Roberto Bolaño y Los Detectives Salvajes, 25 años de un neo-clásico

Roberto Bolaño wsp
Ilustración: Sandro Baeza - LT.

Publicada en noviembre de 1998, por Anagrama, fue la novela que consagró al autor chileno. Con una propuesta novedosa, Bolaño rescató los años en que fue parte del Infrarrealismo en México, pero también es un gran homenaje a la poesía y los poetas. Acá, rescatamos su historia junto a críticos, escritores y un librero.


Cuando el joven Cristián Warnken vio la página del libro, notó algo raro. Aprovechando la entrevista a Roberto Bolaño Ávalos en el marco de su programa La belleza de pensar, le pidió al autor que le firmara su ejemplar de Los detectives salvajes, lo más reciente de su producción. Presto, Bolaño estampó su rúbrica, pero anotó algo que descolocó a Warnken.

Me puso: ‘para Jack Lametta, para que vuelva alguna vez al lugar del crimen’. En el momento, no entendí la dedicatoria, pero cuando llegué a mi casa, entendí el por qué”, cuenta Warnken al teléfono con Culto. La razón era bastante subterránea, pero no nos adelantemos.

En noviembre de 1998, y a través de Anagrama, Bolaño publicó la que sería su novela cumbre. Los detectives salvajes, la sexta de su producción. Una especie de road movie, novela de aprendizaje, novela epistolar, y sobre todo, una gran declaración de amor a la poesía y a los poetas. Por entonces, a pesar de que ya tenía publicados algunos de sus títulos icónicos, como La literatura nazi en América (1996) o Llamadas telefónicas (1997), con los que estaba empezando a hacerse un nombre, estaba lejos de ser un escritor de primera línea. Lo comenta la periodista argentina Mónica Maristain, quien publicó la semblanza biográfica El hijo de Míster playa (Alquimia, 2017): “En ese tiempo, Bolaño no era conocido mundialmente, pero ya era bastante conocido en el mundo de la literatura”.

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Archivo Histórico – Cedoc Copesa.

En sus páginas, Bolaño rescata la escena del Infrarrealismo (Real visceralismo, en la novela), el movimiento que co-fundó durante sus años de juventud en México junto a su amigo, el poeta Mario Santiago Papasquiaro. Con su centro de operaciones en el Café La Habana (Café Quito, en la novela) se trataba de un grupo de entusiastas poetas que buscaban subvertir la cultura oficial, aunque con más ganas y discurso que otra cosa. El mismo Bolaño -en la entrevista con Warnken- lo confirmó. “(Los detectives salvajes) es una pura comodidad de mi parte. Hablo de lo que conozco, de lo que mejor conozco y no es más que eso”.

En la ficción, Bolaño y Santiago son Arturo Belano y Ulises Lima, respectivamente, y se proponen ir al rescate de una poeta olvidada, Cesárea Tinajero, de quien apenas se conoce su obra. Es el principal hilo que mueve la novela y del cual se desprenden otros.

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Archivo Histórico – Cedoc Copesa.

II

Dividida en tres grandes partes (Mexicanos perdidos en México, Los detectives salvajes y Los desiertos de Sonora), Bolaño desarrolló la historia de una manera poco habitual, escapando de la estructura clásica de la novela con inicio-medio-final. Lo cierto es que, sobre todo en la extensa segunda parte, el lector se enfrenta a un cruce de voces, de muchos personajes, que van tejiendo de manera fragmentaria una historia que tendrá su remate en la tercera parte, ubicada temporalmente tras la primera. En esa segunda parte también aparecen otros tiempos y lugares, lo cual hace más compleja la ecuación y requiere de un lector particularmente atento. Aunque en rigor, no era la primera vez que Bolaño intentaba algo así, ya había hecho una novela polifónica en La pista de hielo (1993), claro que a escala mucho menor.

Por ello, se trata de una novela absolutamente innovadora. Así lo analiza a Culto la crítica literaria Patricia Espinosa.Los detectives salvajes es una obra que rompe con los paradigmas estético literarios latinoamericanos de manera radical. Dos de los aspectos más importantes en esta novela son, instalar la rebeldía frente a lo establecido y el descentramiento de la estructura narrativa. Esto significa, una novela que nos habla de utopías, postutopías, metaliteratura, vanguardia, arte y vida, mitos, pero también de desacralizaciones, como el asesinato del mito, simbolizado en una mujer: la poeta Cesárea Tinajero. Tras ello, solo quedan los restos de lo que fue una comunidad, y la afirmación de la nomadía como eje de la sobrevivencia”.

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Archivo Histórico – Cedoc Copesa.

