“Hay cosas que se toman muy en serio y pobre del que se ría”: lo que un Café Tacuba escribió de los chilenos y de Los Tres
Joselo Rangel, el guitarrista del mejor grupo mexicano de las últimas décadas, escribió alguna vez una columna descifrando la idiosincrasia chilena y, sobre todo, su vínculo con el grupo penquista que este 6 de abril vuelve con elenco original en el estadio Ester Roa de Concepción. “Este aislamiento de los chilenos, esta condición de isla, ha provocado a muchos de ellos a decir que son como la Inglaterra de Latinoamérica", reseñó el músico.
El plan era el habitual: venir a Chile, tocar en el Festival de Viña del Mar, visitar a un par de compinches y luego saltar al siguiente punto de la ruta. Tocar, timbrar y partir. Pero para Joselo Rangel, esta vez fue distinto.
El músico de Café Tacuba vino junto a su banda a la edición 2005 de la fiesta de la Ciudad Jardín –se presentaron el mismo día de La Ley, Julieta Venegas y Alexandre Pires- y decidió extender su estadía. No cortar ni despachar el boleto de vuelta.
Para ello, decidió quedarse tres largos meses con un propósito claro: culminar en otra geografía su segundo título en solitario. ¿Cómo podían sonar sus nuevas canciones grabándolas no sólo lejos de los otros Tacubos, sino que también a kilómetros de distancia de su natal México?
Para saberlo, contactó a un viejo compadre, Álvaro Henríquez, por esos días también de estimulante vida en solitario, por lo que su agenda guardaba tiempo y espacio para producir y colaborar. Así fue: Rangel se instaló en un discreto departamento en Providencia y durante un trimestre dio cuerpo junto al líder de Los Tres a lo que sería su segundo disco, bautizado apropiadamente como Lejos.
Una colección de melodías pop rock disparadas a dos guitarras -las de Rangel y Henríquez- y que incluso pudo presentar a tablero vuelto en el bar Liguria una noche de marzo de 2005.
“Acá me di cuenta de que no puedes planear las cosas. Tienes que dejarlo fluir”, decía por esos días el músico mexicano, en una vida chilena que también incluyó shows en el centro de eventos Blondie y paseos por el barrio Franklin.
Cara larga y nariz aguileña
Con ese equipaje, fue suficiente para que tiempo después dedicara una de sus columnas en el diario Excélsior a la idiosincrasia chilena, el ADN de nuestros músicos y su profundo vínculo con Los Tres y, por supuesto, con Henríquez: además de encargarse de las guitarras de Café Tacuba, Rangel también ha ejercido como escritor y columnista en partes iguales.
En 2007 reportó una columna llamada Lejos. Los Tres, de Chile, y que empezaba así: “Hay quienes dicen que Chile es como una isla. Debido a la cordillera de Los Andes que lo separa del resto del continente, es un país que se cuece aparte”.
Luego profundizaba: “Este aislamiento de los chilenos, esta condición de isla, ha provocado a muchos de ellos a decir que son como la Inglaterra de Latinoamérica. Cualquier mexicano al escuchar esto se ríe; cree que su adorado amigo chileno hizo un chiste y se lo celebra con una risa franca. Pero tal vez el chileno no esté bromeando. Hay cosas que ellos se toman muy e serio y pobre de aquel que se ría”.
“En términos musicales lo de Inglaterra de Latinoamérica explicaría muy bien el gusto de muchos grupos chilenos por grupos británicos como The Kinks, The Smiths, The Beatles y The Stone Roses. Y por más extraño que parezca, al vestirse como estos grupos de los sesenta: trajes entubados, bota al tobillo y el pelo cortado en flequillo bit, no se ven ridículos. Al parecer la fisonomía del mapuche, esa cara larga y nariz aguileña que tienen muchos chilenos, acepta muy bien el corte de pelo tipo Pete Townshend de los Who”.
A partir de ahí, el mexicano concluye que si Santiago es Londres, Concepción debería de ser Liverpool: la ciudad de la región del Biobío que ha servido de prolífica cuna de los más disímiles músicos nacionales y desde donde salieron sus aliados de Los Tres.
No se ahorra en aplausos para sus camaradas, determinando que discos como Fome (1997) merecen estar “entre los mejores del rock en español”, un patrón que ha sido replicado profusamente en los últimos años por emporios mediáticos como la revista Rolling Stone.
También explica por qué él, junto a sus compañeros a bordo de los mismos Tacuba, decidieron rendirles tributo en el EP Vale Callampa (2002), donde refaccionan tracks como Tírate, Olor a gas, Un amor violento y Déjate caer: “Es una de las bandas que más nos han gustado y con la cual sentimos una empatía más allá de los estilos musicales de cada grupo”.
En el momento en que escribió esa columna, los penquistas llevaban un año desde su retorno de 2006, en una formación que incluía a Henríquez, Roberto “Titae” Lindl, Ángel Parra y Manuel Basualto en reemplazo de Francisco “Pancho” Molina. En ese momento, ese elenco se alistaba para tocar en México.
“Son una banda en la que lo interesante no está en las luces y en la pirotecnia de un espectáculo rockero, sino en la magnífica ejecución”, era la recomendación de Rangel.
Después remataba: “Aunque los mexicanos a veces nos confundamos y nos riamos de chistes chilenos que no lo son, hay un cariño especial entre estas dos naciones. En la historia musical de estos dos países hay un intercambio constante, un diálogo que aunque es en voz baja (como habla la mayoría de los chilenos), no por eso es menos claro”.
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