Libros de contrabando y un complot frustrado: la historia del olvidado precursor de la independencia de Chile
José Antonio de Rojas: el primer revolucionario, se llama el libro que acaba de publicar Enrique Inda a través de Planeta, y que rescata la vida del criollo que influyó intelectualmente en la independencia de la nación. En Culto revisamos su historia de mano del autor del volumen.
Al hablar de la Independencia de Chile, a la mayoría se le vienen a la cabeza los nombres que todo escolar aprende de memoria en Chile: Bernardo O’Higgins, José Miguel Carrera, Manuel Rodríguez o José de San Martín. Amén de otros actores secundarios del período, como Fray Camilo Henríquez, Manuel de Salas o el coronel Santiago Bueras.
Como en todo proceso es posible rastrear el punto de inicio, y ahí aparecen otros actores, como Juan Martínez de Rozas, y sobre todo, José Antonio de Rojas. El criollo. Poseedor de una de las mayores fortunas del reino fue uno de los precursores intelectuales de la Independencia de Chile, al ser de los primeros en hablar de emancipación, ello gracias a su copiosa biblioteca.
Su historia acaba de ser rescatada por Enrique Inda Goycoolea en su nuevo libro José Antonio de Rojas: el primer revolucionario, y que acaba de ser publicado por editorial Planeta. “Durante varios años investigué sobre el último período de la Colonia en Chile y el de su posterior Independencia. Surgió una diversidad de hechos y personajes que se convirtieron en protagonistas de esa época. Los conocimos en las clases de Historia que se impartían en colegios y liceos, de boca de nuestros padres y tras preguntar, ¿quiénes eran aquellos personajes inmortalizados en tantos monumentos erigidos en todo el país? La mayoría eran de militares, algunos de políticos, pocos de intelectuales y ninguno de José Antonio de Rojas, personaje que me llamó la atención por la escasa relevancia que se le ha dado, en circunstancias que fue el chileno más culto, con ideas innovadoras y de avanzada en un período culturalmente muy oscuro de nuestra historia”.
Rojas, como decíamos, influyó sobre todo en el plano de las ideas. Y su biblioteca es uno de los puntos que toca Inda en su biografía. “Las escasas bibliotecas particulares tenían solo algunos libros en español, y casi todos eran religiosos. Las órdenes religiosas tenían más volúmenes, pero la mayoría de ellos eran de escasa importancia y muy poco leídos por el mayoritario analfabetismo de esa época”.
“En la biblioteca de Rojas había un buen número de obras que solo él tenía, la mayoría de ellas escritas por destacados autores de la Ilustración, y por lo tanto prohibidas por la Inquisición. Eran ediciones en francés e inglés, que Rojas facilitaba a un muy reducido círculo de amigos capaces de leer en esos idiomas, y a otros él se las traducía verbalmente y en reuniones prácticamente clandestinas. Fue Rojas el primero que divulgó esas ideas en el reino de Chile y en manifestar su aversión a la monarquía y a la beatería imperante”.
Pero el proceso no fue fácil ya que pese a su relevancia, la documentación sobre Rojas no abunda. Así, Enrique Inda debió batírselas con lo que pudo pillar. “Fue complejo, porque la información que disponía era escasa y breve, lo que me obligó, además de revisar la historiografía tradicional, buscar trabajos de investigación de ese período, particularmente las referentes a educación y cultura. De hecho, recurrí a documentos e investigaciones no publicadas en nuestro país, sino que en Argentina, particularmente referidas a la historia de la ciudad de Mendoza”.
Un aspecto de la vida de Rojas que sorprendió a Inda, es que teniendo un origen social de privilegio, optó por un destino diferente al que le hubiese correspondido. “Al revisar su vida, me sorprendió que habiendo nacido ‘en cuna de oro’, relacionado con familias criollas que se autodenominaban ‘principales’, con autoridades poderosas en Chile en el Perú, en Argentina y en España, se haya interesado por la literatura y las ciencias, en lugar de incorporarse a la lucha por el poder para acrecentar su ya ingente patrimonio”.
Pero que se mantuviera al margen del poder no le impedía tener opinión de lo que ocurría en el país. Por ello, empezó a acumular cierta molestia hacia el trato que España daba a las colonias americanas. “Se sintió menoscabado en su condición de privilegiado que tenía en América, y como era un hombre inteligente pudo comprobar que se consideraba a los criollos americanos como personas inferiores a los nacidos en España, sin considerar los méritos y la férrea lealtad a Dios y a la corona que los criollos influyentes manifestaban entonces”.
Tras un paso por España, y al regresar al país -con un ingente cargamentos de libros de pensadores ilustrados-, Rojas se vio involucrado en el llamado “Complot de los Tres Antonios”, en 1780, donde junto a los franceses Antonio Gramusset y Antonio Berney pensaron en derribar al gobernador nombrado por España e instaurar una república. Sin embargo, los franceses fueron descubiertos y apresados. Rojas zafó por su condición social. El intento, para Inda, no tuvo jamás posibilidad alguna de éxito. “Los complotados carecían de influencia y de poder. Lo interesante de este caso, es que más de dos siglos después, esas ideas libertarias y republicanas predominan, desde hace muchos años, en casi todos los países del mundo”.
Pero Rojas continuó en sus afanes independentistas y divulgando sus ideas, lo que le valió ser apresado y exiliado a Lima en 1810, por órdenes del gobernador Francisco Antonio García Carrasco, un rudo y áspero militar que no midió su acto, pues de inmediato las familias más encopetadas del reino -con las que ya había tenido pocas migas- se le fueron en su contra. Ello derivó en su renuncia. “La arbitrariedad de García Carrasco generó un sentimiento de inusual solidaridad entre las familias santiaguinas ‘principales’, que por primera vez, durante la Colonia, se castigara a tres de los suyos -señala Inda-. Sin embargo, hay que reconocerle al gobernador que, con razones más que suficientes, había arrestado y deportado a tres personajes influyentes que se reunían, discutían y propalaban ideas independentistas”.
Ya bajo la reconquista española, en 1814, el gobernador Mariano Osorio le envió exiliado a Juan Fernández, por entonces, Rojas ya era un anciano y estaba muy debilitado, por lo que apenas pudo soportar las duras condiciones de vida de la isla. Volvió en septiembre de 1815 beneficiado por un indulto de Osorio por razones de salud. Sin embargo, Inda explica que se desconoce la fecha exacta de su muerte. “Solo hemos podido confirmar que hasta mediados de 1816 aún estaba vivo, postrado y demente, y que lo acompañaba su esposa y su única hija”.
Para Inda, Rojas merece estar en el Panteón de nombres fundamentales de la historia de Chile. “No sé qué se debe considerar de una persona para declarársele padre o madre de la patria. Pero sí considero a Rojas el primer revolucionario chileno, por haber traído y divulgado en Chile un conjunto de libros e ideas que eran indiscutiblemente revolucionarias”.
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