Aline Kuppenheim y el caso Cristián Campos: “Mientras la justicia hace su trabajo, nosotros debemos más bien callar”
La actriz de Los Mil Días de Allende y Machuca regresa a la pantalla grande en la película Quizás es Cierto lo Que Dicen de Nosotras, donde interpreta a la madre de una adolescente involucrada en una secta. Aquí, habla del proyecto inspirado parcialmente en el caso de Antares de la Luz y también se refiere a la cultura en la era Boric: "En Chile la cultura es un gran nudo ciego, no hay un acuerdo mínimo”.
En agosto se cumplen 20 años desde que se estrenó la película chilena Machuca y se podría pensar con tranquilidad que hay pocas obras fílmicas tan representativas de lo que pasa en nuestro país.
Están Tres Tristes Tigres (1968), El Chacal de Nahueltoro (1969), No (2012) y Una Mujer Fantástica (2017), pero los más de 650 mil espectadores de la cinta de Andrés Wood hablan claramente de un fenómeno evidentemente fuera de cualquier cálculo. Aquella descripción entre nostálgica y amable de las diferencias de clase durante la Unidad Popular trascendió incluso las fronteras del país y así como el personaje homónimo (el “Machuca” de Ariel Mateluna) fue ejemplo de un proyecto fallido, la madre de su aventajado compañero de colegio era el epítome de los estratos acomodados.
El rol de María Luisa Infante fue particularmente significativo para Aline Kuppenheim, quien hoy recuerda con orgullo la película. “Machuca es lo que yo llamo un objeto cultural, algo que trasciende el tiempo, que queda”, comenta la actriz cuando además reflexiona sobre el concepto y el significado de cultura, tan de moda a partir de las críticas que se ha hecho recientemente a la gestión en esta área del gobierno de Gabriel Boric.
Kuppenheim es además la protagonista de la película Quizás Es Cierto lo que Dicen de Nosotras, trabajo de Camilo Becerra y Sofía Paloma Gómez que se estrena el próximo jueves 30 de mayo en salas de cine y la semana después en Prime Video. Ahí encarna a Ximena Heiremans, la madre de Tamara (Camila Roeschman) y Ada (Julia Lübbert), adolescente y preadolescente respectivamente. Mientras la última lleva una vida normal, Tamara se ha involucrado con sigilo en una secta.
Inspirada libremente en el caso de la secta de Colliguay y su líder Antares de la Luz, esta producción decide contar la historia de lo que pasa con los padres de los integrantes del grupo. En ese sentido, es una propuesta diferente y original.
¿Qué le interesó del proyecto?
Es interesante como la película muestra que a partir de creencias determinadas, alguien puede llegar a una situación tan terrible como la de esta secta. Y es sólo un ejemplo de muchas. Este tipo de casos producen una extraña fascinación. No me refiero al morbo, sino a que siempre tratamos de entender que hay detrás de todo esto en el sentido de cómo funciona la mente de alguien al punto tal que puede cometer crímenes, ya sean individuales o masivos. Hay creencias, control mental, perturbación mental. Lo interesante de mi personaje es que es alguien de afuera, es una psiquiatra que además es madre de una joven involucrada en la secta. Ella tiene dos hijas, pero mientras Ada, la menor, es totalmente normal, la mayor, Tamara, ha caído en este grupo de adoradores de un falso profeta. Ximena, desde su punto de vista racional y analítico, está tratando de entender a su hija Tamara, pero no puede.
¿Por qué la hija entra a la secta?
Hay teorías que dicen que todos podemos caer en una secta, pero yo creo que eso no es así. Pienso que existe la predisposición de cada cual. En la película eso se nota mucho en la actitud de las dos hijas, criadas por la misma madre, la misma familia. Ambas vivieron en el extranjero y llegaron a Chile, pero sólo una de ellas parece más afectada por eso.
La pelicula evita los juicios a los personajes, ¿Qué le parece?
