El ascenso del actor Jacob Elordi: “Siempre quiero estar al servicio de los cineastas”

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El ascenso del actor Jacob Elordi: “Siempre quiero estar al servicio de los cineastas”. Foto: Prime Video

La estrella de Euphoria es una de las figuras más promisorias y ocupadas de la actualidad. Acaba de llegar a Prime Video con la película Saltburn, donde interpreta al heredero de una excéntrica dinastía, y estrena en los cines Priscilla, donde la directora Sofia Coppola lo fichó para que encarnara a una oscura y complicada versión de Elvis Presley. “Todavía no me lo puedo creer. Todas las noches me voy a la cama y digo: esto no es posible”, señala.


Si el éxito de una serie de televisión se mide en base a la conversación que produce más allá de su base dura de espectadores y al número de nuevas oportunidades laborales que genera para sus protagonistas, Euphoria toma la delantera entre las producciones estrenadas en los últimos años.

Con apenas dos temporadas (y una tercera ya anunciada), la ficción de HBO no sólo ha causado que Zendaya, su principal estrella, dispare su popularidad, alternando superproducciones con películas más pequeñas, sino que también ha impulsado las carreras de otros promisorios integrantes de su elenco, como Hunter Schafer, Sydney Sweeney, Storm Reid y Maude Apatow.

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Foto: HBO

De todos esos nombres, Jacob Elordi (Brisbane, 1997) es uno de los que se ha vuelto más solicitado por estudios y cineastas. El actor que encarna a Nate Jacobs en la trama tiene una agenda plagada de compromisos asociados a estrenos y a proyectos que verán la luz próximamente. Entre ellos están Oh, Canada, la nueva cinta del director y guionista Paul Schrader, que acaba de terminar de filmar en Nueva York junto a Richard Gere, y la miniserie de Prime Video basada en la premiada novela de guerra El camino estrecho al norte profundo (2013), cuyo rodaje hoy lo tiene de vuelta en su natal Australia.

Conectado a una videollamada a primera hora de la mañana, Elordi supera el cansancio producido por el trabajo para expresar algunas palabras sobre el momento que atraviesa su carrera. “Significa demasiado para mí”, dice, para luego soltar una risa nerviosa. “No me lo puedo creer. Todavía no me lo puedo creer. Todas las noches me voy a la cama y digo: esto no es posible. En este momento me estoy pellizcando”.

En la misma instancia –una conferencia virtual en la que participa Culto– admite que por el momento no cuenta con la necesaria distancia temporal que le permitiría dimensionar sus logros con propiedad. “Estoy increíblemente agradecido de que esto esté sucediendo y de poder desempeñar un papel en esto que amo tanto”, apunta.

El intérprete australiano cuenta con un rasgo que es menos común entre los actores de lo que se podría pensar: disfruta viendo grandes cantidades de películas, y es un ávido lector de teatro y de biografías de actores legendarios a los que admira. Eso le permitió entrar a Hollywood con una capa de conocimiento que otros contemporáneos no ostentan. Luego está el factor clave: su capacidad para dominar la pantalla en diferentes relatos, una cualidad que Sofia Coppola, su directora en Priscilla, ha comparado con la de estrellas tan emblemáticas como Paul Newman y Montgomery Clift.

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Foto: Chiabella James/Prime Video

Pese a los elogios que ha ganado rápidamente, su puerta de entrada a la industria estadounidense no fue tan prestigiosa como imaginó en sus sueños. Consiguió uno de los roles principales de El stand de los besos (2018), la película adolescente de Netflix sobre el triángulo amoroso que se teje entre una chica y dos hermanos. Antes de que ese largometraje se alzara como un fenómeno de la era del streaming –y se terminara convirtiendo en una trilogía–, viajó a Los Angeles a buscar una oportunidad. Mientras se alojaba en la casa de un amigo y en ocasiones dormía en su propio vehículo, acudió a las audiciones de Euphoria. La respuesta tardó. De hecho, ya tenía decidido volver a Australia para ganar algo de dinero y recuperar sus alicaídas finanzas. Pero en ese instante Sam Levinson, el creador de la serie, lo contactó para confirmarle que era el escogido para dar vida al oscuro Nate.

En la ficción de HBO se apropió de uno de los personajes más memorables, un adolescente popular conocido por sus arrebatos de ira que oculta un turbulento pasado asociado a su padre. Ya en su primera temporada, en el año 2019, su despliegue lo consolidó como un talento al que ponerle atención y como un referente para toda una nueva generación de espectadores, que siguen obsesivamente sus siguientes pasos fuera y dentro de la pantalla.

Sin embargo, la inglesa Emerald Fennell no había visto Euphoria cuando Elordi se presentó al casting de su segundo largometraje como directora, Saltburn. Sin tener en la imaginación la imagen de él como Nate, simplemente lo visualizó en la piel de Felix, un estudiante de la Universidad de Oxford de origen aristocrático que invita al protagonista de la historia –Oliver, interpretado por Barry Keoghan– a su finca familiar durante un verano.

“Sabes inmediatamente lo que ella quiere cuándo empieza a hablar, así que, en lo que fuera, quería seguirla en esta aventura. Ella tiene una imaginación perversa”, asegura el actor sobre la realizadora que ganó el Oscar por Promising young woman (2020).

