Carmen Galdames, escritora chilena: “A la literatura en general le falta sexo”
El amor acaba se llama la segunda novela de la narradora nacional, publicada por Emecé. En sus páginas cuenta la historia de una mujer desganada de la vida que huye de su matrimonio y termina viviendo con un desconocido. En su búsqueda, explora su sexualidad sin complejos, lo cual se relata de manera bastante explícita. En charla con Culto, la autora desmenuza el libro.
Sara está desganada, aburrida. Solo siente ganas de escapar, no sabe adónde, pero escapar. Un buen día se va de su departamento con lo puesto y abandona a su marido. De golpe y porrazo. Después de varios rodeos termina donde Juan, un tipo algo excéntrico, un perfecto desconocido quien la recibe en su departamento. Ahí -producto de una circunstancia- ambos permanecen encerrados y Sara pensará qué hacer mientras alterna las sesiones de sexo con el consumo de drogas.
En líneas generales es la trama que sigue El amor acaba, la segunda novela de la escritora nacional Carmen Galdames (41). Publicada a través de Emecé explora tópicos como la insatisfacción, el deseo, las enfermedades mentales, la relación algo conflictiva con la madre, en un tono algo pesimista y a ratos oscuro. Eso sí, se lee de manera bastante ágil. Galdames es oriunda de Santiago, y entre sus lecturas de cabecera cita a la estadounidense A. M. Homes, Michel Houellebecq, Claudio Bertoni, Alejandra Pizarnik e Idea Vilariño.
La autora recibe a Culto en las oficinas de editorial Planeta, cuando la tarde es calurosa y supera los 30 grados. “La verdad es que todo partió con Sara. Imaginé a una mujer en crisis, que se encuentra perdida sin saber a dónde ir, como con ganas de arrancar, de desaparecer, que siente un hastío de la vida. Incómoda con su vida pero cómoda en sí misma. Esa fue la primera idea. De ahí la junté con Juan, quien también está como en una especie de limbo por otras razones. Luego me puse a experimentar e investigar un poco cómo funciona la atracción, cómo funciona el vincularse con otros. Sara y Juan se hacen compañía y se relacionan a través del sexo. En el fondo, no quieren estar solos”.
Así, Galdames comenzó poco a poco a darle forma a esta novela. “El proceso fue lento, yo soy súper lenta para escribir. Siempre parto con los personajes. Creo que con buenos personajes uno puede hacer que hagan cualquier cosa. Entonces les di harto trabajo, sobre todo a Sara y a Juan. Los busqué en la gente, pero también en mí. También los busqué en el cine, en los libros. Y cuando ya los tuve a ellos dos, todo salió bastante más fácil. Igual fue lento, pero como ya los tenía juntos y encerrados, la cosa se fue por un túnel”.
Al quedarse encerrados, entre Sara y Juan se va generando cierta intimidad a pesar de lo poco que se conocen. “Eso me gusta -asegura Galdames-. Es intimidante, como claustrofóbico. Me gusta como encerrar a dos personajes y ver qué pasa. Me gusta que haya algo íntimo, que haya poca gente, que estén obligados a relacionarse entre ellos”.
Una cosa que es notoria al leer la novela es que las escenas son muy detalladas, un poco al estilo de Karl Ove Knausgård.
Yo creo que eso se dio porque mi escritura es así y porque sin querer escribo pensando en cine. Entonces veo mucho las escenas, veo mucho las imágenes, hago close up en mi mente y salen esos detalles, que si fueran parte de una película serían súper lindos. Me gusta jugar con los detalles.
La gran particularidad de El amor acaba es que tiene mucho sexo explícito. Sara no teme explorar y tener relaciones sexuales con los amantes que le aparecen en el camino. A veces de manera impulsiva. La autora reconoce que es algo que pensó desde el inicio. “Siempre tuve la idea de que hubiera sexo en este libro. Como Juan y Sara se vinculan desde ahí, me pareció lo más lógico. Era un buen momento para experimentarlo y escribirlo. Sara es una mujer que es libre con su sexualidad. Como que no tiene muchos tabúes, siempre está dispuesta a cruzar límites, a probar. Ojalá muchas mujeres hagan lo mismo también”.
En general, en la novela chilena no hay mucho sexo, y si está, aparece de modo más lateral. ¿Crees que a la novela chilena le falta más sexo?
Yo creo que sí. Yo creo a la literatura en general le falta sexo. Los humanos tenemos mucho sexo, es parte de nuestra vida. El erotismo, la atracción, el deseo, son cosas que nos mueven a hacer, a existir. Entonces creo que dejarlo de lado es un poco...ser fome.
¿Cómo se escribe sobre sexo sin caer en la caricatura?
Pensé en el cine europeo, que es un cine un poco raro. Me acuerdo que vi Love (2015), de Gaspar Noé, donde hay harto sexo; también El último tango en París (1972), que fueron las dos referencias para este libro, desde ahí me agarré. También Las edades de Lulú (1990), donde hay un sexo un poco raro, mirado quizá con otros ángulos, bien descriptivos. Lo que sí pasó es que de repente es difícil encontrar palabras, por ejemplo, teta, o pechuga. Claro, uno las dice, pero al escribirla se ve distinto, ahí me tropecé un poco pero lo logré.
¿Cuánto de ti tiene Sara?
Tiene harto, pero somos súper distintas. Las dos somos pesimistas y no tenemos respuestas. Buscamos conectar, buscamos un lugar, esa parte yo creo que sí es bien mía. Pero no sus impulsividades y locuras, yo soy más tranquila.
En la novela hay una visión del amor que es bien pesimista. ¿Qué crees tú sobre el amor?
Para mí el amor es positivo, es lindo, es mágico. Es algo que te mueve, que te despierta, que te ayuda a existir, que te comunica con otros. Yo tengo una visión mucho más positiva del amor que Sara. Ella es bastante trágica para pensar.
En otro aspecto, ¿qué piensas de la inteligencia artificial?
Encuentro que es una locura. Está bien que esté, es parte del desarrollo tecnológico, así como nos acostumbramos al internet, nos acostumbraremos a la inteligencia artificial. Yo creo que es útil, que sirve, probablemente yo la uso en mi celular todos los días y no me doy ni cuenta. Pero la inteligencia artificial que llega para crear, ahí no me la compro mucho. Creo que puede intentarlo, pero al final el arte es tan humano que no creo que llegue a lograrlo de la misma forma.
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