Respondió sin vacilar. A mediados de 1852, un joven aristócrata ingresó con solo 12 años al Seminario de Santiago con la idea fija de ser sacerdote. O casi. Porque cuando el rector, Joaquín Larraín Gandarillas, le preguntó qué carrera escogería al ser mayor, el muchacho llamado José Manuel Balmaceda respondió: “Presidente de la República”.
La anécdota ilustra el carácter especial de quien efectivamente llegaría a ser Presidente de Chile, decidido por un lado, pero también cambiante. Tomaba un camino, y sorpresivamente después viraba a otro. Ello aparte de los rasgos mismos de su personalidad hicieron que la historiadora Soledad Reyes se metiera a indagar en su vida.
“Me sorprendió mucho su personalidad, su grandilocuencia, la megalomanía que tenía. Cuando era ministro y fue a Buenos Aires a negociar la neutralidad de Argentina en la Guerra del Pacífico, le pusieron el sobrenombre de ‘el ministro sonajera’, por su manera de andar, de caminar. Ruben Darío decía que se sentían fuertes sus pasos. Me sorprendió su personalidad”, comenta a Culto.
Así publicó el libro Balmaceda: su gloria y su falta, a través de editorial Planeta. A diferencia de otros volúmenes historiográficos que estudian la gestión del mandatario y la Guerra Civil de 1891, Reyes indaga más bien en los aspectos más personales del personaje. “No es un libro sobre la Guerra, no es un análisis militar, sino conocerlo a él y qué tan incidente tuvo su personalidad en el desenlace trágico que tuvo”.
De este modo, Reyes discute una de las tesis más clásicas en torno a la figura de Balmaceda, la de Hernán Ramírez Necoechea, quien en su clásico estudio Balmaceda y la contrarrevolución de 1891 (1958) desarrolló la tesis de que en su gestión el presidente se opuso al imperialismo británico al pretender una mayor injerencia del Estado en el negocio salitrero, y que por ello John Thomas North -el inglés dueño de gran parte de las oficinas en la pampa- se habría levantado. Para la historiadora, el asunto tuvo otros matices.
“Balmaceda no fue un peligro para los negocios británicos en Valparaíso, ni siquiera planteó al Congreso alguna iniciativa que los amenazara. Está lejos de ser aquel político marxista que defendía la propiedad estatal. Al contrario, pensaba que los capitalistas chilenos debían tener mayor protagonismo e injerencia en la industria del salitre y el ferrocarril”, apunta Reyes en el libro.
¿Cuál fue para usted el verdadero rol de John North en la caída de Balmaceda?
Balmaceda permitió que North fundara un banco en Chile. Ellos se vieron y el inglés intentó regalarle un par de caballos. Lo que creo es que North no fue importante para aglutinar a los sublevados pero sí en financiar el movimiento. Fue bien importante su bolsillo. Ahora, se habla de que Balmaceda enfrentó al imperialismo británico, pero no fue tan así. Quería estatizar las líneas de Ferrocarriles, pero no todas las salitreras. De hecho, y en algo que muestra su carácter contradictorio, le quitaba concesiones a North y se las daba a otras firmas inglesas. Él quería que el capital chileno participara más en las oficinas salitreras. Aunque hubo alguien que fue más importante para la oposición: Emilio Körner. Este oficial alemán que fue contratado por Santa María para modernizar el Ejército, fue al norte y le dio instrucción al ejército congresista.
En el libro señala que Balmaceda era bien contradictorio. Los nacionales, por ejemplo, lo ayudaron a llegar al poder pero luego los desechó. Siendo liberal, intento aliarse con los conservadores. ¿Cuánto peso tuvo el carácter del Presidente en la crisis y la Guerra Civil?
Él contribuyó a enredar la madeja, a entrampar las cosas, a enredarlas. Él era una persona súper inteligente. Si bien, no fue a la universidad leía mucho, sobre todo historia romana. Era muy voluntarioso, y sobre todo en la última parte de su gestión se fue contradiciendo y ello terminó de una manera inaudita: todos terminaron en su contra. Él había sido un gran defensor del sistema parlamentario, pero siendo Presidente trata de hacer una reforma a la Constitución para volver al presidencialismo. Trató de acercase a los conservadores, ellos le pidieron a cambio un proyecto para descentralizar el país y fortalecer a las comunas, Balmaceda en principio lo aceptó, pero después se arrepintió y eso hizo que todos los conservadores terminaran en su contra. Él actuaba diciéndole a cada uno lo que quería oír. De hecho, hasta su secretario en La Moneda, Fanor Velasco, se sorprendía de su incongruencia. Decía que era muy veleidoso.
Otro punto es que Balmaceda pasó de ser alguien con interés en la religión, con opiniones conservadoras, a ser un liberal que apoyó las leyes laicas, que le quitaron poder a la Iglesia. ¿Cómo se explica eso?
Ahí influyó la gestión del Presidente Domingo Santa María y las leyes laicas. Más allá de haber querido sacerdote, el haber apoyado como ministro esas leyes fue importante, aunque él siguió siendo religioso. Al final de su vida le vuelve a bajar la religiosidad, sobre todo tras la muerte de su hijo, Pedro. Fue como otros aspectos de su vida, en que hubo momentos en que estaba convencido de hacer ciertas cosas, como quitarle poder a la Iglesia en la vida de las personas y defender la creación del Registro Civil.
¿Lo de 1891 fue una Revolución, Contrarevolución o Guerra Civil?
Siguiendo a Joaquín Edwards Bello, fue “un reventón de la política santiaguina”, porque la culpa no fue toda de Balmaceda. Fue la explosión de un sistema que venía con vicios hace mucho tiempo, pudo haber estallado antes si no fuera por la Guerra del Pacífico. El sistema venía desde los tiempos de Portales, pero la clase dominante ya no necesitaba a un tipo autoritario como Portales. Además hay que considerar el contexto, en que por primera vez había un Fisco tan rico. Pero fue increíble cómo se pudo haber llegado a esta guerra entre chilenos con batallas más cruentas que la Guerra del Pacífico, personas que diez años antes peleaban contra Perú y Bolivia ahora peleaban entre ellos. Cuando la escuadra se levantó, en enero de 1891, quizás se pudo llamar a elecciones, pero Balmaceda estaba totalmente obcecado con terminar su presidencia hasta el final. Lo que nunca termino de entender es la manera tan violenta en que explotó todo. No solo por la guerra, también por el lenguaje de la prensa que era inusitadamente violento.