Antonia Torres y la literatura en dictadura: “La poesía era una forma de resistencia”

Andrea Torres
Santiago 09 de Agosto 2023 Entrevis a Antonia Torres , escritora. Foto: Juan Farias /La Tercera

En Libros marcados, su más reciente obra, la escritora valdiviana escarba entre recuerdos, diarios y anotaciones para sumergirse en la relación con su padre, el poeta Jorge Torres. Una conexión marcada por la escritura, las diferencias, la admiración y la muerte. En charla con Culto, Torres, también poeta, conversa sobre algunos pasajes de su nuevo libro, donde también aparecen escritores como Jorge Teillier o Pablo Neruda; además de revisar la brecha de género en el rubro y el rol de la poesía como ejercicio de memoria.


La bicicleta azul del padre. Un pequeño asiento metálico, soldado entre el sillín y el manubrio del vehículo. Los viajes en que recorrían las húmedas calles de Valdivia y un poema que encapsuló aquellos paseos para la posteridad. El paso del tiempo puede transformar lo cotidiano en un recuerdo excepcional. Y fue justamente en esa anécdota donde Antonia Torres, escritora y poeta valdiviana, encontró la escena perfecta para comenzar su más reciente libro.

Así es como parte Libros marcados (Random House), una serie de evocaciones y recuerdos que le permitieron a Torres reconstruir la historia que compartió con su padre, el poeta Jorge Torres, con sus altos y bajos. Con la admiración evocada por una figura que no solo era paterna, sino también literaria: un artista admirado por sus pares, amigo y colega de otras grandes plumas de las letras nacionales, como Jorge Teillier o Enrique Lihn. Pero también evitando su sombra, en un mundo que hasta hace no mucho tiempo parecía resistirse a la presencia de las mujeres.

Andrea Torres
Santiago 09 de Agosto 2023 Entrevis a Antonia Torres , escritora. Foto: Juan Farias /La Tercera

Para Torres, es difícil definir en qué momento comenzó la escritura de este libro. “De alguna manera, Libros marcados es la novela que no conseguí escribir con Las vocales del verano (2017), que comienzo con una escena de una hija que ha heredado los libros del padre”, confiesa la autora a Culto. “Está en tercera persona y el personaje es bastante menos parecido a mí, pero parte heredando estos libros que ya están marcados con sus comentarios, incluso con sus disentimientos sobre ellos. Y la hija hace una reflexión sobre que ella estaba en desacuerdo con el propio padre. Se produce como una especie de distancia intelectual y, en el fondo, representa un poco la autonomía literaria de la hija”, una anécdota basada en la propia experiencia con su padre.

Aquella novela terminó por derivar en otra historia, aunque sembró el germen de lo que Torres terminaría por escribir después. Pronto volvería ese impulso: “Estábamos acampando con mi marido en una playa solitaria y comencé a hablar del recuerdo de un poema de mi padre que se llama Los viajes, muy hermoso para mí, en lo personal, porque retrata una anécdota genuina que es andar en bicicleta por la ciudad en una época en que no estaba de moda, a fines de los 70. Me di cuenta que había ahí un gran comienzo, que era una buena escena para cualquier relato recordar el poema y las circunstancias de mi padre y yo en bicicleta, recorriendo Valdivia”, evoca Torres.

Algunos fragmentos del libro fueron redactados hace un par de años, aunque gran parte de los recuerdos que le dan forma ya estaban plasmados en diarios y cuadernos. Anotaciones fragmentarias que develan la temprana vocación de la autora con el ejercicio de la escritura, y que han permanecido en el tiempo.

Jorge Torres, poeta valdiviano.
Jorge Torres, poeta valdiviano.

- ¿Cómo recuerdas esa relación con la escritura durante tu infancia?

Era un ejercicio de imitación en alguna medida, porque el padre era escritor y estaba en su oficina escribiendo cartas a los amigos. Había, primero, una relación de imitación, pero también una consciencia muy fuerte a pesar de lo joven que era yo, de que esa era una manera de dejar registradas cosas que a mí me parecían importantes. Cuando digo en el libro que abro mi diario de vida de los 8 años es porque lo tengo todavía, literalmente.

