Ana María Stuven, historiadora: “El recurso al orden ha permeado en la opinión pública a semejanza de los años 1840″
Tras 23 años, la editorial Crítica reedita La seducción de un orden, en el que la historiadora se detiene a revisar cómo surgió y se implementó la noción de orden en la elite chilena durante la década de 1840. En charla con Culto, desmenuza los factores que hicieron posible este proceso, y ve algunos paralelismos con el Chile de hoy.
Durante los primeros años del Chile republicano, sobre todo tras la victoria conservadora en la Batalla de Lircay (1830), el objetivo de la elite fue empezar a construir un ideal de país. A partir de 1831, comenzaron a sucederse los decenios de Joaquín Prieto (1831-1841), Manuel Bulnes (1841-1851) y Manuel Montt (1851-1861). Fue durante el gobierno del segundo, tras la muerte del ministro Diego Portales en 1837, en que se reforzó el discurso de creación de la nación. Y para ello se basaba en tres pilares: catolicismo, republicanismo y el orden, sobre todo el orden.
Atrás quería dejarse el tumultuoso período tras la abdicación de Bernardo O’Higgins, entre 1823 y 1830, que la historiografía tradicional denominó “Anarquía”, pero que historiadores como Sergio Villalobos denominan “Período de ensayos constitucionales” o de organización de la República.
Ese período es el que rescata la historiadora Ana María Stuven, académica de la Universidad Diego Portales, en su libro La seducción del orden. El volumen fue publicado originalmente en el 2000, y hoy vuelve a los escaparates a través de editorial Crítica. Ahí se plantea cómo la noción del consenso fue vital para lograr el objetivo de encauzar la noción de orden, y que cualquier debate o discrepancia no podía salir de los límites impuestos por tal discurso para poder tener validez.
¿Por qué se decidió a reeditar este libro? Responde la historiadora a Culto: “Me pareció pertinente porque en los últimos tiempos ha aflorado con mucha fuerza el recurso al orden como la principal preocupación ciudadana. Un orden que, en el caso actual, remite más bien hacia la seguridad y, en síntesis a lo que entendemos como orden público, es decir, control de la delincuencia y de las expresiones violentas. El libro que reeditamos investigó en torno a los valores de la clase dirigente chilena en la década de 1840, un momento de apertura política después de la muerte de Portales, entre los cuales el orden aparecía como aquello que, si vigente, habría hacia el cambio y la inclusión. En caso de inseguridad pública, inmediatamente la sociedad tendía hacia la imposición de medidas restrictivas y a la preponderancia de posturas más bien conservadoras y restrictivas”.
¿Qué elementos considera que se pueden conectar entre el proceso de la construcción del Estado-nación del XIX -con la noción de orden- y el Chile actual?
Sería un anacronismo intentar comparar sin más momentos históricos muy distintos. Sin embargo, el recurso al orden, expresado contemporáneamente en los sectores más conservadores del Partido Republicano, ha permeado hacia la opinión pública a semejanza de los momentos disruptivos de los años 1840, lo que nos permite identificar esa reacción visceral, común a las clases dirigentes chilenas, que les lleva a tolerar posturas más reaccionarias -o derechamente la interrupción de la democracia como en 1973- si perciben amenazadas sus estructuras de orden.
Sobre lo anterior, y en particular sobre el punto de los consensos ¿Ve puntos en común entre esa idea y lo que ocurre actualmente?
Los consensos de la mitad del siglo XIX eran la idea de una república, entendida como oposición a la monarquía y expectativa política, la religión católica como la fe compartida pero también como institución ordenadora de la sociedad y el orden social y político como medida del tránsito hacia la democracia. Hoy, no corremos el riesgo -eso creo- de interrupción del cauce democrático, pero sí de la confianza de parte de las elites que sus valores no serán transgredidos, por lo que hemos visto que, ante esa amenaza, se han volcado hacia los sectores más conservadores. Pero eso, creo que es transitorio. Depende de la recuperación de la confianza más que de una adhesión ideológica hacia ellos.
¿Por qué cree usted que la elite chilena optó por el discurso de orden, a diferencia, por ejemplo, de Argentina, donde la tensión pasó más por el conflicto entre lo que llamaron civilización vs barbarie?
Porque en el caso chileno, a diferencia de Argentina, se logró establecer un Estado unitario y derrotar las facciones tempranamente. El país optó por la senda institucional cuando Argentina aún no lograba consolidar lo que se ha llamado un Estado en forma. Por eso mismo, la intelectualidad argentina emigró hacia Chile constituyéndoselo en un importante motor para la consolidación de la nación chilena.
¿Cuál fue el rol de la prensa en el proceso de creación de esta noción de orden?
La prensa fue fundamental, no solo en el proceso de creación de esa noción, sino sobre todo como vehículo de expresión de la opinión pública, solo recientemente constituida como espacio de debate cultural y político. Ella recogió las ideas en pugna y permitió que las polémicas se constituyeran en el medio por el cual se expresaba una intelectualidad robusta.
Señala que si bien se permitían las polémicas culturales y políticas, estas no debían tocar los pilares del nuevo orden (catolicismo, republicanismo, orden), ¿por dónde pasaban los matices?
Esos matices pasaban justamente porque no era aceptado socialmente -aunque no fuera condenado políticamente- que las ideas propuestas traspasaran los límites del consenso aceptado por la elite. El ejemplo claro es el de Francisco Bilbao, por lo cual para mí la polémica que él causó se convirtió en el paradigma para medir los límites de la polémica.
Menciona la polémica literaria entre Domingo Faustino Sarmiento y Andrés Bello, sobre el lenguaje y la ortografía, donde también se discutió sobre la noción de soberanía popular. ¿Cree que está polémica marcó de alguna forma el consenso?
Todas las polémicas que contiene el libro tienen un trasfondo político y de cambio social. En la que se refiere al lenguaje y la ortografía lo que subyace al debate es cuánto conviene al nuevo orden rebelarse contra las normas ortográficas provenientes del pasado español y cuanto esto es necesario para crear un orden nuevo y propio. En definitiva, el problema de la separación de la Madre Patria.
¿Cuál fue el rol de Francisco Bilbao y de la Sociedad de la igualdad en este proceso?
Francisco Bilbao fue un excéntrico a la sociedad de la elite chilena. Siendo su miembro por origen y educación, se rebela contra sus normas y ataca todos los elementos de consenso de su clase: la república no es tal porque no se reconocen todos los derechos; la Iglesia Católica es retrógrada, consagra instituciones decadentes, como el matrimonio; niega la divinidad de Jesús. Por todo ello, rechaza el orden que la clase dirigente defiende trasgrediendo así los límites impuestos a la polémica.
Usted considera la secularización como quizás uno de los puntos centrales del fin del consenso. ¿Por qué ocurrió esto?
Creo que la secularización, como consecuencia necesaria de la modernidad, evidentemente tenía que horadar los cimientos del consenso, no solo por la separación de la Iglesia del Estado, sino mucho más porque elimina los elementos trascedentes en la compresión del mundo. Un mundo donde la razón es la sola medida para la argumentación, evidentemente influye sobre el debate publico.
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