La crítica Lorena Amaro señala que la novela chasconeó el panorama literario nacional. “La aparición de esta novela marcó en Chile un antes y un después en la recepción de la literatura escrita en los 90. Su escritura trajo un viento fresco a esa escena literaria, dominada por lo que llamaron ‘Nueva narrativa’, pero que de nueva tenía poco. Por fin las generaciones que venían después, tenían un narrador que admirar, además de Eltit, Lemebel y pocos más; pienso que tanto por su escritura como por la imagen que logró labrar de sí mismo, Bolaño enganchó con esa juventud, con la generación de Nona Fernández, Alejandro Zambra, Alejandra Costamagna”.

Trajo una mirada politizada y metaliteraria, que resultó removedora, con mensajes muy imaginativos, sarcásticos y rebeldes, una feroz crítica al mundo cultural y social chileno. En Latinoamericana, la aparición de Los detectives salvajes también ayudó a despercudirse de movidas como la del ‘crack’ mexicano o el McOndo de Fuguet y Sergio Gómez, todos escritores algo más jóvenes que él pero ferozmente conservadores, y por poco tiempo, muy poco, reanimó la ilusión de la gran novela latinoamericana, algo que atrajo también a otros públicos lectores”.

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Archivo Histórico – Cedoc Copesa

Desde su verja, el crítico literario de Culto, Matías Rivas, rescata el sentido del libro: “Para Borges los detectives eran la metáfora de los escritores, Bolaño transforma esa metáfora y la lleva más lejos. Transforma a los poetas y a los escritores más que en investigadores, en verdaderos exploradores de vías alternativas a la realidad. En revolucionarios, agitadores, que trabajan con las palabras. La palabra salvajes es importante porque hace que estos detectives no estén al servicio de la ley, sino para socavar los cimientos de la sociedad respetable mexicana. Es una novela que tiene afanes revolucionarios”.

El escritor español Javier Cercas se decanta por hacer una interesante comparación de la novela con otra clásica de este lado del globo. “Los detectives salvajes puede y tal vez debe leerse como una especie de Rayuela 2.0. Esperemos que los bolañitos no sean tan desagradecidos como han sido los cortazaritos, entre los cuales no se contó Bolaño, que adoraba a Cortázar y siempre habló bien de él”.

Por su lado, el escritor chileno Antonio Díaz Oliva, un fan absoluto de Bolaño, comenta: “Para la novela chilena fue como un caballo de Troya. Porque vino de afuera y terminó invadiendo todo. Leer LDS en el contexto de la novela chilena es como matar un pajarito con una bazuca. Una de las razones por las que fue hace así, creo, es que Bolaño se ríe de todos y especialmente de sí mismo. Es una novela (sobre)cargada de humor. Y lamentablemente la literatura chilena no tiene humor, con pocas excepciones. Para la literatura chilena LDS significó acabar con ese oasis de seriedad que existía en un desierto de aburrimiento”.

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Archivo Histórico – Cedoc Copesa

Probablemente, la gran protagonista de la novela, tras las sombras, es la poesía, a la que Bolaño le tenía especial cariño (de hecho, comenzó su carrera como poeta). Cristián Warnken rescata esa dimensión. “Yo creo que Bolaño tenía una devoción por la poesía y por los poetas. A mí me llamaba la atención el interés que él tenía por poetas de primera, segunda, tercera y hasta cuarta línea. Él era un pesquisador, un detective salvaje de poetas y le fascinaban estos poetas perdidos, extraviados, sin grandes obras. Esa es una línea potente”.

El librero de Metales Pesados, Sergio Parra, conoció al autor. “Me regaló y firmó una edición venezolana de la novela, con tapa púrpura. Aún la tengo”. Y apunta algo interesante: “No fue una aparición violenta, empezó a circular de a goteo, en esos años la distribución no era buena. Al principio, la gente leyó más los comentarios que se hacían de la novela, que la novela en sí. Eso duró un buen rato, creo que hasta hoy. Los lectores que la terminaron leyendo, de 100, habrán sido unos 30. Se fue leyendo tardíamente en Chile, antes tuvo más repercusión en EEUU y Europa. A Bolaño le gustaba mucho saber eso”.

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La edición venezolana de Los detectives salvajes.

Fue una novela femenina y masculina, pocos han atendido eso. Recuerdo que era vendedor en la Feria Chilena del Libro y vendía la novela tanto a lectoras como a lectores, eso no pasa muy seguido en la narrativa. A veces uno tiene que sugerirle algún libro a una lectora, pero Bolaño despertó la curiosidad de ambos sexos. Creo que LDS es la única novela de Bolaño donde tiene ambas dimensiones, las otras novelas tienen lectores más masculinos, lejos. Incluso, hubo debates respecto al tema antes del #MeToo. Me sorprendió que una crítica literaria tan seria como Patricia Espinosa fuera lectora de Bolaño. Pero esta es una novela sin sesgos de género”.

