La historia parte en Beijing, en 1966, en el inicio de la controversial Revolución Cultural china. Ahí un científico es brutalmente asesinado, frente a miles de personas, por mantenerse firme en ideas que son contrarias a lo que quiere imponer el gobierno. Su hija, Ye Wenjie, está entre el público y ve la escena con horror.
Años después, ella ha seguido los pasos de su padre y es una brillante astrofísica, que es reclutada por los militares para participar de un proyecto secreto, donde una decisión suya cambiará el curso de -nada menos que- el futuro de la humanidad.
Ese es el prólogo de El problema de los 3 cuerpos, la última gran apuesta de Netflix y también de los productores que llevaron a la pantalla Game of Thrones.
Una aplaudida serie de novelas chinas son la base de una historia que, en su versión audiovisual, pronto deja atrás el país asiático para instalarse en el presente y en occidente, específicamente en Londres, donde la comunidad científica está en crisis luego de que todos los aceleradores de partículas han empezado a generar resultados que no tienen ningún sentido, dejándolos obsoletos.
Además, ha habido misteriosas muertes de científicos que están siendo investigadas por la policía, otros han recibido unos cascos de realidad virtual que parecen tener una tecnología mucho más avanzada de lo normal y hay quienes ven cuentas regresivas delante de sus ojos sin saber cuál es el final.
Ciencia ficción, drama y acción es lo que se mezcla en los ocho episodios de esta temporada que sin duda da para entusiasmarse, pero que tampoco es del todo satisfactoria.
La serie al inicio pone el foco en historias que luego olvidará; dejando personajes y tramas incompletas, o al menos con una sensación de abandono. Son ideas a medio completar que quizás en el papel llegaban a cerrar un círculo pero que acá dejan preguntas sin responder y personajes sin asidero, mientras que combina eso con largos monólogos que sobreexplican con el propósito de que la historia siga hacia adelante.
Así, se trata de una serie a ratos frustrante, pero que tampoco lo es del todo, porque cada episodio planeta nuevas realidades y giros, que al final no dejan tiempo para pensar en lo que quedó incompleto atrás, porque hace poner el foco en el deseo de saber qué es lo que vendrá.
La producción también es enigmática y muy entretenida, y al final de sus ocho episodios deja una sensación (probablemente errónea) de que todos los cabos sueltos son intencionales y que futuras temporadas traerán nuevas respuestas y aventuras sobre un universo en expansión, y donde todo parece estar en juego.