León de la Guardia: la historia de un tenor que saltó de Villa Alemana a la tierra de Wagner
Tras 20 años de itinerancia en Europa en distintos roles, el cantante chileno protagonizará la ópera La Valquiria, un exigente título que parece vedado para los intérpretes iberoamericanos en Alemania. A su favor, contó con la venia del maestro Jonas Kaufmann, el gran tenor del momento, y tiene el precedente de Ramón Vinay, el otro gran intérprete chileno en Wagner. Para octubre tiene programado un recital en Chile junto al director Paolo Bortolameolli.
Seleccionado nacional de balonmano junto a su hermano gemelo, profesor de salsa, instructor de spinning y hasta personal trainer del alcalde de Huesca en España. La vida ha sido zigzagueante y con mil caras para el tenor chileno León de la Guardia (nombre real de José Francisco Martínez Chávez) durante sus dos décadas fuera del país.
Se puede decir que es un artista en constante reinvención y en busca de los cabos sueltos de una profesión exigente. Después de dedicarse durante mucho tiempo al tradicional repertorio de la ópera italiana, ahora entró en la tierra derecha del compositor alemán Richard Wagner (1813-1883) y sus demandantes óperas con personajes generalmente extraídos de las leyendas germánicas.
No es música para cualquiera y, en rigor, los latinoamericanos y los españoles (a excepción de apariciones esporádicas de Plácido Domingo en los años 90) no hacen buen maridaje con creaciones como Tristán e Isolda o El Anillo de los Nibelungos.
La excepción a la regla fue, sintomáticamente, un chileno. En los años 50, el tenor chillanejo Ramón Vinay (1911-1996) entró al exclusivo círculo de cantantes del Festival de Bayreuth (creado por el propio Richard Wagner en 1876) y aún hoy sus interpretaciones de La Valquiria o Tristán son referenciales en todo el mundo.
Ahora, León de la Guardia está a punto de retomar esa posta a través de su debut con la ópera La Valquiria los días 17, 18 y 19 de septiembre en el Teatro de la Ópera de Rostock (Alemania), bajo la dirección de Marcus Bosch. Es un cambio de 180 grados en comparación a lo que hacía hasta hace dos o tres años atrás, cuando las obras de Giuseppe Verdi (1813-1901) o Giacomo Puccini (1858-1924) eran su alimento musical diario.
“La ópera italiana es la que más se canta en el mundo y por cambiar mi repertorio tuve que rechazar hacer Aida (de Verdi) en El Cairo y Turandot (de Puccini) en España. Ahora entré a un punto de no retorno y no voy a volver a lo de antes. Es un salto riesgoso y uno no deja de tener miedo”, cuenta desde Alicante (España), donde vive y ensaya día y noche su rol de Siegmund en La Valquiria. En esta producción en concierto y no escenificada compartirá con la destacada soprano alemana Manuela Uhl, quien cantará el rol de Sieglinde.
“Es difícil que alguien fuera del mundo de la lírica pueda dimensionar lo que significa para un chileno o latinoamericano debutar con Wagner en Alemania. Es un bautismo de fuego. Lo normal y lógico tal vez hubiera sido que alguien como yo empiece a hacer Wagner en España o Latinoamérica”, reflexiona. “No conozco a otro latino o español que haya hecho esto. Seré el primero desde la época de Ramón Vinay”, destaca.
-¿Por qué es tan difícil cantar una ópera de Richard Wagner?
En primer lugar hay que aprender a pronunciar bien el idioma. Luego hay que tener el estilo adecuado y se debe utilizar bien el volumen. Al principio me salían lágrimas de frustración por lo complejo de la pronunciación, pero luego logré enfilar el camino a pura disciplina y esfuerzo. En tercer lugar, hay un mercado entero que está acostumbrado a ciertos estereotipos de cantantes wagnerianos: tipos rubios, corpulentos, generalmente alemanes, americanos o nórdicos. No es una cuestión de racismo, sino que de un ecosistema habituado a otra cosa. Y en términos de esfuerzo puedo decir que estar en La Valquiria es como estar en cuatro óperas Tosca de Puccini. Y eso que sólo hablo del rol de Siegmund (de La Valquiria), que es menos demandante que Siegfried (de las óperas Siegfried y El Crepúsculo de los Dioses). Ahí ya serían como 7 u 8 Toscas (ríe). Mi meta es que el público alemán que me escucha no pueda distinguir si soy o no germanoparlante.
