Nirvana a 30 años de In Utero: cuando el éxito sabe amargo
Lanzado en septiembre de 1993, el tercer y último álbum de estudio de la banda los encontró en la encrucijada de responder a las presiones de la explosiva fama que alcanzaron con Nevermind. Junto a Charles Cross, el principal biógrafo de Kurt Cobain, revisamos algunas claves de un disco amargo y pesado en que el zurdo escribió sobre sus vivencias y demonios y tuvo en su esposa Courtney Love a una aliada. “Nirvana hizo lo que era casi impensable: hicieron un álbum mejor que Nevermind”, dice Cross
Era una extraña caja de seda y encaje en forma de corazón. Apenas la recibió en su casa de Olympia, la capital del estado de Washington, Kurt Cobain quedó flechado. En su interior contenía una pequeña muñeca de porcelana, una taza de té en miniatura, tres rosas secas y un puñado de conchas marinas recubiertas con goma laca de color naranja. Era un regalo de Courtney Love, la impetuosa y locuaz cantante de un grupo de rock alternativo en ascenso llamado Hole, que había conocido al líder de Nirvana apenas unos meses antes.
Antes de enviar la caja (que adquirió en una tienda de antigüedades), Courtney Love la frotó con su perfume. Un detalle que ilustró la evidente tensión sexual entre ambos. Aunque había más. Charles Cross, el biógrafo de Cobain, asegura que a él lo que más le llamó la atención fue la muñeca. Por entonces en su hogar tenía varias en una suerte de exhibición. Solía intervenirlas, les pintaba la cara y les pegaba cabello humano real; una muestra de su insaciable gusto por lo grotesco. Pero ese regalo rebotó en la siempre inquieta mente del zurdo. Años después, ya casado con Courtney, hizo del regalo una canción. La tituló Heart-Shaped Box y está incluida en In Utero (1993) el tercer y último álbum de estudio de Nirvana. “He estado encerrado dentro de tu caja en forma de corazón durante semanas”, dice en una línea, delatando que aquel gesto lo removió.
Lanzado hace 30 años, un 21 de septiembre, aquel amargo y pesado largaduración contenía varios pasajes de la vida de Cobain. No solo los amoríos y los regalos en la etapa del cortejo, también repasaba buena parte de lo que vivía por entonces. Tras un intenso noviazgo, se había casado con Courtney Love (a quien el círculo de Nirvana no soportaba) el 24 de febrero de 1992 en una extraña ceremonia en Hawaii. Él llegó ligeramente drogado, vistiendo un pijama, un collar de cuentas y un morral de lana guatemalteco. Ella, más diligente, se había ocupado en adquirir un vestido de seda. En esos días ya estaba embarazada de su única hija, Frances Bean Cobain, quien nació el 18 de agosto de ese año, sana y sin problemas, pese a que sus padres arrastraban un historial de abuso de drogas.
La experiencia de la paternidad marcó a Cobain. No había sido fácil. Apenas nacida Frances Bean, un artículo publicado en Vanity Fair insinuó que Courtney había consumido drogas durante el embarazo. Con ese texto como “prueba” el Departamento de Servicios Infantiles del Condado de Los Ángeles les cayó encima y les obligó a entregar la custodia de la bebé a una hermana de Courtney. Y aunque lograron recuperarla, el asunto golpeó su imagen pública. Más al sumar otros incidentes, como la denuncia de violencia doméstica por la que Kurt fue arrestado en junio de 1992. Pese a que se encontraron armas en la casa que compartían, finalmente Love no levantó cargos y todo quedó hasta ahí. Pero los demonios comenzaban a aflorar.
En esos meses, Cobain había comenzado a escribir canciones en las que se colaron las vivencias del matrimonio con Courtney. No solo compartían casa, cama y el cuidado de la bebé, sino además la escritura: cada uno leía y comentaba los textos del otro en un proceso de acompañamiento mutuo. Así surgieron temas como Milk It. “No necesito un anfitrión para vivir/nos alimentamos el uno del otro/podemos compartir nuestras endorfinas”, dice en una parte de la letra.
