Pilar Quintana, autora colombiana: “Nos dicen que la niñez es la etapa feliz de la vida y yo me permito dudar”
La indispensable escritora colombiana conversó con Culto sobre su último paso por Chile, como una de las invitadas a la Cátedra Abierta en Homenaje a Roberto Bolaño. Además, abordó algunas aristas de su exitosa novela Los abismos, y reflexionó en torno a la desigualdad de género en la literatura latinoamericana.
Los lazos de Pilar Quintana con Chile trascienden lo estrictamente literario. En nuestro país, la imprescindible escritora colombiana se ha hecho de amistades que se han mantenido en el tiempo y que superan las fronteras latinoamericanas. Una de ellas es la autora chilena Alejandra Costamagna.
“A Alejandra la conocí antes del me too y de este como estallido de escritoras latinoamericanas. Nos hicimos muy amigas y fue maravilloso”, comenta Quintana a Culto poco después de su última visita a Chile, en el marco de la Cátedra abierta en homenaje a Roberto Bolaño organizada por la Universidad Diego Portales. “No es solo una escritora que admiro, una escritora maravillosa, sino una gran amiga. De verdad creo que va a ser mi amiga por siempre. Y yo creo que ese es otro regalo que me ha dado la literatura, la posibilidad de conocer unas autoras que como escritoras son maravillosas, pero que algunas de ellas se han convertido en mis amigas de la vida”.
Justamente, fue Costamagna la encargada de conducir aquella cátedra de la UDP. Algo que la autora colombiana agradeció con emoción. “La hice con mi hermana, que me ha leído a profundidad, y eso es importante. Pero además es alguien con quien tengo un lazo muy estrecho. Yo quisiera que aquí (en Colombia) tuviéramos una cátedra, no sé, en homenaje a Gabriel García Márquez, y que invitaran a Ale para yo retribuirle. Fue amorosísima y, además, con ese cuidado con el que leyó mi obra. Ella editó Caperucita se come al lobo, que salió con editorial Cuneta en Chile. Nos conocemos y conocemos nuestras obras desde hace bastante tiempo”.
En dicha ocasión, Quintana compartió El lado oscuro, un texto donde indaga en el origen de su obra enmarcada en la literatura colombiana y, especialmente, en el movimiento del gótico tropical. Un breve escrito que pronto será publicado, y que los asistentes a la cátedra pudieron revisar en detalle de la mano de la propia autora.
“Muchas veces la vida se nos está pasando y tenemos muy poco tiempo. Me parece que con este boom de las redes sociales y del internet todo se hace con premura, todo lo necesitamos hacer para ya. Pocas veces tengo una solicitud como esta, de una universidad, para que los visite y reflexione sobre mi obra. Unos temas que tengo en mi cabeza, que los quiero escribir, y estos eventos me dan la oportunidad de concentrarme, de hacer de verdad la reflexión. Ese texto yo ya lo había escrito antes, pero lo tenía sin revisar. Y ahora, después de la cátedra, lo vamos a publicar en dossier”, dice desde Colombia.
Los paisajes que irrumpen
Para la literatura latinoamericana, los paisajes componen un elemento fundamental. En la bibliografía de Pilar Quintana, su novela Los abismos es un ejemplo ilustre de cómo el entorno puede cobrar un protagonismo ineludible.
“Cali queda en las estribaciones de la cordillera occidental, sobre el valle del Cauca, y es una ciudad de clima caliente que está a mil metros de altura. Tiene la cordillera occidental al lado, y para ir al mar, al océano pacífico, hay que atravesar esa cordillera. Todos los niños de Cali hemos subido por esa cordillera porque ahí hay restorantes, se sube 15 o 20 minutos y ya estamos en clima templado. Hay fincas, también se baja al mar por esa carretera”, señaló sobre la presencia que tienen dichas montañas en el cotidiano de los caleños.
“Es una carretera horrible. Estrecha, con unos abismos brutales. Y yo no solo los subí, sino que vivíamos allá arriba. Todos los días, cuando yo estaba chiquita, teníamos que bajar a Cali por esa carretera y luego nos recogían en el colegio y subíamos. Mis terrores infantiles estaban poblados por esos abismos. Yo tenía pavor de caernos, que nos estrelláramos y nos cayéramos porque además en esa carretera vos vas viendo que hay cada 100 metros una cruz con unas flores indicando que ahí hubo un accidente mortal. Eso poblaba mis pesadillas de niña”.
En su novela, la madre de la niña protagonista cuenta la historia de una mujer que desapareció por años luego de un accidente en esos abismos. Un relato a ratos fantástico, pero que está arraigado en una experiencia verídica de la infancia de la autora.
