Julio Rojas, escritor: “Estamos viviendo en un mundo de ciencia ficción. Es el nuevo realismo”
En Freeland, su más reciente novela, el autor aborda la vida de un joven que habita en un país totalitario, completamente aislado del resto del mundo. Las cosas se complican cuando, a raíz de una tarea escolar, el muchacho pone en duda una de las “verdades” que sustentan al régimen: la Tierra, al contrario de lo que le quieren hacer creer, no es plana. En charla con Culto, el cerebro del podcast Caso 63 se refiere a la creación del libro, además de analizar la vigencia y valor de géneros como la distopía y la ciencia ficción.
¿Qué pasaría si hoy, tras varios siglos de avances científicos que demuestran la forma esférica de nuestro planeta, algún presidente del mundo asegurara que la Tierra es plana? Eso es lo que sucedió en Freeland, una nación totalitaria donde todos los habitantes creen en el terraplanismo como una “verdad sagrada y única”, consideran las vacunas como un procedimiento bárbaro, y le rezan a Noel, un dios que viaja en trineo y reparte regalos cada 25 de diciembre.
Sus habitantes están completamente aislados del resto del mundo. Las autoridades les han hecho creer que los países vecinos son prácticamente salvajes y que lo mejor es reducir el contacto con el exterior. Aun así, hay algunos rebeldes decididos a no seguir a la masa. Y cuando se trata de jóvenes disidentes, su destino es un reformatorio que busca lograr su reinserción.
En Freeland (Editorial Planeta), la más reciente novela del escritor y guionista Julio Rojas, conocemos el diario de uno de ellos. Un adolescente que, a través de un sencillo experimento escolar, se atrevió a demostrar la redondez de la tierra. Para Rojas, también creador del exitoso podcast Caso 63, que incluso contó con una adaptación estadounidense protagonizada por Julianne Moore y Oscar Isaac, lo sucedido durante la pandemia –con la desconfianza hacia la ciencia y las conspiraciones sobre su origen– fue una gran fuente de inspiración.
“Pensé que, del 2000 para adelante, íbamos a ser una sociedad como nos había enseñado la ciencia ficción: súper tecnológica, también muy sabia en cuanto al manejo de la tecnología y la ciencia, y que los problemas iban a venir por otro lado. Pero nunca pensé que estaríamos en regresión”, cuenta Rojas a Culto a través de la pantalla. “Fue entonces que dije: ‘voy a escribir una novela sobre una distopía súper estúpida, porque nos dirigimos hacia eso’”.
Aunque se trata de una ficción, Rojas no descartaría la posibilidad de que creencias como las que basan el régimen donde transcurre la novela tomen más fuerza. “Existe una relación entre la filosofía y el territorio. Cuando vuelve al mundo el tema terraplanista, básicamente lo que se está diciendo es ‘nosotros estamos en un centro plano y hay bordes en los que te puedes caer’, y se remodela el pensamiento de una manera que pareciera responder al sentido común, porque de verdad no es fácil ver la curva de la Tierra”, señala el escritor.
“Aquí viene una paradoja gigante, y es que, a veces, las cosas más simples parecieran ser las correctas, a pesar de que no lo sean”, afirma Rojas. “Sin embargo, es muy fácil que emerjan liderazgos basados en lo que nos dice el sentido común. Y revestidos de una suerte de pensamiento mágico, porque la ciencia puede ser más compleja y más difícil de explicar”.
Sobre eso, su visión es que, “en civilizaciones más ignorantes en cuanto a la ciencia, es muy fácil que asuman liderazgos de oscuridad. Por eso, frente a la pregunta sobre si es posible que, en un futuro, un futuro distópico, creamos que el mundo es plano, que los dinosaurios nunca existieron y que hay que condenar, por ejemplo, las vacunas, la respuesta es por supuesto que sí. Solamente hay que dar tiempo y un poco de espectáculo y lo tenemos”.
Freeland y las virtudes del libro como formato
En su experiencia como creador de historias, Rojas ha podido trabajar en diversos formatos. Desde el audiovisual, desempeñándose como guionista en películas y series como La memoria del agua y La jauría, hasta su incursión en la audioserie y el libro.
