Jere Klein: el chileno más escuchado en Spotify debuta en Lollapalooza con músculo y desparpajo
En su primera vez en la cita, la estrella de música urbana de apenas 17 años se impuso en el evento, sustentado en el apoyo del público que fue un soporte perfecto en sus 45 minutos de show.
La primera vez que se realizó Lollapalooza en Chile, Jere Klein –el alias de Jeremías Tobar- tenía cuatro años. Con toda seguridad, a esa edad ni siquiera sabía lo que era este festival. Trece temporadas más tarde, el artista urbano vive una explosión pocas veces vista en la música chilena. Hace apenas doce meses debutó con su primer EP, 6.5, y en diciembre publicó su primer disco, Enfasis. En medio, cifras impactantes.
El chileno más escuchado en Spotify en 2023, siete de sus temas entre los 50 más escuchado en el país en esa misma aplicación, un tema a dúo con la argentina Nicki Nicole y popularidad estelar en mercados como México, Perú y Argentina, donde actuó el viernes en uno de los escenarios centrales de Lollapalooza.
En una versión festivalera que, a diferencia del año pasado, seleccionó a menos artistas urbanos en desmedro de números con énfasis millenials, el debut de Jere Klein no está apartado de lo que vemos en sus colegas de estilo. En rigor, letras que describen hedonismo juvenil, principalmente, a través del sexo y las drogas blandas -curiosamente, el alcohol no está incluido como primera prioridad-, y donde la reflexión por lo que vive la sociedad es prácticamente nula.
El público que lo sigue, en su mayoría veinteañero, conoce todas sus canciones y funciona como un perfecto karaoke. Klein es una persona de pocas palabras. Solo al terminar la tercera canción, saluda al público, cuenta que llegó ayer en la mañana desde Buenos Aires y que está feliz de estar tocando en su país.
Su show está preparado en la medida de sus posibilidades. Un cuerpo de baile vestido como gangsta rap ochentero brindan coreografías, un DJ a cargo de las programaciones, mientras el músico urbano y su compañero Mateo on the Beatz se superponen en las voces y se cruzan desde un extremo a otro del escenario. Su puesta en escena no tiene mayor interés y está inspirada en clásicos del rap norteamericano de los 80, como N.W.A.
Los tonos menores de la música le dan un cierto tono amenazante y oscuro a sus canciones, que se amplifican con la voz barriobajera de Klein, orgullosísimo de hablar como un forajido. En jerga popular, como un chorizo. A su favor, el solista de Lo Prado es convincente en su desparpajo. Pese a tener casi dos años de actividad artística más periódica, su comportamiento en el escenario es genuino en sus ganas de pasarlo bien. No realiza poses prefabricadas, sino que se exhibe tal cual es. Como un joven cumpliendo su sueño de popularidad y fama.
El arranque con X Eso BB –su dúo junto a la trasandina Nicki Nicole- es arrasador. Es música bailable, ideal para el carrete nocturno juvenil, con un estribillo recordable y pegadizo. Hecho para despuntar en un festival de estas características. Klein lo sabe y lo celebra. Le hace un guiño a una muchacha que le muestra un letrero con un pedido sexual y canta con soltura sobre sus capacidades amatorias a sus tiernos 17 años.
Pese a que sus influencias están en la música negra más callejera de fines de los 80, las canciones de Jere Klein están hechas bajo el cronómetro del punk: casi ninguna supera los tres minutos. En ese ítem, las canciones de su disco debut, Enfasis, tuvieron una respuesta inmediata en el público porque responden a la lógica de su generación: temas sintéticos y de resultados inmediatos. “Como están mis locas faranduleras”, gritó Klein antes de interpretar Loca Farandulera, uno de sus puntos altos de la jornada que, curiosamente, habla de una sesión amatoria donde se muestra a sí mismo como un campeón en la cama.
24/7, Princesita de… y, especialmente, el cierre con Ando alcanzaron los mayores peaks de fidelidad en el auditorio, mientras el solista –cubierto de cadenas y anillos de oro- saludaba efusivamente de manos a sus bailarines y a su compañero Mateo on the Beatz con expresión de “la hicimos”.
El fenómeno Jere Klein -al que le dieron un escenario más grande que a una consolidada como Anita Tijoux- recién comienza a escribirse. Y, en ese sentido, no se puede ser muy drástico o muy benevolente con su espectáculo. Recién está asimilando las presiones que conlleva la notoriedad repentina, asumiendo los riesgos que significan estar en boca de todos –sobre todo, cuando la música urbana es subvalorada por una gran cantidad- y el futuro dirá si su evolución fue innovadora o fue otro más de los que solo pueden decir que fueron estrellas por un día.
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