Hay que estar alertas a lo que puede estar pasando, tener un juicio crítico. Eso es lo que propone la película. No busca un dictamen ni pretende dar moralejas o señalar víctimas o victimarios. Tampoco se mete en el tema de clases y la disyuntiva sobre estos chicos fueron tratados mejor que otros, pues eran de clase alta. Lo que propone es preguntas a partir de porque existe este tipo de creencias que desembocan en crímenes y que haya una reflexión al respecto. Después de todo, estamos en la época de la posverdad. Hay gente que cree que la Tierra es plana y estructuran todo su sistema de creencias en eso. Por eso digo que hay que estar alertas cuando ese tipo de fe se vuelve peligrosa y genera daños. A mi personaje Ximena le pasó un poco por encima el momento en que su hija se convirtió a esta secta y ahora paga las consecuencias. El cine no puede cambiar el mundo, pero al menos puede plantear interrogantes y remover las conciencias de alguien. También creo que Ximena, no sospechó de su hija debido a que los integrantes de una secta, por definición, son bastante convincentes y ordenados, saben cómo moverse en el exterior y no hacen dudar a nadie. Un ejemplo es el caso del padre de Pablo Undurraga, uno de los líderes de la secta de Colliguay, quien en el documental Antares de la Luz: La Secta del Fin del Mundo (disponible en Netflix) cuenta cómo ellos le pagaban religiosamente la propiedad que él les arrendaba. No tenía sospechas de nada.
Usted es bastante activa en X (antes Twitter), dónde hay muchas realidades paralelas. ¿Cómo se lo toma?
Es terrible, pero trato de hacer el mismo ejercicio que practica mi personaje en la película. Es decir, tratar de entender porque alguien puede verbalizar ese tipo de brutalidades. Igual, hay veces que uno lo suelta no más, porque me canso. De hecho, últimamente me he cansado mucho. Lo triste es que hay consecuencias en la realidad. Nada es gratis. Tal como se ve en Quizás es cierto lo que dicen de nosotras, hay sistemas nefastos de creencias que terminan en tragedias y, ¿por qué no?, eventualmente en un holocausto.
¿Tiene alguna opinión sobre la acusación contra Cristián Campos por abuso sexual?
No tengo opinión mientras la justicia no dictamine. Creo que mientras hace su trabajo nosotros debemos más bien callar. Además, el caso es demasiado delicado para emitir juicios.
Desde hace algunos meses han surgido voces de actores y artistas que apoyaron la candidatura del Presidente Gabriel Boric, pero que ahora han manifestado su descontento con el manejo cultural del país, ¿Cómo evalúa la situación usted?
Lo que yo veo es que la cultura en Chile es como un nudo ciego. Esa es la imagen que tengo en la cabeza. Es un nudo ciego que todos los artistas, pensadores y artistas hemos ido apretando cada vez más. Me refiero a que todos tenemos una opinión de como la cultura debería ser, pero no hay un paradigma, un acuerdo mínimo. El presupuesto y los recursos son muy importantes, pero no menos valiosa es la percepción de lo que la cultura es para la gente, para la ciudadanía. Eso es lo más importante en todo esto.
¿En qué sentido?
En el sentido de que la gente tiende a creer que la cultura son algunos artistas y actores que ve en la televisión o redes sociales y sería todo. Y no la critico, pues es lo que cualquiera podría pensar en Chile al ver nuestra sociedad. Ese pareciera ser el paradigma. No hay claridad de que la cultura puede influirnos. No existe la conciencia de como nos puede afectar en nuestras vidas diarias, incluyendo cuestiones tan urgentes como la seguridad, la inequidad o el abandono. Para mí la cultura es una herramienta concreta de transformación social. No es algo disociado de la realidad que está en un compartimento estanco, lejos. Es parte de la creación simbólica de un país. Sí lo entendiéramos así, la cultura estaría apoyada por la ciudadanía. Es que yo creo que los trabajadores de la cultura no podemos llevar esa bandera solos. No tenemos el apoyo ni desde la institucionalidad ni desde la ciudadanía.
¿Y ahí tiene que actuar el gobierno?
