dándose un gustito. Yo creo que en un sentido tenía razón respecto de la imagen que tenía Canal 13, pero al mismo tiempo, el canal lo estaba contratando y le estaba pagando no poca plata. Es parte del cinismo del rock and roll”.
Controlar a Jorge González
Aquella fue la primera y única vez que el trío original subía a la Quinta Vergara, ya que en 1991 se habían presentado González y Tapia como dúo. Pero lograrlo no fue fácil. El acercamiento de Canal 13 con el grupo venía al menos desde finales de 2001, cuando se concretó su reunión con dos memorables shows sold out en el Estadio Nacional. “El lunes siguiente a esos conciertos, me llamó Iván Valenzuela -recuerda Carlos Fonseca-. Querían que Los Prisioneros estuvieran en el Festival de Viña 2002. Pero nosotros estábamos discutiendo el tema de hacer una gira nacional. La banda se había reunido recién y no estaba como para ir a Viña de buenas a primeras. Pero ellos insistieron un montón, se manejaron cifras, aunque no llegamos a nada”.
Por su lado, Valenzuela recuerda esa primera aproximación. “Hablé con Carlos Fonseca y teníamos bastante acuerdo sobre llevar a Los Prisioneros a Viña, él quería hacerlo y supongo que los músicos también. Teníamos todo preparado, pero en ese momento el Festival lo dirigía Felipe Pavez, y yo creo que Felipe no se atrevió. Nunca puso reparos, no dijo que no, pero tampoco dijo que sí, no fue entusiasta para nada. Al año siguiente, Ricardo de la Fuente tuvo la valentía de hacerlo. Él no era una persona del rock, pero sabía lo que significaba culturalmente que Los Prisioneros estuvieran en ese festival”.
Así, hacia el último trimestre de 2002 se reanudaron las negociaciones y se llegó a un acuerdo. “El grupo ya había estado una vez sin mí, así que era un buen momento para hacer un show de los tres. Había una sensación de deuda y además habíamos tocado ante públicos mucho más numerosos que en Viña, y no solo en Chile”, detalla Claudio Narea.
En la época, La Tercera informó que el monto pactado fluctuó entre los 110 y 120 mil dólares por una hora y media de show, en que el grupo repasaría sus grandes éxitos. Nunca estuvo en la mesa mostrar material nuevo, pese a que ese año en un show en el estadio Víctor Jara, el grupo había presentado la canción Concepción, que se incluyó en el disco homónimo lanzado en junio de 2003. “Esa era la única canción que habían tocado en directo, estaba lista antes, pero todo lo demás estaba aún en etapa de los demos de Jorge y la banda no había visto nada todavía. Jamás hubiéramos pensado en meter un tema desconocido en el Festival de Viña”, detalla Carlos Fonseca.
Un punto en que coincide Claudio Narea. “No pensamos en tocar nada nuevo porque no estaba claro todavía qué iba a ir en el disco. Mi propuesta era que estábamos muy erráticos con ese disco, que había que seguir componiendo, pero Jorge decía que estábamos atrasados, esa era la diferencia que teníamos”.
Pero contratar a Los Prisioneros tenía sus bemoles. En su presentación en la Teletón 2002, González, con su habitual humor, había lanzado críticas a las figuras del espectáculo y al empresariado, por ello, desde la organización de Viña se temía una salida similar. Fue un punto que estuvo en las conversaciones de cara al evento. “Ellos nos pidieron varias veces controlar a Jorge -cuenta Fonseca-. Controlarlo en el sentido de que no dijera nada que se podía considerar como fuera de lugar. Nunca nos hicimos responsables de un compromiso así, yo dije que no podía asegurar nada, porque ese era Jorge, eso eran Los Prisioneros. No estaba en el contrato, ni estaba conversado de que Jorge podría actuar de una manera u otra, hubiera sido imposible. Imagínate ¿cuáles son los límites?”.
Por su lado, Ricardo de la Fuente, le pidió a los representantes de los sanmiguelinos que ojalá Jorge González hablara de cualquier tema -de Augusto Pinochet, de la derecha, de Joaquín Lavín, de lo que sea-, pero que no aludiera a Canal 13, y por consecuencia, a la Iglesia. Por tanto, cualquier dardo a la institución podía ser dinamita pura y un conflicto incontrolable.
“Se lo vamos a decir a Jorge”, fue la respuesta de quienes trabajaban con el músico. Y se lo dijeron: varios recuerdan que el cantautor sólo atinó a reírse y casi no tomó en cuenta la instrucción. Se dio media vuelta y siguió en lo suyo.
Una bomba en la Quinta Vergara
Pero no todo fueron risas. En la previa a la presentación en Viña, González se había despachado un par de frases polémicas en un recital en Perú que habían caldeado los ánimos y que habían despertado las críticas de algunos sectores. Por ejemplo, dijo que el gobierno chileno estaba ansioso de armar una guerra en contra de Perú y Bolivia. Además, expresó que se avergonzaba de ser chileno, ya que estos eran “una mierda”.
La polémica gatilló un ambiente adverso contra la banda a pocos días del show. “Había gente enojada -recuerda Claudio Narea-. Lo que dijo Jorge fue errático, no fue muy afortunado. Fonseca me enviaba a hablar, la prensa me preguntaba qué pasaba con esto y las instrucciones era que tenía que decir que fue tergiversado. No era lo que pensábamos nosotros, pero había que intentar bajar el perfil”.