“Para colmo, un día mi mamá me dice que en esa carretera, la mamá de una amiga del colegio se desapareció y nunca la encontraron. Esto fue un escándalo en Cali, en esa época. Ese carro lo encontraron en los años 90 cuando yo ya era una mujer. Pero esa historia de la mamá desaparecida pues contribuyó a poblar esas pesadillas que yo ya tenía por vivir allá arriba y por atravesar esa carretera todos los días. Esos miedos que uno tiene de niño, cuando los papás se van y demoran en regresar, que uno piensa ‘se murieron, ahora me quedé huérfana’”, recuerda sobre esa historia.
“Supongo que 40 años después tuve que hacer una novela para exorcizar esos miedos de niña. Era un miedo de verdad geográfico, porque tenemos una geografía en Colombia terrible, que no puedes evadir. Ahí está. Pero que además alimentó mis miedos infantiles que no son solo mis miedos, sino que son comunes a todos los niños del universo”, concluye sobre el impacto de esos paisajes en su propia vida.
Justamente esos temores son los que emparentan a su ficción con el gótico tropical. “Es una historia que coquetea con el terror, y estos abismos geográficos luego también nos invaden. Con esta novela me gustó volver la vista atrás a revisitar el lugar de la infancia con mis ojos ya de adulta. La figura de la madre. Cómo, para mí, mi mamá era una mamá pero no una mujer compleja. Yo, ya siendo madre y una señora grande, pues vuelvo la vista atrás para revisitar esa idea de la mujer sólo como madre para desmitificarla un poco. Decir ‘hombre, esta era una mujer compleja, mirémosla como mujer’”.
Y agrega: “Y también enfrentar esa figura de los años 80, donde había unas mujeres muy hetéreas que nos las presentaban en pijama con un vaso de whiskey en la mano y nos parecía que eran glamurosas. Ahora, al revisitar eso, quizás vemos que no eran tan glamurosas, sino que más bien estaban deprimidas. Quería hablar de aquello, volver a interpretarlo con los ojos nuevos que tengo ahora porque soy más adulta y porque hemos como sociedad crecido y reflexionado en torno a las maneras de ser mujer y en torno a los imaginarios de ser mujer y sobre ser mamá”.
Sin embargo, la desmitificación de la niñez también era algo que la autora se propuso con esta novela, ganadora del Premio Alfaguara de novela 2021. “Nos dicen constantemente que la niñez es la etapa feliz de la vida y yo me permito dudar. No creo que sea ni más feliz ni más triste que las otras etapas de la vida. La niñez tiene momentos felices, pero también es una etapa difícil. A todos los niños se nos rompe la inocencia en un punto. Quería hablar de esa pérdida de la inocencia”.
“Aquí tenemos una niña que cuando empieza la novela tiene siete años y a los nueve, cuando se termina el libro, ella ya ha perdido la inocencia. Sigue siendo una niña en edad, pero creció y desveló el mundo por lo que es. Entendió que sus papás no son perfectos. Entendió que el amor no es incondicional. Que su mamá sufre una enfermedad terrible y que su papá se hace el bobo, el huevón, y no quiere mirar que su mamá tiene eso. Entendió que está sola. Que en últimas, está sola. Yo quería mostrar eso, que la infancia es una etapa complicada de la vida. Y supongo también que quería ver cómo fue ser hija de esos papás de mi generación, de unas mamás que estaban en la camisa de fuerza de la maternidad y unos papás que proveían, pero no se involucraban en los temas emocionales, no se involucraban en la crianza de una manera activa”, reflexiona.
Madres, mujeres y literatura
La maternidad es otro de los grandes temas que surgen en la novela de Quintana. Y aunque se trata de un tema totalmente universal, la autora está de acuerdo con el hecho de que es un asunto bastante excluido de la literatura en general.
“Cuando yo empecé a publicar en el año 2003, en la primera mitad de los 2000, era ir y decir ‘no, es que esa novela es de un tema femenino entonces no es importante’. Como decir que eso no es literatura, no tiene alto vuelo, sino que es una literatura femenina, y se asociaba lo femenino con algo despreciable, no tan valioso. Pero ahora me pregunto ¿es que la maternidad es un tema sólo de las mujeres? Todos somos hijos de una madre. Todos podemos reflexionar sobre ese tema. Y también pienso que tendemos a idealizar la maternidad y ahora, después del me too y los movimientos feministas, vienen las mujeres más jóvenes a decirnos y a poner ese tema sobre la mesa, y que podamos hablarlo”.
- La literatura masculina siempre ha sido vista como un tema universal, pero al contrario, la literatura hecha por mujeres se ha encasillado como algo solo para el consumo femenino. ¿Crees que hemos avanzado algo en esa visión?
