“Él era bien picaflor”: la misteriosa admiradora que le regaló su primera guitarra a Víctor Jara
En los días en que era estudiante de teatro, el futuro cantautor se entusiasmó con viajar al sur para hacer exploración de música folclórica junto a su amigo Nelson Villagra. Pero no tenía una guitarra propia. Ahí fue cuando una mujer, que sentía especial afecto por Jara, decidió dar el paso y comprarle su primer instrumento. La nueva biografía del artista desentraña parte de ese misterio y ofrece un posible nombre.
Quienes conocieron a Víctor Jara repiten que un rasgo inolvidable del célebre cantautor era su sonrisa. Una expresión de su personalidad cálida y de trato fácil con la gente. Por ello, no le era difícil hacerse amistades. En la Escuela de Teatro de la Universidad de Chile se hizo de una en particular, el joven Nelson Villagra.
Bastó que cruzaran algunas palabras para notar que tenían un par de cosas en común. Ambos compartían origen relacionado al Chile del sur profundo y el gusto por la música. No era raro verlos cantar alguna canción campesina en un rincón de la Universidad, con Jara empuñando la guitarra. “Descubrió que yo tenía una relación muy estrecha y directa con la vida campesina, con sus tradiciones, las costumbres y las faenas agrícolas”, le dijo el actor a la revista Araucaria de Chile en su número nº42 de 1988.
Así, aprovecharon las vacaciones de verano para viajar a Chillán, la tierra natal de Villagra, enclavada en la misma región donde Jara vivió su primera niñez como hijo de inquilinos. El contacto con la canción popular estimuló en ambos el deseo de investigar y recopilar material. Como detalla Freddy Stock en su biografía 5 Minutos: la vida eterna de Víctor Jara, el futuro cantautor hasta pensó un nombre para presentarse a dúo; “Los peones de Tierra Larga”. Como para subrayar el vínculo con la tierra y la tierra que brotaba de aquella.
Pero con el entusiasmo no bastaba. Si querían viajar y hacer exploración musical, necesitaban hacerse de guitarras. Pero entonces ambos eran estudiantes que apenas tenían para subsistir, no podían costearlas. “Las que teníamos eran prestadas, debíamos devolverlas y Víctor juzgaba con razón que nuestra tarea de investigación folclórica en el campo sería muy poco efectiva si no contábamos con un instrumento musical de apoyo”, detalló Villagra, a quien Jara llamaba “Huaso”. El actor, a su vez, le decía “Negro”.
Una amiga incógnita
Pero allí hizo efecto el encanto de Jara. “Él tenía una amiga, una admiradora que le había insistido más de una vez en el deseo de regalarle una guitarra. Pero Víctor se resistía, porque eran más fuertes sus escrúpulos y su pudor que su deseo por hacerse con el instrumento -recordó Villagra en el mismo testimonio-. Fue necesario que yo echara mano de todo mi don de persuación: ‘Negro -le dije-, tienes que aceptar el ofrecimiento, la necesidad tiene cara de hereje”. No fue fácil, pero al final me salí con la mía. Víctor llegó un día con la noticia: ‘Ya, huaso, resultó’.
Villagra no detalló quién era la admiradora incógnita de Jara. Pero en su investigación sobre Jara, el periodista Freddy Stock conversó con Humberto Duvauchelle, hombre de teatro de larga trayectoria, fallecido en enero de 2019. Él manejaba un nombre como la posible responsable de comprar la guitarra de Víctor Jara: Carmen Bunster, una actriz de larga trayectoria en las tablas, e incluso en el mundo musical. Su voz es la que se escucha en los relatos del álbum Canto para una semilla, de Inti Illimani e Isabel Parra.
“Víctor era bien picaflor -comentó Duvauchelle en un testimonio recogido por Stock-. Las mujeres lo atraían mucho y ellas se sentían atraídas por él. Y también Carmen Bunster, pese a ser un tanto mayor. Con la Carmen y Héctor éramos actores que trabajábamos en la Universidad de Chile y ella protegía mucho a Víctor. Le daba dinero, le dolía su situación económica. Así que es capaz que Carmen Bunster le haya comprado la guitarra”.
Jara, Villagra y la mujer incógnita se reunieron una calurosa tarde de enero para comprar una guitarra en la tradicional tienda de instrumentos Casa Amarilla, todavía emplazada en la calle San Diego. Apenas cruzaron el umbral, caminaron hasta el fondo, donde estaban las guitarras. “Víctor estaba como alucinado, las miraba muy serio, casi agresivo y se apretaba las sienes con ambas manos -recordó Villagra-. Luegro entrecruzó los dedos, hizo crujir todas las coyunturas y el rostro se le iluminó con aquella amplísima e inolvidable sonrisa que todos recordamos”.
Villagra describió con detalle el instrumento. “Era una guitarra ancha, de caderas generosas, con tapa de nogal. La tomó en sus brazos, extrajo el diapasón de su bolsillo, se acomodó en una silla con cierta parsimonia, sopló el diapasón y este emitió el La universal; luego la Prima al aire buscando el Mi; la Sexta igual a la Prima pero una octava mas abajo; presionando la Segunda en el quinto traste, igual a la Prima al aire; etc. Ella, la hermosa, estaba ya afinada, y Victor comenzó a tocarla con ese modo tan suyo, suave y cariñoso pero dominador”.
La mujer no solo costeó la guitarra. “Le compró también un estuche para proteger instrumento tan fino y valioso. Finalmente, hasta nos dio dinero para que volviéramos a la pensión en taxi. Ya en ella, Victor no pudo sujetar sus emociones. Se reía, me sacudía dándome golpes nerviosos y decía: ‘iMi primera guitarra, Huaso, mi primera guitarra!’”, recordó Villagra. Esa noche, Víctor Jara estrenó la guitarra en un “concierto” para los pensionistas. El círculo estaba completo.
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