III

Una novela tan extensa y compleja le tomó muchísimo trabajo a Bolaño. Y se refirió a ello en las pocas entrevistas que dio a la prensa chilena de la época. En una broma algo negra, solía comentar que la novela le costó “medio hígado”. En La Tercera, de julio de 1999, dijo: “En varios momentos pensé qué hago escribiendo esta novela de mierda y no hago cuentos, que me gusta más. Pero la terminé gracias a la obstinación y como un ejercicio de paciencia, que fue algo que me costó aprender”.

En la mitad de la novela tuve una crisis de inseguridad -comentó a El Mercurio, en noviembre de 1998-. De ahí que escribí en una semana 100 páginas de otra a la que volveré más adelante. Los detectives salvajes me estaba aplastando, porque es una novela compleja, llena de pequeños caminos que van de un capítulo a otro”.

Hasta ese momento al menos, Bolaño consideraba que esta era su mejor novela. Lo declaró así a LUN, en noviembre de 1998: “Creo que realmente la mejor de todas es Los detectives salvajes...allí hay como una visión macro, en ella muevo varios personajes: es una novela de iniciación, de búsqueda, etc”.

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¿Cómo se mira hoy? Javier Cercas coincide con ese análisis: “En cuanto a la novela en sí, me parece -junto a Estrella distante- la mejor de su autor, muy por encima de 2666. Yo diría que Los detectives salvajes es, en todos los sentidos, la novela de su vida”.

Patricia Espinosa comenta: “Optar por ‘lo mejor’, implica una jerarquización mezquina para una obra como la de Bolaño. Es difícil establecer un ranking; pese a ello, Los detectives salvajes es para mí su obra cumbre, un centro narrativo, del cual se desgajan todos sus otros libros (anteriores y posteriores)”.

No, no lo es -asegura Lorena Amaro-. Cuando volví a leerlo, hace poco, me pareció extraño, creo que el valor de su prosa no radica en las imágenes, casi no las hay, está más bien en su ritmo, en el fraseo tan característico suyo (aunque toma cosas de Borges, por ejemplo el uso de las enumeraciones azarosas) y en la invención de situaciones, de personajes. Lo que consigue armar son historias, una detrás de otra, era un gran narrador en ese sentido, pero no es su mejor libro. Creo que está mucho más lograda Estrella distante, de 1996, una novela brutal sobre la violencia política en Chile”.

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Archivo Histórico – Cedoc Copesa

Me gusta mucho también La literatura nazi en América, del mismo año, historias desopilantes, que cuestionan irónicamente el canon y la escena literaria latinoamericana. Eso se le daba muy bien, ir al ataque, sacar ronchas, desconcertar, remover las piezas de la literatura. Su gran obra, 2666, revela también a un escritor más maduro que el de LDS. Con ella consiguió, sin duda, poner en palabras algo que venía buscando insistentemente, cuajar la sensación de lo siniestro en su escritura. También tiene cuentos muy buenos, como Sensini, El ojo Silva o Últimos atardeceres en la tierra”.

Matías Rivas señala: “Es el más famoso de sus libros, pero no sé si es el que más me gusta. Sí es uno de los más importantes dentro de su bibliografía. Es medular, central. Por ambición, es importante, como lo es 2666, pero entre medio me interesa Estrella distante”.

Antonio Díaz Oliva comenta: “No tengo uno favorito. Le tengo cariño a Putas asesinas porque fue el primero y lo leí, además, meses antes de que RB muriera. Creo que el relato Últimos atardeceres en la tierra tiene una precisión cuentística increíble. Los cuentos son una buena forma de entrar al mundo RB. Pero su libro que no es en realidad un libro, sino algo ‘armado’ por un crítico español, Entre paréntesis, me parece que es el libro con el cual me entretengo más. Y que fue el más formativo y deformativo, a la vez. Sin duda. No solo para mí. Creo que para todos los pendejos que estábamos intentando escribir allá luego de los 2000″.

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Tengo una imagen de estar con los también escritores Esteban Catalán y Diego Zúñiga, a las dos de la mañana, masticando una hamburguesa del McDonals de Ahumada (una escena muy triste, a medio camino entre el poema de Enrique Lihn y el McOndo). No solo masticábamos a una vaca sino también página a página los comentarios de RB de ese libro: no leer a Puig o Soriano, James Ellroy es mejor que Martin Amis, Philip K. Dick es un loco genio, reírse de Eltit y Allende, Parra y Borges como dos faros, etc. Fue gracias a ese libro que comenzamos a descubrir lecturas, armar mapas, incluso nos robábamos libros de Anagrama que eran carísimos, entonces y ahora (veinte lucas por un libro de Mario Bellatín, y además qué mal que ha envejecido Bellatín, ¿qué fue de él?)”.