Creo que sí. Yo soy escritora nacida en 1972, mi papá es un gran lector y sus amigos también. Los amigos de mi papá me empezaron a leer después de que me gané el premio Alfaguara de novela. En cambio, yo estoy segura de que los amigos del papá de Juan Gabriel Vásquez, que es un escritor colombiano de mi generación, lo leyeron desde la primera novela. Y yo pienso que es porque dirán ‘ah, no, esos son temas de mujeres y eso quien sabe qué será, debe ser malo’. Estoy segura de que debe ser por eso. Ahora, que hemos avanzado yo creo que sí. Las nuevas generaciones son más abiertas, pero aún falta. Hay libreros que me han dicho que cuando entra un señor y pide que le recomienden un libro, recomiendan La perra y le dicen ‘no, de mujeres no, a mi recomiéndeme literatura buena’. Ese tipo de cosas sí que siguen pasando.
Y hay otra cosa. A mí, en todas las entrevistas, desde que empecé a escribir, me preguntaban si mi escritura y mi literatura eran femeninas. Y yo decía ‘por qué diablos me están preguntando esto’. ¿A qué hombre le preguntan si su literatura es masculina? ¿Qué hombre está acá todo el tiempo reflexionando sobre ser hombre, sobre ser padre, sobre cómo pueden trabajar y ser escritores? No, eso nos lo preguntan solo a nosotras, y son temas que son válidos, claro. ¿Pero por qué solo a nosotras? Porque primero está la condición de mujer y de madre. ‘Por qué no me preguntaban a mí sobre mis personajes sino primero sobre eso? A mis amigos hombres no les preguntan sobre los temas de sus masculinidades.
- Incluso si un hombre escribe sobre maternindad o paternidad ya sería visto de forma distinta...
Claro, y los hombres lo han hecho. Por ejemplo, Los hermanos Karamazov, esta novela sobre ser padre y ser hijo, pero es una gran obra de la literatura universal. Una mujer escribe una historia de mujeres, sobre una mamá y una hija, y ‘¡ay! está hablando sobre la maternidad porque las mujeres solo pueden hablar sobre la maternidad’. Pero lo llevan haciendo los hombres también, hablando sobre la paternidad y sobre ser hijo, pero en ellos es la literatura universal y a nosotras nos encasillan para meternos ahí y separarnos de esa etiqueta de literatura universal y decir ‘aquí está la literatura de las mujeres, esta es la de los negros, esta es la de las diversidades sexuales; y ahora está la verdadera literatura que es la que hacen los hombres blanquimestizos’.
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En los últimos años, Pilar Quintana ha tomado un rol activo en la difusión de la literatura hecha por mujeres, especialmente en su natal colombia. Así fue como creó la Biblioteca de escritoras colombianas, una iniciativa que busca rescatar y re-editar obras escritas por autoras que, por un motivo u otro, fueron abandonadas con el paso del tiempo.
“Yo vi el gran faltante que tenía en mi biblioteca. Había leído literatura clásica de mujeres y hombres, pero no había leído literatura clásica colombiana hecha por mujeres. Había leído la literatura clásica de los hombres. En el colegio no la leí, no la leí en la universidad y tampoco por mis propios medios. Y este problema no era yo, eran los colegios, la universidad, la sociedad, era todo el mundo. No habíamos leído a las mujeres. Y entonces me puse a la tarea con el Ministerio de Culturas. Este es un proyecto editorial del Ministerio de Cultura del cual yo soy la editora. Y entonces formamos un comité editorial y nuestro objetivo era rescatar las grandes obras de las escritoras colombianas más importantes que estuvieran descatalogadas para que existieran”, cuenta sobre el proyecto.
Así es como no solo han logrado la publicación de dichas obras, sino que también han realizado la tarea de visitar escuelas y realizar charlas y citas pedagógicas. “Recorremos las ferias del libro haciendo eventos y talleres para presentarlas al público general. Y talleres para los maestros de colegios y de universidades para mostrarles a estas autoras y cómo pueden usarlas en el aula. Cómo pueden usar sus textos”.
En ese mismo ejercicio, Quintana aprovecha la instancia para recomendar a algunas autoras de la biblioteca, pero igualmente a algunas de sus colegas latinoamericanas. “Una es Elisa Mujica, en la biblioteca publicamos un libro de cuentos que se llama Ángela y el diablo, lo pueden descargar gratis de internet y es una maravilla de libro. Y una poeta extraordinaria en Colombia que a penas se está empezando a conocer, se llama Emilia Ayarza, y fue una poeta bastante excluida por su generación, por ser mujer. Pero no solo por ser mujer, sino porque no estaba escribiendo de la florecita o de la avejita. Ella estaba reivindicando a las mujeres que abortaban, a las putas, a las drogadictas, las feas, las solteronas, y eso no pegaba bien en su generación”.
“De mis contemporáneas, Alejandra Costamagna y Nona Fernández me encantan. Me encantan también Samanta Schweblin y Mariana Enríquez de Argentina. Y les voy a recomendar dos mexicanas también, que son Fernanda Melchor y Brenda Navarro. Otra colombiana que quiero recomendar, y este libro todo el mundo tiene que leerlo, es Marvel Moreno, y tiene una novela extraordinaria que se llama En diciembre llegaban las brisas”.
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