Es fascinante porque uno va un poco escribiendo su propia vida. Es como el proyecto de toda escritura autobiográfica, que, en el fondo, no es solamente registrar, sino también producir tu propia vida a través de tu escritura. Siendo niña, terminé incluso fijando cosas y modos de ver el mundo porque así me lo propuse. Es como ser el ‘escultor’ de tu propia vida, por decirlo de una manera muy siútica. Y es bonito, porque es una posibilidad que tenemos los artistas.

- ¿Qué sensación te dejó ese ejercicio de volver a mirar la relación con tu padre, de excavar en los recuerdos?

Tiene lo bueno y lo malo de una figura muy protagónica. Un padre doblemente protagónico por ser hombre. Ya lo dice Freud y todas las teorías de género, es la ley del padre con la que uno funciona. La madre parece que estuviera restringida a lo íntimo, y el padre, en este caso, era padre, escritor y poeta y, además, un hombre público y más o menos político, que hacía teatro y una serie de otras cosas. Estoy muy marcada por la ley del padre, pero de una forma muy consciente, en el sentido de que fue una influencia que me afectó positiva y negativamente.

Porque te toca. Algo te mella en el espíritu. No es porque sí. Hay mucha ternura en el relato, pero también está el padre como una figura que te manda a callar, que te manda a acostar, que si uno se vuelve muy protagónica como hija te manda a la cama. Fue revisar esa relación, que yo la tenía bastante clara desde siempre con mi papá, porque teníamos un carácter parecido y porque habíamos optado por el mismo oficio, finalmente. No surgieron grandes sorpresas en ese proceso. Lo que sí es que curiosamente emergió también la figura de la madre como una oposición interesante, como esos polos que te complementan.

- Y tal como pasaba con la figura de la madre, ¿Sientes que, históricamente, se ha intentado relegar la literatura y la poesía femenina al espacio de lo íntimo?

Sí, creo que tienes razón. Es un reduccionismo decir ‘las mujeres van a hablarte de emociones, mundos íntimos y subjetividades, y los hombres van a hablarte de grandes procesos, los grandes temas, la evolución, la política, los temas en abstracto’. Me parece que no es así. Uno lee atentamente a muchas escritoras mujeres y sucede todo lo contrario. Elvira Hernández es un ejemplo de alguien que se ha ocupado de temas que no son precisamente el espacio de lo doméstico, por nombrar un caso chileno. Creo que ese es un sobre entendido, un mito. Y que está equivocado.

Irrumpir en un mundo masculino

No es un secreto para nadie que la literatura fue, por muchos años, un espacio intelectual predominantemente masculino. Ser mujer y escritora implicaba una experiencia muy distinta a la de los hombres, una sensación que se reafirma en varios pasajes del libro de Torres. Desde la ausencia de referentes femeninas en la poesía en gran parte de su infancia hasta la exclusión de las compañeras en ciertas instancias generadas por el taller literario escolar.

¿Ha mejorado el escenario para las mujeres en los últimos años? “Quisiera decir que sí, que creo que tenemos un espacio propiamente y legítimamente ganado”, desliza la escritora. “Pero lamentablemente después, en la realidad, te encuentras con que hay cosas que siguen funcionando de forma parecida, y que son, lamentablemente también, reproducidas por las propias mujeres. Eso lo he vivido yo en la academia, en el área de las humanidades, que es donde yo me muevo, y que uno podría pensar que son espacios más progresistas desde ese punto de vista, y no es así”, complementa Torres.

Andrea Torres
Santiago 09 de Agosto 2023 Entrevis a Antonia Torres , escritora. Foto: Juan Farias /La Tercera

Y agrega: “Es una especie de lucha permanente. Como la lucha de todos los excluidos. Los mapuche deben estar permanentemente en eso, no pueden descansarse. Para las minorías sexuales es lo mismo. A las mujeres también nos pasa. Ahora, lo que sí sucede es que con los años empieza a ser menos importante”.

Ese último punto tiene que ver con la forma en que la autora ha logrado sobreponerse a dicho escenario. “Ya prescindo más de los grupos. Me da lo mismo que un grupo de hombres me invite o no me invite a tomar con ellos después de un carrete, como se describe en una escena del libro. Me parece, de hecho, muy tonto de parte de ellos a esa edad, donde, por lo menos en relaciones heterosexuales, los hombres sólo quieren estar carreteando con mujeres. Y las mujeres con hombres. Es casi un gesto de torpeza”.