Con el paso de los días el asunto se hizo más difícil. “Fueron unos meses bien violentos, incluso en los shows andábamos con guardaespaldas para Jorge, porque recibió amenazas de muerte”, detalla Fonseca.
Todo se complicó la noche inaugural del Festival, el miércoles 19, cuando el público en la Quinta Vergara lanzó una sonora rechifla al mencionarse a Los Prisioneros en la lista de favoritos elegidos por votación popular. Ello dejó en claro que había parte de la audiencia dispuesta a demostrar su rechazo al grupo.
Pero Fonseca había ejecutado una jugada. Se llevó a la banda a un Hotel en Quintero para sacarlos del barullo y aislarlos junto a sus familias. “Estuve un tiempo antes para chequearlo -recuerda-. Era bonito, tenía un salón, vista al mar. La idea era relajarse y no estar metidos en el (Hotel) Miramar”. Por ello, cuando ocurrió lo de las pifias ni se enteraron. “No lo vimos, no vimos nada del Festival”, cuenta Narea.
Aún así, esos días fueron difíciles. “Nos instalamos en un hotel en Quintero y eso le cayó mal a la prensa, se lo tomaron como que éramos unos creídos -detalla Miguel Tapia-. Sólo lo hicimos por tranquilidad, para estar con nuestras familias. Pero fue difícil, porque los periodistas se trepaban por los muros y nos sacaban fotos, se infiltraban y nos tomaban imágenes almorzando. Fue muy incómodo. Después, cuando nos trasladamos a Viña, el tramo era súper largo y nos empezaron a seguir vehículos con periodistas y fotógrafos, tuvimos que esquivarlos y adelantarlos, lo que era súper riesgoso e innecesario”.
Por esos días, en la prensa surgían rumores de algunas tensiones en la banda. Ahí, las versiones son contrapuestas. “Había buena onda al interior del grupo, estábamos muy afiatados, muy bien como compañeros. Eso es lo que yo recuerdo”, dice Miguel Tapia. Mientras, Narea matiza: “Había tensión, Jorge no hablaba conmigo, no me dirigía la palabra, era muy raro todo”. Como sea, quienes compartieron con ellos detallan que esa fue la última vez en que se les vio unidos, antes del segundo quiebre tiempo después.
El grupo se movió a la Quinta Vergara el día antes de su presentación para la prueba de sonido y grabar algunas entrevistas para algunos programas de Canal 13. Pero la tensión acumulada los golpeó y ese encuentro con la prensa fue un desastre. “Jorge llegó súper mal. Estaba afectado por todo lo que estaba pasando, entonces las entrevistas salieron malas, porque él estaba muy mal”, detalla Narea.
“Él estaba con alergia en esos días, andaba con la cara hinchada, los ojos rojos, entonces para la entrevista estaba de muy mal humor. La periodista era la María Inés Sáez, que era un amor, y justo agarra a Jorge en un mal momento”, agrega Fonseca.
El día del show, rondaba la incertidumbre. “La tensión que se vivió en la previa era de película, parecía show de los Rolling Stones del año 65, muchos en la organización de Viña imaginaban que esto terminaba con el grupo rompiendo todo en el escenario”, recuerda un estrecho colaborador del trío que los acompañó esa noche.
Los nervios estallaron mucho antes del espectáculo, cuando a oídos de la organización y de los propios representantes del grupo llegó la amenaza anónima de que una bomba había sido puesta en el camarín.
De esa forma, la producción del certamen coordinó con los encargados de Los Prisioneros una visita del área especializada de la PDI a la Quinta Vergara para descartar cualquier ataque. La entidad llegó con perros y con personal experto en el tema. “Me acuerdo que revisaron los camarines, sí, pero esas cosas al final no las tomábamos muy en cuenta, sabíamos lo que el público quería”, dice Fonseca. Finalmente, no había nada.
Narea recuerda que estaba preocupado, pero que a eso de las siete de la tarde, una llamada lo calmó. “Mi hermana estaba en el público y me dijo que la gente nos estaba esperando, estaba todo bien. Ahí me tranquilicé, porque todo había sido súper incómodo”.
Así, Los Prisioneros salieron a tocar. En su estilo provocador, González pidió pifias al público antes de abrir con Sexo, y seguir con un set contundente en que pasaron temas clásicos como Paramar, Tren al sur, entre otros. La presentación promedió 46 puntos de rating.
Hacia el final, y tras bromear toda la noche, fue la presentadora Myriam Hernández quien en solitario le entregó la Gaviota de Plata a la banda. Desde la organización se dijo que Antonio Vodanovic, el presentador, fue autorizado a retirarse antes al padecer un cuadro de fiebre. Aunque, cercanos al grupo aseguran que su salida fue para evitar al trío, pese a que sí subió al escenario para entregar las Antorchas de Plata y Oro antes de tocar la parte final del set.
¿Qué pasó con la Gaviota? las versiones difieren. Unos aseguran que les dieron una copia a cada uno, pero Claudio Narea detalla otra cosa. “La Gaviota se la llevó la Loreto Otero (la entonces pareja de González), ella la agarró. Yo me llevé a mi casa la Antorcha de Oro”.
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