Alberto Fuguet llega a los 60 años: “La vida es muy corta para no saber envejecer”
El destacado autor nacional cumple seis décadas de vida, y como comenta, atraviesa un buen momento. Con una fundación andando y una inminente saga de novelas, con la primera de ellas próxima a publicarse. Además, comenta la polémica generada por el listado de autores que acudirán a la FILBA representando a Santiago como ciudad invitada. "No todos los que creen en la diversidad son tan flexibles. Aunque esto no es nuevo ni me escandaliza".
Como pocos escritores, Alberto Fuguet entiende a la perfección el funcionamiento de las redes sociales. Sabe lo vital que son para la difusión de cualquier contenido. Por ello es que en sus cuentas ha desplegado el hashtag #Operación60, en alusión al hito que conmemora hoy martes 7 de marzo. Su cumpleaños. En una torta probablemente grande apagará 60 velitas. Es decir, ya entra en el atardecer mismo de la vida.
Pero si se revisan las solapas de sus libros, notamos que se indica 1964 como año de nacimiento. Es decir, que cumpliría 59 años, no 60. ¿Qué pasó? Todo fue una vieja confusión que ahora el autor de Por favor, rebobinar aclara en conversación con Culto.
“Es cosa de googlear: depende de la página. A veces tengo 59, en otras 60. En algunas aparece que soy del 64, pero también del 63. Esto de tener un año menos me pareció, por un tiempo, divertido. Pero ya no. Me dicen que me cambio la edad a propósito, pero no es cierto. O que me la subo. Cumplo 60 el día 7 de marzo y todo bien. Soy piscis. Quizá subiré mi carnet. Igual es un hito vertiginoso, donde ya se saluda a la mortalidad, se negocia el tiempo y, acaso, con el legado, aunque eso lo dejo para cuando cumpla 61. Lo que es cierto es que, por un error de edición, se produjo el enredo”.
¿Cómo así?
Mis primeros dos libros, del año noventa, aparecieron sin biografía ni fecha. Y en Chile, yo les di el visto bueno. Luego los respectivos editores fueron agregando cosas. Y cometieron errores en mi biografía. La primera edición de Mala onda, que es de fines del 91, apareció con 1964 y no 1963. Ese lo editaron e imprimieron en Buenos Aires. Juan Forn, mi editor de ese entonces, una vez me lo dijo: “Estás re caduco para publicar una novela de pibes”. Le parecía feroz que, con casi 29, publicara un libro acerca de un chico de 17. Esa conversación la tuve con él a los 26. Yo me sentía en extremo joven. Pero al final apareció ese error y me reí.
¿Y no lo enmendaste?
Para qué. Es divertido tener un secreto o algo que no sea público. Ahora entiendo los autores que usan seudónimo. Era cómico bajarse la edad al tener tan pocos años. Y como pasaron cosas atroces, feroces y humillantes alrededor de la aparición de ese libro, que me dije: esto me lo guardo. Es mi secreto. Ya estaba claro que el otro secreto (ser gay) no se podía mencionar aún. Así que lo dejé estar. Una vez pensé: perdí un año encerrado sin hablar cuando llegué a Chile a los 11 en 1974 de vacaciones y nunca regresé a California. Ese año perdido, sin idioma, sin colegio, fue el año que sentí que estaba honrando. Ahora es al revés: mientras antes lleguen los 60 mejor. La vida es muy corta para no saber envejecer.
A diferencia de otros tiempos en que estaba más expuesto, y en donde solía ser golpeado sin misericordia por los críticos literarios y por los de cine (por las películas que realizó), Fuguet enfrenta su cambio de folio con tranquilidad. “Los 60 me pillan bien. Algo desordenado, no con todo lo logístico ordenado, pero sí ultra activo y atento a no perder el tiempo ni energía. Plagado y hasta acosado de ideas, tramas y personajes. Ya sé que lo que quiero es crear. Da lo mismo el precio, da lo mismo si eso implica quebrar o aislarse o perder”.
