Fernando Castro (37) acumula videos musicales en distintas plataformas por años. En el primero que subió a Youtube en 2017, toca guitarra acústica y canta una versión en español de Sorry seems to be the hardest word, de Elton John. Tiene otros en Facebook grabados hace mucho, con imágenes pixeladas; la clase de filmaciones que abundan y envejecen en la red con algunos corazones, pulgares arriba, y uno que otro comentario de familiares y amigos.
Hace poco más de un año, tomando un curso de marketing digital, Fernando debía hacer un reel diariamente durante un mes. Al principio replicó lo de tocar frente a la cámara, presentando el trozo de una canción. Tras unos pocos videos, tomó una derivada. Se cumplía un aniversario de Bocanada (1999), el debut solista de Gustavo Cerati. “Había comprado el cosito ese, el aro (de luz)”, cuenta con acento bonaerense, “y empecé simplemente rompiendo el primer sample, creo que es Engaña”.
Aquella canción, con muestras de Circle of love (1981) de Steve Miller band y The Adventurer (1972) de John Barry, le dio la clave para nuevos videos explicativos. “Es por acá”, reflexionó después de acumular rápidamente cinco mil visitas.
El proyecto quedó bautizado como El laboratorio del tío Zeus, un nombre que tributa al pariente que lo metió en la música y su afición por la mitología.
Por supuesto, el formato no es nuevo. Así como abundan los registros de gente reaccionando a determinados artistas por primera vez, existe una infinidad de músicos y aficionados explicando detalladamente de dónde proviene, se inspira o plagia tal composición famosa. Eso sí, la gran mayoría se toma su tiempo.
Por lo mismo, lo de Fernando resalta por haberse ajustado al formato reel con duración acotada y -detalle- no decir nada. Aparece sentado con un par de teclados de fondo mientras gesticula suavemente con una ligera sonrisa apuntando hacia la imagen del material aludido, y marcando las pausas para hilar con la siguiente muestra. Un breve párrafo ahonda en las canciones elegidas y apunta los hashtags correspondientes. No requiere nada más.
Los videos de Fernando Castro se guían, en general, por las comparativas con material rock, como el caso de Black night (1970) de Deep purple basada en We ain ‘t got nothin’ yet (1966) de Blues magoos, a su vez inspirada en Summertime del temprano ídolo adolescente Ricky Nelson.
O The four horsemen (1983) de Metallica, que toma el fraseo en guitarra del clásico Sweet home Alabama (1974) de Lynyrd Skynyrd. También bucea en abundantes casos musicales argentinos, algunos de contornos arqueológicos como el indisimulado guiño de La retreta (1967) del pionero del pop rock Palito Ortega, con la monumental (I can ‘t get no) Satisfaction (1965) de The Rolling Stones; o Fito Páez echando mano de Stevie Wonder sin disimulo.
Los videos se han ido ampliando en géneros y expresiones artísticas. Hay canciones de la balada pop latina, tangos de Carlos Gardel linkeados con la ópera y Queen; enlaces entre Beethoven y Mozart, y copy paste de Jaco Pastorius a Bach. Fernando también ha sumado diálogos del cine integrados en canciones famosas, el vínculo entre Cool hand Luke (1967) protagonizada por Paul Newman, con Civil war de Gun ‘s N’ Roses.
En Facebook acumula 48 mil seguidores, otros 47.8 mil en Instagram, y 14.4 mil en Tik Tok. Nunca despegó mucho en Youtube donde los usuarios suelen ver videos muchos más largos, con apenas 751 seguidores.
No deja de ser curioso que un argentino, con lo expresivos y articulados que suelen ser, haya decidido no decir nada. “Para hablar están las historias”, responde Fernando, “pero en los reels perdía esa espontaneidad”.
Sin embargo, los primeros videos lo tenían explicando por qué cantar disminuye la ansiedad, o las razones por las cuales beber daña las cuerdas vocales. “Me extendía y tardaba un minuto 30″, explica. “Decidí no poner absolutamente nada y de última aprendí a fragmentar el sample. Aislo este pedazo y luego muestro de dónde sale”.
Que Fernando Castro abordara en aquellos primeros registros la relación entre la música, la ansiedad y el daño del consumo etílico, no era al azar.
Fernando es músico y también psiquiatra.
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Tribu tóxica se llama el grupo under del tío de Fernando, que lo introdujo al mundo del heavy metal. “Fueron teloneros de bandas conocidas como Almafuerte, Horcas y Pappo”, cuenta. “De hecho, cuando estaban a punto de irse de gira con él, fallece en ese accidente de tránsito”, apunta sobre el fatal atropello del 25 de febrero de 2005.
Fernando convivió “con todos esos héroes” desde la adolescencia mientras se consagraba a la guitarra. “Empecé con el heavy metal; después pasé por el rock, más tarde un poco de reggae y funk”. Entre los 17 y los 24 militó en bandas cada vez más consciente de que la vida del músico, a pesar de la intensidad del medio argentino, “es bastante difícil”.
Estudió bioquímica y luego se cambió a medicina para especializarse en psiquiatría. “Me toca atender a muchas de esas estrellas con problemas de ansiedad y consumo”, cuenta. “El músico de ese nivel tiene un montón de problemas y detrás hay un padecimiento horrible”.
Fernando pone como ejemplo el caso de Andrés Calamaro, condicionado a un acompañante terapéutico. “Y nadie habla de eso”, acota.
Estabilizado profesionalmente gracias a la psiquiatría, pretende volver a la música con nuevas canciones mejor armadas y presentadas, tras estudiar producción musical. A pesar de sentirse satisfecho en su trabajo -”tengo buenos resultados, doy altas, no me quedo con los pacientes eternamente”-, Fernando Castro prefiere la música.
“Me encanta el arte de curar”, dice, “pero me encantaría vivir de mis canciones”.
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De todas las cadenas que Fernando ha enlazado rastreando orígenes de afamadas composiciones, una de las más largas es la de La espada sagrada (1985) de Riff, cuya irrupción de guitarra y golpes de batería posee una larga genealogía que llega hasta The Moody Blues.
“A Riff lo tenía en mi cabeza y me di cuenta que un pedacito era igual a Iron Maiden”, relata. “Mucha gente me comentó que faltaban Riot y Accept. Empecé a investigar hasta dar con un post de hace 15 años, donde llegan a Rory Gallagher. Ahí mismo alguien decía que le robaron todo a Moody Blues”.
En el caso de Gustavo Cerati, con innumerables videos en distintas plataformas que apuntan sus sampleos e inspiraciones, Fernando Castro cree que hay una artesanía insoslayable. “Gustavo tenía capacidad de armar canciones de pedacitos de otras, hacer un collage”, explica. “Después hacía todo de manera orgánica, y creo que hay mucho talento detrás de eso. No es tan fácil sacar un pedazo de una canción, repetirlo en un loop y modificarlo. Lo que hacía él, Daft Punk, Beastie Boys, de tomar pedazos de canciones y armar una sola pieza, me parece que no es tan fácil”.