“Un infierno múltiple”: Michel Houellebecq narra su polémica con el Islam y el engaño por la película porno
En Unos meses de mi vida, publicado en Chile por Anagrama, el célebre autor francés hace sus descargos respecto de dos episodios que marcaron sus últimos años. El de las declaraciones en una entrevista por las cuales se le acusó de islamófobo, y su aparición en un filme porno, en el que asegura, fue engañado. En las páginas se muestra como un hombre frágil, que reconoce sus errores y tiene una mirada más bien negra de lo ocurrido.
Le trata de bajar el perfil. Michel Houellebecq, el célebre escritor francés, califica lo ocurrido tras la charla que la revista francesa Front Populaire organizó entre el filósofo Michel Onfray y él -a fines del 2022- de un modo muy curioso: “Más que una controversia de serias implicaciones, un avatar de mis sempiternos berrinches con los musulmanes”. Sí, sus polémicas expresiones vertidas contra los musulmanes las califica como “berrinches”, como una jugarreta, una bravata del momento. Como si fuese un chiste que tiró al aire sin pensar y que esperaba que se desintegrara sin más.
Pero las expresiones no fueron tan ligeras para irse vagando. Más bien su espesor era otro: “El deseo de la población nativa francesa, como dicen, no es que los musulmanes se asimilen, sino que dejen de robarlos y atacarlos. O si no, otra solución: que se vayan”. En su estilo, no deja mucho espacio a las dudas y sigue siendo políticamente incorrecto. Como siempre.
Sin embargo, la reacción en su contra fue feroz y comenzaron a llegarle acusaciones de islamófobo. Pero decidió salir al paso y aclarar su intención. “Es innegable que soy el principal culpable, de algunas de mis frases emana una agresividad que en la práctica nunca llego a sentir, pero perseguirme por ‘incitación al odio racial’ tampoco era muy pertinente. Era innecesariamente ofensivo, y sobre todo estaba totalmente fuera de lugar. Como todo el mundo sabe, el islam no es una raza, sino una religión practicada en las cuatro esquinas del mundo por los grupos étnicos más diversos. No solo el islam no es una raza, sino que tampoco lo es el islamismo: eso lo sabíamos un poco menos antes del cruento atentado de Bali, que tanto se asemeja al de Plataforma”.
Esto es lo que Houellebecq hace en su nuevo libro, que ya se encuentra disponible en Chile. Unos meses de mi vida. Octubre 2022 - marzo 2023, y que publica en nuestro idioma la casa catalana Anagrama. Básicamente, el escritor francés hace sus descargos y cuenta por sí mismo unos episodios que lo marcaron en pocos meses. Uno de ellos, fueron sus declaraciones contra el Islam de las que debió salir a dar explicaciones. De hecho, asegura tener una excusa para la situación.
“Yo había releído la entrevista. Es cierto que se trataba de una entrevista excepcionalmente larga, y mi atención había podido decaer en algunos pasajes, pero eso no era excusa: habida cuenta de mis desaciertos con el islam, debería haber prestado una atención especial a esos pasajes”.
No era una acusación nueva para él, puesto que también le llegó cuando publicó su novela Sumisión (2015), calificada de islamófoba. Houellebecq afirma que dicho argumento es una “estupidez”, y señala: “He mantenido en todo momento, y lo sigo manteniendo, que Sumisión no es en absoluto una novela ‘islamófoba’, y además ningún responsable religioso de la comunidad musulmana ha formulado esa acusación. La estupidez, pues, tampoco era achacable a los musulmanes, sino a la habitual jauría de cretinos mediáticos que me sigue los pasos”.
Posteriormente, Houellebecq mantuvo una reunión con una de las autoridades musulmanes en Francia, el rector de la Gran Mezquita de París, ante quien rectificó sus dichos. “Muy amablemente, el rector de la Gran Mezquita de París aceptó esta rectificación, porque al fin y al cabo es indudable que forma parte de la mayoría moderada, y en su caso preveo su derrota y hasta la posibilidad de que lo asesine un miembro de la minoría extremista. Ahora bien, no considero en absoluto que esa derrota sea inevitable, y menos aún su asesinato, sigo pensando que el examen de los errores del pasado debería impedir que se reprodujeran, pero me inquieta que ningún historiador actual parezca poseer el nivel intelectual suficiente para prever la causa común de esos errores, y sigo temiendo que se repitan”.
El actor porno
El otro episodio que desarrolla en el libro es su aparición en una película filmada por un colectivo holandés, que resultó ser un filme pornográfico. Señala que fue en octubre del 2022 cuando un artista holandés (un “seudoartista”, dice) del colectivo Kirac, lo contactó para una particular idea. Al artista solo lo califica ácidamente como “la Cucaracha”.