Creo que desde la institucionalidad se debe mandar el mensaje de que la cultura es necesaria para nuestras vidas. En otros países se han dado cuenta de eso y se ha incorporado la cultura a los barrios con los resultados de la reducción de las tasas de criminalidad y de violencia. El ser humano es en esencia creativo y cuando se le niegan esas facultades tiende a deshumanizarse, a destruir. Se le quita lo más propio de él, que es la cultura. Al quitar esa pata la sociedad se enferma. Y no hablo de una obra de teatro o de un concierto, sino que del lugar de la cultura en nuestra sociedad. Primero hay que resolver eso. Después viene todo el tema de los fondos, de la plata, etcétera. Estamos actuando al revés. En ese sentido no basta la buena o mala voluntad de un gobierno, pues en Chile se considera casi desde raíz que la cultura es sólo espectáculo y entretención. Se lo ve como algo superfluo en comparación a otras cosas. Para que hablar además que el concepto de ocio también tiene mala reputación en nuestro país y es precisamente en el uso del ocio cuando el ser humano se desarrolla, se nutre y luego crea.
¿No está de acuerdo entonces con la dicotomía de apoyar la salud o la educación versus darle dinero a la cultura que planteó el actor Jaime Vadell, por ejemplo?
No, para nada. La cultura lo es todo, como vivimos, como pensamos y vemos al mundo. Eso empieza en la sala cuna y sigue el resto de nuestras vidas. En el fondo siempre estamos en el colegio, siempre estamos aprendiendo. Cuando ya se es profesional, seguimos con dudas y certezas, planteándonos preguntas. Queremos llenar los vacíos existenciales. En una sociedad de consumo, lo ideal sería llenar esos vacíos con cultura o deporte, pero la mayoría prefiere el consumo habitual de bienes. Ahora bien, cuando hay pobreza, no hay dinero y no hay cómo consumir. Los vacíos y necesidades se llenan de otra forma: drogas y delincuencia con el objetivo de poder tener, tener y tener.
A propósito de educación y cultura, el actor Luis Gnecco dijo que no entendía como Gabriel Boric podía ser presidente sin haber obtenido su título…
Ay no sé. Son cosas de Luis. Yo creo que todo el mundo tiene derecho a considerar bueno o malo a un presidente y yo no me meto en eso. Es su opinión. Lo que sí creo es que las razones para tener esa postura deberían ser más específicas, personales, propias. Porque eso de que no le ha trabajado un peso a nadie o que no terminó su carrera lo he escuchado mucho y a estas alturas ya es como un mantra. Pierde credibilidad. Debería haber otras razones. Ahora bien, él ya pidió disculpas y cerró el tema. Seguramente no lo pensó muy bien cuando lo dijo.
Hace unos días el excandidato presidencial José Antonio Kast y la filósofa Lucy Oporto acusaron al Presidente Boric de “travestismo político”, ¿Cuál es su postura al respecto?
Habría que ver el significado exacto de la palabra “travestismo “en el diccionario para ser precisos, pero entiendo que se refieren a que Boric cambia políticamente de acuerdo a las circunstancias y en el tiempo. Reitero que cada cual puede pensar lo que quiera, pero me parece que se podría haber usado otra palabra. Sé que se ha usado antes el término en cualquier caso y si vamos a hablar de esa manera creo que el “travestismo político” es la esencia de la política. A la larga, él que hace política debe de alguna manera travestirse en el sentido de que hay que llegar a acuerdos, cambiar de opinión a veces, maquillar un poco las cosas. Sabemos que eso es lo medular de la política. Ahora si eso es bueno o malo, depende del contexto.
Lo critican porque consideran que cambia de una posición a otra en muy poco tiempo y eso no sería muy confiable.
Bueno, en ese caso volvemos al tema de las creencias y de los dogmas inviolables. La mente es plástica, es lineal, cambia de acuerdo con las circunstancias. Si alguien siempre se aferra a su línea y no le importa lo que pasa a su lado va a entrar en el terreno del fanatismo.
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