“Como soy escritor, veo este hito en términos narrativos. Como el inicio del tercer acto. Los dos primeros lograron lo suyo -agrega-. He aprendido y tropezado, me he perdido y gastado el tiempo, he apostado mal, no he sacado la voz. Le di poder a mis críticos, hice películas raras, libros acotados, dejé un poco la narración para experimentar. Pero este tercer acto lo manejo yo. Hay dos tipos de creadores: los que comienzan a caer y los que comienzan de nuevo. Espero ser de los segundos. Yo creo que todo está partiendo. Veamos. Y si no, al menos intentar sacar un par de libros más”.
Llegando a esta etapa, ¿algún anhelo que te falta por concretar?
Hay más de 60 hitos cumplidos, lo que está bueno. La página no está en blanco (o la pantalla) y las libretas llenas de apuntes. Tengo todos los anhelos y todas las ansias. Y la idea es concretarlas. Hice algo raro en la pandemia: un libro acerca de todos los libros que deseo escribir. Le puse The Big Bang. Me sirvió para ordenar mi universo, además. Fue bien intenso y maníaco. A veces escondo ese librito anillado con mica porque brilla de noche y no me deja dormir. Y lleno algunas páginas en blanco con ideas nuevas. Es algo compulsivo. Pero hay un mapa y personajes. Fue como escribir una biblia para el futuro. Eso lo aprendí cuando me pidieron adaptar un libro mío en formato de serie y pidieron una biblia. Fue fascinante. Por primera vez tengo una cartografía de lo que deseo hacer. Hay mucho que quiero contar. Me faltan al menos ocho novelas y un par de series, quizás una obra de teatro y hasta dirigir un documental o una cinta más, de puro testarudo. Y poner límites: iba a dar un taller, ya no. Quizás ir viendo cómo rendir más porque es al final mi combustible. Pero queda mucho por escribir. Y también a veces dan ganas de hacer algo de transmedia, pues el futuro de contar historias no solo pasa por escribir novelas.
¿Qué cosas distintas veremos en tu escritura a partir de ahora?
Es muy pronto para saber. No me corresponde a mí decirlo. Supongo que es un remix de todo lo anterior y algo de eso que llaman “madurez”. Sí noto que me interesa más desarrollar las emociones o ver cómo éstas ingresan al texto. De eso se trata: conectar más que intelectualizar. Me gustaría pensar que uno mejora o se destila. Espero, además, no perder la ambición. Mejor lo hablamos con el libro nuevo impreso en las manos.
¿Cómo te veías teniendo 60 años cuando eras más joven?, ¿se parece el Alberto actual a esa imagen que proyectabas de ti mismo?
No me veía. Yo pensé que no llegaba, sobre todo post Mala onda. Y claro: uno asociaba la tercera edad como una etapa de jubilación. Pero la creatividad está funcionando. Y las ganas. Estoy mejor que nunca, creo. Quizás es hora de recuperar mi tiempo perdido.
¿Te arrepientes de algo?
Un escritor se arrepiente de lo que no ha escrito. Y a mí me queda mucho por escribir y hubiera escrito más.
La Fundación y la(s) novela(s)
Un proyecto en el que se encuentra inserto el autor de Missing, desde el 2022, es la Fundación Fuguet. Un proyecto con el que no solo busca cuidar y difundir su obra, también ayudar a otros creadores. De alguna forma, admite, la Fundación es parte importante de esta nueva etapa que se abre.
“Me tiene muy ilusionado. Es un vehículo para seguir viajando creativamente, y dejar un legado a los que vienen detrás. Es sentir que uno no está solo, que puede crear acompañado, con socios. Es una usina. Eso lo aprendí del cine: uno dirige pero depende de otros, tiene algo plural. Para escribir más y mejor necesitas una factoría. Lo otro clave de la Fundación, que aún no parte del todo, pero en eso está, es intentar crear comunidad. Dentro de todo, creo, he tenido buena suerte. Y tengo la necesidad de devolverlo. Es, para qué negarlo, pensar ya en el supuesto legado y aprovechar el tiempo que me queda”.
¿Qué proyectos vienen ligados a la Fundación?
Hartos, pero de a poco. No es fácil. Fundarla ya ha sido el hito inicial. Pero las ideas que más me interesan son las que conecten y conversen y aporten a la comunidad. Desde concursos, becas, podcasts, no sé. Acabo de terminar un libro grande y el borrador de otro, entonces debemos centrarnos, pero la idea es que los libros pasados y futuros ayuden a la fundación.
