El Conde: la historia de la serie que no fue
El décimo largometraje de Pablo Larraín, premiado en Venecia y foco de una acalorada discusión desde que debutó en el catálogo de Netflix, fue pensado originalmente como una miniserie. Un formato en el que el cineasta ya tenía experiencia gracias a Lisey’s Story, (2021), producción basada en la novela homónima de Stephen King. Así es como su idea de un Augusto Pinochet vampiro terminó transformándose en una película.
A fines de agosto, El Conde tuvo su estreno mundial en el 80° Festival de Venecia, instancia en la que Pablo Larraín y Guillermo Calderón fueron distinguidos con el galardón a Mejor guión, según determinó el jurado presidido por el director Damien Chazelle (La la land). Luego de competir en cuatro ocasiones previas en el encuentro italiano (2010, 2016, 2019, 2021), para Larraín la estatuilla significó su primer reconocimiento otorgado por el jurado del certamen cinematográfico más antiguo del mundo.
El premio también representó en particular un espaldarazo al texto que sostiene el décimo largometraje de su filmografía, una oscura sátira que plantea que Augusto Pinochet es un vampiro de 250 años –interpretado por Jaime Vadell– que estuvo en la Revolución Francesa y hoy vive aislado en el extremo sur de Chile pese a su deseo por morir. Acompañado de su esposa (Gloria Münchmeyer), su mayordomo (Alfredo Castro) y cinco hijos, recibe la visita de una monja (Paula Luchsinger) que agitará las aguas de su presente.
El proyecto responde a una obsesión que ha acompañado al cineasta nacional durante años: visualizar al dictador como una figura que no deja de circular por la historia del país. “Para mí empezó con la imagen de Pinochet usando su capa. Durante la pandemia llamé periódicamente al guionista Guillermo Calderón y la historia empezó a desarrollarse”, explicó recientemente a la revista neerlandesa Filmkrant.
Tras escribir en solitario el guión de Neruda (2016) y ser una de las plumas detrás de El club (2015) y Ema (2019), Calderón ya se había transformado en uno de los colaboradores más cercanos de Larraín, alguien en quien confía a ciegas al momento de dar vida a algunas de sus historias más personales. De hecho, durante su discurso de agradecimiento en Venecia, lo llamó “un genio y un hombre muy generoso. Nuestra colaboración ha sido esencial”.
Años antes de ese hito, juntos comenzaron a trabajar en los pilares de una miniserie que tentativamente tendría a Jaime Vadell en el rol de un Pinochet vampiro y a Gloria Münchmeyer en el papel de su esposa, Lucía Hiriart. Con esa premisa definida, no tardaron en contactar a Netflix, una vía de comunicación abierta debido a la consolidación de la productora Fábula en la industria audiovisual y al reconocimiento internacional del cineasta.
Siempre en dupla con Juan de Dios Larraín, su hermano y productor, el realizador de Tony Manero (2008) sostuvo conversaciones con Francisco “Paco” Ramos, vicepresidente de Contenidos de Netflix para Latinoamérica y miembro de la compañía desde 2017. El mismo ejecutivo que, por cierto, dio su aprobación a Ardiente paciencia (2022), el largometraje producido por Fabula, dirigido por Rodrigo Sepúlveda y escrito por Calderón a partir de la exitosa novela de Antonio Skármeta.
La propuesta de un Pinochet chupasangre encontró una acogida favorable en Ramos, pero vino acompañada de una sugerencia que finalmente sería determinante. “‘¿Por qué no haces una película?’. Yo le dije que pensé que buscaban televisión. Él dijo: ‘No, nosotros hacemos de todo. Y esto es mejor para una película’”, recordó Larraín en entrevista con Deadline, junto con detallar que con Calderón “escribimos el primer episodio para un potencial piloto de una serie de cuatro o cinco episodios”.
Tras ese cambio de trayectoria, el proyecto se convirtió en un largometraje, el primero del cineasta junto al servicio de streaming que en los últimos años también ha respaldado películas de Martin Scorsese, David Fincher, Jane Campion y Paolo Sorrentino. En ese momento comenzó la creación del guión del filme y posteriormente se desarrolló el proceso de casting, la búsqueda de locaciones y el fichaje de los líderes de las diferentes áreas de la cinta.
Advirtiendo que la versión seriada no existe, El Conde de alguna manera siguió un curso opuesto al de No (2012) y Neruda (2016): cintas que debutaron en las salas como largometrajes –ambas se estrenaron en el Festival de Cannes– y luego llegaron a la televisión (en 2014 y 2017, respectivamente) transformadas como miniseries, un formato al que fueron adaptadas debido a que habían sido proyectos ganadores del Fondo CNTV.
Aunque Larraín ha enfocado su carrera en el cine, no deja de tener sentido que en ocasiones piense en la televisión, en capítulos y no en la pantalla grande.
Sin ir más lejos, durante la pandemia finalizó su labor en su primera miniserie en el extranjero: Lisey’s story (2021), producción de ocho episodios de Apple TV+ basada en la novela de Stephen King y escrita para el streaming por el mismo autor estadounidense. Una vez que las condiciones sanitarias lo permitieron, las filmaciones de esa ficción –suspendidas por el Covid– se reanudaron en Nueva York junto a Julianne Moore, Clive Owen y el resto del elenco. Por ahora, el responsable de Post mortem (2010) no volverá a ese formato en el corto plazo, porque su siguiente rodaje será una película biográfica sobre Maria Callas, con Angelina Jolie en el papel principal.
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