“En un email fechado el 6 de octubre me notificó que vendría a París a finales de mes, acompañado de una joven a la que en adelante llamaré la Cerda. La presentaba como una estudiante de filosofía que admiraba mi obra y había leído todos mis libros; más o menos tan vanidoso como el promedio de los escritores, di crédito a esa mentira parcial. Según la Cucaracha, la Cerda le acompañaba a París para participar en gang bangs con hombres seductores, más fáciles de encontrar en París que en Ámsterdam. Eso ya era más difícil de creer, pero llegué a la conclusión de que, sin que por fuerza se entregara a gang bangs, la Cerda era una chica de costumbres complacientes, legítimamente deseosa de follar con uno de sus escritores favoritos. Mi mujer compartía esta hipótesis”.
Es decir, la muchacha iba a París porque quería justamente coger con Houellebecq. Eso sí, había una condición que sorprendió al autor: “la Cerda quería que la Cucaracha filmase nuestra sesión sexual para alimentar su cuenta de Onlyfans”. Ahora, el mismo Houellebecq reconoce en el libro que la idea de tener un escarceo con una muchacha joven no le molestaba, y que de hecho, señala haber realizado antes. “Es una ventaja secundaria, pero real, de las amantes jóvenes: accedes a otro mundo, a un universo cultural que de lo contrario no habrías conocido. Así, gracias a esta joven descubrí Nirvana y YouPorn: no es poco”.
Houellebecq señala que el encuentro con la muchacha se llevó a cabo y no lo recuerda de una manera poco memorable. “Se llevó a cabo el encuentro sexual, durante alrededor de dos horas, y lo filmó la Cucaracha” y “quedó claro que la Cucaracha planeaba colgar esa escena online sin mi consentimiento”. Eso lo incomodó, porque según dice a él se le comentó que todo iría al OnlyFans de la chica, no a otra plataforma.
“Las escenas porno que la Cucaracha amenazaba con colgar en internet habían sido grabadas mediante engaño. En el fondo yo solo había consentido para complacer el exhibicionismo de la Cerda, que se expresaba en su cuenta de Onlyfans. Al enterarme de que en realidad su exhibición era venal, y percatarme de que las máscaras que supuestamente servían para proteger mi intimidad no habían sido más que un señuelo, yo había retirado mi acuerdo a propósito de Onlyfans, pero nunca se había hablado de que participase en un episodio de Kirac, cuya existencia casi ignoraba”.
Y no fue el único encuentro, ya que el autor señala que posteriormente hubo otros escarceos en Ámsterdam con actrices distintas para continuar otros proyectos. Sin embargo, firmó un contrato que le permitió a la Cucaracha usar las imágenes del encuentro con la Cerda, Houellebecq afirma que estaba bajo los efectos de una botella de vino y de ansiolíticos y no lo leyó bien. Pero ya era tarde.
“A pesar de los ansiolíticos y el vino, yo me seguía creyendo muy astuto, y de hecho mi único error fue no prestar la menor atención a la cláusula 1.4. No la leí hasta mucho más tarde, el 31 de enero de 2023, y fue lo que me decidió a emprender acciones legales”. ¿Qué decía dicha cláusula? “Esta autorización se otorga a cualquier contenido, secuencia, grabación e imaginería que represente al participante y/o creada u obtenida por Stefan y su equipo durante el período comprendido entre el 1 de noviembre de 2022 y el 31 de diciembre de 2023″.
Ahí comenzó el terror. No como el de su admirado H.P. Lovecraft, sobrenatural, inexplicable, sino totalmente terrenal, ineluidble. Presente 24 horas. Como una niebla espesa que se niega a irse aunque la soplen. “Hasta mi regreso a París, el 31 de enero, no entré de verdad en el infierno. Hoy sigo en él; es un infierno múltiple”. Y señala que comenzó a vivir en una compleja ola mediática: “Mi situación en el mundo mediático francés se degradaba a toda prisa, y en proporciones alarmantes. Mis enemigos tradicionales, previamente estimulados por la reactivación del caso ‘islamofobia’ y luego excitados por el nuevo asunto ‘porno’, resoplaron de entusiasmo. Algo sorprendente, y que yo habría creído imposible: mis relaciones con la izquierda se habían deteriorado aún más. Incluso se habían publicado más libros denunciando mi complicidad con la extrema derecha”.
Houellebecq, como sabemos, recurrió a la justicia para tratar de detener la distribución del filme, pero no lo consiguió. Aunque ganó un inesperado amigo, el actor francés Gérard Depardieu, tan complicado como él por denuncias en su contra. “Uno y otro nos hallábamos en una zona de extraterritorialidad que implicaba obligaciones distintas de las que por lo general se imponen a los demás hombres, y no tantas prebendas; la época se había vuelto claramente desagradable, el juego de la celebridad se asemejaba cada vez más a un juego de exterminio, del que los ricos se libraban siempre que evitasen darse a conocer”.
Houellebecq finaliza su libro manifestando sus pocas esperanzas en que la situación cambie. “La audiencia del recurso se celebrará dentro de dos días. Mis posibilidades de éxito son escasas”. Honesto, pero también frágil. El volumen se parece a una gran carta, pues logra una cierta intimidad con el lector, como contándole lo que ocurrió sentado en la barra de un bar parisino. Esa es quizás el mayor mérito del libro. Mostrar como vulnerable a un hombre que siempre se ha proyectado como mordaz y ácido. Los hombres también lloran.
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