Escritora, feminista y precursora en la visibilización de la violencia de género. Se trata de Inés Echeverría Bello, cuya ferviente acción por los derechos de las mujeres, más su historia personal, la convirtieron en la gestora de la primera condena por femicidio en Chile.

A través de sus libros y desde su posición aristocrática, Iris —seudónimo con el cual firmaba sus libros— denunció las diferencias entre mujeres y hombres. Bisnieta del redactor del Código Civil chileno, Andrés Bello, Inés Echeverría contó con una rica educación en cuanto a literatura y, por supuesto, las labores del hogar tradicionales de la época.

Nació el 22 de diciembre de 1868 en Santiago de Chile, fruto del matrimonio entre el abogado conservador, Félix Echeverría Valdés, y la joven Inés Bello Reyes. La familia era una de las más importantes de la aristocracia de la época.

Sin embargo, poco después del nacimiento de Inés Echeverría, su madre fallece y queda al cuidado de su tía, Dolores, quien le brindó una educación católica tradicional. Con sus tíos Leoncio Echeverría y Leonor Carvallo, más su prima Rosa Aldunate, van por un año y medio a Europa, donde asisten a la inauguración de la Torre Eiffel en 1889.

Ya en 1892, contrae matrimonio con el capitán de ejército Joaquín Larraín Alcalde, una unión que se enfrió con los años, pero que fue clave para la creación literaria de Iris.

Entre 1893 y 1897 nacen sus tres hijas: Inés, Rebeca y Luz. Gracias al trabajo de su esposo, Inés Echeverría viajó a Tierra Santa, travesía que inspiró su primer libro, Hacia el Oriente, que recién publicó de forma anónima cinco años más tarde, en 1905, cuando tenía 37 años.

Esto marcó el inicio de una prolífica carrera escritural. Con el seudónimo de Iris, publicó cuatro novelas más en un lustro: Tierra virgen, Perfiles vagos, Emociones teatrales y Hojas caídas.

Inés se reunía con grandes figuras literarias de la época, como Alone (Hernán Díaz Arrieta), Luis Orrego Luco, Shade (Mariana Cox Méndez), Augusto D’Halmar, Joaquín Edwards Bello, Fernando Santiván, Vera Zoruff, entre otros; instancias en las que adoptaba otros sobrenombres como Iris, Inés Bello y Rainbow.

En 1914, año en el que publicó Entre deux mondes durante su estancia en París, comenzó a comprometerse con la vida pública y la política chilena. Poco a poco comenzó a incursionar en el periodismo. Escribió sobre diversos temas, desde la posición de la mujer en la sociedad hasta temas culturales. Zig-Zag (1905-1964), Familia (1910-1940), La Revista Azul (1914-1918), La Silueta (1917-1918), Pacífico Magazine (1913-1921) y en los diarios El Mercurio y La Nación; albergaron los textos de Inés Echeverría.

Su incesante carrera la condujo a ocupar el puesto del historiador Enrique Matta Vial, quien, tras fallecer, dejó una vacante en Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile. De esa forma, Inés Echeverría se convirtió en la primera mujer en obtener el título de ‘Miembro Académico’ en esa casa de estudios.

“Agradezco a esta ilustre Facultad, en nombre de la mujer chilena, la designación que ha recaído en mí. Creo, sin falsa modestia, que nuestro sexo se ha hecho digno de la confianza que se le empieza a otorgar. No pretendemos las mujeres, arrebatar al hombre, su predominio en la esfera de la vida que le corresponde, pero sí necesitamos reivindicar nuestros derechos espirituales, en la esfera superior, donde se origina la alta inspiración que recibimos y la intuición que nos caracteriza”, dijo la escritora en el discurso de su nombramiento en 1922.

“Formó, junto a otras mujeres intelectuales, sociedades destinadas al mejoramiento de la enseñanza, al fomento de la lectura y a la emancipación femenina, como el Club de Señoras de Santiago (1915), fundado por Delia Matte de Izquierdo, y el Círculo de Lectura (1915), fundado por Amanda Labarca (1886-1975). Además, su propio hogar se constituyó en centro de importantes reuniones literarias”, escribe Memoria Chilena.

En 1920 el parlamentarismo estaba en pleno apogeo. Tras el gobierno de Juan Luis Sanfuentes, se avecinaban las elecciones presidenciales, donde Arturo Alessandri Palma, conocido como el León de Tarapacá por su labor como senador, era uno de los candidatos favoritos de los sectores populares.

