“Arrancaaad el puñal al tiranooo, quebrantad ese cueeeello feroz”, cantaron los entusiastas asistentes que llegaron al Teatro de Domingo Artega, en Compañía con Plazuela O’Higgins. Era el 20 de agosto de 1820, y con ocasión del cumpleaños de Bernardo O’Higgins, el Director Supremo de la Nación, se entonó por primera vez el himno nacional, con música de Manuel Robles y texto del argentino Bernardo Vera y Pintado. Una práctica que se comenzaba a consolidar en las nóveles repúblicas latinoamericana, gracias al talento de compositores que aportaron con su experiencia y talento en ese tránsito.
Ese período fue el que interesó al musicólogo e investigador José Manuel Izquierdo, profesor asociado de la Facultad de Artes de la Pontificia Universidad Católica, quien acaba de publicar Filarmónicos y Patriotas. Se trata de un estudio en que investiga el trabajo de los compositores latinoamericanos en el período de la independencia y la formación de los estados nacionales, hasta mediados del siglo XIX.
Precisamente, a comienzos de esa centuria comenzaba el tránsito hacia nuevas expresiones estilísticas con la actividad de compositores como Ludwig van Beethoven, Franz Peter Schubert, entre muchos otros. Pero ¿y en América Latina? “Cuando uno estudia música ese es el periodo del que más se conoce y más se toca. Incluso en Chile lo que más se toca es Mozart. Entonces sabemos mucho de la música de esa época, pero nada de América Latina”, explica Izquierdo al teléfono con Culto.
De allí su interés por indagar en un período, que a su juicio, estaba poco explorado. “En la mayoría de los libros se ha trabajado mucho sobre música colonial y sobre los autores de principios del siglo XX, que son bastante reconocidos. O sea, en Chile se sabe quién fue Enrique Soro, o el brasileño Antonio Carlos Gómes, pero este período, el de la independencia, es una especie de paréntesis. Era una época de la que de verdad creo que no se sabía nada o muy poco”.
A Izquierdo le tomó un período de poco más de diez años terminar esta investigación. Partió trabajando sobre nombres puntuales de la época, pero con el tiempo decidió ampliarlo. Con paciencia, visitó los archivos de los países de la región, movió redes y contactos para conseguir las pocas piezas de la época que han llegado hasta el repertorio de nuestros días. Poco a poco, logró juntar datos dispersos para conocer algunos nombres que estuvieron activos en la región, como Francisco Manuel da Silva, Mariano Elízaga, José Eulalio Samayoa, Juan Meserón, José Bernardo Alzedo o Pedro Ximénez Abrill.
“Lo más difícil fue que se sabía muy poco de ellos -apunta Izquierdo-. Prácticamente toda esa música no está ni editada ni grabada. Tampoco están los manuscritos, los que quedan son muy pocos. Está el caso de Pedro Ximénez en Bolivia, hace 15 años se descubrió un baúl con toda su música. En esa época él había compuesto 40 sinfonías, cuartetos de cuerdas y todo apareció de golpe. Entonces, todo esto es para sacarse la idea de que acá no se hacían sinfonías como en Europa. Me parece es que más bien, lo que nos queda hasta nuestros días es muy poco”.
¿Y el caso de Chile?¿hay alguna documentación disponible?
En Chile hay muy poco. Está el archivo de la Catedral, que trabajó mucho Alejandro Vera y en el período colonial vino un compositor de España, que era José de Canterrós, pero a mí me interesó mucho estudiar a los nacidos en América Latina y que hubieran vivido la transición de pasar a ser parte de una nación independiente. Y en Chile en realidad no hay mucho, porque estaba José Zapiola, además había una familia de músicos peruanos que eran los Filomeno y los menciono muy a la pasada en mi libro. Ahora, Chile crece después de la independencia, hasta entonces no era un lugar muy rico. Por eso es que en realidad uno encuentra mucha más gente documentada en Lima, en Ciudad de México, o en Río de Janeiro.