La omnipresencia de la muerte

Ya en la frase inicial del libro queda consignada su importancia: “El primero de nosotros en morir fue mi padre. Joven, y mucho antes que todo el resto”. Jorge Torres falleció a los 53, luego de convivir por muchos años con una enfermedad renal crónica. La muerte estaba allí, y el poeta lo sabía. Y no solo impregnó buena parte de su obra. También marcó la forma en que su familia se relacionaba con ella.

“En términos emocionales, el primer párrafo constata que es una voz que está hablando desde la muerte. Después vinimos yo, tu, él, nosotros. Hay algo ahí muy emocional con la idea de que la escritura tiene esa capacidad de hacernos parecer como si habláramos desde otro lado, incuso desde la propia muerte. El libro está marcado por esa sensación de condena a la que estamos todos condenados, que es desaparecer. También por esa resistencia al olvido y por esa recuperación de mi propia voz, y de la figura de mi padre imbricada en mi voz”, condensa la autora.

Andrea Torres
Santiago 09 de Agosto 2023 Entrevis a Antonia Torres , escritora. Foto: Juan Farias /La Tercera

- ¿Qué lecciones sobre la muerte conservas de tu padre? Tanto en lo personal como en lo literario

En lo personal, es una lección muy fuerte para cualquiera que pierde al papá muy joven. Yo me acerco a la edad que tenía mi padre cuando falleció de una enfermedad crónica. Y, en el fondo, eso también me ha hecho tomarle una especie de gusto muy intenso al momento, al presente, que era algo que mi padre practicaba mucho. Y mi madre también. Mi madre tiene 86 años y no tiene para cuándo morirse, ella sigue en ese mismo espíritu. Los dos fueron sujetos muy intensos, y mi madre lo sigue siendo. Ese aprendizaje es muy hermoso, entender que hay cosas o personas en las que no vale la pena perder el tiempo. Mi papá también era un tipo muy independiente, yo creo que le costó militar en un partido político, y por eso terminó auto marginado del partido de izquierda donde militó (PS). Criticaba mucho a sus compañeros de partido por ser mediocres intelectualmente, por ser oportunistas profesionalmente. Y militó cuando no había que militar, en la dictadura. Cuando era peligroso.

Efectivamente creo que la vida es muy corta. Y por eso no hay mucho tiempo que perder en pequeñeces, en vilezas y en personas. A mí me gusta mucho pasarla bien por lo mismo, por la consciencia de la muerte que tengo desde muy pequeña. Disfruto mucho la vida e intento pasarlo muy bien. Me gusta reírme, comer con los amigos, con la familia, amar. Fue una de las lecciones de mi padre.

- ¿Y cómo ha sido mirar a esa figura paterna desde la óptica adulta?

Cuando niña era muy raro, me preguntaba por qué este señor era tan importante si no tenía una profesión tan conspicua. Era profesor de colegio. No era una figura histórica ni mucho menos, pero parece que tenía un gran magnetismo y una gran influencia sobre estos escritores, sobre todo más jóvenes. Muchos de ellos hoy en día son académicos y poetas y escritores, y ocupan lugares vistosos en la literatura. Y que iban a nuestra casa a pedir un libro prestado, un consejo, a conversar de literatura. Lo encuentro hermoso, un poco folclórico, también, porque todo esto sucedió en provincia, en una ciudad pequeña donde tampoco pasaban tantas cosas culturalmente, pero me parece muy curioso.

Era alguien que no ocupaba un lugar de poder más que simbólico. No era alguien que dijeras ‘acércate porque te va a dar pega, o te va a hacer pasar el ramo’. No, era simplemente un consejo, la amistad. Me sorprende el valor simbólico que tuvo él, la impronta, la influencia, siendo además un tipo frágil en muchos sentidos. No tenía pega, fue exonerado, trabajaba media jornada en un colegio. Era una persona frágil en un sentido material y físico, y muy fuerte y significativo en otro.

Poesía y memoria

Toda esa infancia compartida con el padre está enmarcada en los años de la dictadura. Un contexto país que marcó profundamente a todas las expresiones artísticas, y donde la poesía jugó un rol fundamental, siempre al filo de lo de lo permitido, burlando la censura.

