La traumática experiencia de Sinéad O’Connor en el internado de monjas Las Lavanderías de las Magdalenas
Se acaba de estrenar en Inglaterra -en el final de una serie de la BBC- una canción inédita de la fallecida artista irlandesa, la que retrata su complejo paso por la institución católica. Aunque en el lugar supo de castigos y malos tratos hacia las mujeres, también pudo cultivar su vínculo con la música.
Por un lado, su huella musical y creativa. Por el otro, su discurso contra los abusos de la Iglesia Católica que terminaron por aislarla de la industria del entretenimiento, aunque el tiempo el dio toda la razón.
Esos dos mundos que definieron a Sinéad O’Connor, la artista fallecida el pasado 26 de julio, parecen confluir en un sencillo inédito estrenado este fin de semana en Inglaterra. Se trata de The Magdalene song, aparecido en el final de la serie de la BBC de corte religioso The woman in the wall. Precisamente en el desenlace de la producción aparece el tema póstumo que tiene a la irlandesa en su voz y composición.
Ahí, O’Connor canta sobre el dolor de perder a su hijo y repasa su propia experiencia cuando a los 15 años pasó por la institución Lavanderías de las Magdalenas, un sistema de asilos dirigidos por monjas católicas en Irlanda donde llegaban mujeres que se consideraban “descarriadas” o “perdidas”, desde madres solteras hasta quinceañeras conflictivas.
Al referirse a la canción, el productor David Holmes, que produjo a O’Connor en sus últimos años, dijo a The Guardian: “La primera mitad del tema es completamente desgarradora, y la segunda mitad es puro desafío. Eliminé la instrumentación para dejar solo la voz de Sinéad, y luego dejé que toda la potencia entrara en la segunda mitad. Es increíble cómo el significado de la canción se unió a esta historia. Estaba destinado a ser. Hay cierta magia cuando le pones música a una historia emotiva”.
El drama televisivo es protagonizado por Ruth Wilson y detalla el impacto de los déspotas regímenes que prevalecen en los orfanatos católicos en Irlanda, sobre todo a la hora de tratar a niñas y mujeres, funcionando muchas veces como campos de trabajo religiosos.
“Sinéad autorizó el uso de la pista incluso antes de que comenzaran a filmar, y cuando los productores la escucharon, se sorprendieron de tener algo tan fuerte. Todos sentimos que el único lugar al que esto puede llegar es al final de la serie”, sigue Holmes.
“Creo que en la letra, Sinéad intentaba decir que, aunque había pasado por una gran crisis, eso no le impediría ser quien quería ser. Ella nunca habló realmente sobre el significado de sus canciones. Solía bromear diciendo que a menudo le decía a la gente que sus canciones trataban de algo completamente diferente a lo que trataban”, explica el ejecutivo.
Desde 2018, Holmes había estado trabajando en el undécimo álbum de la voz de The emperor’s new clothes. Ahí, la intérprete le mostró numerosas canciones nuevas que formarían parte de su próxima etapa discográfica. Cuando la productora de The woman in the wall, Susan Breen, le dijo que era fan de O’Connor, a Holmes se le prendió la idea: ocupar el tema The Magdalene song, que formaba parte de ese grupo de tracks, para el punto cúlmine de una serie que precisamente abordaba las polémicas del universo católico. Por lo mismo, convencer a la cantante le costó poco y nada.
“Le dije a Sinéad que el guión no se parecía a nada que nadie hubiera hecho sobre el tema y que contaba con Ruth Wilson, una de las mejores actrices del mundo. Sinéad dijo: ‘Te creo. Dales The Magdalene song’”.
Naturalmente, Sinéad trazó un trayecto inmediato a su pasado.
Reglas y castigos
Nacida como Sinéad Marie Bernadette O’Connor el 8 de diciembre de 1966 en Dublín, la futura intérprete sufrió el divorcio de sus padres cuando tenía ocho años. Se fue a vivir con su madre, momento en que, según ha contado en entrevistas y biografías, fue víctima de abusos físicos y psicológicos. La canción Fire on Babylon asoma como testimonio de esas heridas irremediables.
En 1979, en plena adolescencia, dejó a su madre para irse a vivir con su padre. Pero su comportamiento era oscilante y el rendimiento en el colegio era menos que regular. De hecho, por esa misma fecha, la atraparon robando en un supermercado, por lo que la enviaron por 18 meses a uno de los asilos de las Magdalenas, el Centro de Capacitación de Grianan, situado en la localidad de Drumcondra.
Ahí, miró de frente ambos costados de la realidad: la férrea disciplina de las monjas que dirigían el lugar, aunque también por primera vez se sintió con cierta tranquilidad para desarrollar habilidades como la escritura y la música. Eso sí, no se escapó de los castigos a los que sometían a quienes no acataban las reglas. “Si te portabas mal, te enviaban arriba a dormir en la residencia de ancianos. Estabas allí, en la oscuridad total, podías oler la mierda, el vómito y todo aquello, y escuchar como esas ancianas gemían en sus sueños. Nunca había experimentado, y probablemente nunca experimentaré, tal pánico, terror y agonía”, comentó en una entrevista de 1990 con Spin.