Pese a la carencia de evidencia documental, con lo poco que halló, Izquierdo logró trazar algunos rasgos comunes. “Casi todos trabajan para la Iglesia, que es la que tenía orquesta y era el gran empleador. Para los mulatos y las personas nacidas fuera del matrimonio, las posibilidades de tener un nombre legal, de tener educación, y eso no siquiera era ir a la Universidad, sino aprender a leer y escribir, no eran muchas. Entonces un camino muy usual era aprender un oficio o entrar a la iglesia. Por eso, en su mayoría las raíces familiares se vinculan a los esclavos africanos que llegan al continente, aunque ya eran personas que no estaban esclavizadas. Además les tocó vivir esa transición entre la Colonia y la República”.
Aunque la Iglesia era el principal empleador, con el paso de los años los músicos comenzaron a ampliar sus alternativas; clases privadas, pequeños conjuntos y luego, la ópera. “En la década de 1840 comienza a explotar la ópera -apunta Izquierdo-. De hecho, entre esa década y la de 1850, los músicos pueden empezar a salir del país mucho más y se construyen los teatros de ópera municipales, como el de Santiago que es de 1857. Entonces muchos músicos se pasan de la Iglesia a los teatros, porque las iglesias muchas veces dejan de tener orquesta”.
¿Había relación con otro tipo de espacios más privados? pensando en salones, saraos, por ejemplo, como lo hacían a veces los músicos europeos
Había algo de eso, por ejemplo, se sabe que (Bernardo) O’Higgins armó un gran baile en que varios músicos tocaron, e hicieron una sinfonía de Beethoven. Pero esta idea como del pianista solitario, ya era más difícil. Muchos músicos son profes de piano, pero persistía la idea de que las mujeres son las que aprenden a tocar el instrumento y que el hombre que hace música es más bien de clase media baja. Y lo hace porque es su manera de tener plata. No había tanta posibilidad de que un hombre pudiera vivir de hacer música, eso empieza a pasar más adelante.
Búsqueda de reconocimiento y prestigio social
Aunque las nuevas repúblicas se construyeron sobre el patrón de sociedad liberal, aún persistían las estructuras de la sociedad colonial, de marcada composición estamental. Así las cosas, los negros, pardos y mulatos libres, buscaban vías de prestigio social. Como lo han probado los estudios históricos, una vía era por la participación en las milicias. Otra, era por la música. “El músico chileno más conocido, que era José Zapiola, viene de una familia afro y su papá no lo reconoce. Él podría haber sido muy marginal en la sociedad, pero como músico empieza a escalar y termina siendo un político influyente. Sus memorias, todavía son excelentes fuentes. Era alguien que se le invitaba a los salones de las familias aristocráticas de Santiago, entonces creo que sí, el ser músico era una una forma bien clara de movilidad social”.
Así, es fácil comprender que varios de estos músicos aportaron con su talento en la construcción de las nuevas naciones. De hecho, los actuales himnos nacionales de Argentina, Perú y Venezuela, son los compuestos en el período. “Los himnos de esa época rescatan la tradición de los villancicos de las iglesias, de las músicas teatrales -dice Izquierdo-. Los músicos además ven en eso una oportunidad de fama, de estrellato”.
¿Buscaban entonces un reconocimiento?¿querían ser algo así como los rockstars de la época?
Sí, totalmente. Hay muchos que quieren serlo, por ejemplo, el afroperuano José Bernardo Alcedo, que es el compositor del himno nacional del Perú, casi al mismo tiempo estrenó una canción que se llama La chicha y que fue un hit en Perú, prácticamente durante todo el siglo. Incluso, años después, él seguía diciendo ‘oye, yo soy el que escribió La chicha’, era algo así como su one hit wonder. De hecho, cuando escriben sus carta dicen ‘Yo soy el que escribe esta canción’. Entonces sí. Ahora, hay varios que están buscando independizarse y así dejar de contar con la Iglesia, lo mismo que en Europa, solo que en América Latina con toda la crisis es mucho más difícil hacer ese tránsito. No habían grandes imprentas que te permitieran imprimir grandes números de tu música y dedicarte a eso. Por ejemplo, la primera partitura impresa en Chile es la Canción de Yungay, el himno que hizo José Zapiola. De hecho, esa es la partitura más impresa del siglo XIX y fue el segundo himno nacional hasta hace no mucho tiempo. En el fondo, fue un poco debido a eso, por las ventas de esa canción.