María Paz Rodríguez, escritora: “Quería escribir una historia de amor, si era hetero o lésbica, me era indiferente”

María Paz Rodríguez, escritora: “Quería escribir una historia de amor, si era hetero o lésbica, me era indiferente”
María Paz Rodríguez, escritora: “Quería escribir una historia de amor, si era hetero o lésbica, me era indiferente”

La destacada autora nacional conversa con Culto sobre Arca, su última novela publicada. En el texto, aúna el mundo de la ecología y la complejidad de las relaciones humanas. Asimismo, en su rol de editora, reflexiona sobre el panorama actual de las letras, marcadas por las narrativas del “yo” y textos “fragmentarios”.


Cuando María Paz Rodríguez era una niña, participó de un avistamiento de ballenas en la Patagonia argentina. Según relata en entrevista con Culto, esa experiencia la marcó y supuso el inicio de un vínculo especial con los cetáceos, esa especie de mamíferos marinos cuya existencia fascina a científicos y también a escritores.

Arca (2024, Planeta), la última novela de la autora chilena María Paz Rodríguez, se suma a la lista de libros en los cuales las ballenas se roban las páginas. En la tradición literaria está Moby-Dick, de Herman Melville, el poema de Jorge Luis Borges con el nombre del autor estadounidense, y Mocha Dick: La leyenda de la ballena blanca, de Francisco Ortega y Gonzalo Martínez.

Ballenas sei

Sin embargo, en Arca las ballenas son el telón de fondo para una historia sobre las relaciones humanas. “Siempre ha sido un animal que me llama la atención y que me fascina profundamente, por su estructura familiar, su forma de cohabitar entre distintas especies, su organización y, sobre todo, por cómo entre ellas se comunican”, profundiza.

Rodríguez ha publicado otros títulos como El gran hotel (2011), Mala madre (2015) y el libro de cuentos Niñas ricas (2018). En su más reciente novela, explora el mundo de la ecología y el cuidado ambiental, a través de personajes que participan en una ONG (organización no gubernamental) llamada ARCA.

Alia y Lucas, hermanos e investigadores del varamiento de las ballenas sei en el sur de Chile, integran esa organización. Laura, una joven música, se posicionará en medio de los hermanos en un triángulo amoroso complejo, mientras lidia con Roberto, su padre alcohólico y exintegrante de una secta.

La magíster en letras hispanoamericanas y editora en Neón Ediciones entrevistó a diferentes especialistas y miembros de organizaciones, para ir conociendo cómo serían sus personajes. Su proceso creativo, que dura entre cinco y seis años por novela, incluyó una minuciosa investigación sobre el mundo del cuidado ambiental y también sobre psicología.

“Me tocó entrevistar a muchas personas, de distintas ONG y el tema de los varamientos es cada vez más común en distintas partes. Es otro mundo de persona. Que ARCA fuera una ONG quedaba un poco pintado”, explica María Paz Rodríguez.

María Paz Rodríguez Arca

El libro inicia con un festival que lleva el nombre de la agrupación. Los personajes que cobran vida en esa escena tienen rasgos que la autora identificó en entrevistas con científicos y elementos propios de la ficción.

“Cuando parto el libro, este habla un poco del perfil de los candidatos y claro, es divertido, son hippies con olor a incienso. Pero no hay ninguno de esos tipos metidos en ARCA que sea eso—aclara—. Es algo que podría darle un tono más de humor y caricatura, pero en el fondo, lo que hay detrás es valorar un trabajo bien invisible e importante”.

La literatura y la música emergen en la novela de forma natural, a través de un libro que lee una de las protagonistas o la misma obra artística de Laura. Para María Paz Rodríguez, la conexión entre el arte y la conciencia ambiental es clave. “Hay muchos de estos lugares que están haciendo festivales y que hacen diálogo entre las artes y la música. Al final, siempre la cultura va a atraer o va a ser más ruido y eso te permite poder conversar ciertas cosas. Por ahí va la idea de juntar esos mundos”.

Los vínculos en Arca

Las historias de los personajes se entrecruzan en la novela. El pasado de cada uno de ellos, así como sus características y motivaciones, son claves para definir el desarrollo de la trama.

Arca, en esencia, habla sobre las relaciones familiares, la amistad y el amor. “Creo que todas las familias están locas. No conozco ninguna familia que no tenga algún grado de disfuncionalidad. Para mí, la vinculación sexo-afectiva y familiar— que diría que pueden ir de la mano, porque una es la proyección de otra—, es algo que estudio profundamente. Siempre estoy leyendo sobre psicología, traumas y representación, porque me parece que la literatura y el mundo inconsciente son dos caras de un mismo espejo”, reflexiona la autora.

Para la autora, es crucial conocer a los personajes, darles su tiempo, dejar que “cuajen y decanten”. Hay que “realmente poseerse de los personajes para poder entender los vínculos, para entender desde donde los personajes se paran en el mundo y la identidad que tienen, para poder ponerlos en escena, representar, hacer que se vinculen y que eso sea algo natural, no impostado”.