-Muchos creen que los tenores de Wagner al viejo estilo ya no existen, ¿qué opina?
Bueno, yo estoy haciendo el repertorio de un tipo de voz que se creía extinta hace 50 años, que es el del llamado “heldentenor” (“tenor heroico”), una tesitura nacida con las óperas de Wagner y que es más oscura que la de los tenores tradicionales. Un gran impulso me lo proporcionó el profesor y musicólogo Stephan Mösch, editor de la revista Opern Welt (la publicación de ópera más importante de Alemania) y quien escribió una carta donde decía que yo le parecía una de las grandes esperanzas para recuperar la voz de heldentenor.
-¿Qué tan importante sigue siendo Ramón Vinay en el mundo lírico alemán?
El nieto de Richard Wagner, Wieland Wagner, fue uno de los renovadores del Festival de Bayreuth en los años 50 y el describió la voz de Vinay como salvaje, potente y flexible. La de un verdadero héroe. Eso nos dice que al menos en Bayreuth, que es la cuna del canto wagneriano, Ramón Vinay está en el Olimpo. Yo creo que lo consideran el mejor Tristán de todos los tiempos (de la ópera Tristán e Isolda). Y, bueno, Arturo Toscanini, el gran director italiano, creía que además era el mejor Otello de la historia (en referencia al protagonista de la ópera Otello, de Verdi).
Un cantante “no natural”
Nacido en Villa Alemana, León de la Guardia empezó probando suerte en diferentes direcciones hasta dar con el camino correcto. “Siempre me interesó el arte y los deportes. Me gustaba dibujar, guitarreaba y hasta gané un concurso regional de poesía”, recuerda, quien también reconoce que no fue un muy buen estudiante. La figura de su hermana mayor, la mezzosoprano Mariselle Martínez, fue gravitante al momento de las decisiones vocacionales.
“Siempre la miré con mucha admiración. Era pulcrísima en el canto, muy matea y empezó cantando boleros. Lo que a mí me voló la cabeza fue cuando pasó del bolero al canto lírico. La vi y pensé que quizás podría hacer lo mismo. Tenía algo de vergüenza, pues no quería parecer el ‘guatón copión’”, dice sobre la cantante que se hizo conocida por su interpretación de Carmen, entre otras óperas.
“Pero a mí me costó mucho más. Ella ganó un concurso, se fue a Barcelona y a los dos años ya tenía agente. Yo, en cambio, durante los primeros tres o cuatro años con suerte podía interpretar tres arias. Muchas veces me dijeron que no tenía dedos para el piano”, confiesa con desenfado.
En honor a la verdad, lo suyo es la creación de un instrumento a través del tiempo, acicateado por urgencias y esculpido a la fuerza. “Nunca gané un concurso. Todo me costaba un poco más que al resto. Dándole por aquí y por allá. Empezando de nuevo otra vez. Es la trayectoria de un cantante que no es natural, a diferencia del camino que tuvieron mi hermana Mariselle o Cristina Gallardo-Domâs, muy talentosas desde el inicio. Por eso es que me he gastado tanta plata. Con ese dinero ya me habría comprado tres casas”, ríe.
-¿Vivir como cantante lírico en Chile nunca fue una opción?
Lamentablemente en Chile la única posibilidad de ganarse la vida en la ópera es estar contratado en el Teatro Municipal. Y ese es un grupo reducido de personas a las que respeto mucho, con gran talento y que se han esforzado, pero el resto queda fuera. Imagínate la cantidad de cantantes que hay en regiones, fuera del sistema y que al no tener dinero no pueden vivir de lo que mejor saben hacer. Las puertas se cerraron definitivamente para ellos.
-¿Cómo pasó de las óperas italianas a Wagner?