Ese turbulento presente generó suficiente material para In Utero. Así lo piensa Charles R. Cross, autor de Heavier than heaven: Kurt Cobain la biografía, uno de los buenos trabajos acerca del músico. “Creo que cada aspecto de la vida de Kurt afectó sus letras, y eso incluía a Courtney, su fama, su familia y, por supuesto, ser padre. Ciertamente, ser padre fue la mayor influencia en el concepto del álbum; por supuesto, incluso le dio su título al disco. Courtney era seria como letrista y su influencia en su propio trabajo inspiró a Kurt a tomar sus letras y sus canciones más en serio. Independientemente de lo que uno quiera pensar sobre Courtney, ella ayudó a mejorar el nivel de composición de Kurt al ser un ejemplo de alguien que se toma las letras en serio”.
No solo la experiencia de su propia paternidad remeció a Kurt. También le hizo reflexionar sobre el vínculo con su padre, Donald, un mecánico que trabajaba en empleos de poca monta y se había divorciado de su madre cuando él tenía 9 años. Pocas veces lograron conectarse. Él era el clásico redneck fanático del béisbol y los deportes, lo opuesto a su hijo, un muchacho sensible y con clara inclinación hacia las artes. A él le dedicó una línea en Serve the servants, la canción que abre el álbum In Utero. “Me esforcé mucho por tener un padre/ pero en lugar de eso tuve un papá/ sólo quiero que sepas que yo/ ya no te odio”.
Siempre evasivo en las entrevistas (y dependiendo de cómo anduviera de ánimo) Cobain pocas veces detalló la manera en que escribía sus canciones. En una nota para el New York Times, publicada en noviembre de 1993 -en la sección pop music-, señaló que en un cuaderno solía garabatear ideas, frases y poemas, eso sí, más aventurados que rigurosos en la métrica. “Se trata simplemente de hojear mis libros de poesía y decir: ‘Oh, hay una línea’ y escribirla. Eso es todo lo que hago. Ninguno de mis poemas es coherente en absoluto”, señaló en esa oportunidad.
“No tienen ningún tema. No se basan en nada. Es sólo un montón de galimatías. Quiero decir, trato de tener relaciones con algunas de las líneas, y hay muchos dobles significados. En cierto sentido, me identifico con algo, pero siempre está cambiando”, agregó con su habitual estilo.
La sombra de Nevermind
Kurt Cobain se inyectaba heroína con regularidad al menos desde 1991. Según dijo en alguna ocasión, para aliviar un fuerte dolor estomacal que lo acosó durante los últimos años de su vida. De hecho, en Pennyroyal Tea, uno de los cortes de In Utero, se refiere al té de poleo, un brebaje que en altas dosis puede provocar un aborto. Es decir, aborda la idea de limpiarse. “Estoy con leches calientes y laxantes/antiácidos con sabor a cereza/siéntate y bebe té pennyroyal/destilar la vida que hay dentro de mí”, dice en la letra.
Pero es probable que la adicción haya resultado una vía de escape para hacer frente a las presiones del éxito. De la noche a la mañana se había vuelto una estrella gracias al éxito descomunal de Nevermind (1991), el álbum que hizo de Nirvana, el grunge y las camisas leñeras un fenómeno global. Y de paso le dio una palada al rock de spray y shows grandilocuentes. Una amargura que de alguna forma se traza en las primeras líneas de Serve the servants, con un evidente guiño a Smells like teen spirit. “La angustia adolescente me ha servido bien/ahora estoy viejo y aburrido”.
De alguna forma, la alta exposición lo removió. Es cierto que él buscaba el reconocimiento como un obseso, pero encontrarse de pronto en el mainstream, junto a figuras pop, fue algo difícil de absorber. “Fue tan rápido y explosivo”, le dijo a Rolling Stone en enero de 1994. “No sabía cómo afrontarlo. Si hubiera un curso Rock Star 101, me hubiera gustado realizarlo. Podría haberme ayudado”.
