Premio Nobel de Literatura: los desconocidos premiados del siglo XXI y los favoritos de las casas de apuestas para 2023
Nombres como el tanzano Abdulrazak Gurnah, el sueco Tomas Tranströmer o la británica Doris Lessing, no eran grandes conocidos del público una vez galardonados con el máximo premio literario de orbe, cuyas deliberaciones se mantienen en estricta reserva. De naturaleza académica, siempre ha corrido al costado de los gustos masivos del público. Acá revisamos aquellos nombres menos reconocibles, y hacemos una mirada a cómo las casas de apuestas le han tomado el pulso al Nobel 2023, en que incluso ha sonado el autor de Anteparaíso.
Es por lejos, el premio más impredecible del Planeta Tierra, por lo mismo quizás es llamativo. Desde 1901, año en que se entregó por primera vez, el Premio Nobel de Literatura ha sorprendido con autoras y autores que no siempre son los más reconocibles para el gran público. De hecho, el primer ganador fue el poeta y ensayista francés Sully Prudhomme, un nombre que se ha perdido en la noche de los tiempos y que hoy día escasamente se encuentra en librerías.
Limitando el análisis al siglo XXI, el galardón entregado por la academia sueca ha sorprendido con nombres inesperados, prueba de su carácter estrictamente académico y que no siempre toca la misma tecla que el gusto masivo. Por ello es que nunca lo han obtenido (y difícilmente lo obtendrán) nombres populares como Haruki Murakami o Stephen King. Y ni hablar de omisiones históricas como los argentinos Jorge Luis Borges o Julio Cortázar.
Entonces, vamos a revisar esos nombres que han sorprendido este siglo, al menos en este lado del mundo. Por ejemplo, Gao Xingjian. Nacido en 1940 en Jiangxi, China, es dramaturgo y novelista. Su más importante es la novela La montaña del alma. Obtuvo el galardón en el año 2000, hoy reside en Francia, donde además adoptó la ciudadanía. La academia lo distinguió “por una obra de validez universal, con puntos de vista penetrantes e ingenio lingüístico, ha abierto nuevos caminos para la novela y el teatro chinos”.
En su discurso de aceptación, habló sobre el lugar de la literatura en el mundo: “Lo que quiero decir aquí es que la literatura sólo puede ser la voz del individuo y así ha sido siempre. Una vez que la literatura se maquina como el himno de una nación, la bandera de una raza, el discursar de un partido político, o la voz de una clase o grupo, puede emplearse como un instrumento de propaganda que lo invade todo. Sin embargo, tal literatura pierde lo que le es inherente, deja de ser literatura, y se convierte en un sustituto del poder y el provecho”.
Al año siguiente hubo otro nombre que también se escapa a los más reconocibles: el trinitense V. S. Naipaul. Nacido en la pequeña isla del Caribe, escribe en lengua inglesa, y hay que decirlo, hay autoras y autores del caribe mucho más conocidos que él (Jamaica Kincaid o Edwige Danticat, por ejemplo). Como sea, sus libros más importantes son las novelas Una casa para Mr. Biswas (1961) y Un recodo en el río (1979). La academia sueca lo reconoció “por haber unido la perceptiva narrativa y el control incorruptible en obras que nos obligan a ver la presencia de historias suprimidas”.
Fallecido en 2018, en su discurso de aceptación del Nobel señaló: “No tengo la menor idea de cómo pueden cambiar las cosas, adónde puedo ir con mi escritura. He confiado en mi intuición para encontrar los temas, y he escrito intuitivamente. Tengo una idea cuando comienzo, tengo una forma; pero entenderé por completo lo que he escrito sólo después de algunos años”.
El ganador del 2002, el húngaro Imre Kertész tampoco era un nombre que estuviera mucho en el gran radar. Su obra principal es la novela Sin destino, de 1975, y la academia lo galardonó “por una redacción que confirma la experiencia frágil del individuo contra la arbitrariedad bárbara de la Historia”.