Además, este 2023 verá el regreso de Alberto Fuguet al formato novela tras dos libros de no ficción: Despachos del fin del mundo (Random House, 2020) y Rebalsar la piscina mental (UDP, 2022). Su última novela fue la voluminosa Sudor, publicada en 2016 por Random House. Aunque fiel a su estilo de querer variar, Fuguet adelanta que más que una novela, lo que viene es una saga.
“Son varias novelas. Es una suerte de saga a mi manera. Y abarcan una buena cantidad de años. Quizás la estructura global está más inspirada en la de las series: eso de que cada temporada es acaso una novela y la serie entera es un volumen o box set que contiene varias. No sé si saldrán en orden. Al final es una apuesta, la de contar la historia de dos amigos a lo largo de los últimos cuarenta años. La primera novela se llama Ciertos chicos. Trata de dos estudiantes universitarios, un fanzine, la movida new wave y la segunda mitad de los ochenta, específicamente el año 1986. Creo que es en extremo romántica. Es acerca de la “dislexia de los afectos” y la vulnerabilidad, de las emociones masculinas. Es de, digamos, chicos tiernos que lloran, que necesitan expresarse y compartir, que no les gusta la ciudad ni la época que les tocó. Partí con la idea porque me intrigaba y veía, incluso entre mis alumnas, cómo conectaban las novelas juveniles con un nuevo público. Los pocos que la han leído me dicen que no es una novela juvenil sino una novela acerca de jóvenes. Y claro es de un escritor de casi 60 mirando hacia atrás. Es maciza y tiene una segunda parte, luego se salta a otra ambientada el 2021/22 y así. Me tiene alerta. Es personal porque yo estaba en la universidad esos años. Es mi primera novela en siete años. También, obvio, quiero escribir novelas que no sean parte de esta matriz y libros que a mí me gustan y que me dicen que no venden tanto: ensayos, recopilaciones, etc”.
“No todos los que creen en la diversidad son tan flexibles”
Eres uno de los invitados que irán a la FILBA, en el eje La modernización de Santiago. ¿En qué consistirá tu labor?
Genial que me invitaran. No lo esperaba. Nunca me invitan a representar a Chile. Me siento como para la Selección. Ojalá que alguien de la comisión no lea esto y me dejen abajo. Supongo que la labor es dejar bien al país. No hacer el ridículo. Hablar de uno o la obra de uno, pero en el contexto del tema, que me encanta. Me parece notable y jugado que no sea Chile el país invitado y sí Santiago, la ciudad. Creo que es un gran honor para la ciudad, lo urbano (incluso hoy, que urbano significa otra cosa) y la literatura que ha salido de acá. Es celebrar libros y autores, muy diversos que apostaron por la ciudad no sólo como telón de fondo sino como personaje. Por ser una ciudad tan grande, Santiago es una suma de barrios y de voces, unas tan válidas como las otras. Ir a Buenos Aires, una ciudad tan literaria, con una poética propia muy alejada de la literatura gaucha o del interior, es alucinante e inimaginado hasta hace poco. Yo siempre he apostado por Santiago, en libros, crónicas y películas, así que de alguna manera siento que no fue una apuesta en vano.
Surgieron comentarios de que la selección de los invitados es “ideológicamente homogénea”. ¿Cuál es tu postura al respecto?
No me parece novedad, siempre es así. Lo ha sido siempre. No todos los que creen en la diversidad son tan flexibles. Aunque esto no es nuevo ni me escandaliza. Estudié en una escuela en extremo ideológica y homogénea, aterrada de todo lo nuevo y lo diverso. Lo importante no son las apuestas de tal o cual gobierno, lo importante es la realidad. Esta última es siempre diversa y heterodoxa, de ahí sale la cultura nueva, que es la que existe y la que importa. El arte es más fuerte y brota incluso sin abono o agua.
Como parte de las celebraciones de sus 60 años, Fuguet estará firmando libros para quienes lo deseen durante esta tarde, entre 18.00 a 21.00 horas, en la librería Qué Leo Forestal (Merced 76, Santiago Centro).
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