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Foto: Courtesy of Prime Video

Aunque ahora define a la cinta como “salvaje, hermosa y divertida”, en un comienzo manejaba pocos detalles de la trama, un relato de ecos góticos que a través del humor negro indaga en el deseo y los privilegios durante la mitad de los 2000, y que dialoga con el legado de novelas como Retorno a Brideshead (1945) y El talento de Mr. Ripley (1955).

Gracias a la invitación de Felix, Oliver conoce a los singulares miembros de su familia: sus padres, Elspeth Catton (Rosamund Pike) y James Catton (Richard E. Grant), y su hermana, Venetia (Alison Oliver). Además, está un primo estadounidense que también estudia en Oxford (Archie Madekwe) y una amiga del clan que ha prolongado su estadía más allá de lo adecuado (Carey Mulligan). “Ella nos dijo que todos son muy humanos, de la peor y de la mejor manera posible”, define Elordi.

Recién estrenada en Prime Video, Saltburn es la clase de película cuyos elementos pueden no cuajar a la perfección, pero que evoca imágenes que cimentan una atmósfera hipnótica y logra que al menos un par de personajes rehúyan la caricatura. El rol de Elordi es uno de ellos, un mérito compartido tanto por Fennell como por la joven estrella.

“No me encuentro en nada parecido a Felix, así que cruzo los dedos para que haya funcionado”, plantea el intérprete. Luego rectifica y advierte que hay al menos una similitud: cierta soltura en los movimientos que no compartía con otros personajes que ha sumado en su trayectoria. “Yo no soy muy rígido, soy bastante suelto. Entonces, fue agradable poder interpretar esa parte de mí, lo que es un poco más fácil que estar siempre rígido en el colegio”.

Soy Elvis

En 1959, Priscilla Beaulieu es una adolescente de 14 años que vive en una base de la fuerza aérea en Alemania Occidental junto a sus padres. Se encuentra almorzando junto a su familia en un restaurante cuando un hombre mayor le hace llegar un mensaje: Elvis Presley, el afamado cantante y nuevo recluta del ejército estadounidense, quiere conocerla, por lo que la invita a una fiesta.

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En un inicio, esa posibilidad despierta la resistencia de sus progenitores, pero Presley, diez años mayor, se las arregla para conseguir una respuesta satisfactoria. Priscilla lo empieza a frecuentar de manera cada vez más habitual, y luego el gran escollo ya no son sus papás, sino que el regreso del músico a su país para continuar con su carrera. Sin motivo aparente, Elvis deja de llamar. Pero un día reaparece y le propone una vida juntos. Todo deriva en que la joven se instale definitivamente en Graceland, el imperio del Rey del Rock and roll.

Basada en el libro de memorias de la protagonista (Elvis and me), Sofia Coppola se adentra en el mundo interior de Priscilla Presley para contar una historia que había quedado algo olvidada: la de la adolescente –y luego mujer– que amó al cantante que hegemonizó gran parte de la música del siglo XX y fue testigo de sus luces y sombras.

Respecto a Elvis (2022), de Baz Luhrmann, la realizadora no solo adopta un foco diferente y se centra en un período de tiempo más acotado, sino que retrata una cara distinta del músico. En ese largometraje él era sobre todo un performer y una víctima de la relación maldita con el Coronel Parker, su tiránico mánager; en cambio, Priscilla (que llega este jueves 28 a cines chilenos) se detiene en su dimensión privada y lo perfila como un hombre en duelo que puede ser tan amoroso como controlador e incluso abusivo. El tipo de acercamiento que explica por qué los responsables del patrimonio de Presley no quisieron colaborar con el proyecto y por qué, por ende, la cinta no cuenta con sus canciones originales.

Eso no limitó a la autora de Perdidos en Tokio (2003), quien tiene recursos con los que defender su mirada. Por ejemplo, aprovecha la estatura de Elordi (notoriamente más alto que la actriz Cailee Spaeny) para acentuar la disparidad entre sus dos personajes centrales. Cada vez que su Elvis irrumpe en escena lo hace rodeado de una patota compuesta por colaboradores y amigos, mientras que la protagonista lidia con la soledad de la mansión que habitan.

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Eso no quiere decir que le otorgue punto de vista a la voz de Suspicious minds. De hecho, eso no ocurre en ningún momento. Así, se configura una curiosidad entre los dos últimos proyectos de Jacob Elordi: si en Saltburn su personaje es visto a través de la mirada de Oliver (Barry Keoghan), en Priscilla su rol aparece únicamente a través de la óptica de la esposa del artista. El intérprete no tiene problemas en prestarse a esos juegos narrativos de directores a los que admira.

“Estoy bastante abierto a todo. Y definitivamente quiero estar al servicio de los cineastas. Siempre”, remarca.

Esa es una certeza. Aquí va otra: no le gusta verse a sí mismo en la pantalla, ni como Elvis ni como el problemático adolescente al que encarna en una de las series del momento. “Trato de evitarlo lo que más pueda. Por ahora”.

El australiano dice que su momento favorito de cada proyecto es cuando concluyen las filmaciones. “Cuando se termina de rodar la película, se termina para mí. Lo envuelves y lo guardas, lo conservas como una especie de momento sagrado”, señala.

“Estoy muy contento de que podamos compartir las películas con la gente, y que ellos puedan entonces extraer lo que deseen y construir su propio mundo. Pero yo pienso que es saludable dejar la película cuando la dejas”.

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