En otros casos, el castigo consistía en obligar a las involucradas a estar encerradas durante tres días en una celda minúscula, sin cama ni colchón.
También vio los malos tratos hacia compañeras que, por ejemplos, eran madres solteras. “Una mañana me desperté y oí a mi amiga gritar. Y salí corriendo de mi cubículo y la vi rodeada de dos o tres monjas. No recuerdo bien cuántas. Le arrancaron el bebé de los brazos a mi amiga. Fue muy cruel”, aseveró en 2013.
En efecto, las llamadas Lavanderías de Magdalena –que funcionaron entre el siglo XVIII y principios de los años 90- recibían a mujeres que no respondían a los cánones aceptados por la época, como niñas víctimas de abuso, aquellas que habían perdido su virginidad antes del matrimonio, otras que habían sido expulsadas de sus casas, mujeres violadas o trabajadoras sexuales. A gran parte de ellas se les obligaba a realizar trabajos sin remuneración, como hacer costuras o lavar ropas: de ahí viene su nombre. Además, se les inculcaba una disciplina que incluía una educación estricta y no tener una vida personal demasiado desarrollada. Una cronología elemental que dictaba despertarse, trabajar, comer y dormir.
Había excepciones muy puntuales. Pese a que O’Connor también vivió el lado oscuro de la entidad, se le permitió ir a un colegio externo y la dejaban practicar música durante las tardes. Ahí, una monja que la había escuchado cantando Evergreen, de Barbra Streisand, le regaló una guitarra y la contactó con su hermano, Paul Byrne, baterista de la banda In Tua Nua. Con ellos grabó una pieza llamada Take my hand, pero el proyecto no prosperó: argumentaron que era demasiado joven para tener una carrera profesional.
Pese a ello, la mujer que inmortalizó Nothing compares to you nunca se olvidó de su experiencia en Las Magdalenas. “No éramos mujeres, sino que niños y niñas. Y estas niñas lloraban todos los días. Nunca hubo rehabilitación, nunca hubo terapia”, recordó en 2012 para The Irish Sun, aludiendo a que nunca le sirvió de mucho –ni a ella ni a sus cercanas- su estadía en la inflexible institución.
La revelación
Por lo mismo, la cantante ha alzado la voz cada vez que se han revelado nuevos antecedentes del lugar. Por ejemplo, en 1993 se descubrieron tumbas sin marcar con 155 cadáveres en los terrenos de convento de una de las lavanderías en el norte de Dublín. A partir de ahí aparecieron las primeras denuncias en los medios de comunicación. Muchos de esos cadáveres eran bebés de madres que llegaban al orfanato y daban a luz, pero sus hijos corrían un destino brutal.
En 2013 se emitió una disculpa estatal formal y el gobierno irlandés arregló una compensación por 50 millones de libras para las sobrevivientes. Una comisión encabezada por el senador irlandés Martin McAleese, un antiguo miembro del senado irlandés y devoto católico, informó que la mitad de las internas llegaron a trabajar en las lavanderías con menos de 23 años y que más de 4.000 pasaron más de un año encerradas en ellas.
Los investigadores del grupo de presión Magdalene Names Project indicaron a la BBC que, según su investigación centrada en un período de 10 años -de 1954 a 1964- en la lavandería High Park, la mayoría de las mujeres pasaron al menos ocho años en cautiverio.
El diario The Irish Examiner, que ha investigado las finanzas de las órdenes religiosas involucradas en la administración de las lavanderías, señala que en 2012 sus activos eran de US$1.900 millones.
La fortuna de las monjas incomodó no sólo a las sobrevivientes, quienes sienten que fueron explotadas injustamente, sino también cada vez más a los contribuyentes irlandeses.
A pesar de las carencias del informe McAleese, el gobierno irlandés se excusó por el sufrimiento de las mujeres y nombró a un respetado juez para implementar un sistema de compensación, en el que las religiosas se negaron a contribuir.
Como si el círculo se cerrara de una vez, David Holmes, el hombre tras The woman in the wall, dijo que el personaje central del drama, Lorna, interpretado por Ruth Wilson, le recuerda a Sinéad O’Connor. “Lo que más lamento es que Sinéad no esté aquí para ver la serie”, dijo. “Ella habría estado orgullosa. Algunas personas han criticado el humor negro del guión, pero al crecer en Belfast he visto el humor negro que la gente usa para salir adelante”.
Después, remató: “Es una locura que la última lavandería cerrara en los años 90. Esas chicas estaban siendo torturadas. Nunca he podido entender la maldad colectiva de esas monjas”.
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