Ken Follett, escritor británico: “El drama de la historia es el drama de los individuos”

Ken Follett wsp Oliver Favre
Ken Follett: Foto: Oliver Favre.

El autor súper ventas acaba de publicar La armadura de la luz, con la que cierra la saga de novelas históricas Los pilares de la tierra. Esta vez, sitúa la acción en los movidos tiempos de la Revolución Industrial y Napoleón Bonaparte, con las consecuencias para la gente común. En charla exclusiva con Culto habla de su decisión de hacer libros accesibles, que no se ofende cuando le dicen escritor comercial y habla de la Inteligencia Artificial.


Como en todo final de era, las cosas están revueltas. Es 1795 y en el pequeño poblado inglés de Kingsbridge están viendo cómo la vida pasa del blanco y negro al color. La tejedora Sal Clitheroe -viuda y con un hijo- trabaja en una fábrica textil. Hasta entonces, estaba acostumbrada a ganar unos chelines hilando con una rueca manual, como lo hacía en el campo. Pero en la urbe, la recibe un nuevo invento: la hiladora Jenny. Tecnología de punta que permitía a un solo operario hilar 8 carretes al mismo tiempo.

Poco a poco aparecieron máquinas con más carretes y hasta con funcionamiento a vapor. Es la Revolución Industrial, y todo el mundo se pone nervioso. ¿Qué pasará con los trabajos?, ¿serán reemplazados los obreros por las máquinas?

Como si fuera poco, al otro lado del canal de la Mancha, derrocaron -y guillotinaron- al rey Luis XVI proclamando una República, bajo los ideales de igualdad, libertad y fraternidad. Aparece un joven general corso -Napoleón Bonaparte- quien no solo defiende a Francia, sino que sueña con expandirla. En Inglaterra, se ponen nerviosos y el gobierno se endurece.

Napoleón
Napoleon Bonaparte. Portarit of Napoleon Bonaparte 1769-1821 at the battle. Detail of a painting by Joseph Chabord 1786-1848. Museo Napoleonico, Rome Italy

Esa movida coyuntura, de fines del XVIII e inicios del XIX, fue la que motivó al autor galés Ken Follett (74) a escribir la novela La armadura de la luz, que Plaza & Janés publica en nuestro país. Se trata del último libro de la muy popular saga Los pilares de la tierra. Follett es quizás el gran nombre de la novela histórica, con una masividad que alcanza los 170 millones de libros vendidos en el mundo, lo que le ha traído una fortuna cercana a los US$ 55 millones. Desde su residencia, recibe a Culto vía Zoom para hablar del volumen, en el que, como en otros de sus libros, pone en el centro a la gente común.

“Pensé en la Revolución Industrial como una época de grandes conflictos, y necesitas conflicto en una novela. Si no hay conflicto, no hay novela. En mis libros, me gusta cuando los conflictos surgen entre personajes, desde la historia. Por eso es una novela histórica. Los conflictos no los invento yo. No es sólo porque las personas no se agraden entre sí, hay una razón histórica para que estén en conflicto. Tienen intereses diferentes y tienen que resolver esta rivalidad. Y ahí es donde viene el drama de la historia”.

Follett comenta que para entender la época, no solo debió leer mucho, también decidió vivir la experiencia de la Revolución Industrial lo más cerca posible. “Para poder crear estos personajes, necesitaba entender las máquinas con las que trabajaban todo el día. Entonces, pude encontrar museos donde tienen máquinas de la Revolución Industrial que todavía están funcionando. Y pude observar estas máquinas mientras hilaban los hilos y luego los tejían en tela”.

Ken Follett wsp
Ken Follett probando las antiguas máquinas de tejer.

¿Qué le atrajo del tema de la Revolución Industrial?

Era una época de cambios sociales y los trabajadores querían organizar sindicatos. El gobierno británico estaba muy en contra de esto. Odiaban todo discurso sobre cambio y reforma, y tipificaron como delito organizar un sindicato. Consideraron un delito que dos trabajadores se reunieran para discutir cómo podrían mejorar su salario y sus condiciones. Así que es una batalla clásica de la historia: el deseo del gobierno de controlar al pueblo y el deseo del pueblo de controlarse a sí mismo.

