Con escándalo en el Festival de Viña: como nace el mítico “beso de taquito” de Cecilia
Aquel gesto donde lanzaba un beso al aire y le pegaba con el taco del zapato tiene su cuna masiva en el Festival de Viña de 1965, donde generó pifias y abucheos. Ella jamás se amilanó y se llevó aquella performance hasta la eternidad.
“Eso fue en el Festival de Viña”. De esa manera situaba la cantante Cecilia -fallecida la noche del lunes 24 a los 79 años- el origen masivo de uno de sus gestos escénicos más populares (e incendiarios): el clásico “beso de taquito”, ese movimiento en que arrojaba un beso al aire y luego le pegaba con el taco del zapato. Cecilia en estado puro. Una marca registrada.
Así lo reconoció hace un par de años en el espacio Mentiras Verdaderas, de La Red, donde el propio Luis Dimas le preguntó por la cuna del hito.
Cecilia intentó explayarse: “Yo fui con mi carrera bien cimentada en el Festival de Viña el año 65. Me obligó mi padre para que aprendiera a enfrentarme a la gente. No era autosuficiente ni creída. Me creía poco. Pero sentía yo que le gustaba a la gente. Y ahí agarraba vuelo”.
Lo cierto es que en ese Festival de Viña de 1965 -el sexto de su historia y donde participaron figuras como Carlos Helo, Pat Henry, Gloria Benavides, Las Cuatro Brujas, Los Hermanos Campos y la peruana Chabuca Granda-, Cecilia Pantoja Levi llegó como parte de la Competencia Internacional.
Ahí apareció con Como una ola, de la chilena María Angélica Ramírez. En la previa, las autoridades edilicias de la Ciudad Jardín le sugirieron no ejecutar sobre la Quinta Vergara el beso de taquito que ya ensayaba en algunas de sus presentaciones por todo Chile y que había establecido como huella dactilar de su performance. Por esos años, era considerado un gesto “poco femenino” y no apto para señoritas de bien.
Pero Cecilia no estaba para recados ni para someterse a convenciones de última hora: cuando le tocó presentarse en el concurso, lo hizo igual. Ahí todos conocieron lo que era su beso bajo un “tacazo” casi prohibido. Recibió las pifias de parte del público.
A esta transgresión se sumó otra controversia: pese a ganar la competencia sin apelación, su actuación final en esa versión del Festival se realizó también entre abucheo de un sector del público que reprobó la decisión del jurado. Lejos de amilanarse, la cantante de Tomé respondió con muecas, gestos burlones y uno que otro beso de taquito.
Lo siguió haciendo hasta sus últimos shows del nuevo siglo. Siempre teniendo presente que era parte de una genética creativa que se llevaría hasta la eternidad, tal como su pelo corto, sus pantalones, su timbre metalizado o esa desfachatez con que enfrentó a las masas.
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