En su discurso de aceptación, habló críticamente de la Hungría comunista, la que estuvo bajo la égira de la “Cortina de hierro” durante los años de la Guerra Fría. “Dije en una ocasión que, para mí, el llamado socialismo tenía el mismo sentido que para Proust la magdalena sumergida en el té, que le evocaba de pronto los sabores de los tiempos pasados. Después de la derrota de la revolución de 1956, decidí quedarme en Hungría básicamente por razones lingüísticas. Así pude observar, ya no con la mente de un niño sino con la de un adulto, el funcionamiento de una dictadura. Vi cómo un pueblo es llevado a negar sus ideales; vi los primeros tímidos pasos hacia el acomodamiento; comprendí que la esperanza era un instrumento del mal, y que el imperativo categórico de Kant, la ética, no era más que la criada dócil de la subsistencia.¿Podemos imaginar una libertad más grande que la de un escritor en una dictadura relativamente limitada, diríase que cansada e incluso decadente? En los años sesenta, la dictadura húngara llegó a un punto de consolidación que podría denominarse casi de consenso social y que, más adelante, el mundo occidental definió, con burlona condescendencia, como ‘comunismo de gulash’”. Murió en 2016.
Doris Lessing, la ganadora del 2007, tuvo la nacionalidad británica, pero nació en Kermanshah, Irán, y era hija de un oficial del Ejército británico asentado ahí. Luego vivió en Rodesia del Sur, la hoy Zimbawe, donde fue testigo de las fuertes discriminaciones hacia la raza negra. También fue comunista y pacifista. De toda experiencia vital se nutrió su literatura, cuya obra más representativa fue la novela Canta la hierba. La academia la distinguió por ser “esa narradora épica de la experiencia femenina que, con escepticismo, ardor y poder visionario, ha sometido a escrutinio a una civilización dividida”.
En su discurso de aceptación del Nobel, Lessing criticó la decadencia de la educación en su modo lector: “Vivimos en una cultura fragmentada, donde las certidumbres de hace tan solo unas décadas son cuestionadas y donde es común que los jóvenes, que han tenido años de educación, no sepan nada del mundo, no hayan leído nada y solo sepan de una u otra especialidad, como, por ejemplo, de ordenadores...Pensamos en la vieja máxima. ‘La lectura llena al hombre’; y dejando de lado los chistes relacionados con el sobrepeso, la lectura llena a la mujer y el hombre de información, de historia, de toda clase de conocimientos”. La autora falleció en 2013.
En 2011, el galardón se quedó en Suecia, en manos del poeta Tomas Tranströmer. El jurado lo premió “porque a través de sus imágenes densas y translúcidas nos permite el acceso a la realidad”. Su obra más notables es el poemario Góndola fúnebre.
En su caso, no hubo discurso de aceptación, dado que Tranströmer, por entonces con 80 años, sufría de hemiplejía. El nórdico presenció la lectura de sus poemas y un recital de música en la ceremonia que sustituyó a las habituales palabras de los galardonados. El poeta ingresó al salón en silla de ruedas y con un bastón en la mano derecha. Falleció poco tiempo después, en 2015.
En 2020 volvió a ser galardonada una poeta. Esta vez, la estadounidense Louise Glück, muy poco conocida por este rincón del mundo, de hecho, en castellano su obra circulaba a través de la pequeña casa editora española Pre-Textos, y una vez obtenido el galardón cambió a la también peninsular Visor, en una transición no sin polémica. Todo debido a las movidas de su agente literario, el controvertido Andrew Wylie. Como sea, su poesía intimista fue galardona “por su inconfundible voz poética que con austera belleza hace universal la existencia individual”.
En su discurso de aceptación, Glück alabó la poesía intimista: “Los poemas por los que me he sentido atraída más intensamente durante toda mi vida son poemas del tipo que he descrito, poemas íntimos o de confabulación, poemas a los que el oyente o lector hacen una contribución esencial, como destinatario de una confianza o un clamor, a veces como co-conspirador. ‘No soy nadie’, dice Dickinson. ‘¿Tú también eres nadie? / Entonces hay un par de nosotros, no lo digas …'. O Eliot: ‘Vámonos, entonces, tú y yo, / Cuando la noche se extienda contra el cielo / Como un paciente eterizado sobre una mes’. Eliot no está convocando a la tropa de boyscouts. Le está pidiendo algo al lector. En contraposición, digamos, a Shakespeare: ‘¿Te compararé con un día de verano?’: Shakespeare no me está comparando con un día de verano. Se me permite escuchar un virtuosismo deslumbrante, pero el poema no requiere mi presencia”.