Entonces, ¿considera que el gran tema de esta novela es el choque entre tradición y modernidad?

Sí, ciertamente lo es. Este es un ejemplo de ese choque. Y, por supuesto, ese choque continúa todo el tiempo. Siempre hay un choque entre tradición y modernidad. Y como probablemente habrás adivinado al leer La armadura de la luz, estoy del lado de la modernidad. Creo que es muy tonto intentar detener el cambio. No puedes detener el cambio, lo único que logras con eso es arrastrar a todos a la pobreza. Pero creo que si quieres ser libre y próspero, tienes que aceptar el cambio y trabajar con él. Y eso es lo que hacen las personas inteligentes de mi novela. Aceptan las nuevas máquinas y saben que no van a desaparecer. Por eso intentan encontrar formas de suavizar el impacto de estas máquinas en la vida de las personas.

Sobre el título de la novela, ¿tiene que ver con la educación? Uno de los personajes, Elsie, decide abrir una escuela dominical para los hijos de los obreros encontrándose con mucha resistencia…

Sí. En el siglo XVIII hubo un gran movimiento de autoeducación entre los trabajadores. Y eso se debía a que cuando entraban en conflicto con los patrones de las fábricas o los jueces de los tribunales, se sentían en desventaja porque no tenían educación. Y estos gobernantes, patrones, propietarios de fábricas, jueces y miembros del parlamento, todos estaban educados. Y a la gente corriente le resultaba difícil discutir con ellos. Entonces la gente decidió educarse. En primer lugar, la gente aprendió a leer y escribir, luego formaron clubes de lectura donde habría tal vez 12 personas, juntos compraban un libro y se turnaban para leerlo. Luego lo discutían. Después, ponían algo más de dinero y compraban otro libro. Había sociedades de debate que discutían sobre el parlamento y la política, y había sindicatos a pesar de los intentos del gobierno de prohibirlos. Por eso se llama La armadura de la luz, porque la luz, que es educación y conocimiento, los protegía como una armadura de la explotación por parte de la clase dominante.

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Ken Follett. Foto: Jake Curtis.

¿Cuánto influyó la Revolución Industrial en las relaciones de poder entre ambos grupos?

La Revolución Industrial le dio poder a los trabajadores de las fábricas. Cuando vivían en aldeas, la gente corriente nunca tuvo ese poder. Había un terrateniente que era dueño de sus tierras y normalmente también era el juez, estaba a cargo de la ley. Era casi como un rey en su pequeño territorio. Pero cuando salían del pueblo y llegaban a la ciudad, cuando iban a un molino o a una fábrica, y trabajaban con cien personas más como ellos, sentían que si todos se reunían, podrían discutir con el dueño del molino, tal vez entrar en conflicto con él y tal vez persuadirlo u obligarlo a hacer lo que ellos querían.

Usted toca problemas íntimos de los personajes como relaciones extramaritales, por ejemplo. ¿Qué lo llevó a adoptar ese punto de vista?

Lo que interesa a los lectores son los problemas de cada pueblo. Y la historia es sólo el trasfondo que a veces genera esos problemas. Ahora bien, los problemas íntimos pueden ser algo diferentes, pero forman parte de la vida de todos. Y hay que recordar que, aunque se trata de una novela histórica y los conflictos surgen de cambios históricos, el drama de la historia es el drama de personas individuales, hombres y mujeres, trabajadores, hombres de negocios, etc. Y siempre vemos los problemas a través de sus ojos. No vemos los problemas a través de los ojos del historiador. El historiador ve un panorama amplio. En una novela, vemos a algunas personas y sus vidas, y aprendemos qué esperan y qué temen. Por eso sus problemas íntimos son una parte muy importante de la historia.

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Hacia el final de la novela hace una reconstrucción de la Batalla de Waterloo (1815). ¿Cómo fue ese proceso?

