40 años sin Julio Cortázar: el escritor que amaba los gatos
El 12 de febrero, pero de 1984, falleció el reconocido autor argentino. Su legado literario sigue vigente hasta el día de hoy, con decenas de publicaciones entre novelas, cuentos, entrevistas, poesía y teatro. Un dato que no se puede pasar por alto en su biografía, es su potente admiración por los felinos, presentes en varios de sus escritos y en su cotidiano.
Julio Cortázar fue uno de los escritores argentinos más connotados del siglo pasado. Con más de treinta publicaciones, entre novela, prosa, poesía, crítica y entrevistas, el también profesor y traductor sigue estando en las estanterías de más vendidos a cuarenta años de su fallecimiento.
“Rayuela es probablemente la mejor novela latinoamericana de nuestros tiempos, sugeriría que cualquier intento de reducir una obra tan compleja, profunda, concreta, tan laberíntica y revolucionaria, tan desesperada y parecida al tano, tan entretenido y contradictorio, que sintetizar todo esto en una página, es deformar el libro”, opinaba el escritor Ariel Dorfman en The New York Times hace diez años.
Una de las temáticas que se repetía entre sus escritos es la de los gatos, animales domésticos que lo cautivaban. Les dedicó cuentos, poemas y pasajes de sus libros, y en vida, tuvo una gata fiel que llamó Flanelle, por su pelaje suave, y otro que vio en algunas vacaciones de verano, que acuñó como Theodor W. Adorno, igual que el filósofo.
Los gatos en Cortázar
Perteneciente al Boom Latinoamericano de la década del 60, con otros autores como Gabriel García Marquez, Mario Vargas Llosa y Carlos Fuentes.
Su amplia bibliografía tiene a los gatos como un tema recurrente, en algunas ocasiones son personajes principales, en otras tienen una simple mención o referencia. Pueden ser metáforas, desencadenantes de la trama o incluso, en algunos casos, funcionan como un hilo conductor que unen sus muchos libros de cuentos.
Cortázar creció en Banfield, a las afueras de Buenos Aires, se dice que en su hogar de infancia abundaban las mascotas felinas. Es por esto que durante toda su vida se le vio acompañado de gatos.
Durante quince años tuvo a Flanelle, la gata que se ve en algunas de sus fotos más conocidas. En el libro Queremos tanto a Glenda se aprecian varias referencias, especialmente en el cuento Orientación de los gatos. La mascota falleció en 1982 en París, mientras su dueño estaba de viaje.
Un gato famoso en la vida del autor fue Teodoro W. Adorno, en el cuento La entrada en religión de Teodoro W. Adorno, publicado en Último round, narra su historia con la mascota.
Durante varios veranos Cortázar iba de vacaciones a una casa en la playa, ahí encontró a este gato que año a año llegaba sucio y herido, él lo cuidaba y mimaba, dejando que estuviera en las cercanías mientras escribía. Un año, sin embargo, el gato no apareció, el autor pensó entonces que había fallecido. Caminando por el pueblo posteriormente, lo encontró durmiendo en otra vivienda, el gato no tuvo la intención de siquiera mirarlo.
Otras obras con felinos
En su legendaria obra, Rayuela, se encuentra una referencia al gato filósofo, específicamente en el capítulo 59. Son varios los escritos que tienen a estos animales entre sus líneas, otro ejemplo es el cuento Gatos de Papeles inesperados –que puede o no tratar sobre la temática–.
En Un tal Lucas está el relato Cómo se pasa al lado. Así mismo, el El diario de Andrés Fava está Fragmento. En el libro La vuelta al día en ochenta mundos también se encuentran referencias.
En Octaedro hay tres relatos: Liliana llorando, Lugar llamado Kindberg y Cuello de gatito negro.
Los últimos años de Cortázar
El autor vivió en Argentina durante sus primeros años, en la década del 50 se trasladó a Francia, obteniendo la nacionalidad europea en 1981 en protesta a la dictadura que había en el país trasandino. Durante ese periodo sus libros fueron censurados, alcanzando paralelamente gran reconocimiento internacional. Viajó varias veces a su país de origen, y en sus obras también se aprecia cierta influencia argentina.
Cortázar falleció el 12 de febrero de 1984, en París, a causa de una leucemia linfoide aguda que lo afectó durante sus últimos años. Su esposa, Carol Dunlop, había muerto un par de años antes –meses después que Flanelle–, por lo que todos los derechos de sus obras quedaron a cargo de Aurora Bernárdez, quien había sido su primer matrimonio.
A diferencia de sus pares del Boom Latinoamericano, el también traductor no recibió importantes premios que reconocieran su aporte mundial desde la escritura latinoamericana. Miguel Ángel Asturias, García Márquez y Vargas Llosa, por ejemplo, recibieron el Nobel de Literatura, este último recién en 2010. Aún así, su trascendencia e importancia literaria es innegable y fundamental.
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