“Cada historia tiene su propio territorio donde puedes llevar a la máxima posibilidad lo que quieres transmitir. La situación de estar en una sala de cine viendo una película durante dos horas de tu vida puede ser súper poderosa, y hay historias que son así, que la visualidad de eso entra en una sala de cine. Lo mismo pasa con la audioserie, que tiene que ver con el hecho de cerrar los ojos y visualizar todo en tu cabeza, en 4D, una herramienta de comunicación ancestral de la historia humana que me encanta, que vuelve y me fascina. Genera un nivel de adhesión y de conexión emocional feroz”, reflexiona sobre las diversas narrativas.
Y entre todas ellas, destaca especialmente al libro. “Una audioserie finalmente son 14 minutos, una película son dos horas. Pero un libro te acompaña un poco más de tiempo, y es una experiencia súper poderosa de transmisión de cultura y reflexión. Para mí, en el mundo de la reflexión de ciencia ficción, me queda mucho más cómodo un libro”.
Aun así, el odontólogo de profesión confiesa que el proceso de escritura de su última novela no fue del todo sencillo. “Para mí, Freeland fue muy complicado. Mi primer libro era bastante extenso y tenía mucho desarrollo de ciencia y de odontología forense. Era un dentista forense en Valparaíso, con mucha historia. Me demoré como cuatro años en terminarlo. Pero este fue muy complicado porque me tuve que poner en los zapatos de alguien, un joven, de un universo distópico. Uno como guionista quiere que el personaje tenga teorías súper cool y poner en sus reflexiones ciertas maneras que uno tiene de ver el mundo, pero era imposible acá, porque es alguien que estaba sensorialmente capturado en una trampa completa. Había que trabajar sobre la incapacidad de comprender el mundo, y eso fue muy difícil para mí”.
Dentro de esa construcción de un mundo distópico, otra de las complejidades estuvo en la recreación del noticiario del régimen. Una herramienta que para Rojas era fundamental para comprender el funcionamiento interno del país. “Yo viví escuchar en Chile sesenta minutos de alabanzas al régimen, noticia tras noticia, que uno ve ahora y comprende lo ridículo. Lo mismo pasa cuando veo, por ejemplo, la Mesa Redonda informativa en Cuba, cuando hice un par de clases ahí. Quizás lo que más me costó hacer en la construcción de Freeland fue el noticiario, qué contaban en el día a día. Porque finalmente es la radiografía de lo que quieren meterte en la cabeza”.
La distopía, más vigente que nunca
La relación de Rojas con la ciencia ficción es de larga data. Asimov, Philip K. Dick y Borges figuran como algunos de sus referentes en el género. Y por supuesto que también están presentes los filmes clásicos, como Blade Runner, Gattaca: experimento genético y Terminator.
Pero más allá de su gusto personal, Rojas reconoce en la ciencia ficción y las distopías una herramienta de reflexión muy poderosa, que hoy se vuelve más contingente que nunca. “Es como cuando alguien que lee un manual de enfermedades para poder comprender su propia situación. Estamos hablando de que una novela distópica, o ver cine distópico, genera claves del pensamiento. Si naces mirando y leyendo distopías puedes tener una mirada crítica a la realidad. Puedes observar ciertos síntomas y signos que indican que estamos por lo menos en una pre-distopía, donde todo puede alterarse, y las cosas que parece que están bastante sólidas se pueden derrumbar”, manifiesta el autor.
“Las distopías son súper paranoicas. Las hay complejas, por supuesto, y hay otras súper absurdas. Uno quisiera esperar que, si vas a caer en una distopía, te atrapen en una súper compleja. Pero pareciera que va más hacia la distopía reality, a la distopía show, simplista, hasta un poco ingenua. Y porque los líderes, los que manejan las distopías, son ingenuos. Hay una especie de caída, del derrumbe de la razón, y una especie de ascenso de las teocracias estúpidas”, agrega Rojas.
Recalca que estamos en una suerte de “edad de oro de la ciencia ficción porque estamos viviendo en un mundo de ciencia ficción. Es el nuevo realismo”. Y que muchas películas del género debieron ser creadas en estos años: “Hay cine que debió ser expuesto en esta época, en este momento, y no antes. Porque en este momento es cuando necesitamos comprender realmente la tensión entre artificial y humano, entre clones y personas, entre Gattaca y nuestra relación con el poder desde los genes, por ejemplo. O también la transición entre la inteligencia artificial y nuestro destino como humanidad como en Terminator. Son historias que llegaron muy antes”.
