Tim Burton recupera la diversión con Beetlejuice 2: “Nostalgia es una palabra extraña”

Tim Burton aún se pregunta qué volvió a Beetlejuice (1988) un éxito. Tenía 29 años cuando estrenó la película sobre una pareja recién fallecida que no puede espantar a los Deetz, los nuevos dueños de su casa, y contratan los servicios de Betelgeuse, un incorregible espíritu que termina revelándose como un embaucador.

El resultado de ese refrescante cruce de comedia, fantasía y terror provocó que Warner Bros. confiara en él para hacer Batman (1989) junto a Michael Keaton y un holgado presupuesto, y que el periódico The New York Times lo bautizara como “el director joven más original de Hollywood”. Las consecuencias del arrastre del filme parecen claras: pudo construir una carrera a partir de ese momento. Pero qué llevó a la cinta a generar un culto continúa siendo un misterio para el responsable de El joven manos de tijera (1990) y El gran pez (2003).

Con esa duda aún presente, Burton se sumergió en la realización de una secuela que llega a las salas 36 años después y trae de vuelta a Keaton, Catherine O’Hara y Winona Ryder. Tras inaugurar la 81° edición del Festival de Venecia, se estrena este jueves 5 en cines locales y se titula simplemente Beetlejuice Beetlejuice.

“Era un personaje que disfruté y un mundo que disfruté y nunca me abandonó”, cuenta en una conferencia a la que asiste Culto. Reconoce que lo que gatilló su interés en hacer una continuación en este momento tenía que ver con preguntarse qué fue de la vida de una “adolescente genial”, un lugar que ocupó Lydia Deetz, la joven que Ryder convirtió en un ícono generacional.

“Envejeces y pasas, como Lydia, de adolescente a adulto. Ese es un viaje que todos emprendemos. Entonces, la idea de hacer una extraña película sobre una familia me pareció realmente correcta”, explica.

Esa conexión lleva a pensar en la evolución de Lydia como resultado de sus reflexiones más íntimas. Burton fue un niño raro, cimentó una filmografía donde esa rareza se manifestó en plenitud, formó una familia (es padre de dos hijos con la actriz Helena Bonham Carter, de quien está divorciado desde 2014) y hoy es un director reputado que ha tenido dificultades para encontrar su lugar en el Hollywood actual.

En la secuela de Beetlejuice Lydia es la conductora de Ghost House with Lydia Deetz, un programa de televisión en que se dedica a mediar entre los dueños de casas embrujadas y los fantasmas que se niegan a abandonar el lugar. Está separada del padre de su hija –fallecido recientemente–, una adolescente llamada Astrid (Jenna Ortega) que le guarda resentimiento. Para peor, Delia (Catherine O’Hara), su madrastra, le informa que su papá ha muerto.

En medio de esa situación dolorosa, Astrid permite la reaparición de Betelgeuse (Michael Keaton), aún molesto con que su matrimonio con Lydia se haya frustrado en la cinta original.

El cineasta completa el elenco con Monica Bellucci, Justin Theroux y Willem Dafoe, formando una dinámica de equipo que lo tiene exultante y que describe como “una extraña reunión familiar o una boda extraña”.

“El guión era bueno, pero todos realmente contribuyeron. Lo hermoso para mí fue que, en el mismo espíritu de la primera, hubo mucha improvisación y a diario se les ocurrían cosas en el set. Así que, para mí, la energía fue fantástica. Eso lo hizo creativo y divertido”.

Esa alegría contrasta con el sentimiento que prevaleció mientras hacía Dumbo (2019), la versión live-action del clásico animado de Disney. Según admitió en una reciente entrevista, consideró retirarse del cine después de su frustrante experiencia en esa superproducción. El proyecto que lo revitalizó fue Merlina, la serie de Netflix sobre el personaje de Los locos Addams, cuyo rodaje llamó “un campamento de salud creativa”.

El realizador descarta la posibilidad de hacer una tercera parte de Beetlejuice, al igual que niega que haya creado la secuela impulsado por la nostalgia. “Nostalgia es una palabra extraña. No la miré nostálgicamente”, señala. “No volví a ver la primera para hacer esta. Simplemente la hice, sintiendo a los personajes y a las personas (...) Eso lo volvió más presente”.

A los 66 años, y con algo de ayuda del pasado, Tim Burton recupera la diversión que creía extraviada.