Luis Miguel dejó de toser, pero ya no es el de antes
En su octava noche en el Movistar Arena, el “Sol de México” salió decidido a superar los problemas vocales que lo acosaron en el arranque de sus shows en el país. Pese a que su espectáculo es de alto nivel, el primer tramo mostró una voz gastada, que aún no logra recuperar totalmente. Logró mantenerse gracias a su experiencia y a su innegable pasión por el escenario. Pero poco a poco, su capacidad vocal, acaso una de sus mayores virtudes, comienza a dejar más dudas que certezas.
En la antesala de la octava noche de la residencia de 10 shows de Luis Miguel en el Movistar Arena, solo rondaba una duda: ¿estará mejor? Una molesta tos, síntoma de un intenso cuadro gripal, se hizo notar en las primeras fechas del “Sol de México” en el país. Un imponderable que opacó una cuidada y espectacular puesta en escena. Pero él es más grande que un resfrío. Al menos eso deseaba demostrar.
Como en las noches anteriores, una ruidosa ovación recibió al “Sol”. Y rápidamente quedó en claro que la voz aún está en rodaje, pese a que se guardó todo el fin de semana en el hotel. En la entrada con Será que no me amas, cambió las líneas melódicas para evitar las notas altas y varias frases las completó la fiel fanaticada. Se esperaba una interpretación contundente para acabar de una vez con la maldición. Quedó a mitad de camino.
Cuando cantó el hit Suave, uno de los ineludibles de su era dorada, apenas pudo manejar las notas altas. El movimiento constante le restaba respiración, y con ello, le hacía más difícil llegar a las alturas. El apoyo del trío de coristas y los bronces ayudaron a hacer más llevadera la situación. Pero su voz se escuchaba áspera, rasposa, fuera de forma. Avejentada, a ratos. Irreconocible.
Delgado y esbelto como no se le veía hace mucho, Luis Miguel compensó los baches en la voz con un despliegue en escena propio de sus mejores días: el set de movimientos incluyó patadas al aire, giros, besos a las fans. Pero a su vez, ese derroche de energía, le hacía más trabajosa la recuperación.
Por ello su voz se asentó mejor al cantar el repertorio de pulso más reposado. Con los hits Culpable o no, Te necesito y Hasta que me olvides (con karaoke del público incluido), el “Sol” comenzó a despuntar. Pero aún así, en esta última acortó el fraseo en varios pasajes y evitó la escalada más exigente del estribillo. Qué importa. Para eso está el público.
Es cierto que en sus shows Luis Miguel suele jugar con las melodías y moverse entre las notas que le permite la estructura armónica de cada canción. Pero a diferencia de antaño, en que aquello se escuchaba como un movimiento propio de un virtuoso del canto, a sus 53 años parecía un intento por disimular las fallas.
La segunda parte del show estaba concentrada en el repertorio de la saga de discos Romances. El tempo más calmado de las composiciones podía hacer lucir su voz. Pero al cantar Por debajo de la mesa, el “Sol” interpretó a fraseos acotados y escogió con cuidado las subidas. En la bella No sé tú, cantó apenas a ráfagas de frases. Una lástima. Ni siquiera salvó la clásica línea “En las noches cuando duermo/sin insomnio, yo me enfermo”, en que antaño lucía su voz robusta. Si quedan dudas, se puede revisar el registro de esta misma canción incluida en el álbum El Concierto, de 1994. La diferencia es un abismo insalvable.
Mejoró al interpretar Somos novios, la que logró salvar por completo. Pero la atención se la llevó una pareja de la platea que se pidió matrimonio en pleno show, y fue captada por las pantallas laterales. El sí de la afortunada arrancó un espontáneo aplauso del respetable. A este punto, Luis Miguel ya se escuchaba más asentado. Pese a todo.
Un buen momento fue el dueto de Come fly with me, en que la tecnología permitió recrear su historiada interpretación junto a Frank Sinatra. Pese a los baches, se le escuchó algo más fluido. La experiencia de los años le permitió pararse con aplomo ante el desafío de cantar junto a La Voz.
A tono de los shows de la actualidad, hubo momentos en que Luis Miguel echó mano al uso de la cámara subjetiva, que llevó él mismo por un breve trecho para tomar a quienes estaban en primera fila. Un juego que le aportó momentos de interacción con el público y un inesperado toque de empatía.
Un “Sol” hacia el atardecer de la vida
El segmento dedicado al repertorio firmado por el compositor español Juan Carlos Calderón, demostró que se trata de un material que ha soportado bien el paso del tiempo. Pero como en muchos momentos del show, ya no se ven los floreos vocales que ‘Micky” exhibía antaño. Ni siquiera en la exigente subida de tono de Tengo todo excepto a ti o en el intenso estribillo de Entrégate, en que su voz apenas fue una muestra de las poderosas versiones originales.
De ahí pasó el set de temas con mariachis. Una carta segura, más en un país como Chile en que la música de los charros cuenta con una gran aceptación, desde aquella legendaria visita de Jorge Negrete en 1946. Acá se vio el mejor momento del “Sol”, flanqueado por el apoyo coral de los mariachis y el karaoke constante del respetable. Con camisa negra y el clásico grito “¡mi mariachi!” generó un momento que se saboreó de manera especial. Pero al cantar La media vuelta volvió a exhibir problemas para alcanzar las alturas más exigentes. Al menos, ya con algo más de una hora de show, todavía no tosió de forma evidente. Pero se le veía algo desgastado.
Como sea, Luis Miguel es un hombre de escenario. Un showman consumado que cuando no pudo cantar con todo el espesor que nos acostumbra, repartió rosas blancas, lanzó algún beso e incluso recogió un sostén que una acalorada admiradora le lanzó desde la preferencial. Pese a los baches evidentes al cantar, el show es contundente.
Poco a poco, el “Sol” comienza a evidenciar el paso de los años. Se encuentra en ese complejo tránsito hacia la madurez, en que ha preferido masticar una y otra vez su catálogo del pasado. Y competir contra su propia leyenda, es difícil. El cuadro viral deja la duda: ¿es Luis Miguel el mismo cantante de antaño?¿Fue solo consecuencia de un infortunio? Lo cierto es que el escenario lo lleva en la sangre. Entre el arranque de su tour a principios de agosto y el final del año, tiene en agenda nada menos que 66 shows. Un desafío no menor tras cuatro años sin cantar en vivo, en que ha mostrado ripios, pero que los salva con su talento y su insaciable necesidad de aplauso como un soplo vital.
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