En Libros marcados, Torres narra el tras bambalinas de la presentación de uno de los trabajos más relevantes de su padre: Poemas encontrados y otros pretextos, “extraño y experimental”, según las mismas palabras de la escritora, y que recopilaba una serie de poemas excéntricos, fuera de la prosa tradicional que mezclaba recortes y frases en una lógica collage.

Hay una escuela privilegiada en cuanto a la función política de la poesía, pero que vaya más allá de lo contingente. En el fondo, es un libro que ha envejecido bien. Sigue siendo un texto que un historiador, un estudiante de arte, un estudiante de literatura o un sociólogo pueden revisar, porque es una fuente de archivo muy extraña, con perfil artístico. Esta idea del poema o del objeto artístico como un objeto encontrado, que el poema sea encontrado porque da cuenta de manera muy absurda y desgarradora de la realidad que se vivía en ese momento”, reflexiona Torres sobre aquella obra, que, a su vez, revela cómo se configuró la movida literaria durante el régimen.

Andrea Torres
Santiago 09 de Agosto 2023 Entrevis a Antonia Torres , escritora. Foto: Juan Farias /La Tercera

Para Torres, en tiempos de censura y prohibición “la poesía era una forma de resistencia. Fui criada en esa escuela y en esa confianza de la función política de la poesía en términos de testimonio, de articular una forma de discurso que pasaba de largo a la censura en ese momento. Creo que hay algo bien significativo en esa formación que tuve yo y muchos de los pares y amigos de mi padre, porque no es el único proyecto así”, señala la poeta.

Entre las otras obras que giraron en torno a esa energía, menciona textos como París, situación irregular y A partir de Manhattan de Enrique Lihn, o trabajos como los de Jorge Teillier o Gonzalo Millán. Todos, amigos de su padre. “Fueron maneras de mostrar que la poesía era una forma de guardar, por un lado, la memoria, y también de pensar y tomar distancia del absurdo y la tragedia de lo real y pensarlo desde un lenguaje ‘otro’. Y, por lo tanto, con otros resultados y otras conclusiones. Porque eso es la poesía, un lenguaje extraño, distinto. Un lenguaje Otro, con mayúscula. No es el tradicional”.

Algo que florece de una forma especialmente contingente cuando se cumplen 50 años del golpe de Estado. “Yo lamento que este gobierno no ha sabido liderar un relato de manera entusiasta, efectiva, y había muchas esperanzas puestas en eso”, dice Torres. Sobre los ánimos en torno a la memoria en la actualidad, la escritora cree que “tiene que ver con el aburrimiento que produce la reiteración del tema, pero es una manera muy errada de verlo porque es un tema que es infinito. En el fondo, la memoria traumática o la violencia, el autoritarismo, es una cosa que siempre se puede actualizar porque siempre está la amenaza. La amenaza del fascismo persiste, la amenaza de los totalitarismos persiste y, en el fondo, recordar eso nos hace estar alerta”.

Andrea Torres
Santiago 09 de Agosto 2023 Entrevis a Antonia Torres , escritora. Foto: Juan Farias /La Tercera

“Yo, sin ser víctima directa, fui una niña que creció en dictadura y eso me hace tener unas ciertas relaciones con montones de instituciones, con el poder, con el autoritarismo, que están marcadas por esa experiencia. Es necesario darles una vuelta a las memorias ‘otras’, que algo de eso hizo la narrativa chilena que se llamó la literatura de los hijos, donde está Zambra, la Ale Costamagna, Diego Zúñiga y otros, que le dieron un espacio a esa literatura de los hijos y no de los padres que vivieron directamente la dictadura. Pero hay muchas otras”, complementa Torres, relevando la importancia de buscar esos otros relatos que no han sido abordados.

“Hay tantas disidencias que todavía no conocemos lo suficiente y que también son formas de víctimas durante la dictadura. Sería interesante que eso alcanzara a pasar, tal vez ya no para los 50 años que se cumplen en un par de semanas más, sino que en la década que viene. Creo que los 40 años tuvo muchas más representaciones estéticas afortunadas que los 50 años del golpe”, concluye.

Libros marcados, de Antonia Torres (Random House)
Libros marcados, de Antonia Torres (Random House)

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.