Pinochet como un vampiro: así es la nueva cinta de Pablo Larraín

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Foto: Pablo Larraín/Netflix © 2022.

El cineasta nacional imagina a Augusto Pinochet como un chupasangre en El Conde, su largometraje número diez y el primero realizado junto a Netflix. El director lo define como “un recordatorio alegórico de por qué la historia debe repetirse para recordarnos lo peligrosas que pueden llegar a ser las cosas”. Competirá en la 80° edición del Festival de Venecia ante los nuevos trabajos de David Fincher, Sofia Coppola y Ryûsuke Hamaguchi.


La última vez que Pablo Larraín asistió al Festival de Venecia se explayó en torno a una princesa aislada. Profundizó en torno a una célebre integrante de la realeza británica que, según su óptica, también podía ser “muy normal” y generar empatía en todo el mundo. Una figura misteriosa y magnética que era la perfecta inspiración para una película.

Hablaba de Diana Spencer, la princesa de Gales, a quien encarnó en la ficción la actriz estadounidense Kristen Stewart. En Spencer (2021), con guión de Steven Knight (Peaky Blinders), imaginó a Lady Di como la protagonista de una fábula gótica sobre sus últimos días como parte de la familia real, durante las vacaciones de Navidad en Sandringham House.

78th Venice International Film Festival
Foto: REUTERS/Yara Nardi

Dos años después, el director nacional confirmó que estará por quinta vez en competencia en el reconocido festival de cine, que se desarrollará entre el 30 de agosto y el 9 de septiembre. Y en su regreso a la ciudad italiana aterrizará con otra cinta inspirada en un personaje real. Rodada durante 2022 en el sur de Chile, El conde apela a la sátira y la farsa política para introducir a Augusto Pinochet (Jaime Vadell) como un vampiro que atraviesa una crisis existencial tras vivir durante 250 años.

El realizador vuelve a colaborar con el dramaturgo Guillermo Calderón, con quien previamente trabajó en El club (2015), Neruda (2016) y Ema (2019). La primera de esas películas –coescrita junto a Larraín y Daniel Villalobos– se constituyó como una sátira en torno a un grupo de personajes recluidos, cuatro sacerdotes que en el pasado cometieron diversos delitos y deben convivir en una casa en la costa que funciona bajo los lineamientos de la madre Mónica (Antonia Zegers). No sería raro que su nuevo trabajo comparta algo de la acidez que alimentó uno de los mejores títulos de su filmografía.

En El conde el protagonista vive escondido en una mansión en ruinas en el extremo sur del país. El guión de Larraín y Calderón lo presenta como una criatura que ha decidido morir, porque no puede seguir soportando que el mundo lo recuerde como ladrón. Sin embargo, según la sinopsis de la película, “encuentra una nueva inspiración para seguir viviendo una vida de pasión vital y contrarrevolucionaria a través de una relación inesperada”.

“Desde la comedia negra queremos observar, comprender y analizar los acontecimientos que han ocurrido en Chile y el mundo en los últimos 50 años”, indicó Larraín cuando el proyecto se hizo oficial, deslizando que su zona de interés es más amplia y que posiblemente dialogue con la exploración que desplegó en su trilogía sobre la dictadura, compuesta por Tony Manero (2008), Post Mortem (2010) y No (2012).

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Foto: Pablo Larraín/Netflix © 2022.

En una declaración compartida este martes, el director de Jackie (2016) fue más específico al hablar de sus intenciones. “Llevo años imaginando a Pinochet como un vampiro, como un ser que nunca deja de circular por la historia, tanto en nuestra imaginación como en nuestras pesadillas. Los vampiros no mueren, no desaparecen, tampoco los crímenes y robos de un dictador que nunca respondió ante la justicia”, planteó, llamando a su nueva cinta “un recordatorio alegórico de por qué la historia debe repetirse para recordarnos lo peligrosas que pueden llegar a ser las cosas”.

Esta vez dirige a un elenco pequeño: además de Vadell, actúan Gloria Münchmeyer (en el rol de Lucía Hiriart), Alfredo Castro y Paula Luchsinger. Un reparto casi mínimo si se compara con Ema, su última película filmada en Chile, protagonizada por Mariana Di Girolamo y el mexicano Gael García Bernal.

Si bien Netflix ha creado series en conjunto con Fábula, este es el primer largometraje dirigido por Larraín para el servicio de streaming. De ese modo, se une al abultado grupo de cineastas que han realizado películas con la plataforma, un listado en el que aparecen nombres como Martin Scorsese (El Irlandés), Jane Campion (El poder del perro), Alejandro González Iñárritu (Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades) y Paolo Sorrentino (Fue la mano de Dios). Llegará a su catálogo antes de que termine el año.

Francisco Ramos, vicepresidente de Contenidos de Netflix para Latinoamérica, estuvo presente durante las filmaciones de El conde, y llamó a Larraín “una de las voces más interesantes y preponderantes del cine latinoamericano de los últimos 20 años, su mirada sobre Chile y sobre Latinoamérica son imprescindibles para entender nuestro continente”.

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Foto: Luis Poirot

Un festival de grandes nombres

En su quinta ocasión en competencia por el León de Oro de Venecia, Pablo Larraín estará en buena compañía. La versión 80° del certamen exhibirá las nuevas películas del japonés Ryûsuke Hamaguchi, el griego Yorgos Lanthimos y el mexicano Michel Franco. Todos aspirarán al premio que concederá el jurado que en esta oportunidad preside el estadounidense Damien Chazelle (La la land).

La delegación de ese país, siempre con gran presencia en el evento italiano, estará representada por David Fincher, Ava DuVernay, Bradley Cooper, Michael Mann y Sofia Coppola. Estos tres últimos llegan con filmes en torno al compositor Leonard Bernstein, el ícono del automovilismo Enzo Ferrari y el matrimonio compuesto por Elvis y Priscilla Presley, respectivamente, enfatizando que esta edición del certamen estará marcada por las aproximaciones biográficas.

Y también por la controversia, porque la organización decidió incluir los trabajos más recientes de Woody Allen, Roman Polanski y Luc Besson, todas figuras salpicadas por los líos judiciales y las polémicas de diversa índole.

Alberto Barbera, director del festival, defendió su apuesta abordando cada caso individualmente y asegurando que “estoy del lado de aquellos que dicen que hay que distinguir entre las responsabilidades del individuo y las del artista”.

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