Inteligencia artificial, una discusión pendiente
La discusión sobre los límites de la inteligencia artificial es un tema que ha ocupado a varios sectores de las artes. Entre ellos, a los guionistas y actores de Hollywood que se mantienen en huelga, preocupados por el uso de esta herramienta en desmedro del trabajo humano.
Rojas comprende el malestar de la industria cinematográfica. Sin embargo, recalca que la discusión en torno a la IA debería incumbirnos a todos. “Tanto los guionistas como los actores son súper adelantados en detectar el peligro inminente de esta tecnología, porque todos deberíamos estar en huelga. Los traductores deberían estar en la calle también, los profesores, en realidad todas las profesiones. Ese es el gran tema. Esto no impacta solo al gremio de guionistas y de actores, impacta a la civilización completa”, afirma.
“Y es muy feroz, porque no estamos hablando de la electricidad o el vapor. No estamos hablando de una máquina que hace tejidos. Estamos hablando de un cambio completo de la filosofía, de nuestra relación con el universo, porque toda nuestra experiencia de vida y de todas las civilizaciones se fundamentan en que una especie del reino animal, llamado el ser humano, puede tener control sobre el entorno, para bien y para mal, donde somos el único agente operativo en el universo. Y de repente aparece en el barrio otro agente inteligente, una inteligencia diferente, súper lógica, que no va a cometer errores, que se alimentó de nosotros, de todo nuestro idioma, nuestras relaciones. Hicimos una cosa llamada internet, que pensamos que era para nosotros, y fue ocupada para entrenar a alguien más, y por lo tanto ahora sabe mucho más que nosotros. Eso nos debería preocupar muchísimo”, reflexiona el escritor.
Y agrega: “No es justo que alguien que no ha dedicado su vida, por ejemplo, a escribir guiones, venga y le pida a una inteligencia artificial que haga una película y que gane un Oscar. Y que no haya intervención humana ahí. Son discusiones filosóficas gigantes. Ahora, no podemos detener esto. Ese es el tema. No podemos devolver el genio a la botella, ya salió y tenemos que surfear esta ola. Creo que el error sería ir contra ellos. El grito de lucha no es ‘detengan la inteligencia artificial’. Es cómo se regula, cuál es la interacción humana y cuáles son los sellos, así como en los alimentos. ¿Esto es 100% humano? ¿Es 100% artificial? Y uno toma la decisión de si va a comprar un libro humano o artificial. Eso es lo que viene”.
Rojas, que ya ha trabajado con IA en la creación de un guion, considera que “lo más terrorífico es que construimos una máquina que imita a la perfección todo. Hay muchas series de ciencia ficción, desde Star Trek en adelante, que ponen en tensión eso, qué es y que no es humano. ¿Las emociones son humanas? ¿El dolor es humano? ¿La falla es humana? Nada, todo lo va a copiar. Es obvio que es solamente detectar qué es lo que consideramos humano para imitarlo. Estamos frente a una especie de psicópata de emociones porque, en el fondo, al igual que el psicópata que finge una emoción para mantener una relación tóxica, una inteligencia artificial va a fingir perfectamente lo que necesites escuchar para mantener una relación de empatía con el ser humano. Y estamos hablando en 20 años más. La buena y la mala noticia es que todas estas interrogantes las vamos a ver en este tramo de vida. No va a ser en cuatro generaciones más”.
- ¿Y qué podemos hacer para tomar más consciencia sobre esto?
Hay algo que yo llamo el umbral de curiosidad, que tiene que ver con la forma en que nos impresionamos con las cosas. Hasta que, luego, la vida te empieza a llevar por el torbellino cotidiano y empieza la usabilidad, donde te dejas de preguntar. Y cuando eso pasa, ya estás dentro. Ya todo el mundo está usando Chat GPT-4 para miles de cosas. Ya dejó de preguntarse por los límites, la discusión ética, qué va a pasar con esto. No, ya estamos ocupándolo.
Es como si en Oppenheimer a todos nosotros nos hubieran pasado el poder de una bomba nuclear y luego dejáramos de pensar en eso. En el mundo nuclear, aunque fue un desastre porque estamos llenos de armas nucleares, a lo menos hubo una gran toma de consciencia del mundo científico al respecto. Se escribieron cartas y cosas, pero ahora todo está manejado a través de industrias. Por lo tanto, la academia, los grandes círculos científicos están fuera de la discusión, y eso es muy peligroso.
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