La Naranja Mecánica: Burgess, Kubrick y la historia de una novela con un filme brutal

Naranja mecánica wsp
Escena del filme La naranja mecánica (1971).

Publicado en 1962, una edición aniversario del libro de Anthony Burgess acaba de llegar a Chile. En sus palabras, el autor quiso hablar de la redención de un criminal pero criticando los mecanismos del Estado. Sin embargo, la versión fílmica tuvo otra lectura que incomodó a su autor.


Como suele ocurrir, el punto de partida de la novela que preparaba el escritor inglés Anthony Burgess a inicios de los 60, se ancló en un hecho de su vida real. Un hecho terrible. En la polvareda de los tiempos se asegura que su esposa fue violada en las calles de Londres por un grupo de marines estadounidenses. Pero en una entrevista de 1974, el mismo Burgess comentó cómo realmente fueron los hechos.

“Mi primera esposa, que ahora está muerta, fue atacada durante la guerra en Londres, en el apagón, por cuatro soldados estadounidenses, que en realidad eran desertores. No fue un ataque sexual, fue un ataque por robo, pero el resultado de este ataque fue que ella tuvo un aborto espontáneo, perdió el niño que estaba esperando en ese momento y su salud se deterioró, y supongo que su muerte final fue iniciado por este acto de violencia”.

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Ese dolor fue lo que lo motivó a empezar a escribir sobre las aventuras de Alex de Large, un joven que practica la ultraviolencia casi como un divertimento con sus amigos. “Creo que es trabajo del artista, sobre todo del novelista, tomar hechos así de su propia vida, o de la vida de sus allegados, y purgarlos, catarizar el dolor, la angustia, en una obra de arte -agregó Burgess en la misma charla-. Es uno de los trabajos de arte, creo que fue DH Lawrence quien dijo ‘Nos despojamos de nuestras enfermedades en obras de arte’. En este sentido, la parte de la novela, la parte de la película, en la que el personaje está escribiendo un libro, y el libro se llama en mi propio libro, La naranja mecánica”.

“Fue un intento de ponerme a mí mismo en la novela, de ponerme como un escritor que está sujeto a las privaciones, a la violencia de la juventud salvaje, y de ese modo borrarlo de mi sistema para que no tuviera que piénsalo más. Creo que la virtud terapéutica de este libro es probablemente su mayor virtud en lo que a mí respecta. Su virtud artística es algo menor”.

Publicada en Reino Unido en 1962, la novela fue terminada dos años antes y tuvo muchas dificultades para que alguna editorial se interesara. “En aquellos días, la gente era muy aprensiva, en 1960, en Inglaterra, solo entonces por primera vez fue posible comprar una copia de El amante de Lady Chatterley en su forma íntegra, solo hace poco más de diez años. El clima ha cambiado tan fundamentalmente en diez años, que ahora es muy difícil para nosotros creer cómo era realmente la vida en la década de 1960″, comentó Burgess en la misma entrevista.

Hoy, una edición especial de la novela puede leerse en Chile a propósito de sus 60 años, editada por Minotauro, y que incluye un prólogo explicativo, ensayos, artículos, reseñas y un epílogo del autor.

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El libro pasó a la historia por ser una novela que se preguntaba sobre la violencia, y la posibilidad cierta de que un criminal pudiera redimirse, pero a su vez, criticando los mecanismos del Estado para aquello. De hecho, en la versión publicada en Reino Unidos, con 21 capítulos, el episodio final mostraba a un Alex completamente redimido, pero en Estados Unidos pensaron otra cosa y lo cortaron. “A mi editor estadounidense no le gustó mi final: dijo que era demasiado británico y soso. Eso significa que vio algo inverosímil, o quizás simplemente invendible, en mi idea de que la mayoría de los adolescentes dados a la violencia y el vandalismo sin sentido lo superan cuando notan el comienzo de la madurez”, comentó Burgess en una charla, en 1990.

El título tan particular vino de las siempre rudas calles de Londres. “Escuché por primera vez la expresión ‘tan queer como la naranja mecánica’ en un pub de Londres antes de la Segunda Guerra Mundial. Es una vieja frase de la jerga cockney, que implica una rareza o una locura tan extrema como para subvertir la naturaleza, ya que ¿podría haber una noción más extraña que la de una naranja mecánica? La imagen me atrajo como algo no solo fantástico sino oscuramente significativo, surrealista pero también obscenamente real. El matrimonio forzado de un organismo con un mecanismo, de una cosa viva, que crece, dulce, jugosa, con un artefacto muerto y frío, ¿es eso únicamente un concepto de pesadilla?”, comentó Burgess en un artículo para el New Yorker.

“Descubrí la relevancia de esta imagen para la vida del siglo XX cuando...comencé a escribir una novela sobre cómo curar la delincuencia juvenil. Había leído en alguna parte que sería buena idea liquidar el impulso delictivo mediante una terapia de aversión; Estaba horrorizado. Empecé a trabajar en las implicaciones de esta noción en un breve trabajo de ficción. El título La Naranja Mecánica estaba allí esperando para adherirse al libro: era el único nombre posible”.

