El mundo íntimo de Augusto Góngora
Desde sus tiempos en Teleanálisis, el periodista se preocupó de mirar la realidad del país a través de un lenguaje más anclado en el cine y en el arte, siempre con un elemento crítico. Eso lo llevó posteriormente a sus programas en TVN. Aquí, sus cercanos lo recuerdan como un intelectual, muy riguroso en el trabajo, pero con una dimensión humana cercana.
Estaban distanciados, pero una cena copiosa y unos whiskies lo arreglaron todo. Fernando Acuña, quien formaba parte de la productora Nueva Imagen, recuerda que cuando Augusto Góngora salió de la empresa para ir a TVN a inicios de los 90, fue un shock para el equipo. “Nos dolió el corazón”, confiesa al teléfono con Culto algo emocionado. Pero al reencontrarse, las cosas volvieron a su cauce. Acuña atribuye eso a los rasgos humanos de Góngora. “Era un hombre cariñoso con todo el mundo, sobre todo con los niños. Era una persona muy afectuosa. Me parece que ahí hay algo muy importante que resaltar de él”.
En los 80, ambos habían formado parte de Teleanálisis, un noticiero clandestino que se hacía durante los días de dictadura y que luego pasó a trabajarse en formato documental. Fallecido este 19 de mayo, Góngora había liderado el proyecto con una particular visión de trabajo.
“Él era un intelectual de marca mayor -recuerda Acuña-. Era capaz de ver más allá de las apariencias. Lo invitaban de todo el mundo para hablar de los medios de comunicación y la dictadura militar en Chile. Él terminó siendo ideólogo de Teleanálisis, si bien la idea original fue de Dragomir Yankovic, él lo sofisticó. Con él, pasó de ser una suerte de imitación de los noticieros de la época a ser un programa de documentales. Invito a la gente a buscarlos en YouTube”.
“Teleanálisis construía las imágenes del Chile invisible de la época -agrega Acuña-, porque la televisión chilena fue un absoluto bastión de la dictadura. No salía ninguna noticia contra el dictador. Pero la prensa escrita y la radio tuvieron un poquito más de apertura”.
El periodista y cineasta Marcelo Ferrari también formaba parte de ese equipo, y recuerda con Culto la particular mirada de Góngora. “Con Augusto discutimos muchas veces si lo que estábamos haciendo era solo denuncia política audiovisual o si al mismo tiempo hacíamos arte. Poco a poco, liderados por él, fuimos derivando hacia un audiovisual en que el arte expresaba la denuncia política, y eso era cinematografía, finalmente. Otros pensaban que hacer cine con elementos estéticos era una desviación pequeño burguesa, nosotros creíamos al revés, que hacer cine de denuncia política con elementos estéticos era más poderoso que hacer solo denuncia. Ese fue un gran debate que encabezó Augusto”.
Ello se explica porque Góngora traía adscrita una fuerte dimensión política. Así lo rememora a Culto el periodista Rodrigo Moreno, quien también compartió esos años en Teleanálisis. “Con él siempre teníamos conversaciones y discusiones respecto de la lucha antidictadura. Era una charla permanente, una reflexión crítica en torno a lo que estábamos haciendo como oposición, y también de lo qué hacían los políticos. Había una mirada constante al país. Góngora era alguien atento y curioso sobre lo que éramos los chilenos. Era como un observador de la sociedad”.
Una mirada desde la cultura
Con el retorno a la democracia, el grupo de trabajo de Teleanálisis formó la productora Nueva Imagen, que -con Augusto Góngora como estandarte- se encargó de la realización de una serie de programas culturales en TVN: Cine Video, El show de los libros, o El Mirador. Luego, en 1993, Góngora asumió como encargado del área cultural del canal estatal, hasta 2010. Marcelo Ferrari recuerda esos primeros años de los 90. “Empezamos a hacer televisión cultural, porque ya desde Teleanálisis notamos que una lucha más profunda era la de cambiar una cultura chata y oscura que tenía la dictadura por una más enriquecida en la TV. Eso era revolucionario”.
Esa capacidad de analizar críticamente la sociedad, que venía de Teleanálisis, es la que Góngora imprimió en sus programas. Así lo destaca Moreno: “Era un espacio privilegiado para entrevistar autores, artistas, actores, cineastas, dramaturgos y desde esa mirada ver cómo se estaba comportando el Chile de los 90, con alguna suerte de recuperación de la actividad cultural. Él ahí desarrolló este carácter de activista cultural, una persona que era capaz de poner en dinámica a distintos actores de la cultura y darles visibilidad”.
A partir de 1992, Moreno compartió con Góngora la dirección del programa Cine Video. “Ahí tuvimos la misión y la obsesión de sacar a la luz los trabajos audiovisuales que se habían hecho. Era ir desempolvando, desenterrando, sacando de los cajones a actores, dramaturgos, cineastas, documentalistas y ponerlos en pantalla”.
¿Cómo era Góngora en el trabajo diario? Ferrari lo recuerda así: “Augusto era un hombre muy profesional. Tenía un ángel, un encanto televisivo. Era un hombre muy preocupado de planificar lo que iba a decir. Cuando grabábamos sus presentaciones para El Mirador o Cine Video traía muy bien preparado lo que iba a decir, investigaba mucho antes. Traía datos, cifras, nombres. Hacía un trabajo previo, no era solo traer un par de ideas y ponerse con el encanto frente a la cámara. De esa forma, al momento de hablar, se soltaba y podía transmitir mucha información con su modo interesante, atractivo, vehemente y cercano”.
Fernando Acuña agrega: “Era bastante vanidoso (ríe). Se preocupaba mucho de salir bien. Era una característica que también tenía el Pato Bañados, con quien eran amigos”.
“Augusto era una persona muy rigurosa -recuerda Rodrigo Moreno-. Escribía mil veces un nexo, o un ‘enganche’ que es cuando alguien tiene que hablar en cámara. Muy exigente, muy obsesivo. Eso también con los guiones completos de los programas. Le importaba mucho el contenido y ponía todos sus esfuerzos cotidianos en eso. Él me entregaba toda la dimensión audiovisual, el dónde poner la cámara, el cómo iluminar y hasta cómo dirigirlo, o sea: si estaba haciendo bien sus presentaciones, si iba muy rápido, o muy serio. Confiaba plenamente en mí. Y por su lado, él estaba preocupado de los contenidos, los guiones, los textos, los puntos y las comas. Era bien obsesivo en eso”.
Con el impacto de la muerte de Góngora aún fresco, Ferrari rescata una dimensión anclada en la fibra íntima del periodista: “Aparte de ser un intelectual muy culto, Augusto tenía un montón de anécdotas y era un hombre muy divertido. Era muy entretenido conversar y estar con él, porque tenía esta dimensión de mirar la vida con seriedad -como correspondía en años difíciles- pero también con alegría. Nos inspiraba a celebrar la vida desde un aspecto más humano”.
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