Cristian Warnken piensa similar a Díaz Oliva: “Yo a Bolaño lo prefiero como cuentista, es un cuentista genial. No es disminuirlo, porque Borges cambió la literatura con el género cuento. Para mí sus mejores libros son Putas asesinas y Llamadas telefónicas. Son una joya. En Chile, para los escritores el cuento es un género inferior, y yo creo que los escritores chilenos son mejores cuentistas que novelistas, es un juicio personal”.

Sergio Parra sí pone a Los detectives salvajes en el tope de la tabla, aunque con podio compartido: “Si uno hiciera un curso de narrativa chilena, tendrían que estar dos de sus novelas: Los detectives salvajes y Estrella distante”.

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Archivo Histórico – Cedoc Copesa

IV

Con Los detectives salvajes, Bolaño obtuvo el importante Premio Herralde de Novela 1998. “(Ese) fue el año de la publicación de su primera gran obra maestra, Los detectives salvajes, es decir, una obra maestra de gran formato ya que, a mi juicio, Estrella distante es otra obra maestra. Obtuvo nuestro premio de novela por unanimidad”, comenta Jorge Herralde, el fundador de la casa catalana Anagrama en su libro Un día en la vida de un editor (2019). Fue por iniciativa suya que presentaron el libro al Premio Rómulo Gallegos de 1999, el cual también obtuvo en mayo de ese año.

Él decía que no le importaba el premio, pero casi a la madrugada lo llamó a Jorge Herralde para decirle que lo había ganado -comenta Mónica Maristain-. El discurso al recibirlo fue genial. Le agradeció a Ángeles Mastretta y todo”, ¿por qué? según la prensa de la época, Mastretta fue la única jurado que votó en su contra.

Tras ganar el premio, Bolaño declaró a LUN: “Soy un autor que vive de sus libros desde hace como ocho años. Todo lo demás, todo lo que no sea sentarse y escribir es vanitas vanitatum. Por supuesto que premios como este alegran la vida muchísimo, porque es mucho dinero”.

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En 1998, Bolaño volvió por un mes a Chile luego de 25 años, ahí tuvo varias actividades y encuentros con escritores. Al año siguiente, regresó -tras el Premio Rómulo Gallegos- y conversó con Cristián Warnken en la recordada entrevista de La belleza de pensar. “Costó mucho llenar la sala y que llegara público. Bolaño no era tan conocido, no tenía mucha resonancia local. Muy poca gente lo había leído. La gente lo consideraba un tipo ácido. Me decían que si lo entrevistaba tuviera cuidado con él, porque era agresivo y despectivo con lo que se hacía en Chile. Y nada que ver, no tuve esa sensación. Incluso, después tuvimos un par de correos, quedamos de vernos alguna vez. Fue muy cordial, muy amable. Fue muy atento y serio en responder las preguntas, no por cumplir. No repetía como loro una respuesta hecha. Quedé con una buena impresión de él. Me habría encantado haberle hecho una segunda entrevista”.

Tras ella, Bolaño le puso esa extraña dedicatoria a Warnken. “Yo había escrito unos poemas, que mirados con la distancia, no tienen ningún valor, eran sobre un asesino en serie que se llamaba Jack Lametta, que existía en Italia. Ese cuaderno de poemas quedó en manos de alguien, yo viajaba de un lugar a otro, alguien lo recogió y fueron publicados en una revista llamada Berthe Trépat, que hacían Bolaño y Bruno Montané. Entonces, cuando me puso ‘para que vuelva al lugar del crimen’, ¿qué significaba? que volviera a escribir poesía. Además, se acordaba del número y año en que salió. Yo era nada, mis poemas eran de cuarta división, por eso le interesó”.

25 años después, Patricia Espinosa hace una reflexión sobre la novela: “Chile es el lugar donde menos se ha homenajeado este aniversario de Los detectives salvajes. No debería extrañar ya que nuestro país carece de mitos literarios y de respeto literario. Hace poco leí un artículo en un diario argentino donde se titulaba: ‘Todo lo que hizo la literatura argentina por Roberto Bolaño’. Pese a lo hiperbólico del enfoque, me parece legítimo, está bien porque es un enfoque literario. Acá cada vez que hablan de Bolaño sacan una y otra vez el tema de las polémicas y otras menudencias que ensombrecen la real importancia de su escritura”.

En 2016, Alfaguara se hizo de los derechos de toda la obra de Roberto Bolaño. Hoy, la novela se encuentra con esa edición y en Debolsillo. Sergio Parra la tiene en su librería. “A veces, aparece un chico inteligente, curioso, que la compra”.

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