María Paz Rodríguez

La relación entre Alia y Laura se desarrolla sin etiquetas: la orientación sexual no es el conflicto de su historia. “Yo quería escribir una historia de amor, de deseo, arte, encuentro y fatalidad, si fuese una relación hetero o lésbica, me era indiferente”, dice María Paz Rodríguez. “Ahora me parecía importante que después en dos mujeres, pero no por defender una causa, sino más bien, porque me parecía que Alia tenía que reparar su femenino y una manera muy simbólica era justamente amarrarla a otra mujer, y que por ahí hubiese un despertar y una especie de redención de su femenino”.

En Niñas ricas (2018), la autora ya había explorado relaciones lésbicas entre sus personajes. “Me interesaba continuar también con eso, porque era una investigación que yo estaba haciendo. No quería que fuera una novela del padre, ni del abuso, ni del lesbianismo… quería juntar todas estas piezas y ver cómo se pueden ir vinculando vidas que quedaron truncadas o fracturadas respecto a algo que les pasó. Desde ahí, en ese encuentro de personajes abandonados de sí mismos, hay una especie de amor que repara”.

Panorama de la literatura

Desde su rol de editora, María Paz Rodríguez se enfrenta a numerosos manuscritos, en los cuales evalúa las historias y también las plumas. Ahora bien, como lectora, valora positivamente las obras de otros escritores chilenos como Carolina Brown, con Principio de incertidumbre (2024), Alejandro Zambra, con Poeta chileno (2020), o Rafaela Gómez, con Mantis (2023).

—¿A la literatura actual le falta abordar la ecología o la naturaleza?

Sí, aunque yo creo que está pasando cada vez. En la literatura latinoamericana, las narradoras que me ha tocado leer últimamente están bien sumidas en hacer problemática de temas nuevos. Por ejemplo, la tradición, el mundo rural, de la provincia, estoy pensando incluso en Mariana Enríquez o Samantha Schweblin, esta cosa como oscura, de la selva… Me parece súper interesante y novedoso hasta cierto punto y me gusta que haya un volver a construir un imaginario latinoamericano propio, que ya es el pasado del Boom, que ya se sale de la ciudad.

No me ha tocado leer mucho sobre narradoras o narradores que estén vinculadas a un modo ecológico o a tener una conciencia más eco. Quizás puede ser un tema generacional, puede ser que todavía no está tan en foco, puede ser que quizás no queramos mirar tanto eso. Siento que hoy la narrativa dio como un vuelco hacia la distopía, ya como que se saltaron esto. Se acabó el mundo y viene uno en el futuro, con mucha tecnología, mucha inteligencia artificial, con la robótica, pero lo que pasó en el mundo entre medio no está. Entonces, me imagino que le van a salir textos vinculados a eso, porque yo creo que es el tema y será el tema durante un rato.

También, siento que las narrativas del yo están súper instaladas, más intimistas, historias más acotadas, fragmentarias, y no a la construcción de mundo, es decir, novelas con tramas, con varios personajes y cosas sucediendo al mismo tiempo.

—Como editora, ¿cómo ve el escenario de las escritoras chilenas?

Están surgiendo todo el tiempo nuevas voces, tenemos una escena distinta. Cuando publiqué mi primer libro, en 2011, había dos editoriales transnacionales y cuatro medianas y ya. Hoy, tenemos una cantidad de editoriales que están optando por narradores y narradoras jóvenes, nuevas, o también mayores. El punto es buscar una diferencia.

Me da la sensación igual que en Chile se produce poca narrativa o novelas con trama. Hubo un momento donde todo lo que se publicaba iba en este tono intimista, desde quizás las fracturas, la cosa un poco más víctima, pero con narrativas bastante escuetas, con no mucha propuesta estética, no mucha sustancia. Creo que eso está cambiando.

Siempre estoy buscando narradoras que vengan a contarme algo desde un lugar y desde una prosa. Cuando leo una pluma, una propuesta de mundo donde hay ficción, hay símbolos, hay interpretación y profundidad, ahí yo al tiro paro las puntas.

—¿Cree que esa tendencia a la literatura más fragmentaria responde a la tendencia de los lectores, quienes quizás buscan lecturas más rápidas?

No. Creo que hay un fenómeno muy interesante de libros breves. Me da la impresión de que hay una ansiedad por publicar y que haya oportunidades para hacerlo de forma rápida.

Hay muchos talleres. Hay muchos chicos y chicas que tienen un libro bajo la manga y que están tratando, hay muchos muy buenos, otros que están ahí, regular. Hay muchos que no tienen nada, pobres, pero aquí el tema es que es mucho. Entonces, eso te permite, por un lado, tener un gran espectro de lectura, pero por otro, encontrar algo que me sorprenda, me cuesta. Me gustaría encontrarme con una historia que me conmueva, algo grande.

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