La Dictadura de la Minoría, de Steven Levitsky y Daniel Ziblatt (Ariel)
Mientras los politólogos Steven Levitsky y Daniel Ziblatt trabajaban en su libro Cómo mueren las democracias, Estados Unidos parecía encaminarse a una democracia multirracial. En 2016, a 50 años de la aprobación de la ley de derechos civiles y gracias a sucesivas olas migratorias, la democracia en Estados Unidos podía aproximarse a una sociedad multiétnica, que podría “ser un modelo para sociedades diversas del mundo entero”, pensaban. Pero entonces vino la reacción: cuatro años de gobierno de Donald Trump que significaron retrocesos democráticos y acabaron con el asalto al Capitolio. “Hemos estudiado insurrecciones violentas e intentos de anular comicios en multitudes de países, desde Francia y España a Ucrania y Rusia, pasando por Filipinas, Perú y Venezuela, pero aquí nunca imaginamos algo parecido. Como tampoco habríamos supuesto que uno de los grandes partidos estadounidenses renegaría de la democracia en el siglo XXI”, escriben. ¿Qué permitió esta deriva antidemocrática?
Académicos en la Universidad de Harvard, los analistas ponen la mirada en una de las instituciones más veneradas de su país: la Constitución. Concebida en una era predemocrática, durante dos siglos la carta magna impidió el absolutismo de las mayorías, otorgando mecanismos de poder a las minorías. Pero hoy, dicen, “los defectos de la Constitución ponen en peligro nuestra democracia”. En este ensayo acucioso y elocuente, los autores describen el proceso histórico que llevó a la democracia al borde del abismo en Estados Unidos, y proponen una serie de reformas para impedir que las minorías frustren la voluntad democrática de las mayorías.
Cama 32, de Boris Quercia (Ceibo Ediciones)
“Cuando un estado usa todos sus medios en una guerra sucia para aplastar a un movimiento autónomo, la vida es una moneda de cambio que se desprecia hasta no valer nada”, piensa Víctor, el protagonista de esta novela distópica. En un futuro impreciso y arrasado, bajo un gobierno de rasgos totalitarios, la Sociedad de Pueblos Libres defiende su autonomía y libertad a través de una red llamada Neurón. Conocidos como neuronistas, sus miembros son perseguidos por el gobierno central, que busca destruir la red. Un cubito pequeño y frío que cabe en la palma de la mano parece ser el último nodo que podría salvar la red de los ataques del Estado. Víctor lo recibe y tiene la misión de entregarlo a un contacto en la calle, pero entonces es sorprendido: detenido y encarcelado, su destino es incierto. Con su caída, los hombres libres parecen condenados. Mientras su madre lo busca como a un desaparecido, Víctor constata que la red fue infiltrada y que él ha sido traicionado por alguien a quien ama. Y aunque es sometido a torturas, experimenta una mutación o una alucinación que recuerda a Matrix: Víctor se transforma en Neurón.
Hábil y eficaz autor de novelas policiales, por las que ha recibido premios en Francia, Boris Quercia publica su segunda entrega en el género de la ciencia ficción, luego de Electrocante. Ágil y entretenida, con ecos del cine y la literatura distópica, la novela describe una sociedad totalitaria y su intento de controlar las conciencias, en medio de las ruinas del mundo. La historia está narrada desde varias perspectivas, desafía al lector, y depara un giro sorpresivo cuya clave podría encontrarse, como sugiere el título, en la conciencia de una paciente en la cama 32.
Los Pequeños Cristaleros, de Antonia Roselló y Bernardo Bello (Ekaré Sur)
Se despertaba temprano con el olor a pan tostado y leche caliente. Al abrir los ojos, su mamá ya la estaba esperando: “Levántese, mi niña”, le decía mientras se trenzaba el pelo. Con los primeros rayos de sol, la madre y la niña cruzaban la ciudad a pie. Era 1925, cuando aún era posible ver carretas con bueyes en las calles. En el camino madre e hija solían encontrarse con el verdulero, con la señora que vendía sopaipillas y también con las niñas que se dirigían a la escuela. “No se ponga triste, mi niña”, le decía la mamá. “Más adelante, tal vez usted también podría venir a esta escuela”. En cambio, la niña y su mamá proseguían su camino hasta la fábrica de cristales La Nacional, donde trabajaban niños y adultos. Entre sopladores, molderos, archeros y coleteros, entre otros oficios, los niños conformaban el 30 por ciento de los trabajadores. Pero las condiciones laborales eran muy precarias. Una mañana de verano, la niña y su mamá llegaron la fábrica y encontraron los hornos apagados y a los obreros en la puerta. Pedían mejoras salariales. Comenzaron una huelga, pero a los tres días volvieron al trabajo con las manos vacías. Sin embargo, los niños no bajaron los brazos y salieron a la calle. Y aunque el dueño de la fábrica los trató de flojos, su protesta causó tal resonancia que el intendente de Santiago los escuchó.
Antonia Roselló y Bernardo Bello rescatan este episodio desconocido en este libro delicado y sensible donde la historia social y la ilustración se encuentran armoniosamente, editado por Ekaré Sur. Basado en las investigaciones del historiador Jorge Rojas, el volumen está dedicado precisamente a los niños que trabajaban en las fábricas de Chile.