Por eso es que cualquier paso era escrutado con atención por el medio. “Ciertamente, In Utero fue creado bajo presión, pero después de Nevermind, todo lo que hizo Nirvana fue en una olla a presión”, apunta Charles Cross. “A pesar de todo eso, el álbum en sí se elaboró con relativa rapidez en lo que respecta a la grabación. Algunas de estas canciones Kurt había estado dando vueltas durante algún tiempo, y algunas fueron escritas en partes antes de su fama (NdR: el caso de Rape me). Así que creo que se puede leer demasiado en la idea de la ‘presión’ que tenían. Por supuesto, hubo presión incluso para Nevermind”.
En la época existía alguna expectativa. Con su sonido expansivo y radiable, Nevermind había dejado una imagen más accesible del rock alternativo. Pero el paso siguiente debía ser otro. “La sensación es que iba a ser un disco amargo, enrollado”, recuerda Fernando Mujica, conductor de Radio Sonar que vivió en tiempo real el auge de Nirvana en los primeros años noventa. “Eso era porque se notaba que estos cabros de camisas de franela eran la pantalla de una escena mucho más dura, en que estaban sellos como Alternative Tentacles o Sub Pop. Eran parte de una cultura underground que ya había sido exitosa en Estados Unidos. Creo que en In Utero, lo que quiso hacer Nirvana es decirle a la gente: ‘nosotros no somos solo Smells like teen spirit’. Por eso el disco tuvo una vuelta y uno entendía que Nirvana no podía repetir el Nevermind, claramente iban a hacer algo mucho más sucio”.
El trabajo de producción musical de In Utero estuvo a cargo de Steve Albini, un músico con suficientes credenciales en el rock alternativo por sus proyectos como Big Black, que ya había trabajado con Pixies en el fundamental Surfer Rosa (1988). Fiel a su método de registrar a las bandas sonando en directo, Albini le dio al álbum una textura mucho más cruda que la de Nevermind. Pero la presión comercial hizo que al menos los temas que pintaban para sencillos, fuesen mezclados por Scott Litt para hacerlos al menos algo más radiables. “Albini es un personaje complejo, llevado a sus ideas, quizás no le dio todo lo que quiso a Cobain. Y en la gran industria discográfica se necesita recuperar la plata que se invirtió, que no es poca”, apunta Mujica.
Pese a su sonido más áspero y decididamente menos accesible, el disco tuvo una buena recepción de crítica. El célebre crítico de Rolling Stone, David Frincke, escribió: “En In Utero hay muchas cosas: brillantes, corrosivas, enfurecidas y reflexivas, la mayoría de ellas a la vez. Pero más que nada, es un triunfo de la voluntad”. Le dio cuatro estrellas y media, de cinco posibles. Si bien, no alcanzó las descomunales cifras de venta de Nevermind, debutó en el número 1 del Billboard 200.
Charles Cross piensa que este trabajo es la cumbre de Nirvana. “Mi álbum favorito de Nirvana es una cuestión diferente a decir que sea el mejor. Pero como crítico, tengo que decir que In Utero sin duda representa sus mejores canciones y el mayor logro de Kurt como compositor. La reacción hacia el álbum fue casi universalmente positiva. Por supuesto, hubo controversia sobre el sonido, la remezcla y varios otros aspectos del lanzamiento del álbum, pero nada de eso disminuyó sus logros. Nirvana hizo lo que era casi impensable: hicieron un álbum mejor que Nevermind”.
Pero Fernando Mujica ofrece un contrapunto. “No, yo no creo que sea su mejor disco, ese es Nevermind. A mí me gusta mucho el primero, Bleach (1989), pero Nevermind es un cancionero perfecto. Lo que pasa es que en In Utero se les nota que están enojados con todo, como que se están yendo al carajo, sintoniza perfecto si andas medio apestado con la vida”.
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