Inés Echeverría, que se caracterizaba por una constante crítica a la aristocracia conservadora, escribió un artículo en el diario La Nación, llamado Fue el enviado! No lo olvidemos…, donde apoyaba explícitamente a Alessandri Palma.

En 1924, su labor como activista por los derechos de la mujer se volvió aún más activo. Realizó la conferencia La condición civil de la mujer, en la Universidad de Chile y, posteriormente, publicó en la revista Zig-Zag el artículo titulado La evolución de la mujer.

En 1930, comenzó a publicar Alborada, obra que apareció en tres series que sumaron, en total, seis libros, publicados entre los años 1930 y 1946.

En julio de 1933, la vida de Inés Echeverría cambió drásticamente. Rebeca Larraín Echeverría, hija de la autora, recibió un disparo por la espalda de manos de su esposo, Roberto Barceló Lira. Este hecho le quitó la vida a la mujer de 38 años y conmocionó a la clase alta chilena.

La violencia en el matrimonio era un secreto a voces dentro de esas esferas, pero pocas veces culminaba con la trágica muerte de uno de los involucrados. Barceló fue declarado culpable con pena de fusilamiento. Sin embargo, pidió el indulto presidencial.

Así, inconforme con el dictamen de la justicia, Inés Echeverría escribió Por él, libro que fue publicado en 1934, con su nombre y apellido por primera vez. El texto escandalizó a la aristocracia y atrajo la atención de la opinión pública al caso. “A través de mi hijita sacrificada me siento unida con todas las madres, con la mujer chilena oprimida, con la noble mujer de mi país, que sufre en silencio y que es vejada en su hogar”, escribió en su libro.

Según la obra Agonía de una irreverente (1936), de Mónica Echeverría— sobrina de Iris—, la autora amenazó con una pistola al presidente de ese entonces y su amigo íntimo, Arturo Alessandri, para que no le concediera el indulto al asesino de Rebeca y se hiciera justicia.

Finalmente, Alessandri Palma negó la petición de Roberto Barceló, quien fue fusilado. “Se convirtió en el primer y único aristócrata en ser fusilado”, consigna Mujeres Bacanas.

Inés Echeverría publica su última obra, Au delá, en 1948, y al año siguiente fallece la madrugada del 13 de enero en Santiago. De manera póstuma, en 1950, aparece Fue el enviado: no lo olvidemos.

Su legado impacta hasta la fecha. Varios son los textos que rescatan la vida y obra de la autora chilena, entre ellos, el libro de su sobrina, Mónica Echeverría, llamado Agonía de una irreverente (1936).

Asimismo, en 2021 aparecieron tres obras más. En primer lugar, la reedición de dos de sus historias, Miserias ocultas y La hora de queda, editado por Vísceras Editorial y prologado por la investigadora Dámaris Landeros.

En segundo lugar, La voz de Iris, de Carmen Bascuñán, nieta de la autora, y Valetina Sedlacek, hija de Carmen y por ende, bisnieta de Inés Echeverría. A través de este libro, de Ediciones Tácitas, se exponen escritos de la autora que conforman parte de su archivo.

Por último, como parte de la colección Biblioteca recobrada, Ediciones Universidad Alberto Hurtado realizó un compilado de la obra de escritoras chilenas de principios del siglo XX, entre las cuales se encuentra Inés con su libro Por él, donde Echeverría denuncia la violencia en el matrimonio entre su hija Rebeca con Roberto Barceló Lira y relata el trágico desenlace de su historia.

Alia Trabucco Zerán, escritora, editora y abogada chilena, fue la encargada de prologar esta nueva edición de 2021, texto que tituló como La irreverente. “El único libro que Inés Echeverría firmó con su nombre y apellido y no como Iris (...) tuvo el rol que hoy cumplirían las redes sociales ante el asesinato de una mujer en manos de su marido (...) Se trata de la historia de reiterado maltrato que subyace al sinfín de homicidios de mujeres en manos de sus parejas (...) Echeverría graba sobre el papel con el dolor como herramienta y el escándalo como estrategia de presión hacia un sistema de justicia, no solo parcial sino clasista y donde los ricos conseguían sin mayores problemas eludir la ley y el castigo”, escribe la autora de Las homicidas.