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En palabras de su autor, el tratamiento al cual es sometido Alex -que consiste en ser inducido a las náuseas apenas se expone a la violencia- termina condicionando su amor por la música clásica, de Beethoven para ser exactos. “El Estado ha ido demasiado lejos: ha entrado en una región más allá de su pacto con el ciudadano; ha cerrado a su víctima todo un mundo de bondad no moral, la visión del orden paradisíaco que transmite la gran música”, señaló Burguess. Ello obliga a Alex a someterse a un tratamiento para poder revertir esa situación, lo cual finalmente logra.

Ahí está el punto de la novela: la tensión entre la voluntad para ser bueno o malo. “Nos despedimos de él (Alex) mientras sueña con patrones de agresión nuevos y más elaborados. Está destinado a ser un final feliz. Lo que estaba tratando de decir era que es mejor ser malo por propia voluntad que ser bueno a través de un lavado de cerebro científico”, explicó Burgess en el New Yorker.

A la pantalla

Posteriormente, el libro fue adaptado al cine, en una inolvidable cinta de Stanley Kubrick, de 1971. Entre otras cosas, dio muestra de su particular carácter al exigirle a su productor Jan Harlan, conseguir el segundo movimiento de la Novena Sinfonía de Beethoven como sea. Y el director era de los que no aceptaban las respuestas negativas. Para el alivio de ambos, Harlan pudo cumplir con el cometido.

“Pude hacer un trato más favorable con Deutsche Grammophone para comprar esta pista mono, que ya no estaba en el catálogo de la compañía, pues entonces la novedad era el estéreo. Entonces usamos una mezcla mono y la actuación de la Orquesta Filarmónica de Berlín bajo Ferenc Fricsay fue excelente”, detalló el productor años más tarde.

Sin embargo, el problema de la adaptación -protagonizada por Malcolm McDowell, como Alex- fue que Kubrick leyó la versión estadounidense de la novela, que como decíamos, no incluía el capítulo final. Ello cambió significativamente el sentido del libro a ojos del neoyorkino. En su filme, más bien, se preocupa del libre albedrío, por ello se criticó lo explícito de la violencia. Algunas acusaciones incluso hablaron de que se hacía apología a la ultraviolencia.

La idea central de la película tiene que ver con la cuestión del libre albedrío -explicó Kubrick en una entrevista posterior- ¿Perdemos nuestra humanidad si nos vemos privados de la elección entre el bien y el mal? ¿Nos convertimos, como sugiere el título, en La Naranja Mecánica ? Recientes experimentos de condicionamiento y control mental en prisioneros voluntarios en Estados Unidos han sacado esta pregunta del ámbito de la ciencia ficción”.

El problema fue que con el filme vino una ola de crímenes que supuestamente se vieron instigados por el celuloide. Y por supuesto, Burgess estuvo obligado a responder por algo que nunca planeó: “La película acaba de ser una maldita molestia. Algunas personas me consideran un simple ‘niño’, un simple ayudante de Stanley Kubrick; el creador secundario que está alimentando a un creador primario que es un gran director de cine. Naturalmente, esto me molesta, me molesta también el hecho de que con frecuencia se me culpe de los diversos crímenes que se supone que son instigados por la película”.

“Se dice que los chicos jóvenes ven esta película, y creo que en Inglaterra ahora también las chicas jóvenes, y luego van por ahí imitando lo que han visto en la película. Andan dando palizas a viejos y ha habido uno o dos asesinatos, y los asesinatos se le han achacado a esta película. Bueno, cuando la prensa se entera de estos tristes hechos no van al director y le preguntan qué piensa al respecto, van al autor. Se acercan a mí y me dicen: ‘¿Te sientes responsable de todo esto?’ y yo tengo que decir: ‘Bueno, ya sea que sea responsable o no, esta pregunta debería haberse hecho hace doce años cuando se publicó el libro por primera vez, no ahora que el libro se ha vuelto más conocido tras su transferencia a otro medio’”.

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Pero la respuesta fundamental es, no, uno no es responsable. Si yo soy el responsable de que los jóvenes golpeen a los viejos o maten a las ancianas después de haber visto la película, entonces Shakespeare es el responsable cada vez que un joven decide matar a su tío y le echa la culpa a Hamlet”.

En una entrevista compilada en el libro Todos estos años de gente: encuentros con escritores notables, de Christian Kupchik, Burgess indicó: “Creo que el libro fue mal comprendido, y peor todavía después de la película. En verdad, lo que me interesaba mostrar era la violencia del Estado, que siempre será más virulenta que la violencia individual. En el caso de Alex, se apoya en la búsqueda de mecanismos conductistas para erradicarla: ‘Si piensas en la violencia te sentirás mal, vas a vomitar sin cesar’, le dicen mientras le muestran escenas horribles junto a estímulos maravillosos, como la música de Beethoven. El joven que se aparta de lo que marca la Ley se convierte en un perro de Pavlov”.

Como sea, el filme también tendrá una nueva vida en Chile como parte de los reestrenos a propósito de los 100 años de Warner Bros. Se podrá ver en el Centro Arte Alameda, sala CEINA el próximo martes 09 de Mayo a las 20.15 hrs; además, este jueves 4 de mayo en el Cine Arte de Viña del Mar, a las 20.00. Las entradas para ambas funciones se encuentran disponibles vía Passline.

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