En el 2017 hacía dos papeles en Aida en el Teatro Petruzzelli de Bari, uno de los cuatro más grandes de Italia. Por las mañanas era el capitán Radamés en una función para niños y en las tardes hacía el rol del mensajero en la presentación al público general. Creo que fue el momento exacto en que sentí que había algo mal en mí. Mi voz no pasaba o no llegaba adonde tenía que llegar. En realidad no tenía claro si los otros en la ópera estaban mejor que yo o simplemente mi voz era diferente.
-¿Su voz era más grave de lo normal?
Mi voz siempre ha sido un poco más oscura y por eso empecé como barítono (más baja que tenor). Luego los profesores que tuve me dijeron que debía ser un tenor lírico, después spinto (tenor con más fuerza o empujado) y finalmente dramático. Es decir, cada vez más grave.
-¿Cambió de profesores?
Fui pasando por varios profesores y pruebas antes de hallar mi instrumento. Alguien muy importante fue Michael Rhodes, barítono estadounidense maestro de Jonas Kaufmann (el tenor más famoso del momento) y quien me dijo que juntos íbamos a encontrar mi voz. Él ya era bien mayor en ese tiempo y murió, pero luego la mezzosoprano italiana Laura Brioli me comentó que lo mío podía ser el repertorio de Richard Wagner. A través de ella llegué a la Ópera de Viena (una de las más importantes de Europa) y ahí me entrevisté con Jendrik Springer, el asistente de Christian Thielemann, que es el principal director del Festival de Bayreuth, a su vez el gran encuentro mundial dedicado a Wagner. Yo le planteé honestamente que si cambiaba del repertorio italiano al wagneriano iba a ser para siempre, porque mi voz no está hecha para las dos cosas.
-¿Qué le dijo Springer?
Que en sus 20 años trabajando en la Ópera de Viena y en Bayreuth jamás había escuchado una voz que fuera tan adecuada para cantar a Wagner, sobre todo para hacer La Valquiria, Tristán e Isolda y Parsifal. Ahí tomé la decisión de cambiar de repertorio. En abril del año pasado hice un primer concierto con el espectáculo Contra la Extinción en la Escuela Superior de Música de Karlsruhe, donde canté escenas de seis óperas de Wagner en una sola noche.
-¿Cómo sobrevive un cantante en Europa al renunciar a las ofertas de las óperas italianas?
Hay un grupo de empresarios a los que yo llamo grupo Maravilla y que son los que me han apoyado constantemente. Hace poco, uno de ellos me aportó una cantidad de dinero que fue vital para poder seguir subsistiendo aquí. Antes, durante la pandemia, obtuve una beca de la Fundación Richard Wagner en Chile y me ayudó, como siempre, la Fundación Ibáñez Atkinson y particularmente la galerista Patricia Ready, quien ha sido muy importante en mi carrera. ¿Sabes cuánto tengo que gastar al año en estudios? Cerca de 15 mil euros (poco más de 13 millones de pesos chilenos). En realidad, si no fuera por la ayuda de ellos, estaría frito. No vivo la ópera como un artista europeo o estadounidense promedio, con todo el apoyo de estar cerca de tu hogar y acceder a comodidades que no poseo. Tampoco es que me quiera hacer la víctima, pues yo elegí esta vida.
El próximo concierto de León de la Guardia en Chile será en octubre en la Galería Patricia Ready junto al director Paolo Bortolameolli. “Se llamará Wagner Forever, Conversaciones Entre un Director y un Cantante. La idea es interpretar pasajes de óperas, explicarlos al público, siempre acompañado por Paolo desde el piano. Algo bastante distendido”, cuenta.
Será su regreso al país tras un paso a fines del 2022, donde estuvo en varias localidades.
De la Guardia tiene el viaje en la memoria y en el corazón: “Soy de Villa Alemana, donde crecí en la calle. Fue ahí que aprendí a jugar handball. Nunca me olvido que vengo de allá. No sé si algún día voy a llegar a estar en el Festival de Bayreuth, pero me he esforzado bastante para llegar adónde ahora estoy. Es curioso, pero me acuerdo que a fines del año pasado canté por primera vez en Villa Alemana, mi ciudad, con un gran público, y dije en ese momento que no sabía si iba a cantar a Wagner en Alemania, pero al menos moriría en el intento”.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.