Pasé una semana en el campo de batalla, en Bélgica, con un guía experto. Caminé por todo el terreno. Miraba y pensaba: había 70.000 franceses allí y 70.000 británicos allí. Y todos querían matarse unos a otros. Eso es realmente terrible, muy aterrador. Así que lo primero que hay que decir sobre una batalla es que da miedo. Siempre siento que si estuviera en el ejército y me dijeran, corre hacia allí y lucha contra esa gente, yo huiría hacia otro lado. Parece mucho más sensato huir que luchar. Si huyes, es posible que te castiguen. Si corres en esa dirección, resultarás terriblemente herido. Eso me parece interesante.

¿Hay algo que le llame la atención sobre Napoleón?

Era un gran hombre. Fue el general más grande de su tiempo, posiblemente el general más grande de todos los tiempos. También era un administrador con mucho talento, un hombre muy práctico. No era tradicional, era un modernista. Por ejemplo, en los países que conquistó, liberó a los judíos para que ya no tuvieran que vivir en guetos. También estaba a favor de la educación de las mujeres, que en ese momento era un tema muy controvertido. En ese tiempo, mucha gente pensaba que era una pérdida de tiempo educar a las mujeres. Así que se adelantó a su tiempo en muchos sentidos. Desafortunadamente, también es responsable de cientos de miles de muertes. Ya sabes, gran parte de él era bastante agresivo. Por supuesto, todos los demás países europeos querían destruir la Revolución Francesa, así que él no fue el único agresivo, pero en realidad nunca quiso la paz. Sólo quería seguir conquistando más y más países. No sé cómo imaginaba su final. Quizás pensó que al final sería el rey del mundo. Pero siempre existe un peligro, ¿no existe acaso cuando alguien tiene mucho, mucho éxito, como lo fue Napoleón?

Con este libro, pone fin a Los pilares de la tierra, ¿por qué tomó esa decisión?

Bueno, ya he escrito cinco novelas ambientadas en Kingsbridge y tengo la sensación de que es suficiente. Ya sabes, tarde o temprano el público se aburre con algo como esto. Y mi objetivo es detenerme antes de que se aburran, no después de que se aburran.

¿Siempre fue su objetivo hacer novelas históricas accesibles para el público?

Sí. Siempre quise escribir libros que a millones de personas les encantaría leer. Desde el principio, ese era mi objetivo. Nunca me importaron los premios literarios, nunca me importaron las reseñas. Realmente nunca me importaron las opiniones de la intelectualidad. Lo que quería hacer era escribir libros que a millones de personas les encantaran. Y me interesé en la historia porque pensé que las historias eran más interesantes si se basaban en algo real que sucedió, en lugar de simplemente inventarlo yo.

¿Qué le parece la opinión de los críticos en torno a que sus libros son Literatura comercial?

Bueno, son comerciales y quiero que sean comerciales. Después de todo, quiero escribir libros que lean millones de personas. Y si millones de personas leen los libros, entonces serán comerciales y generarán dinero. Dinero para mí, los editores, y para todos los demás involucrados, la gente que trabaja en imprentas y librerías, etc. Entonces sí, quiero que sean comerciales. Cuando me dicen que mis libros son comerciales no me siento insultado, estoy feliz.

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En otro tema, ¿qué opina de la Inteligencia Artificial?

Tengo chat bots en mi computadora y le pedí que escribiera un capítulo de una novela al estilo de Ken Follett. Y fue muy interesante de leer: terriblemente malo. Estaba muy mal escrito, lleno de clichés. Y, por supuesto, eso me alegró mucho porque significa que puedo escribir mejor que la Inteligencia Artificial.

Pero, ¿le teme a la Inteligencia Artificial?

No, no le tengo miedo. Verá, no creo que pueda hacerse cargo del trabajo creativo, porque las personas creativas comienzan haciendo algo que los lectores, los oyentes o el teatro esperan. Hacemos lo que ellos esperan por un tiempo y luego hacemos algo diferente. Y esas sorpresas, esas cosas que no esperas son las mejores de la historia, de la sinfonía o de la canción pop. Y creo que puedes enseñarle las reglas a la IA, pero no veo cómo puedes enseñarle a la IA a romper las reglas.

¿Ha podido venir a conocer Chile?

No, nunca he estado en Chile. Quizás algún día.

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