El MNBA entró tardíamente a la estética del siglo XX, en 1969, cuando Nemesio Antúnez fue nombrado director y salió en televisión diciendo que iba a abrir las puertas del museo a los jóvenes.
Gracias a sus palabras, yo, que tenía 21 años en ese momento, llegué corriendo al museo a proponerle “llenar el museo de hojas”. Él aceptó, y así comenzó mi vida en el arte, la vida que me llevó al Premio Velázquez y al León de Oro de la Bienal de Venecia. Creer en los jóvenes y en la obra viva, que está sucediendo, elaborándose en el momento, tiene un valor imprescindible para la cultura local y universal, y esa es la orientación de todos los museos importantes del mundo, desde la Tate de Londres, al MoMA de Nueva York y el MNBA de Chile.
Desde hace décadas en los centros culturales del mundo los museos combinan muestras transitorias contemporáneas con una sección patrimonial que es revisitada y presentada de maneras innovadoras continuamente, tal como está haciendo el MNBA, en muestras como Luchas por el arte. Porque la mirada y el modo de entender el patrimonio es un fenómeno vivo, cambiante, y ese intercambio lo mantiene vigente. Establecer o pedir un modo autoritativo (autoritario) o normativo de una colección es algo que ya no se hace, al menos no en Occidente, porque empobrece el diálogo y el entendimiento, y aleja al público del patrimonio, que solo tiene sentido cuando está vivo. El verdadero patrimonio se activa en el presente, con las preguntas y búsquedas del presente, cerrarlo, como hecho establecido, lo mata.
Hace un año, el MNBA me dio mi primera muestra individual en un museo chileno ¡desde 1971! Esa muestra, Soñar el agua, trajo un récord de público y me consta que esa tendencia continúa en las exposiciones recientes. El público vota con su asistencia, con sus selfies y mensajes en redes sociales. Puedo decir que hasta el último día recibí testimonios conmovidos de madres, niños y jóvenes de todas las edades, generando una ola de gratitud e inspiración.
Bajo la dirección de Varinia Brodsky, el museo está lleno de público interesado y activo que viene no solo a ver, sino a pensar, sentir y participar. Ese es el ideal de un museo en todo el mundo y el MNBA lo ha logrado gracias a su gestión actual, que se proyectó internacionalmente, llevando mi muestra a dos museos de gran prestigio: el Malba de Buenos Aires y la Pinacoteca de Sao Paulo, instalando a Chile como un lugar que genera muestras viajeras.
Nada de esto sería posible si el MNBA o su gestión actual fueran cuestionados por la comunidad creativa y museal de nuestro continente.
Aunque vivo fuera de Chile hace más de medio siglo, una larga historia familiar me conecta al MNBA. No solo hice ahí mis primeras exposiciones individuales en 1971, sino que mi bisabuelo, el escultor Carlos Lagarrigue Alessandri, fue uno de los primeros directores de la Escuela de Bellas Artes asociada al museo. Hoy su escultura El Giotto se encuentra en exposición permanente en el hall central del edificio.
El MNBA es una pieza clave de nuestra historia cultural y se merece todo nuestro apoyo.
*Cecilia Vicuña, artista y Premio Nacional de Arte.