Sin lugar propio y con libros donados: la curiosa historia de la Biblioteca Nacional
Fundada en agosto de 1813, la Biblioteca tuvo dificultades para conseguir libros y además debió sortear la falta de un espacio. Un problema que se solucionó en 1924. Hoy, la entidad celebra los 110 años de su primera piedra y 210 de su existencia.
La proclama que circuló en las polvorientas calles de Santiago, el 19 de agosto de 1813, rezaba: “El primer paso que dan los pueblos para ser sabios: es proporcionarse grandes bibliotecas. Por esto, el gobierno no omite gasto ni recursos para formar una Biblioteca Nacional” (Historia general de Chile, Diego Barros Arana). Por entonces, mientras en el sur la joven nación peleaba por su independencia, la junta de gobierno, liderada por el prócer José Miguel Carrera le daba forma a las primera instituciones de la República. Una fue la Biblioteca Nacional.
La proclama, incluida en las páginas de El Monitor Araucano (el segundo diario fundado en Chile), junto con iniciar la Biblioteca en términos formales, también llamaba a que los mismos ciudadanos colaboraran para la formación de las colecciones.
“Para esto se abre una subscripción patriótica de libros, y modelos de Maquinas para las artes en donde cada uno al ofrecer un objeto, ó dinero para su compra pueda decir con verdad ‘Hé aquí la parte con que contribuyo á la opinión, y á la felicidad presente, y futura de mi país’”. Esto, porque según explica Barros Arana, hubo dos problemas no menores para adquirir libros a la hora de fundar la institución: “la escasez de dinero y la falta de librerías donde comprarlos”. Por eso se le pidieron libros a los mismos habitantes.
Y no solo eso. Al no tener edificio propio, la Biblioteca Nacional comenzó a funcionar al alero de la Real Universidad de San Felipe, y consideraba a los propios volúmenes de la casa de estudios -cinco mil, según Barros-, que a su vez, venían desde tiempos anteriores. “La casi totalidad de ellos habían formado la parte principal de la biblioteca que los jesuitas tenían en el colegio máximo de Santiago a la época de su expulsión, en 1767″.
A cargo de la nueva institución se colocó a Manuel de Salas, un destacado dirigente patriota, con participación en el Primer Congreso Nacional (como diputado por Itata) y clave en la llamada Ley de Libertad de vientres, de 1811, que liberó a todos los hijos de esclavos nacidos en Chile. Aunque Salas no comenzó dirigiendo, sino que fue Agustín Olavarrieta, quien asumió de manera interina.
Cerrada entre 1814 y 1817, durante el período de la Reconquista Española, volvió a funcionar tras el triunfo de Chacabuco y el advenimiento de la llamada Patria Nueva. Desde ahí, se comenzó a proyectar la idea de construirle un edificio propio.
Hoy, la institución celebra los 110 años de vida, en rigor, de la colocación de la primera piedra del edificio, y 210 de su fundación. Para ello tendrá una serie de actividades, como una charla dictada por el último Premio Nacional de Historia, el historiador Rafael Sagredo.
“La Biblioteca nació casi al mismo tiempo que Chile. Hoy estamos recordando la idea con la que se construyó la biblioteca, que fue un esfuerzo conjunto porque mucha gente se comprometió con donaciones. Fue una fundación muy ciudadana”, señala al teléfono con Culto Soledad Abarca, la actual directora de la entidad.
Abarca señala que en estos momentos, la bicentenaria institución se encuentra en un proceso donde busca retomar su ritmo tras el cierre obligado de la pandemia. “Estamos en un afán de reapertura”, comenta. Por ello, a contar de este jueves 17 tendrán una serie de iniciativas para conmemorar su aniversario.
“Vamos a abrir una sala de atención, de informaciones y catálogo por el lado de la Alameda de la biblioteca. Ya habíamos abierto una sala de exposiciones y otra de exposiciones temporales, pero a la Biblioteca le faltaba un espacio de informaciones en el acceso principal”. Y, además, comenta que se está en proceso de recuperar el café y la librería que existían hasta hace unos años.
Incluso, para el 2025 se proyecta una innovación mayor. El reemplazo del sector de los computadores -en un cubo de vidrio, en el Salón Marta Cruz-Coke- por otra función. “Queremos sacarlo y reformular todo este espacio para atender publico. Hoy día todo el mundo anda con el celular con internet, entonces ya no es necesario ese espacio tan como incómodo para escribir. Es como medio cerrado”, señala Abarca. Por supuesto, agrega que la idea es también seguir con las actividades de Biblioteca Nacional Digital y Memoria Chilena, dos sitios insignes de la Biblioteca en su historia y que lo han conectado con el siglo XXI.
El edificio donde se encuentra la Biblioteca Nacional, al costado del Metro Santa Lucía, en el cuadrado formado por la Alameda (sur), Miraflores (oriente), Mac Iver (poniente) y Moneda (norte) fue construido en varias etapas, en un proyecto liderado por el arquitecto Gustavo García del Postigo, que contemplaba juntar en un solo lugar a la Biblioteca, el Archivo Nacional y el Museo Histórico Nacional. Sin embargo, solo terminaron por ser albergados los dos primeros.
En esa manzana, antiguamente se ubicó el Convento de las monjas Claras. La primera piedra de la construcción fue situada el 24 de agosto de 1913, en un acto presidido por el Presidente de la República, Ramón Barros Luco, secundado por el Ministro de Instrucción Pública, Fanor Paredes; otros miembros de su gabinete y el director de la Biblioteca Nacional, Carlos Silva Cruz. Recién el edificio se inauguró en 1924, con Arturo Alessandri Palma en el gobierno. Y ya no hubo que pedirle donaciones a la gente.
La charla del historiador Rafael Sagredo será transmitida por las redes sociales de la Biblioteca a contar de las 11.30 de este jueves 17, antes de la respectiva inauguración de la Sala de Información y catálogo.
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