Y finalmente, el ganador del 2021, el novelista tanzano Abdulrazak Gurnah. Un desconocido absoluto, salvo para el mundo académico. De hecho sus novelas -donde aborda el colonialismo en África- no se encontraban en castellano y solo tras el premio comenzaron a ser reeditadas por la casa española Salamandra. Sus títulos más importantes son Paraíso y A la orilla del mar. Fue premiado “por su penetración compasiva y sin compromiso de los efectos del colonialismo y el destino de los refugiados en el abismo entre culturas y continentes”.
En su discurso de aceptación del Nobel, Gurnah abordó la importancia de la escritura: “Escribir no puede tratarse solo de batallas y polémicas, por muy estimulantes que sean y reconfortantes que puedan ser. Escribir no se trata de una cosa, no se trata de un tema o de otro, o de esta preocupación u otra, y dado que su preocupación es la vida humana de una forma u otra, tarde o temprano la crueldad, el amor y la debilidad se convierten en su tema. Creo que escribir también tiene que mostrar lo que puede ser de otra manera, más que una dominación fuerte. (…) Así que me pareció necesario escribir sobre eso también, y hacerlo con sinceridad, para que tanto la fealdad como la virtud vengan al ser humano fuera de la simplificación y el estereotipo. Cuando eso funciona surge una especie de belleza”.
¿Posibilidades reales?
Hay que ser claros. Saber a ciencia cierta quién tendrá posibilidades de ganar el Nobel de Literatura es imposible. Por estatutos, las deliberaciones son de estricto carácter reservado y solo se libera la información de sus finalistas 50 años después de otorgado cada premio. Es decir, solo en 2072 sabremos quiénes compitieron por llevarse el galardón que en 2022 recayó finalmente en la francesa Annie Ernaux.
Sin embargo, en el recurrente ejercicio de las predicciones, las casas de apuestas no se han quedado cortas en canalizar las aspiraciones del público. Recientemente, se conoció que para las casas de apuestas Betsson y NicerOdds, la gran favorita es la escritora china Can Xue, quien ha dejado una profunda huella en la literatura contemporánea con su estilo innovador y su exploración de lo surrealista. Aunque no es ampliamente conocida en Occidente, es una figura relevante de las letras asiáticas. Tiene una cuota de 5/1.
El segundo escogido en las apuestas es el novelista y dramaturgo noruego Jon Fosse. Confeso admirador de Federico García Lorca, sus obras de teatro han sido representadas en todo el mundo y es una de las glorias de las letras de Noruega. Para el autor de Alguien va a venir, Melancolía, Trilogía y Mañana y tarde, la cuota es de 6/1.
Luego, vienen otros nombres como Gerald Murnane, con cuota de 8/1; la poeta y ensayista canadiense Anne Carson con 10/1 y la escritora rusa Liudmila Ulítskaya con cuota 12/1. Esta última fue ganadora del Premio Formentor, en 2022, galardón que también recibió Annie Ernaux, en 2019.
¿Latinoamericanos? Pocos suenan en las casas de apuestas, de hecho solo 6 han recibido el premio y el último fue el peruano Mario Vargas Llosa, en 2010. Recién en el noveno puesto aparece el prolífico escritor argentino César Aira, eterno candidato trasandino al Nobel, marca una cuota de 15/1. Con la misma aparece el poeta chileno Raúl Zurita, quizás el máximo referente de la poesía hispanohablante y que marcó una época con sus poemarios Purgatorio, Anteparaíso y Canto a su amor desaparecido.
Como sea, la verdad solo se conocerá este jueves 5 de octubre, a las 8 de la mañana (hora de Chile), cuando la Academia Sueca entregue el nombre de la ganadora o ganador de este 2023.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.