Las confesiones del cerebro de Black Mirror: “Puedo ver valor en herramientas como ChatGPT siempre que estén en manos de escritores humanos”

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Foto: Michael Wharley

Charlie Brooker, guionista y creador de la ficción distópica, habla con Culto sobre la sexta temporada –ya disponible en Netflix–, donde se atreve a viajar al pasado y ocupar recursos inéditos para seguir planteando escenarios amenazantes para la humanidad. “No me gusta la palabra ‘contenido’. Ojalá hubiera una palabra mejor”, señala sobre uno de los puntos que satiriza en los nuevos episodios.


Aunque no estaba en sus pensamientos que el mundo sería sacudido por una pandemia, durante los primeros meses de confinamiento se identificó a sí mismo como alguien “muy atento frente a la amenaza”. Lo atribuyó a haber crecido durante los años 80 en un pueblo pequeño de Inglaterra y bajo la potencial amenaza de una guerra nuclear.

Tras más de una década imaginando situaciones escalofriantes en cada capítulo de Black Mirror, Charlie Brooker (Reading, 1971) también reconoció que ese estaba lejos de ser el contexto más idóneo para escribir nuevos episodios sobre su popular ficción. Todos se refugiaron frente a la televisión para ver series o películas, pero la gran trama distópica estaba desarrollándose en tiempo real. Entonces se concentró en otros proyectos y dejó que su joya descansara.

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Foto: Nick Wall/Netflix © 2023.

En conversación con Culto, el guionista británico aclara que, pese a que el receso se prolongó durante cuatro años, nunca pensó en que su producción antológica estuviera terminada. “Dije que en ese momento, durante la pandemia, no sabía si la gente estaba lista para historias sobre una sociedad que se desmorona. Me refería a historias como esa, más que específicamente a Black Mirror”, explica a través de Zoom.

De hecho, aclara, “tenía muchas ganas” de retomar su labor, aunque compara la creación de cada temporada con “hacer girar un buque petrolero. Pasan de 18 meses a dos años entre el comienzo (del proceso) y que llegue a la pantalla”.

El sexto ciclo –ya disponible en Netflix– presenta cinco nuevos capítulos. El primero es Joan es horrible, una comedia muy negra sobre una mujer común y corriente (Annie Murphy) que al final de su jornada laboral se da cuenta de que su vida ha inspirado una serie de televisión protagonizada por Salma Hayek. Un personaje que recae en la propia actriz mexicana, a la que le acercaron el ofrecimiento con algo de temor.

“Fue un poco estresante”, admite la productora ejecutiva Jessica Rhoades. “Pero, para ser honesta, le enviamos un guión que tal vez era mucho más dócil que el episodio final. Y eso es porque en el momento en que conocimos a Salma ella aportó ideas. Ella es la que quería que fuera más divertido y específico. Todos rápidamente perdimos el miedo”.

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Foto: Ana Blumekron/Netflix

Brooker perseguía expandir los límites de la franquicia y apeló a varios recursos nuevos o que había utilizado sólo ocasionalmente. Aunque asegura que no se lo propuso desde un origen, terminó escribiendo tres capítulos que transcurren en el pasado: Beyond the sea se sitúa en una versión alternativa del año 1969, Mazey Day se despliega en Los Angeles en los 2000 y Demonio 79 se enclava en Inglaterra en 1979. En otra curiosidad, este último –sobre una joven (Anjana Vasan) que tras descubrir un talismán es forzada a cometer una serie de actos terribles– se presenta en los créditos iniciales como “un filme de Red Mirror.

Red Mirror es una especie de etiqueta alternativa con la que podemos decir que este es un episodio de terror, un tono muy diferente. No es la versión cliché de lo que es Black Mirror, que estaría ambientado en el futuro. Entonces, qué mejor manera de contradecir eso y ambientarlo en el pasado. Ese fue un intento deliberado de refrescar la forma en que yo estaba pensando en la serie”, detalla sobre un capítulo coescrito junto a Bisha K. Ali y que tangencialmente evoca que el realizador concibió su ficción como una respuesta a La dimensión desconocida.

Debido a que escribió el sexto ciclo en el orden inverso al que está presentado en Netflix, su análisis sobre la temporalidad de la trama impactó directamente en los siguientes episodios, en particular en Beyond the sea, una trágica historia sobre dos astronautas interpretados por Aaron Paul y Josh Hartnett.

“Cuando pensé por primera vez en esa idea, supuse que estaría ambientada en un futuro cercano, en el año 2035 o algo parecido”, señala Brooker. “Acababa de hacer uno en el 79 y pensé: ¿qué pasa si este también lo pongo en el pasado? Como guionista, eso lo vuelve realmente interesante. Implica que los personajes de la época tienen los valores de esa época. Y, además, no están rodeados de teléfonos inteligentes, internet y esas cosas. Entonces, estamos ampliando el alcance de lo que es la serie. Si había una intención artística, era esa”, afirma.

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Foto: Nick Wall/Netflix © 2023.

Frente a la inteligencia artificial

En su búsqueda por encontrar una renovación exitosa, la sexta parte de Black Mirror también juega con elementos metatextuales, un puñado de recursos con los que se explora a sí misma como una serie de una plataforma de streaming en el mundo actual. Eso se manifiesta con especial énfasis en Joan es horrible y Loch Henry, dos capítulos que satirizan el afán de la industria por rotular a toda obra audiovisual como “contenido”.

No me gusta la palabra ‘contenido’. Ojalá hubiera una palabra mejor”, indica Brooker. Piensa durante algunos segundos e inventa un posible sustituto: funtent, una mezcla de diversión y contenido en inglés. “¡Eso es horrible!”, exclama.

Siempre parte de la conversación, a comienzos de mes fue motivo de comentarios el uso que le habría dado a ChatGPT. Según contó a Empire, le pidió al predictor de texto ‘generar episodio de Black Mirror’, produciendo un resultado que le pareció “una mierda”.

“No lo usé para escribir un episodio –precisa–. Lo que hice fue que, después de que terminamos la serie, le pedí una idea sobre Black Mirror. No intenté que escribiera un guión, pero lo que salió fue un poco decepcionante, como ya he dicho. Básicamente se basaba en ideas ya existentes”.

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Jessica Rhodes y Charlie Brooker. Foto: James Gillham

¿Pero cómo visualiza el futuro del arte en medio del desarrollo de la inteligencia artificial? “Puedo ver valor en esas herramientas de escritura si están en manos de escritores humanos. De la misma manera que las herramientas que ofrecen Photoshop o Illustrator son muy útiles para artistas y fotógrafos, creo que esa clase de motores de lenguaje se pueden usar para producir textos genéricos, en el marco de una especie de lluvia de ideas sobre cómo te sientes acerca de una idea”, plantea.

“Pero creo que el peligro es que el ser humano sea reemplazado, no por una máquina siniestra, sino que por una falta de imaginación ejecutiva. Creo que ese es el peligro. Son herramientas potencialmente muy poderosas para los escritores y creadores humanos. Y así es como creo que deberían permanecer”, concluye.

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